Con el presidente Rafael Correa, el lunes 5 de abril de 2010, en el Palacio de Carondelet, luego de la ceremonia de posesión de los nuevos ministros.
Todavía me acuerdo del primer gabinete, días antes de asumir el gobierno en enero de 2007. Fue en Punta Centinela y los ministros y ministras designados veíamos el mar y el sol como una tentación desperdiciada frente a un método de trabajo exigente y disciplinado que empezó a tomar forma desde el principio. A la noche, cena y canciones con el viejo Napo, el de “Gringa loca” y “Cangrejo criminal”, y la juguetona osadía de desplazar a los músicos e instalar el canto del que luego sería el grupo Necedades, necios en su afán de cantar como necios hemos sido desde entonces en el propósito insoslayable de transformar la realidad de un país asolado por los poderes fácticos, organizado para provecho de unos cuantos.
¿Cuánto ha cambiado la Patria desde entonces? El país de grupos corporativos que se repartían entre ellos espacios de poder como resultado de la destrucción sistemática del Estado ya no existe más. Ese país de instituciones débiles y corruptas, de gobiernos en jaque, y de grupos de presión establecidos como gobiernos paralelos quedó para la historia de la ignominia. Ese país en el que pequeños grupos de radicales ávidos de poder asumen sin legitimidad el nombre del pueblo y actúan de manera sectaria en alianza con los propios opresores en contra de este proceso de transformación que estamos viviendo, va a desaparecer. Ese país en el que el capital financiero ponía ministros de Economía y gobernaba los organismos de control de la banca, en el que los comerciantes administraban las aduanas, en el que los gremios empresariales regulaban las normas de un mercado caótico, ya no tiene viabilidad aunque todavía se revuelque con coletazos de bestia moribunda.
Ecuador vive una revolución ciudadana que le devuelve a la ciudadanía lo que a la ciudadanía le pertenece: un Estado que ejerce la rectoría de la sociedad y aplica la Ley, una obra pública destinada al servicio de todos en todas partes del país, una inversión destinada a hacer de la salud y la educación los pilares de una sociedad equitativa, la creación de condiciones para el emprendimiento de lucro justo, los espacios para el ejercicio de una libertad de expresión responsable. Una revolución que llega a aquellos pueblos que estuvieron olvidados hasta por los predicadores de ferias.
Para que Ecuador se mantenga en el pasado, quienes no están dispuestos a perder sus privilegios han recurrido a un sinfín de maniobras bañadas de hipocresía. Han retorcido el sentido de las palabras hasta que signifiquen negro cuando se dijo blanco para hacerse los ofendidos. Han mentido cuando así les convenía de tal forma que en un momento la explícita defensa de la vida fue expuesta como su contrario, la distribución equitativa de las rentas transformada en centralismo, o la defensa de la soberanía nacional en supuesta complicidad con quienes mantienen una inhumana guerra carente de ética. Han intentado desconocer lo hecho con el sofisma de que todavía faltan cosas por hacer cuando hemos sido los primeros en reconocer cuanto está pendiente. Han exagerado los problemas que existen en todo ejercicio de gobierno y minimizado las realizaciones que dan cuenta de una voluntad política de transformar la sociedad. Y después de boicotear esta revolución ciudadana, con toda la libertad y garantías de una democracia construida bajo una Constitución de derechos, después atacarla de todas las formas posibles, las legítimas y las que no lo son, los corifeos de siempre tienen la desvergüenza de hablar de tiranía apoyados por ciertos grupos mediáticos convertidos, sin pudor de ningún tipo, en actores políticos.
Tres años después, el país ha cambiado para regocijo de los más pobres y para tranquilidad de los sectores medios con conciencia social, para los que emigraron y para los que esperan el retorno de los suyos y difícilmente volverá a ser el de antes. Porque ya nadie permitirá que se gobierne para los que, con cada administración, han buscado acrecentar su capital sin ningún tipo de limitaciones éticas; porque ya nadie permitirá que los presidentes se encierren en Carondelet de espaldas a la vida; porque desde todos los rincones del país, la ciudadanía exigirá la presencia física de sus mandatarios, escuchando a la gente, institucionalizando el diálogo y la rendición de cuentas, pero, sobre todo, sirviendo al pueblo.
