El error de dicha declaración es explicable. Las cifras de personas alfabetizadas recogidas por la Dirección Nacional de Educación Popular, DINEP, que fueron enviadas por las Direcciones Provinciales del país (que, a su vez, recogían las cifras dadas por los centros de alfabetización), señalaron que habíamos bajado la tasa de analfabetismo a menos del 4%. Además, el Ministerio de Educación pidió a UNESCO que realizara un estudio sobre los programas de alfabetización ejecutados y que confronte las cifras del ministerio. La proyección del estudio de UNESCO señaló que la tasa de analfabetismo a diciembre de 2009, sería de menos del 3%. En un oficio del 21 de octubre de 2009, que me envió Eduard Matoko, director regional de UNESCO, señala: “esta información puede utilizarse como referencia para realizar una Declaratoria como la realizada por Usted en el Ecuador (“Patria Alfabetizada”).
Yo no esperé el resultado del censo para reconocer el error. Apenas tuve conocimiento de la Encuesta de calidad de vida, realizada a finales de 2009, convoqué a una rueda de prensa, en enero de 2010, en la que expuse la nueva situación educativa. Además, envié oficialmente sendas comunicaciones a la Comisión de Educación de las Asamblea Nacional y a UNESCO informando acerca de las nuevas realidades. Al mismo tiempo, presenté mi renuncia al cargo de ministro, la misma que no fue aceptada. He trabajado toda mi vida en el campo educativo y, sobre todo, dirigí la campaña de alfabetización “Monseñor Leonidas Proaño”, en 1989, de tal forma que el primer decepcionado y entristecido por la situación fui yo mismo.
Pero hoy día, con los resultados del Censo 2010, tenemos un nuevo desafío. Con los datos actualizados podemos saber con mayor exactitud dónde está la concentración del analfabetismo: zonas rurales, particularmente en las provincias de mayor población indígena. Es decir que la estrategia de programas de alfabetización a nivel nacional debe ser modificada por una estrategia de programas emergentes focalizados, con una orientación pedagógica adecuada, que evite que los cursantes se olviden de leer y escribir al poco tiempo de ser alfabetizados. Al mismo tiempo, y esto es lo principal para que no se siga alimentado las cifras del analfabetismo, hay que proponerse como meta nacional que ese 5,1% de hogares con niños que no asisten a un establecimiento educativo quede reducido a cero y así logremos el 100% de escolaridad.
La tarea que, en la consecución de una patria alfabetizada tenemos por delante, entonces, consiste en atacar dos frentes: programas focalizados de alfabetización y universalización de la escolaridad. Hasta que no hayamos conseguido ambas metas, seguimos siendo una patria alfabetizándose.
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