José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
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domingo, septiembre 25, 2011

La mala leche derramada

En el blog
http://infamiacomprobada.blogspot.com
encontrarán las explicaciones y justificaciones de mi accionar, que sobre este y otros temas, ofrecí a la Comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional en mayo de 2010.

Es conocido que la crítica enriquece el debate, por tanto, los elementos fácticos sobre los que se sustentan las opiniones deben corresponder a la realidad y tienen que ser utilizados sin prejuicios. Pero el artículo de Miguel Rivadeneira, “La demagogia confirmada”, publicado en El Comercio, el pasado 19 de septiembre, es una demostración de mala leche y manipulación prejuiciada de los datos fácticos.

En primer lugar, yo reconocí mi error no en estos días que salieron los resultados del Censo sino en rueda de prensa, el 21 enero de 2010, apenas tuve conocimiento de los datos de la Encuesta de Empleo y Desempleo del INEC. Rivadeneira, ocultando este hecho a sus lectores, redacta su artículo como si yo hubiese reconocido mi error únicamente ahora. Es más, Rivadeneira oculta otro dato fáctico. Con fecha 1 y 3 de febrero de 2010 dirigí sendos oficios a la UNESCO y a la Comisión de Educación de la Asamblea, respectivamente, señalando que, a la luz de los datos de la encuesta citada, ya no podíamos considerar al Ecuador, una “patria alfabetizada”. Es decir, que fui yo mismo quien, inmediatamente, informó al país sobre el asunto y comunicó a los organismos oficiales respectivos la realidad. Esa ha sido mi acción autocrítica, responsable y transparente frente a un error y está muy alejada de la demagogia de la que me acusa.

En segundo lugar, para condenarme a mí, Rivadeneira salva de toda responsabilidad a quienes se equivocaron en la proyección y oculta de manera deliberada la información que precede a la cita que él recorta. Juan Ponce y Mercedes Onofe fueron contratados por UNESCO para auditar la base de datos del Programa Manuela Sáenz; ellos, luego de depurarla (eliminaron registros duplicados y fijaron la línea base) proyectaron que a fines de diciembre la tasa de analfabetismo sería de 2.7%. Además, Rivadeneira, con mala fe, no solo oculta que Edouard Matoko, director de UNESCO en Quito, en oficio del 21 de octubre de 2009, señaló que “esta información [la proyección realizada] puede utilizarse como referencia para una Declaratoria como la efectuada por usted en Ecuador”, sino que pretende hacerme decir que he “endosado” el error al representante de UNESCO. Jamás lo he dicho, jamás lo diría.

Desde un comienzo (la rueda de prensa de enero de 2010) he reconocido el error al realizar la declaratoria como mío. Así también lo hice ante la comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional en mayo de 2010. La primera frase de un artículo publicado el 8 de septiembre pasado, tanto en este blog como el diario público El Telégrafo, fue: “Hace dos años, el 8 de septiembre de 2009, durante la celebración del Día Internacional de la Alfabetización, cometí un error.” La declaratoria, en el marco de la celebración del Día Internacional de la Alfabetización, no provino de la imaginación del ministro; provino de la información recogida por la Dirección Nacional de Educación Popular Permanente a través de las Direcciones Provinciales de Educación que, a su vez, recibieron la información de cada institución educativa y centro de alfabetización que participaron en el programa, bajo la supervisión de la viceministra de entonces, hoy ministra de Educación. Y, provino, también de la equivocada proyección realizada por los técnicos contratados por UNESCO. Digo esto, como una explicación pero no le endilgo la culpa a nadie. Que cada quien en su consciencia asuma la parte que le corresponde a su nivel y en su instancia y que no se intente encontrar en mí a un chivo expiatorio. No obstante, tengo derecho a explicar las razones por las que una autoridad se equivocó.

En tercer lugar, Rivadeneira sabe, pero lo oculta a sus lectores, que una proyección estadística es un insumo técnico válido para tomar decisiones: así lo hacen los estrategas políticos, así lo hacen los estrategas de mercadeo y publicidad, así lo hacen los investigadores y así se trabaja en el mundo académico al cual pertenezco desde siempre en mi vida profesional. No rehúyo la responsabilidad política pero rechazo frontalmente la infundada acusación de que “con certeza en la demagogia” hice el anuncio en la conferencia de UNESCO en octubre de 2009. Para esa fecha, todavía no teníamos los datos de la Encuesta de Empleo y Desempleo del INEC que se realizó en diciembre de 2009 —cuyo resultado el INEC hizo público a fines de enero de 2010—, y aún confiábamos no solo en la proyección de UNESCO sino en las cifras del propio Ministerio de Educación.

