La mañana del jueves 30 de septiembre de 2010, el equipo de Radio Quito, con Miguel Rivadeneira a la cabeza, empezó a cubrir la intentona golpista como si se tratara de un partido de fútbol. Ellos, y otros periodistas de medios cuyos dueños son abiertamente desafectos al gobierno creyeron que con entrevistar a un grupo y a otro cumplían con su trabajo. Teleamazonas, desde temprano en la mañana —aún antes de la llegada del presidente Correa—, había instalado una microonda en el lugar de la sublevación; María Josefa Coronel, en pantalla, sugería que estábamos viviendo una situación de caos en todo el país, y Freddy Paredes, desde el Regimiento Quito, a las 9h19, informó al país, sin asidero fáctico, que las Fuerzas Armadas se habían unido a la sublevación. Resultaba extraño que periodistas que se dicen profesionales no se dieran cuenta de que se trataba de una sublevación de corte antidemocrático y no de un debate académico. ¿Creyeron tal vez que podían transformar una intentona golpista en un espectáculo mediático sin ética?
Ese día, un grupo de militares bloqueó la pista del aeropuerto de Quito; un grupo de policías cerró el paso en el puente de la Unidad Nacional. A media mañana, algunos diputados de oposición ya estaban pidiendo amnistía para los sublevados. Casi al mismo tiempo en la entrada del Palacio Legislativo, según informaciones de prensa, el sargento Mario Flores comunicaba a los medios que la sublevación era a nivel nacional y que no dejarían entrar a ningún asambleísta. Más tarde, dirigentes de la ultraizquierda maoísta quisieron infructuosamente movilizar a estudiantes secundarios y universitarios y grupo de burócratas para respaldar a los policías sublevados. Todas estas acciones fueron configurando la intentona golpista. La estrategia estaba clara: crear un vacío de poder en medio de una situación de caos generalizado.
Aproximadamente a las 10h00, el presidente Correa, dentro del Regimiento Quito se dirigió a una multitud enardecida de policías que lo amenazaba. Entonces, el presidente Rafael Correa, se zafa el nudo de la corbata y se hace escuchar: “Señores, si quieren matar al Presidente, aquí está. Mátenlo si les da gana. Mátenlo si tienen poder. Mátenlo si tienen valor, en vez de estar en la muchedumbre cobardemente escondidos. Pero seguiremos con una sola política de justicia, de dignidad. No daremos ni un paso atrás. Si quieren tomarse los cuarteles, si quieren dejar a la ciudadanía indefensa, si quieren traicionar su misión de policías, su reglamento, ¡traiciónenlo...!”. Esta escena es la que más les ha molestado a los medios hostiles al gobierno. Un presidente digno, valiente, consecuente con sus ideas; un presidente hablando desde la racionalidad democrática. Esta escena no estaba en el libreto de los golpistas. Más tarde esos mismos medios pretenderían no solo burlarse sino también culpabilizar al Presidente por esta actitud.
Ese día ocurrieron dos situaciones más que no estaban en el libreto de los golpistas. La ciudadanía salió a las calles a respaldar al Presidente. La ciudadanía se dirigió al Hospital de la Policía donde estaba secuestrado el Presidente. La ciudadanía se enfrentó a los policías sublevados para defender la democracia y rescatar a su Presidente y fue agredida con gases lacrimógenos y balas por esos policías sublevados. Y esa movilización popular, junto a la firmeza del Presidente, fue el otro factor que sostuvo el régimen de derecho en el país. Desde el exterior, la inmediata movilización de los presidentes latinoamericanos en defensa del régimen democrático fue el otro factor que descalabró los planes de los golpistas. Una vez fracasado el golpe, algunos medios, cuyos dueños son opositores al gobierno, pretendieron desdibujarlo todo y reducir la intentona golpista a una insubordinación policial que se complicó porque, según esa particular visión que criminaliza a la víctima, Correa no supo manejar la crisis. José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, en contraste con la actitud antidemocrática de los medios hostiles al gobierno, declaró: “Yo lo llamo un intento de golpe, cuando una institución del Estado como la Policía se insubordina contra la autoridad legalmente constituida, eso es técnicamente una negación de la democracia, un asalto a la democracia.”
En lo que estos mismos medios se han hecho de la vista gorda es que, cuando los golpistas se dieron cuenta de que el intento de golpe había fracasado éstos se decidieron por el magnicidio. Según el registro de la Central de Radio Patrulla, que fue publicado online por ANDES, la agencia pública de noticias, las órdenes de quienes monitoreaban a los sublevados fueron explícitas en la noche momentos antes del rescate: “mátenle al Presidente, maten a Correa, el man no sale hoy...” Nunca les interesó a los medios hostiles, actores políticos de oposición de conducta taimada, difundir este audio.
Un informe del 18 de octubre de 2010, de 14 páginas, de las Fuerzas Armadas, recientemente desclasificado por disposición del presidente Correa, confirma que el presidente estuvo secuestrado y que, a las 19h30, al momento de planificar la operación de rescate se estableció que ésta debía realizarse enseguida puesto que peligraba la vida del presidente. Una filmación del ejército determinó que en los cuatro edificios que rodean el hospital de la policía estaban los francotiradores esperando que el Presidente saliera del hospital. Finalmente, el presidente fue liberado y los únicos que dispararon en dirección al hospital de policía fueron los francotiradores que intentaron asesinar al Presidente durante su rescate y que mataron a Froilán Jiménez, uno de los policía del GIR —Grupo de Intervención y Rescate, que no participó de la sublevación— que lo rescataron.
Los medios han reclamado que ese día el gobierno ordenó un enlace nacional ininterrumpido. El Presidente de la República, que estaba secuestrado pero no inhabilitado para gobernar, en uso de sus facultades constitucionales, por la gravedad de los acontecimientos, decretó el Estado de excepción, situación excepcional como su nombre lo indica a la que lo faculta la Constitución, y, según el artículo 165: “Durante el estado de excepción la Presidenta o Presidente de la República únicamente podrá suspender o limitar el ejercicio del derecho a la inviolabilidad de domicilio, inviolabilidad de correspondencia, libertad de tránsito, libertad de asociación y reunión, y libertad de información, en los términos que señala la Constitución.” Ese día no hubo ningún atentado contra la libertad de expresión. Desde el día siguiente cada quien ha opinado lo que ha querido. Incluso se han mofado de los sucesos de aquel día, tal como lo hace hoy El Comercio en su página de humor. Pero, en el momento de los sucesos —entiéndase bien: el Presidente estaba secuestrado y su vida peligraba—, el gobierno se encuadró en el marco legal, tenía el deber político de defender la estabilidad democrática y el derecho ganado en las urnas de proteger su propia existencia.
A los golpistas les falló la utilización de la sublevación policial para concretar el golpe y el magnicidio debido a la actitud consecuente del Presidente, a la movilización ciudadana en respaldo a la democracia, a un manejo responsable de la información por parte de los medios públicos, y a la solidaridad de los gobiernos latinoamericanos.
Paz en la tumba de los caídos del 30-S en defensa de la democracia ecuatoriana.