Existe un libro que me ha acompañado desde mi niñez. Durante el febrero guayaquileño de 1970, me senté en la fresca sala de la casa que mi familia alquilaba en el barrio del Seguro Social a leer El principito, de Antoine de Saint-Exupéry. El principito, como sabemos, vino del asteroide B 612. En la novelina se cuenta que dicho asteroide fue descubierto por un astrónomo turco, en 1909. «Él había hecho entonces una gran demostración de su descubrimiento en un Congreso Internacional de Astronomía. Pero nadie le había creído por su manera de vestir». El astrónomo volvió a hacer su demostración, en 1920, ya no con su vestimenta tradicional turca sino con un elegante traje europeo: «Y esta vez todo el mundo compartió su opinión»[1].
La implementación de la cultura de la investigación en la escuela educa en la búsqueda permanente de la verdad, basada en la lectura crítica y el uso de datos fácticos, así como en una ética que combata los prejuicios. También forma el espíritu en la práctica de la honestidad intelectual; por tanto, contribuye a la derrota de los prejuicios que el mundo pretende imponernos. El descubrimiento del astrónomo turco es verdadero por su investigación científica y no por el traje que utilice paras exponerlo. Para dar testimonio de esa búsqueda de la verdad, la cultura de la investigación ha hecho de la escritura académica su fundamental vehículo expresivo.
El Manual de escritura académica que he preparado es un instrumento de apoyo pedagógico para toda institución educativa que decida desarrollar la cultura de la investigación y, por ende, la escritura de textos académicos, como parte de su Proyecto Educativo Institucional y requiera de una herramienta básica para su aplicación. Al mismo tiempo, este manual es una guía práctica para estudiantes y docentes que lleven adelante, por necesidades académicas o vocación personal, proyectos de investigación bibliográfica. El manual se basa en mi experiencia docente, tanto en el bachillerato como en la universidad, así como en el variado trabajo de investigación que he realizado desde hace muchos años. En la segunda edición, ampliada y actualizada (después de siete reimpresiones de la primera edición), he utilizado los lineamientos del estilo Chicago-Deusto, las normas de la Real Academia Española, RAE, así como adaptado, con mucha libertad de mi parte, varias fuentes especializadas en la escritura académica —todas ellas escrupulosamente citadas— a las necesidades de nuestro sistema escolar. El Manual de escritura académica, pensado para quienes investigan en la escuela o la universidad, es una guía, escrita con la mayor claridad didáctica que me ha sido posible, para estudiar de manera sencilla y práctica los fundamentos de la escritura académica y aplicar las formalidades de estilo para los trabajos de investigación.
¿Cuáles son las diferencias entre la publicación de 2003 y la nueva edición? Para empezar, quiero referirme a la distinta organización del manual: he ampliado los capítulos correspondientes a la manera de implementar la cultura de la investigación y la honestidad académica en la escuela. De igual manera, el orden de exposición de los textos académicos comienza por el párrafo, continúa con los diversos géneros discursivos y los tipos de ensayo, para terminar con la monografía. El capítulo X, «Lineamiento para la redacción de la monografía», está concebido como un manual de estilo que puede ser adoptado por cualquier institución educativa.
En segundo lugar, he incorporado nuevos elementos. En el capítulo III he desarrollado cinco tipos de párrafos, a diferencia de los tres de la primera edición. En el capítulo IV, aumenté las cualidades de la escritura académica, de igual forma, de tres a cinco y su explicación contiene nuevos planteamientos. En el capítulo V, expongo las diversas formas de textos académicos —lo que se conoce como géneros discursivos—, lo que constituye una novedad de esta edición. Asimismo, el capítulo XI, «Apuntes sobre el estilo», tiene una sección inédita que expone el «Decálogo sobre la escritura académica», un código deontológico personal para compartirlo con las maestras y los maestros de mi patria. La lista de textos consultados, mucho más nutrida en sus referencias bibliográficas respecto de la primera edición, es testimonio de los novedosos senderos de la investigación que pretendo que recorramos juntos. Finalmente, en esta nueva edición del manual he cambiado la casi totalidad de los textos utilizados como ejemplos.[2]
En tercer lugar, quiero señalar la modificación de algunos asuntos conceptuales. He reducido los tipos de ensayo de los tres, de la edición anterior, a dos modelos que considero básicos para las instituciones de Educación General Básica, EGB, y Bachillerato, y que, de alguna manera, contienen a la variedad de modelos que existe: el ensayo de argumentación y el de comparación y contraste. En la edición anterior, las recomendaciones para el uso no sexista del lenguaje constaban como uno de los anexos; en esta nueva edición las he incorporado, a la luz de los debates actuales sobre el tema, no solo como parte del capítulo final sino como un elemento constitutivo de la redacción de este libro.
Como señalé en la introducción de la primera edición, estoy convencido de que la sistematización de la escritura académica es una necesidad ineludible de nuestro sistema educativo. Lastimosamente, tanto en la escuela como en la universidad, hemos preferido la expresión escrita basada en la espontaneidad, puesto que esta produce la ilusión de libertad. Sin embargo, la espontaneidad de la escritura no ha contribuido a la libertad expresiva, sino, por el contrario, a una especie de pánico escriturario y quien se enfrenta a la escritura de textos académicos encuentra enormes dificultades, no tanto porque carezca de ideas cuanto porque carece de las herramientas adecuadas para expresarlas. En realidad, la escritura académica nos descubre todo lo contrario: la rigurosidad de la estructura del texto académico es lo que nos permite movernos con absoluta libertad expresiva en el planteamiento y sustento de las ideas. Solo a partir del dominio de la forma es como romperemos con esa forma y, solo así, escribiremos con una forma expresiva propia.
El pasaje de El principito, que cité al comienzo, me enseñó una lección de vida: el mundo está lleno de prejuicios. Desde entonces, creo que una de nuestras principales tareas éticas es combatir los prejuicios y hacer lo que esté a nuestro alcance para buscar la verdad y aceptar al ser humano en su diversidad: la investigación y la escritura académica contribuyen a aquello.
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[1] Antoine de Saint-Exupéry, El principito [1943], (Quito: Velázquez & Velázquez Editores, 2005), 22-23.
[2] Agradezco a las personas que me autorizaron a utilizar sus textos e intervenir en ellos, modificándolos por razones de exposición didáctica, para que se ajusten al modelo descrito en el apartado respectivo. La fotografía del libro que ilustra esta entrada es mía.