Finalmente, la demagogia implica el conocimiento de la verdad y la manipulación de la misma en función de la voluntad de querer engañar a alguien. He probado hasta la saciedad —no solo en este artículo sino en todas las respuestas que he dado al respecto de este tema desde la rueda de prensa convocada por mí el 21 de enero de 2010— que debido al desconocimiento de los datos reales —y nadie en esos momentos conocía los datos reales— cometí un error de buena fe. Así lo expliqué también en mayo de 2010 ante la Asamblea Nacional y mis argumentos fueron ampliamente difundidos. Por lo tanto, es falso que recién ahora haya reconocido mi error, según lo dicho por Rivadeneira.

Esta sentencia mediática prejuiciada sobre un hecho puntual por parte de Rivadeneira es también una posición política que El Comercio viene repitiendo, a través de varios voceros, con la pretensión de reducir mi gestión al frente del Ministerio de Educación a un error. El Comercio, basado en el poder que tiene de machacar cada vez que puede con noticias y comentarios que son escritos desde el punto de vista más desfavorable a mi trabajo, se ha propuesto desconocer la profunda transformación que, como parte del gobierno de la Revolución Ciudadana, llevé adelante en cuatro años de trabajo en el campo educativo; tarea que ha sido ampliamente reconocida por la ciudadanía y la mayoría de los actores educativos. Mi actuación en este punto, y en todos los actos de mi servicio público, está ceñida a una ética de vida que se basa en el asumir con honestidad mis deberes de ciudadanía y desde este blog los defenderé con la única arma que tengo: la palabra.

domingo, septiembre 04, 2011

La mentira tiene patas cortas



El tratamiento mediático plagado de intencionalidad política que llevaron adelante los medios ecuatorianos cuando Emilio Palacio presentó el video en el que él dijo --y ellos repitieron sin criterio y con sordera-- que el presidente Correa ordenaba "disparar al pecho" quedó inmediatamente en evidencia.

Con la presentación de la grabación de la misma escena desde otro ángulo queda demostrado, como dice el refrán, no solo que la mentira tiene patas cortas sino que los medios son incapaces de rectificar pues no les interesa difundir la verdad sino que están empeñados en desprestigiar permanentemente al gobierno de la Revolución Ciudadana.

Nunca como en estos tiempos se ha puesto en evidencia el poder político que poseen los propietarios de los medios de información. Ese poder político, que no es fruto del ejercicio democrático sino de la propiedad del capital, es ejercido para oponerse a todo proyecto de gobierno destinado a modificar radicalmente el establishment. Dicha posición política es disfrazada bajo la máscara de la "libertad de expresión" cuando, en realidad, se trata de empresarios que ejercen el control ideológico y cultural de una sociedad desde los medios.

Ya Julio Cortázar, en una clásica entrevista concedida a la revista LIFE, en español, (pueden consultar la entrevista en: http://www.ruinasdigitales.com/cristianismoyrevolucion/cyrcortazarvslife1616/) señaló el carácter político de cierta prensa, aún de aquella cuyos periodistas están embebidos de buenas intenciones.

Pero los hechos, no las elucubraciones, demuestran que ese poder antidemocrático que poseen los dueños de medios en Ecuador está siendo utilizado, por un lado, para manipular y tergiversar la mayor parte de las acciones del gobierno de la Revolución Ciudadana, y, por otro, para contribuir a perpetuar una dominación económica y social que tuvo sus expresiones cumbres en la sucretización de la deuda, en el salvataje bancario, en la tenencia de los papeles de nuestra deuda externa y en el congelamiento de los dineros de los ecuatorianos.

Hoy, una nueva mentira ha sido desmontada mas esos mismos que contribuyeron a su montaje serán incapaces de reconocerlo. Pero Marroquín y la SIP no aceptarán que los medios en Ecuador fabricaron una noticia basados en una mentira, y los editoriales de dichos medios no reflexionarán sobre, como en este caso, la fabricación de una noticia que luego se demuestra falsa. Hoy, nuevamente, los políticos disfrazados de periodistas han quedado desenmascarados.

lunes, agosto 22, 2011

La manipulación mediática de una mentira

O cómo los medios ecuatorianos manejaron tendenciosamente la noticia sobre un video presentado a la fiscalía del Guayas por Emilio Palacio como una “prueba” de que el presidente Correa había ordenado disparar el 30-S.