A ese cambio, con sencillez y vocación de servicio, con entrega personal y sacrificios familiares de distinta naturaleza, hemos contribuido los que hoy día participamos de la alternancia de un equipo de gobierno que, como en todo proceso vital, ha cumplido un ciclo de trabajo en el servicio público. En el camino sin fin de lo humano somos apenas seres transitorios y, justamente, esa transitoriedad es la que nos obliga a la acción comprometida con los pobres del Evangelio, sin paternalismos ni demagogia, con sentido de justicia y solidaridad. Los que salimos del equipo de gobierno esperamos haber cumplido nuestra responsabilidad ciudadana en plenitud de acción y profundidad ética. Nos habremos equivocado en la ejecución de ciertas tareas, sin duda alguna, pero nuestros errores fueron de buena fe y nos retiramos a casa alegres de ver, con mirada limpia, a nuestros hijos.
Compañero Presidente: a nombre de los que hoy día dejamos el equipo de gobierno queremos agradecerle por la confianza en nuestra capacidad técnica, en la honestidad administrativa, en la consecuencia política; y queremos agradecerle también por la oportunidad que hemos tenido para servir con amor. También queremos expresarle nuestra admiración, más allá de que cante, baile, haga chistes, se irrite con riesgo de caer en uno de los pecados capitales o sea emelecista, porque usted es un líder que gobierna con el ejemplo: es el primero que está trabajando y el último en ir a descansar, recorre el país pensando siempre en cómo solucionar los problemas de los que es testigo, exige a todos como se exige a sí mismo, se fija siempre en el detalle que hace la diferencia y la Patria es un empeño de su corazón.
También deseamos que la camaradería de gabinete acompañe la vocación de servicio de los compañeros y compañeras que asumirán desde hoy la responsabilidad que hasta hoy hemos tenido quienes nos vamos y podemos caer, finalmente, en la tentación del mar y del sol.
Un Ecuador libre y soberano, justo y solidario, es un sueño de todos para cuya construcción hemos contribuido en la medida de nuestras humanas fuerzas, por el que seguiremos luchando con los principios de la revolución ciudadana.
Compañeras, compañeros,
¿Cuánto ha cambiado la Patria desde entonces? El país de grupos corporativos que se repartían entre ellos espacios de poder como resultado de la destrucción sistemática del Estado ya no existe más. Ese país de instituciones débiles y corruptas, de gobiernos en jaque, y de grupos de presión establecidos como gobiernos paralelos quedó para la historia de la ignominia. Ese país en el que pequeños grupos de radicales ávidos de poder asumen sin legitimidad el nombre del pueblo y actúan de manera sectaria en alianza con los propios opresores en contra de este proceso de transformación que estamos viviendo, va a desaparecer. Ese país en el que el capital financiero ponía ministros de Economía y gobernaba los organismos de control de la banca, en el que los comerciantes administraban las aduanas, en el que los gremios empresariales regulaban las normas de un mercado caótico, ya no tiene viabilidad aunque todavía se revuelque con coletazos de bestia moribunda.
Ecuador vive una revolución ciudadana que le devuelve a la ciudadanía lo que a la ciudadanía le pertenece: un Estado que ejerce la rectoría de la sociedad y aplica la Ley, una obra pública destinada al servicio de todos en todas partes del país, una inversión destinada a hacer de la salud y la educación los pilares de una sociedad equitativa, la creación de condiciones para el emprendimiento de lucro justo, los espacios para el ejercicio de una libertad de expresión responsable. Una revolución que llega a aquellos pueblos que estuvieron olvidados hasta por los predicadores de ferias.
