A comienzos del mes, en un grupo de WhatsApp de académicos al que pertenezco, se suscitó una controversia debido a que una persona empezó a enviar, diariamente, una oración por el Mes de María y otra dijo que no soportaba los mensajes religiosos. En los grupos de WhatsApp, mientras el mensaje no sea ofensivo, cuando uno lee algo con lo que no está de acuerdo, simplemente, lo pasa; no hay necesidad de censurar las expresiones de los demás. Estoy convencido de que el laicismo implica el respeto por todas las creencias religiosas y la libertad que tiene cada cual de expresarlas.
Creo que la poesía es también expresión de la fe del bardo y de su aldea y que la palabra poética puede trabajar en comunión espiritual con lo místico; por lo tanto, celebrar en un poema el sentido liberador, en términos teológicos, de las palabras de María es tan válido como cualquier otra fuente de la que bebe la poesía.
Mi poemario Missa solemnis (2008) se abre con el Magnificat. En el mes mariano, comparto este poema que dialoga intertextualmente con el cántico de la Virgen durante la visitación a su prima Isabel, ambas embarazadas de Jesús y Juan, el Bautista (Lucas, 1:39-56).
Fra Angelico, Visitación, (Predela del retablo de La Anunciación, 1433, Museo Diocesano de Arte Sacro, Vizcaya, España. |
1
Soy solo una mujer que aún no ha conocido varón
entregada a la voluntad de Aquel que todo lo puede
sierva que recibió en la morada sencilla de las nazarenas
la voz angélica que anuncia la llegada de un tiempo nuevo
cielo rebelde que nos baña de luz lo mismo que nos cobija
bajo las sombras de la noche dulce, propicia para el amor.
Celebra todo mi ser la grandeza del Señor
y mi espíritu se alegra en el Dios que me salva.
En Ti confío soplo de viento que me mantiene alerta
lumbre que ilumina mi sosiego
hálito que baña mi ánima combatiente
voz de las alturas a cuyo llamado solo respondo que sí.
Tú que convertiste las aguas abiertas del Mar Rojo en tumba
de los opresores de tu pueblo conducido por Moisés;
Tú que guiaste la mano de Yael para aniquilar a Sísara, sangriento
capitán de los cananeos, verdugo coronado por nuestros pecados;
Tú que depositaste las palabras de júbilo en los labios de Débora,
abeja de la justicia que fabricó la miel divina de nuestra libertad.
Tú que insuflaste vida en el vientre estéril de Ana, madre de Samuel,
oración de esperanza para los esclavos de sí mismos y de los demás.
Tú que hiciste de la belleza de Ester el arma de tu gente
siempre amenazada en la diáspora por la conjura de tus enemigos.
Tú que guiaste el astuto brazo de Judit que decapitó
la lascivia de Holofernes para alabanza de tu nombre.
En Ti confío y a Ti me entrego como Rut, la moabita, y su viudez
extranjera que en Belén fundara la dinastía de la casa que me acoge
íngrima bajo el firmamento, vencidos mis miedos, apacienta mi alma
dulce regocijo de eternidad ofrendada, Señor, a tus requerimientos.
En Ti confío y a Ti me entrego libre porque soy una mujer bendita
como todas las mujeres que cuidan esta tierra y la pueblan con tus hijos.
2
Yo, la que llora sin consuelo la sangre de los inocentes
derramada con la violencia del Imperio por causa del Hijo,
muertes que acompañan la permanencia de quien dará su vida;
la que cuida del niño extraviado en el Templo y se asusta
ante la sabiduría de sus palabras y el asombro de los sacerdotes,
prédica que sana la aflicción de los pobres de la tierra;
la discreta que en su corazón intuye que del agua tocada
por la mano del Hijo proviene el mejor vino de la boda, milagro
que anuncia el regreso al Paraíso de los descendientes de Eva;
la que perfuma los pies de mi Señor con bálsamo fino
para escándalo de los corazones adheridos al polvo,
presencia efímera de la divinidad encarnada en un hombre;
la que recibe en su rostro los escupitajos y en su cuerpo
las piedras arrojadas por la mano furiosa de los crueles,
sacrificio de mujer que se enfrenta a la insolencia de los poderosos;
la que andará sola en la vida y sola frente a la muerte
piadosa acunará el cadáver del Hijo en sus brazos,
madre que sobrelleva en sí todo el dolor del hombre.
Porque quiso mirar la condición humilde de su esclava,
en adelante, pues, todos los hombres dirán que soy feliz.
3
El Señor bendice al pueblo que conmigo habrá de padecer
peregrinos de corazones hambrientos de eterno maná
diáspora de los que no encuentran refugio en su propia casa
procesión infinita de los perseguidos por causa de su nombre.
Me entrego a Él sin condiciones en nombre de sus hijos
humildes que no descifran los signos milenarios de la Torah
mas llevan en su espíritu el calor de su palabra encendida
horno en que se cuece la transitoria felicidad de la tierra.
Él acoge mi entrega a la misión dolorosa que me da
se apiada de las almas de pan ázimo a las que desprecian
doctos de la Ley que cultivan la soberbia y del Señor olvidan
que sus favores alcanzan a todos los que le temen y prosiguen en sus hijos.
4
No el palacio del Rey sino la casa del carpintero
escogió mi Señor para su morada terrenal.
Yo no atino sino a balbucir, en gratitud, que somos
pasajeros de esta tierra en corto viaje a la eternidad
que todo se acaba, todo se esfuma y en el aire
queda lo que vale para celebración de la vida.
La barata de los mercaderes es nuestra tentación
compra de felicidades que se convertirán en polvo
mientras lo inasible del espíritu se vuelve carne
alimento de salvación para el hambre del pueblo.
Su brazo llevó a cabo hechos heroicos
arruinó a los soberbios con sus maquinaciones
ensalzó a los humildes de discreta sonrisa
nos liberó de las cadenas que impuso el Imperio.
5
Canto la libertad de mi gente
vestida de luto y cadenas en Egipto
satisfecha de maná en el desierto,
hoy habitamos en la promesa del Padre.
Sacó a los poderosos de sus tronos
y puso en su lugar a los humildes
porque todo poder habrá de perecer
para que se cumpla el ciclo de la vida.
Canto la victoria de mi pueblo
bienaventurado porque busca la justicia
perseguido por la causa de mi Señor,
hoy se alimenta de su esperanza en Él.
Repletó a los hambrientos de todo
lo que es bueno y despidió vacíos a los ricos
porque el pan de vida nos sacia y serena
felices los que guardan sus penas del ayer.
Canto la gesta de los pobres
zelotes herederos del rugiente Judas
el Macabeo purificador del Templo,
hoy resistimos con la bendición del Padre.
De la mano tomó a Israel, su siervo
demostrándole así misericordia
porque el reino llegará y la memoria guerrera
regará la semilla de nuestra tierra de paz.
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