El contenido del video

Los hechos son implacables frente a las especulaciones; por eso, antes que nada, es necesario escuchar lo que dice el presidente Correa en el video que Emilio Palacio presentó el miércoles 17 de agosto a la fiscalía del Guayas como “prueba” de que aquél había ordenado disparar al cuerpo de las personas el 30 de septiembre de 2010. He aquí lo que dice el presidente Correa: “Dígales que le lancen gas al presidente y un tiro en el pecho, antes que traicionar así a la patria. Los que están haciendo eso son unos traidores a la patria.”

El contenido es claro, las palabras del presidente Correa son las que se escuchan y corresponden, de manera consecuente tanto política como emocionalmente, a la actitud que él asumió durante los sucesos de aquel día aciago para la democracia puesto que estuvo a punto de concretarse un golpe de Estado.

¿Por qué, entonces, los principales medios ecuatorianos, al menos en sus versiones online, presentaron tanto el video como el tratamiento noticioso del mismo como si fuera un suceso esclarecedor cuando, a todas luces, se trata de una mentira pues el denunciante sugiere que el presidente Correa dijo una cosa diferente a la que en el video se escucha que dijo?

¿Y dónde quedó la ética periodística?

La ética periodística suele quedar en el olvido cuando lo que mueve a quienes fungen de periodistas no es la búsqueda de lo verdadero sino el prejuicio ideológico y la utilización de los espacios de prensa para fines políticos. Y no es que sea negativo per se hacer periodismo político; lo que sucede es que los lectores tienen el derecho de conocer desde qué ideología, desde qué toma de partido, desde qué intereses y con qué objetivo político un medio o sus periodistas informan o analizan. Lo antiético es que, convertidos ya en actores políticos que defienden ideologías e intereses concretos, algunos medios pretendan seguir fungiendo de independientes y profesionales.

En el tratamiento noticioso del video presentado por Palacio, los principales medios ecuatorianos incurrieron en amarillismo y falta de profesionalismo pues pretendieron armar un escándalo mediático a través de la sobre exposición noticiosa de un mentira burda, utilizaron titulares que buscaban escamotear la verdad y se olvidaron de las preguntas elementales a la hora de pesar el valor periodístico de un documento.

Manipulación al presentar la noticia

El amarillismo fue la tónica desde el primer momento. En general, los titulares insinuaron que se trataba de una prueba fundamental para el proceso. Tomando en cuenta que mucha gente solo lee los titulares y, a lo sumo, la introducción de la noticia, el sensacionalismo, típico del amarillismo periodístico, fue una táctica para generar dudas sobre la versión oficial y apuntalar la “acusación” de Palacio.

Así, el 17 de agosto, Expreso, tituló “Palacio revela vídeo que un policía grabó de Correa”. En el desarrollo de la noticia, el reportero se vale de una fuente anónima y no contrasta la información: “En el escrito, el supuesto agente relata que filmó cuando Correa llegó a las 09:15 al edificio del Grupo de Operaciones Especiales, y sin bajarse del carro dijo que los oficiales allí presentes “debíamos ir a poner orden, para lo cual debíamos darles a los responsables un tiro en el pecho por traicionar a la patria.” ¿Acaso el reportero no tuvo acceso al video para contrastar lo que cita textualmente como dicho por un agente no identificado frente a lo que realmente dice el presidente Correa?

Al día siguiente, el mismo Expreso, tergiversando la realidad, tituló el seguimiento de la noticia así: “El Gobierno dice que Palacio alteró video”. El gobierno jamás dijo que el video había sido alterado, cosa que de haber sucedido —la alteración del video, me refiero— hubiese tenido serias implicaciones penales. Lo que el gobierno hizo fue aclarar las palabras dichas por el presidente Correa que quienes redactaron la noticia en los medios, al parecer, no escucharon bien y optaron, al cubrir la noticia, por copiar la versión incorrecta dada por Palacio en la fiscalía.

El Universo, el 18 de agosto, uso un titular aparentemente neutro: “Emilio Palacio divulga un video nuevo sobre el día de la revuelta policial”. Digo “aparentemente”, porque en el tratamiento de la noticia, El Universo no cuestiona para nada el contenido del video sino que, por el contrario, a pesar de que lo sube en la versión online, reproduce solo una parte de lo que dice el presidente Correa: “En medio de un audio que está entrecortado, se oye al presumible Rafael Correa mencionar en tono enérgico palabras como “lo que están haciendo esto son traidores a la patria”. Pero, claro, de lo que dice antes, es decir: “Dígales que le lancen gas al presidente y un tiro en el pecho, antes que traicionar así a la patria”, no señala nada. En otras palabras, El Universo cita de manera inadecuada las palabras del presidente Correa por cuanto corta el mensaje completo. Y, esto, ¿por qué?; porque de haber puesto el mensaje completo la noticia generada por Palacio en el sentido de que existía una prueba que le daba la razón hubiese quedado en nada.

