Señores
Banksters del Ecuador
De mis consideraciones:
El día de ayer recibí en mi
dirección personal de correo electrónico una carta circular enviada por el
banco a sus clientes. La base de datos de vuestra institución ha servido, en
claro abuso de poder informático, para difundir una posición política cargada
de verdades a medias que terminan configurando una mentira completa. La carta
de ustedes ha pretendido crear una situación de alarma completamente falsa
sobre el futuro inmediato del sistema financiero del país pero,
afortunadamente, los banksters carecen de credibilidad ante la ciudadanía.
En 1999, ustedes nunca enviaron una
misiva que advirtiera a los ecuatorianos las dificultades del sistema
financiero que en ese tiempo existían y las posibilidades reales de perder
nuestra moneda nacional como resultado de ese perverso maridaje que, en
aquellos años, hubo entre el poder político y el poder financiero. El origen de
esa debacle estuvo en la Ley
de Régimen Monetario, de 1994, expedida por la alianza del gobierno de Sixto
Durán Ballén con el Partido Social Cristiano, como parte del famoso Pacto del
Cortijo acordado entre León Febres Cordero y Alberto Dahik. En ese momento, el
equipo económico del gobierno —básicamente el mismo que tuvo Jamil Mahuad al inicio de
su régimen— dijo que
los bancos ineficientes quebrarían y que únicamente sobreviviría la banca
viable. El dios mercado, al que ustedes veneran, se encargaría de ello. Lo que
sucedió ya lo sabemos: más de cuatro mil millones de dólares tuvo que pagar el
Estado para salvarle los trastos a la banca y a los banksters.
Ustedes pretenden hacer creer a los clientes
que la economía del país anda bien porque los bancos se volvieron cuidadosos de
los ahorros. Lo que no dicen es que el Estado tuvo que expedir nuevas leyes
para aumentar controles y regulaciones a una banca a la que no se puede permitir
que la “regule el mercado” porque inmediatamente se llena de préstamos
vinculados, intereses de usura, cobro arbitrario de los servicios bancarios, lucro
indebido por la impresión de cheques, depósitos especulativos en el exterior, o
escalas salariales que van en desmedro de las utilidades a las que tienen
derecho todos los trabajadores de la institución. Tampoco dicen que la economía
del país está sana porque existe un gobierno que ejecuta una política económica
centrada en los intereses del ser humano y no en la avaricia del capital.
Insinúan que el gobierno querría que los bancos
se manejen con criterio político y no técnico como, supuestamente, ustedes lo
hacen. Ya se han olvidado que, hasta poco más de un lustro atrás, los ministros
de Finanzas eran por lo general, ellos mismos, “préstamos vinculados” de la
banca al gobierno de turno. También se han olvidado que poderosos banqueros en
su momento fueron financistas de las campañas presidenciales. Recordemos los 3
millones de dólares que Aspiazu donó a la campaña de Mahuad y que fue
determinante para que el gobierno decretara el feriado bancario. Vuestro actual
candidato a la presidencia, el banquero Guillermo Lasso, fue nombrado primero
Gobernador del Guayas y luego Superministro de Economía del gobierno demócrata
cristiano de Mahuad, y tiene una enorme responsabilidad en el manejo de la
crisis económica de aquellos años. Filanbanco, hacia fines de 1998, había
recibido alrededor de 300 millones de dólares para su salvataje —una cifra
similar a lo que se requiere para aumentar el Bono de Desarrollo Humano a 50
dólares—, millones proveniente de todos los ecuatorianos. ¿Fue técnico o
político socializar las pérdidas?
De manera irresponsable para con el país y para
con el mismo sistema financiero, ustedes han propalado entre sus clientes el
rumor de que podría existir alguna medida gubernamental que pondría “en riesgo
los ahorros” del público y, frente a aquella hipotética situación, ustedes defenderían
a los clientes. Lo que no aclaran es que por primera vez existe en el país un
gobierno independiente de los intereses de la banca y en donde ustedes ya no
tienen influencia. Lo que no aclaran es que el poder político que han perdido
pretende ser recuperado a través de un banquero que hoy está de candidato a la
presidencia y que cuenta con el apoyo de la prensa mercantil. Lo que no aclaran
es que ustedes, acostumbrados a socializar las pérdidas, son renuentes a la
redistribución social de la plusvalía.
Atentamente,