José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

domingo, julio 08, 2018

Un cuento tan genial como homofóbico


Afiche de la obra de Aarón Navia sobre el cuento de Pablo Palacio
            El personaje del cuento es un extranjero que llega a Quito y se siente desesperado por cuanto no puede satisfacer su deseo sexual. El hombre «había tenido desde pequeño una desviación de sus instintos, que lo depravaron en lo sucesivo […]». Una explicación, con pretensiones sicológicas, que define a la homosexualidad como una enfermedad. En la medida en que su urgencia sexual aumenta, el personaje deambula por la ciudad, «fijando anhelosamente sus ojos brillantes sobre las espaldas de los hombres que encontraba», hasta el punto que: «Le daban deseos de arrojarse sobre el primer hombre que pasara».

            El antológico cuento de Pablo Palacio, «Un hombre muerto a puntapiés», parte de una noticia del periódico, acentuado el hecho de que la literatura se nutre de la vida, para contar no solo una historia, sino también, el proceso de cómo se construye un relato de ficción. Así, luego de transcribir la noticia de crónica roja, el narrador expone la idea obsesiva de su acto creativo: «Me perseguía por todas partes la frase hilarante: ¡un hombre muerto a puntapiés!».
            El narrador de Palacio, con un tono irónico, va exponiendo las manías del escritor: «Con todo, entre miedoso y desalentado encendí mi pipa. —Esto es esencial, muy esencial»; el método utilizado para la creación: «Cuando se sabe poco, hay que inducir. Induzca, joven»; y, como sucede en el proceso creativo, de manera arbitraria, intuye que el personaje era… «No, no lo digo para no enemistar su memoria con las señoras…». Palacio consigue que su narrador arme los elementos de la realidad —tomados de la noticia del diario— para la ficción y, así, construye a su personaje, a quien nomina Octavio Ramírez. Palacio, al mismo tiempo que está contando una historia, está contando cómo se construye esa misma historia: De qué manera el escritor bebe de la realidad, la reelabora, y la inventa en el texto literario. Ese proceso y ese resultado lo consigue, sin necesidad de recurrir a reflexiones metaliterarias obvias, sino desde el discurso narrativo mismo.
Pero el narrador de Palacio arma un cuento cargado de prejuicios. Cuando Octavio Ramírez ya no encuentra un hombre, decide abusar de un niño de doce años; entonces, el padre del niño lo sorprende y lo golpea hasta matarlo a puntapiés. La caracterización está llena de tópicos homofóbicos, pero el más fuerte tiene que ver con la consideración de que la homosexualidad es una “desviación” y que los homosexuales son seres que no pueden contener su deseo y recurren a al acoso y la violencia sexual, como pasa con Ramírez. Esta caricaturización del homosexual en este cuento de Palacio no se entiende ni siquiera por la ironía palaciana, sino que parecería, por el contrario, reafirmar la homofobia social de su momento.
¿Cómo juzgar un cuento que, al mismo tiempo, es genial por su construcción literaria y homofóbico por los prejuicios que encierra? Tal vez, analizando su propuesta literaria, el tiempo histórico de su escritura, y los límites en su comprensión de lo humano.

Un meme que hice meses atrás
La compilación, estudio introductorio, cronología y bibliografía de la edición de Ayacucho son de mi autoría.
El comic es una adaptación del artista Jorge Cevallos Hernández.
Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 06.07.18

domingo, julio 01, 2018

Persistencia, de Fernando Mieles: contemplación de la Naturaleza y el Arte

Allan Jeffs llevó su instalación en la Antárdida y Fernando Mieles documentó en su filme Persistencia, esta experiencia.

            Cinco figuras, de forma humana, en actitud de recogimiento; figuras construidas en fibra por artesanos de la calle 6 de Marzo, de Guayaquil; cubiertas con un manto de paja toquilla, hecho por tejedores de la provincia de Santa Elena. Cinco efigies de fibra y paja plantadas sobre el hielo, contemplando el mar de la Antártida. En 2012, Allan Jeff, (Santiago de Chile, 1973), montó una instalación con estas figuras en la Antártida, cerca de la estación científica “Pedro Vicente Maldonado”, en la isla Greenwich.
Fernando Mieles (Guayaquil, 1970) capturó esta aventura en su documental Persistencia (2016), que puede ser visto como una meditación sobre la intervención del Arte en la Naturaleza, esto es del ser humano como elemento que dota de historia al paisaje, a través de en una  propuesta fílmica que combina el preciosismo de la fotografía y el protagonismo del sonido, realizada mediante una narración visual impecable.