Al día siguiente, El Universo, en vez de aclarar el contenido del video y desechar la versión de Palacio más bien lo entrevista dándole más espacio para que éste último afirme: “Emilio Palacio: ‘Si hay dudas respecto al video habría que llamar a los testigos’.” ¡Testigos anónimos de una denuncia anónima de un oficial cuyo nombre se desconoce!


El redactor de la noticia para Vistazo online parece tener problemas auditivos. El 18 de agosto, con un titular neutro, “Palacio entregó video a la Fiscalía”, al desarrollar la noticia, dice: “‘Un tiro en el pecho por traicionar a la patria’, se escucha decir supuestamente a Correa, en el video que presentó Palacio en una reunión en privado con el fiscal del Guayas, Antonio Gagliardo.” Me responderán, la noticia dice “supuestamente”. Pero yo replico, ¿“supuestamente” qué o quién? Tal como está construida la frase, el reportero de Vistazo no duda de lo que ahí está dicho sino de quién lo dice: “supuestamente a Correa”. Si hubiera dudado de lo dicho, tendría que haber escrito: “supuestamente se escucha decir a Correa”. En este último caso, no quedaba duda de que las palabras eran de Correa pero sí que se dudaba de lo dicho. Lo que explico está corroborado por la misma introducción a la noticia que utiliza Vistazo: “El exeditor de opinión de El Universo indica que supuestamente el Presidente Correa aparece ordenando disparar contra quienes atenten contra él.” Definitivamente, Vistazo no pone en duda lo que se dice en el video sino quién lo dice. ¿No tenían en la redacción de Vistazo un par de minutos para escuchar el video de 21 segundos con un poco más de atención? Vistazo no le dio seguimiento a la noticia y, por tanto, no aclaró lo que informó mal el día 18.


El Comercio, el 18 de agosto, tituló la noticia: “Emilio Palacio entregó un video y documento del 30-S a la Fiscalía”. En primer lugar, no existe ningún “documento” o algo que tenga valor documental sobre el 30-S. En segundo, El Comercio tampoco contrasta la versión de Palacio con lo que dice el propio video presentado por éste, sino que reproduce sin más: “Después mostró [Palacio] la grabación en un ‘tablet’ (una minicomputadora). En las imágenes de baja calidad se ve la espalda de un hombre dentro de un carro plateado. Se escucha, de manera poco clara, una voz masculina: “Un tiro en el pecho (...). Por traicionar a la patria, lo que están haciendo eso son unos traidores a la patria”. ¿También padecen sordera el reportero y los editores de El Comercio? No he visto que El Comercio haya desmentido esta versión.


El diario Hoy confunde a sus lectores el 19 de agosto al titular la noticia: “Gobierno tiene su propia versión del video de Correa”. Es decir que, para los editores de Hoy, existen dos versiones del video: la de Palacio y la del Gobierno. Esto es manipular groseramente la verdad y una falta de objetividad periodística. Lo que tenían que haber hecho los editores de Hoy es contrastar lo que dijo Palacio que decía el video con lo que el video dice. No se trata de una “versión” gubernamental, como si estuviésemos en un debate en el que hay diferentes puntos de vista o con varios testimonios sobre un hecho. El video no miente: ¿por qué Hoy se portó tan reacio a admitir, no la versión del gobierno, sino lo que dice el propio video?

Ninguno de los medios aceptó la verdad: el video no solo que no demuestra que el presidente Correa haya ordenado disparar el 30-S sino que demuestra, de manera contundente, la coherencia anímica, ideológica y política que tuvo el Presidente ese día.

Las preguntas elementales que los medios no se hicieron

La ausencia de profesionalismo de unos actores políticos disfrazados de periodistas se evidenció en el tratamiento de este globo de ensayo cuyo objetivo, al parecer, fue el de escandalizar y crear dudas en la opinión pública. La más elemental de las preguntas es acerca de la fuente: ¿aceptan los periodistas como algo normal una fuente anónima citada por la parte interesada? ¿es presentable plantear “un señor me dijo que tal cosa…” y lanzar la versión de manera tan irresponsable? ¿no diferencian los medios entre lo que es una versión sobre un asunto y un chismorreo con intenciones politiqueras?