Para que Ecuador se mantenga en el pasado, quienes no están dispuestos a perder sus privilegios han recurrido a un sinfín de maniobras bañadas de hipocresía. Han retorcido el sentido de las palabras hasta que signifiquen negro cuando se dijo blanco para hacerse los ofendidos. Han mentido cuando así les convenía de tal forma que en un momento la explícita defensa de la vida fue expuesta como su contrario, la distribución equitativa de las rentas transformada en centralismo, o la defensa de la soberanía nacional en supuesta complicidad con quienes mantienen una inhumana guerra carente de ética. Han intentado desconocer lo hecho con el sofisma de que todavía faltan cosas por hacer cuando hemos sido los primeros en reconocer cuanto está pendiente. Han exagerado los problemas que existen en todo ejercicio de gobierno y minimizado las realizaciones que dan cuenta de una voluntad política de transformar la sociedad. Y después de boicotear esta revolución ciudadana, con toda la libertad y garantías de una democracia construida bajo una Constitución de derechos, después atacarla de todas las formas posibles, las legítimas y las que no lo son, los corifeos de siempre tienen la desvergüenza de hablar de tiranía apoyados por ciertos grupos mediáticos convertidos, sin pudor de ningún tipo, en actores políticos.
Tres años después, el país ha cambiado para regocijo de los más pobres y para tranquilidad de los sectores medios con conciencia social, para los que emigraron y para los que esperan el retorno de los suyos y difícilmente volverá a ser el de antes. Porque ya nadie permitirá que se gobierne para los que, con cada administración, han buscado acrecentar su capital sin ningún tipo de limitaciones éticas; porque ya nadie permitirá que los presidentes se encierren en Carondelet de espaldas a la vida; porque desde todos los rincones del país, la ciudadanía exigirá la presencia física de sus mandatarios, escuchando a la gente, institucionalizando el diálogo y la rendición de cuentas, pero, sobre todo, sirviendo al pueblo.
A ese cambio, con sencillez y vocación de servicio, con entrega personal y sacrificios familiares de distinta naturaleza, hemos contribuido los que hoy día participamos de la alternancia de un equipo de gobierno que, como en todo proceso vital, ha cumplido un ciclo de trabajo en el servicio público. En el camino sin fin de lo humano somos apenas seres transitorios y, justamente, esa transitoriedad es la que nos obliga a la acción comprometida con los pobres del Evangelio, sin paternalismos ni demagogia, con sentido de justicia y solidaridad. Los que salimos del equipo de gobierno esperamos haber cumplido nuestra responsabilidad ciudadana en plenitud de acción y profundidad ética. Nos habremos equivocado en la ejecución de ciertas tareas, sin duda alguna, pero nuestros errores fueron de buena fe y nos retiramos a casa alegres de ver, con mirada limpia, a nuestros hijos.
Compañero Presidente: a nombre de los que hoy día dejamos el equipo de gobierno queremos agradecerle por la confianza en nuestra capacidad técnica, en la honestidad administrativa, en la consecuencia política; y queremos agradecerle también por la oportunidad que hemos tenido para servir con amor. También queremos expresarle nuestra admiración, más allá de que cante, baile, haga chistes, se irrite con riesgo de caer en uno de los pecados capitales o sea emelecista, porque usted es un líder que gobierna con el ejemplo: es el primero que está trabajando y el último en ir a descansar, recorre el país pensando siempre en cómo solucionar los problemas de los que es testigo, exige a todos como se exige a sí mismo, se fija siempre en el detalle que hace la diferencia y la Patria es un empeño de su corazón.
También deseamos que la camaradería de gabinete acompañe la vocación de servicio de los compañeros y compañeras que asumirán desde hoy la responsabilidad que hasta hoy hemos tenido quienes nos vamos y podemos caer, finalmente, en la tentación del mar y del sol.
Un Ecuador libre y soberano, justo y solidario, es un sueño de todos para cuya construcción hemos contribuido en la medida de nuestras humanas fuerzas, por el que seguiremos luchando con los principios de la revolución ciudadana.
Compañeras, compañeros,
¡Siempre por la Patria, siempre!
Quito, 5 de abril de 2010
Quito, 5 de abril de 2010
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