Fernando Mieles durante la filmación.
 Mieles trabaja con la yuxtaposición de escenas de la naturaleza: los glaciales, el mar, la playa rocosa, leones y elefantes marinos, pingüinos; del seguimiento que la cámara hace del artista caminando con las figuras a cuestas y, luego, montando la instalación en diversos sitios; así como con las imágenes de los científicos realizando sus experimentos en el laboratorio de la estación. Naturaleza, arte y ciencia: el ser humano estudia, interviene y, al final, mediante la imagen cinematográfica, captura la imagen de la huella de su ausencia en el paisaje.
            Las primeras escenas, separadas con fundidos en blanco, nos muestras el paisaje y sus habitantes naturales. De pronto, un poste con letreros, presencia de lo humano, en medio de la desolación nos anuncia el aparecimiento del ser humano. Surge, caminando, el artista con sus figuras a cuestas. Un hombre solo, dominando la inmensidad de la nieve, con el arte a cuestas… solo un hombre. La naturaleza que existe por sí misma pero ahora con la huella del artista en ella y, nosotros, guiados por el cineasta, contemplando un paisaje que empieza a llenarse de historia.

            Más adelante, cuando Allan Jeffs ha instalado las cinco figuras junto a una colonia de pingüinos, estos se acercan a ella: las miran, las tocan, se introducen en ellas. Los monos actores de 2001: Odisea del espacio descubriendo con asombro el monolito. Los pingüinos de Persistencia interactuando con la instalación artística: fundiendo la naturaleza y el arte. Los pingüinos investigan esas presencias igual que los científicos, trabajando con un simbólico mechero Bunsen, investigan la floración de microorganismos. Mieles nos enseña el lenguaje de la edición.
            La perseverancia del viento que nos llega implacable, el eco de los pasos del artista que resuenan sobre la nieve, el contraplano del laboratorio: todo constituye una realidad que existe para nosotros por la mirada del cineasta. Persistencia, de Fernando Mieles, amalgama la naturaleza, el arte y la ciencia en un documental que nos ofrece una maravillosa experiencia visual y sonora.



 Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 29.06.18

domingo, junio 24, 2018

Borges y su 1976, cargado de hierro y espadas


           
Borges y María Kodoma
«
Bien cumplidos los setenta años que aconseja el Espíritu, un escritor, por torpe que sea, ya sabe ciertas cosas. La primera, sus límites. Sabe con razonable esperanza lo que puede intentar y —lo cual sin duda es más importantelo que le está vedado». Con estas palabras, Jorge Luis Borges abre el «Prólogo» de La moneda de hierro, firmado el 27 de julio de 1976. Para Borges, este libro sería aceptado «por la imagen indefinida pero suficientemente precisa que se tiene de mí». ¿Cuál es la imagen que Borges dibuja de sí mismo a lo largo de 1976?
Primero, la reunión con José Rafael Videla, el 19 de mayo. Pero en ese almuerzo no estuvo solo; también estuvieron Sábato, Horacio Esteban Ratti y el sacerdote Leonardo Castellani. Sábato se expresó satisfecho: «El general me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente». Y Borges lo corroboró: «Es todo un caballero». En medio de tanta amabilidad, quedó sin resolverse el pedido del padre Castellani a favor de Haroldo Conti, que había sido detenido el 4 de mayo y que hasta hoy continúa desparecido.
Luego, el poemario que nos ha dejado textos memorables. «La luna», por ejemplo, es un poema de amor, poco frecuente en Borges, que apela al decurso del universo, siguiendo a Heráclito: «Hay tanta soledad en ese oro. / La luna de las noches no es la luna / Que vio el primer Adán. Los largos siglos / De la vigilia humana la han colmado / De antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo». Pero, además, es un poema que ha construido, con el hierro de la palabra y al transcurrir del tiempo, el afecto del poeta marcado en la dedicatoria: A María Kodama. Así como Baruch Spinoza construye a Dios desde la palabra y sus tristes ojos: «El más pródigo amor le fue otorgado, / El amor que no espera ser amado». Y el poeta confiesa su remordimiento: «He cometido el peor de los pecados / Que un hombre puede cometer. No he sido / Feliz. Que los glaciares del olvido / Me arrastren y me pierdan, despiadados».

Borges saludando con Videla (izq.) y con Pinochet (der.), en 1976.
 El 21 de septiembre, en la recepción del doctorado Honoris Causa que le concedió la Universidad de Chile, diría: «En esta época de anarquía sé que hay aquí, entre la cordillera y el mar, una patria fuerte. Lugones predicó la patria fuerte cuando habló de la hora de la espada. Yo declaro preferir la espada, la clara espada, a la furtiva dinamita». Al día siguiente, después de saludar a Pinochet, declaró: «Es una excelente persona, su cordialidad, su bondad. Estoy muy satisfecho». Estas palabras son un eco siniestro de aquellas otras, desprendidas de la doble cara de la moneda de hierro: «En la sombra del otro buscamos nuestra sombra; / En el cristal del otro, nuestro cristal recíproco».
Borges era consciente de lo que hacía y de lo que hablaba en 1976. El «Prólogo» citado se cierra así: «Me sé del todo indigno de opinar en materia política, pero tal vez me sea perdonado añadir que descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística».

Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 22.06.18