En segundo lugar, los medios tenían la obligación de preguntarse por el contenido del video. ¿Tanto les costaba ver el video, repetirlo si no estaba claro, repetirlo otra vez si todavía no escuchaban con claridad, y contrastar el video mismo con la versión dada por Palacio? ¿Por qué aceptaron sin más la versión de Palacio? Lo que está claro es lo que hicieron: aceptar la versión de Palacio para después señalar que el gobierno tenía “otra versión”. Eso es manipular una noticia con el fin de poner al gobierno a la defensiva y luego presentarse como impolutos imparciales. Eso no es juego limpio, es lo que se llama una treta y está al descubierto.

En tercero, ningún medio se preguntó sobre el momento en que fue grabado el video. No tiene sentido decir que antes de que sucediera el secuestro del presidente y las amenazas contra su vida (acordémonos de la grabación de la central de radio patrulla en la que los, a esas alturas, ya golpistas incitaban a “matar a Correa” y que los medios se han encargado de silenciar, de no tomar en cuenta, de no citar, de escamotear en definitiva) el presidente ya había ordenado atacar a los policías insubordinados.

Los medios olvidaron preguntarse por el contexto del video. En periodismo, por ejemplo, una foto no es una verdad por sí misma si no está claro el contexto en el que fue tomada; si por el contrario, alguien utiliza una foto tomada en el pasado, en circunstancias totalmente diferentes al presente, para intentar probar una hipótesis actual, está también manipulando la información y faltando ya no solo a la ética periodística sino, simplemente, a la ética. Esa práctica es propia de las compañas electorales sucias: por ejemplo, si el candidato Mahuad alguna vez, en su juventud, posó como modelo de pantalones de baño de hombres, algún candidato rival sacó la foto para hacerlo aparecer como frívolo en los días de la campaña electoral. Eso es manipulación de un documento y es poco ético.

Poner al mismo nivel noticioso la versión tergiversada que hace Palacio de lo que dice el video con la aclaración del presidente sobre las palabras que dijo es, sencillamente, ofender a la verdad. La ética periodística impone que los medios aclaren que la versión de Palacio es una mentira pero, al parecer, la ética hoy en día es un asunto olvidado porque lo que está primero es librar la batalla contra el proyecto político del gobierno.

A manera de conclusión

Convertidos en actores políticos que se oponen al proyecto político del gobierno de la Revolución Ciudadana, los principales medios ecuatorianos han diseñado una estrategia comunicacional consistente en crear sistemáticamente la mayor cantidad de dudas sobre cualquier declaración, acto u obra del gobierno en cualquier campo de la acción social y, al mismo tiempo, magnificar todo aquello que arroje sospechas sobre el gobierno por nimio o falso que fuere venga de donde viniere.

El problema ético que se desprende de cómo trataron esta noticia es grave en la edición online. Pero mucho más grave es en la edición impresa puesto que, por lo menos en la edición online el lector tenía la posibilidad de ver y escuchar lo que el presidente Correa dice en el video pero en la edición impresa de los medios, el lector tenía que atenerse a lo que el periódico le decía sin poder contrastar inmediatamente la noticia.

La manipulación de una mentira revela una alarmante ausencia de ética periodística pues los medios saben muy bien que, en el tratamiento informático, importa mucho cómo es presentada la noticia la primera vez. Después, cuando alguien tiene que desmentir, el problema se torna cuesta arriba para el involucrado pues en el público siempre quedará la duda sobre las “versiones”. Por supuesto, de esta manifiesta manipulación mediática no se entera la SIP.

En esta guerra mediática, los medios han decidido poner al gobierno a la defensiva y obligarlo siempre a las aclaraciones: eso no es periodismo sino activismo político. Entonces que lo digan de manera clara: que digan a la ciudadanía que se oponen al gobierno y su proyecto político y que digan cuál es el proyecto político alternativo en el que ellos creen.

viernes, julio 29, 2011

Contribución al debate sobre la libertad de expresión en Ecuador

¿Son corporaciones democráticas los medios en Ecuador?

Leí que uno de los sueños del magnate Rupert Murdoch era que su hijo James heredara News Corp., la empresa que gobierna el imperio mediático de Murdoch. La revista Semana (Bogotá, julio 18, 2011, p. 72) en el reportaje “Jaque al rey” comenta que eso “en el mundo corporativo es considerado un acto de nepotismo inaceptable”, y añade: “En su condición de accionista mayoritario tenía la posibilidad de hacerlo, pero cada vez más bloques de accionistas minoritarios protestaban contra ese manejo familiar.”

