«Hay algo de la gente que está solo en su cara. Así como hay cosas que no están en ninguna parte»[1], reflexiona Rosita, la peluquera trans, que lleva una identidad en transición igual que un nuevo nacimiento. Juan Pablo Jabalí empieza su historia diciendo: «Voy a hablar de antes, cuando era tiempo de ñandús. Voy a hablar de nosotros»[2]. Y así, con aliento mítico, construye un nuevo episodio de la confrontación entre civilización y barbarie. Dunka, la niña que a los trece años se transforma en mujer por un matrimonio arreglado, busca la experiencia del amor de un muchacho por una muchacha, pero, cuando su marido, el señor Klade se la lleva de la escuela piensa «…que, tarde o temprano, iba a tener que acostumbrarse a todo»[3]. Pombero (2023), de Marina Closs (Posadas, 1990), es un cuentario que sobrecoge y asombra por el tono mítico e insólito de unas historias ancladas en la realidad del mundo rural, el muestrario de personajes que luchan por escapar de la fatalidad que los identifica y debido también a una escritura que deslumbra por la libertad poética de su exactitud expresiva.
Pombero es un duende o un espíritu de la mitología guaraní, que cuida la naturaleza y que puede transformarse en otra especie. El cuento inicial se titula así y recrea este mito narrado en primera persona. Pero ¿quién es este Pombero? ¿Es, acaso, el ser mitológico que habita el bosque al que la gente lo ve como un loco o solo es un hombre loco que se cree Pombero? El relato encierra un suceso horroroso: la muerte de un par de niños que se pierden en el bosque. «Soy desgraciado porque ahora ya no puedo salvarlos. La telaraña me jura que va a enroscárseles en la nuca y los va a estrangular»[4]. ¿Los mató el loco que se cree Pombero? ¿Se accidentaron y el espíritu protector no alcanzó a salvarlos? El cuento se presta para varias lecturas y el tono mítico, al tiempo que multiplica sus sentidos, va construyendo, a medida que habla el yo protagonista, las identidades del personaje. En esta misma línea mítica, «Esto (Jabalí)» desarrolla la tensión entre el mundo de antes, cuando no había almanaque, y el mundo de la colonización, con su espíritu civilizatorio, enmascarando la explotación de la naturaleza bajo la protección del Estado. Y, como cierre, «Casi nadie (La bella Marioka)», que, con reminiscencias de la cándida Eréndira garcíamarquina, nos entrega un relato, de oralidad tradicional, sobre la belleza mítica como maldición. Marioka no tiene una abuela desalmada, sino una abuela que quiere casarla para que esté protegida en cuanto ella muera, pero su belleza espanta a los hombres. El rey de Polonia, que es ciego, manda por ella años después de la muerte de la abuela «y, cuando Marioka desapareció en su carreta, fue como si todo el pueblo, sin ella, respirara aliviado»[5].
Los personajes del cuentario están en una búsqueda permanente de ser ellos mismos, construyendo su identidad más allá de cómo son vistos y tratando de escapar a una fatalidad que lo ha marcado. Dunka, por ejemplo, es una niña que fue elegida por un señor para que se la dieran en matrimonio y, fatalmente, se convertirá de niña en mujer y de mujer en madre atravesando un camino de descubrimientos del amor y la sexualidad, pero sin horizonte de libertad. En cambio, María das Luzes no puede ser madre por más que lo intenta hasta que, al final, construye un altar con un santo niño llamado São João Xangó Menino, a quien «le prendía velas y le hacía oraciones estrafalarias [hasta que] un día, un viento furioso pasó por las grietas entre las tablas y María vio cómo todas las velas se apagaban y dejaban en la oscuridad, el rostro fijo de Xangó riendo»[6]. Esa búsqueda la lleva a una maternidad singular. Rosita, la peluquera trans, se enfrenta a la soledad como sino de su identidad en tránsito: ella ha roto con un pasado familiar y se encuentra con la necesidad de construir su propio camino, más allá de los rechazos y las solidaridades. Un bello relato sobre la angustia de las personas que habitan la otredad y la pervivencia de las máscaras en el mundo: «Una se mira al espejo y ve cualquier cosa. Solo el maquillaje resucita bien. Mirarse al espejo, tragarse una aspirina y sacarse la cara que una tiene. Hacerse la cara que una sabe»[7].La escritura de estas historias tiene una singular exactitud expresiva que, por su libertad poética, es, al mismo tiempo, altamente polisémica. Frases cortas cargadas de resonancias e imágenes con las que se construye las formas identitarias de los personajes. «Si yo fuera alguien (Pombero)» está escrito con la intensidad de la prosa lírica: «Soy yo, pero es mejor no pronunciar mi nombre. Dejo una estela de miedo a mi paso, una estela de gente que mira y escucha. Cuando el Pombero pasa, las hojas que estaban volando se pegan a él y andan, como si tuviesen un alma»[8]. Suzumushi es un cuento alucinante, narrado con poesía y las palabras justas; creación con maestría del ambiente y del personaje, así como el desarrollo de la intriga; el desenlace, sin embargo, es pobre en relación con la fuerza imaginativa y espiritual del relato. La descripción de la profesión del personaje es exquisita:
Soy Suzumushi Kairiyama, masajista japonesa en el paraje Los Helechos. Tengo la casa de madera con muchas ventanas y en la casa las orquídeas que se abren pequeñas como ojos de borrachos. Quemo amapolas en un horno de barro. En la sala de espera algunas personas se duermen en el vapor del té. El humo de las amapolas las vuelve de otro color. Al otro lado de la puerta, oigo que alguien respira. Yo escucho mi corazón y escucho, al otro lado de la puerta, el corazón de los otros.[9]
Los cuentos tienen una doble titulación cuyo índice, siguiendo las líneas que no están entre paréntesis, se puede leer como un poema acerca de la imposible fijación de lo identitario: «Si yo fuera alguien / No sería / Esto / Nunca y tampoco / Lo otro / Quizá mejor / Casi nadie». Esa misma preocupación por la identidad, reside en el subítulo del libro que aparece en la portadilla: Alguien, uno solo o nadie. Pombero, de Marina Closs, finalista del premio internacional Ribera del Duero, es un cuentario en el que la línea fronteriza entre la realidad cotidiana y la imaginada se desvanece por la huella de lo insólito en la vida de personajes que anhelan ser lo que llevan dentro de sí como un desafío a la mirada prosaica del mundo.
[1] Marina Closs, «Lo otro (Rosita, uñas negras)», en Pombero (Madrid: Páginas de Espuma, 2023), 79.
[2] Closs, «Esto (Jabalí)»…47.
[3] Closs, «No sería (Dunka)»…, 39.
[4] Closs, «Si yo fuera alguien (Pombero)»…, 24.
[5] Closs, «Casi nadie (La bella Marioka)»…, 157.
[6] Closs, «Nunca y tampoco (María das Luzes)»…, 77.
[7] Closs, «Lo otro (Rosita, uñas negras)»…, 106.
[8] Closs, «Si yo fuera alguien (Pombero)»…, 9 y 10.
[9] Closs, «Quizá mejor (Suzumushi)…, 110».