La comunicación es un bien público que, en Ecuador, es manejado generalmente de manera privada a través de empresas familiares de medios. De hecho, los principales medios de comunicación han sido y son propiedad de al menos dos o tres generaciones, por lo tanto, sus administradores casi nunca rinden cuentas ni a una junta de accionistas ni al público sino a un cónclave de familia. Los Pérez, en relación con El Universo; los Mantilla con El Comercio; los Alvarado con Vistazo y Ecuavisa; los Martínez con Expreso; los Vivanco con La Hora; etc. Lo que en el mundo de las corporaciones es considerado nepotismo, en Ecuador es una práctica que aparece como si fuera algo natural e imposible de ser cuestionado.

Justamente, uno de los graves problemas para el ejercicio de la libertad de expresión es la concentración de la propiedad de los medios en pocos grupos familiares. Esta situación imposibilita la real democratización de sus paquetes accionarios de tal forma que las políticas comunicacionales y los controles internos no dependan de la voluntad omnímoda de un solo dueño sino del criterio debatido y consensuado de una junta de propietarios. Es por ello que, en nuestro país, la personalización de los conflictos lleva a desdibujar totalmente el sentido de la libertad de expresión pues, al final de cuentas, lo que se defiende —en las cuestiones ideológicas y políticas que realmente importan—, no es el bien social de la libre opinión ni el debate de los diferentes puntos de vista de la sociedad sino las creencias personales y simpatías políticas del dueño del medio. En la práctica, el ser dueño de un medio que no rinde cuentas a nadie, en un país en donde no existen regulaciones y se sataniza el concepto de responsabilidad ulterior, concede al dueño un poder ilimitado pues permite a una persona o a una familia ejercer el poder político sin necesidad de participar en las elecciones toda vez que los gobernantes elegidos tienen que estar en concordancia con el pensamiento del dueño del medio para gobernar sin tanta oposición mediática.

Así, los medios nos han acostumbrado a la exposición de las rencillas y ajuste de cuentas personales en el seno de las contradicciones de una clase social. ¿Por qué el ataque mediático a Henry Raad y los ex dueños de El Telégrafo por parte de Carlos Pérez, el dueño de El Universo, que ordenó poner el nombre de Raad en el urinario público de su periódico? Tales rencillas encierran la pugna por intereses que el público jamás llega a conocer sobre todo porque tales pugnas no son ventiladas de manera transparente sino que son encubiertas de diversas formas. ¿Por qué el ataque de los Isaías, cuando eran dueños de TC y Gama, a Jaime Mantilla, principal de Hoy, o al banquero Fidel Egas, cuando era dueño de Teleamazonas y del grupo Diners, Soho, Fucsia, y Gestión? Las retaliaciones van desde borrar de la cobertura de eventos sociales hasta exacerbar las denuncias políticas en contra de los rivales. En medio de tales rencillas, muchas veces, los periodistas honestos se ven envueltos y casi obligados a tomar partido por uno u otro bando.

Además, como en la práctica son empresas de un solo dueño, esos medios son recalcitrantes a todo tipo de responsabilidad por lo que publican, evaden permanentemente la rendición social de cuentas y se escudan bajo el paraguas de la libertad de expresión de la que jamás se acuerdan a la hora de censurar y/o despedir a un periodista que no coincide con las ideas del propietario del medio. Los ejemplos de este tipo abundan en nuestro país aunque la mayor parte de ellos no trascienden al público justamente porque no se trata de empresas democráticas sino de feudos familiares. Para muestra un botón: el periodista Xavier Lasso fue expulsado de la página editorial de El Comercio por escribir acerca de las acciones positivas del gobierno de Rafael Correa: “La señora Guadalupe Mantilla encontró que yo ya no tenía que seguir en el diario. Simplemente ordenó que no se publicaran mis artículos”, declaró el periodista sobre la censura y el despido que sufrió.

El derecho de réplica y el deber de la rectificación

No hay que confundir la libertad de expresión que permite a una persona, periodista o no, opinar sobre una situación determinada con la inculpación que esa misma persona puede hacer de otra a través de un medio periodístico. Por ejemplo, una cosa es opinar, incluso con acritud, acerca del rendimiento de una selección de fútbol o sobre la política económica de un gobierno, y otra cosa es acusar a un funcionario de ese gobierno de enriquecerse en el ejercicio de su cargo o al seleccionador de dicho equipo de hacer negocio con el pase de los jugadores. Una cosa es opinar en contra de la concepción política de un gobernante, otra cosa es acusarlo de cometer un crimen de lesa humanidad. Para lo primero existe el debate público de los distintos actores, para lo segundo es necesario un tribunal de justicia. El problema, en nuestro país, se da porque algunos periodistas, o editorialistas que opinan desde las diversas corrientes políticas e ideológicas, pretenden convertirse en moralistas y fiscales de la sociedad y se vuelven irresponsables en el uso de la palabra a cuenta de una malentendida libertad de expresión.

Frente a la opinión de un editorialista o el reportaje de un periodista en el que se expresan punto de vista sobre diversos sucesos, existe el derecho de réplica. Esto significa que la persona aludida puede responder en similar tono a las opiniones vertidas por el periodista ya que partimos del supuesto de que nadie es dueño de la verdad y que ésta se construye en el debate de las ideas. Lastimosamente, en nuestro país, los medios han convertido el derecho de réplica casi en una dádiva del director editorial del medio y, salvo que uno tenga cierto reconocimiento social, las réplicas van a refundirse en espacios que no se compadecen con aquellos en los que la opinión o el reportaje de alguien dejó malparada a la persona que resulta involucrada en un suceso. Si un medio fuera democrático permitiría que la réplica ocupe titulación, lugar y extensión similares a la del editorial o reportaje que la generaron. Pero esto, claro, es impensable en un negocio que ha hecho de la mala noticia o del escándalo los motivos para vender.

La inexistencia del ejercicio del derecho de réplica y la ausencia de responsabilidad ulterior en los medios ecuatorianos ha convertido, lastimosamente, al insulto basado en la fácil adjetivación, a las insinuaciones perversas, y a los juicios apresurados, la más de las veces cargados de una moralina insoportable, en malas prácticas del periodismo. En muchas ocasiones, estas tendencias ocasionan lo que se conoce como un linchamiento mediático y dejan en indefensión jurídica a quienes se ven involucrados en aseveraciones sin sustento, subjetivas o provenientes de la mala entraña de quien las realiza. El caso reciente de las chicas del colegio 28 de Mayo parecería demostrar lo dicho: es probable que la presión moralista de un medio haya llevado a una autoridad escolar a tomar una medida disciplinaria extrema. Lo más terrible es que satanizaron a las chicas por un baile de moda calificado de “erótico”—baile estéticamente horrible para mi gusto pero ese es otro cantar— (como fueron calificados de inmorales el tango, el twist, el bolero, etc., a su debido momento), realizado en una casa particular, en una fiesta privada, que tuvo la mala estrella de aparecer colgado en youtube, y, lo peor, es que, al final como buenos alumnos de Tartufo, los medios fueron incapaces de realizar su autocrítica: ¿por qué si les parece inmoral el llamado “baile del choque” lo promocionan en los canales de televisión y lo publicitan en diarios y revistas?

Al mismo tiempo, una persona agraviada injustamente por un medio tiene el derecho de exigir una reparación mediática y, llegado el caso, pecuniaria, y el medio, por su parte, tiene que cumplir con el deber de la rectificación. La rectificación es el reconocimiento del medio de que ha cometido una equivocación, de que ha faltado a la verdad o ha exagerado, que ha sacado falsas conclusiones, en definitiva, que ha perjudicado a una persona con una noticia o una opinión. Desafortunadamente, en Ecuador, los medios son reacios a la rectificación: es como si partieran del supuesto de que jamás se equivocan y que tienen la verdad en sus manos. Muchas veces, de manera testaruda, no solo que no rectifican sino que cuando alguien reclama por alguna noticia, el medio se da el lujo de ratificar lo dicho y volver a agraviar al reclamante poniendo una nota de la redacción al reclamo, con la que pretenden deslegitimarlo. En ese sentido, un medio sin responsabilidad ulterior ni regulación alguna puede fusilar mediáticamente a un ciudadano sin que éste tenga la oportunidad de defenderse en igualdad de condiciones. De ahí que se vuelva un imperativo ético y legal el deber de rectificación que tiene un medio.

La diferencia entre el derecho a réplica y el deber de la rectificación es que en el uno, el agraviado tiene el derecho a que su palabra sea publicada por el medio en igualdad de condiciones en la que fue publicada la palabra de quien ha emitido una opinión que lo afecta; en el otro, es el medio el que tiene la obligación de reconocer el error sobre lo dicho en un artículo de opinión, en una noticia o cuando se trata de una inculpación que no puede ser probada.

La necesidad de regulación y democratización de los medios

A ciertos dueños de medios y también a ciertos periodistas, igual que a los editorialistas de corte político que por lo general escriben desde sus particulares militancias, se les eriza el cuero cabelludo cuando se habla de regulación. Enseguida esgrimen la muletilla de la libertad de expresión para oponerse a todo tipo de normativa. Pero, desde el momento en que un medio hace uso de un bien público como es la comunicación y desde el momento en que dicho medio hace negocio mediante el usufructo de dicho bien público, la regulación se vuelve imprescindible.

No obstante lo dicho, es necesario también señalar que la regulación no puede ser el pretexto para imponer lo que se conoce como censura previa. Lo peor que le puede pasar a una sociedad democrática es que existan censores del pensamiento y la libre circulación de las ideas; asimismo, nada más nefasto que aquellos inquisidores que determinan qué es lo moral y qué lo inmoral. La regulación implica una normativa en el marco de principios que tienen que ver con el cuidado de la niñez, el impedimento de la propaganda que fomente el racismo y la discriminación por cualquier motivo, la prohibición de incitar a cualquier tipo de violencia y de hacer apología del delito y, en general, aquello que la humanidad reconoce como tópicos a ser desterrados de la convivencia democrática.

La regulación conlleva la responsabilidad ulterior del periodista. Y es que el uso de la palabra y del bien público que es la comunicación y el derecho a la información implica no solo una rendición social de cuentas sino también una responsabilidad personal sobre lo que se dice y la forma en la que se lo dice. Algunos sostienen que la existencia de la responsabilidad ulterior implica una suerte de autocensura pues quien escribe va a estar pensando en las consecuencias de lo escrito. Pero la real autocensura no es hacerse responsable de lo dicho, sino callar una verdad por temor al poder, sea este político, económico o social. A veces, los periodistas callan porque temen malquistarse con el dueño del medio y, en consecuencia, perder el empleo. Saber que se es responsable de lo dicho es todo lo contrario a la autocensura: hacerse responsable de la palabra es practicar la libertad de expresión sin miedo pues lo que se dice está sustentado por la verdad.

Pero para que exista verdadera libertad de expresión debe existir un proceso de democratización que implica la apertura de los paquetes accionarios de los medios, la apertura a concurso de las frecuencias de radio y televisión, el impulso a los medios de comunicación comunitarios. Que las empresas familiares se transformen en sociedades anónimas que vendan sus acciones en la bolsa, que los directorios sean espacios de amplio debate ideológico, que las directrices sean tomadas por el consenso de una junta de accionista y no por la voluntad todopoderosa de un solo dueño, que los editores de noticias y de opinión rindan cuentas a un directorio con capacidad real de tomar decisiones. Que las frecuencias que son del Estado sean objeto de permanente concurso público de adjudicación de las mismas. Que los medios comunitarios tengan posibilidad real de competir por las frecuencias o por la circulación frente a los monopolios familiares que hoy día existen sin cuestionamiento igual que si su existencia fuera un mandamiento divino.

La ausencia de autocrítica en los medios


Tanto en los espacios propiamente periodísticos como en los espacios de entretenimiento de la mayoría de los medios existe una lamentable ausencia de autocrítica. Cierta propensión a la telebasura y a la superficialidad sobre lo que los medios consideran entretenimiento popular son las constantes. Se trata del populismo cultural más espantoso que existe pues a cuenta de que eso es lo que le gusta a la audiencia los medios carecen de pudor para su programación televisiva o para hacer de ello un reportaje.

Frente a esta crítica los medios responden que el televidente o el lector pueden cambiar de canal o no comprar el periódico o la revista. Aquello es cierto. No obstante, nos encontramos con una serpiente que se muerde la cola puesto que la cultura dominante está construida sobre la base de los gustos de una audiencia formada con los gustos de quienes dominan los espacios de difusión de lo que se llama la cultura popular.

Una telenovela, por ejemplo, es promocionada en los medios escritos —a veces propiedad del mismo canal— a través de la publicación de propaganda disfrazada de entrevista o reportaje a sus protagonistas. Además, ahora en programas de chismes y escándalos, los propios personajes de la farándula de la televisión se han convertido en los protagonistas de las noticias sobre sus amores y desamores. Todo aquello alimenta el morbo de la gente igual que la crónica roja.

¿Está la libertad de expresión amenazada en Ecuador?

La libertad de expresión, al menos en el ámbito político, es un derecho que se practica sin cortapisas en Ecuador, tanto que las páginas editoriales de los periódicos están cargadas de editorialistas que opinan lo que les apetece acerca del gobierno y sus funcionarios; en muchos casos, con insultos y rudos calificativos sobre una gestión política, una decisión administrativa que se considera errónea, o una declaración de esas que suelen ser realizadas al paso en algún aeropuerto o evento público. Pero una cosa es la opinión y otra una acusación sin fundamento: frente a la segunda, afortunadamente, existen leyes que le ponen freno pero que no habían sido aplicadas por miedo al verdadero poder: ese que puede aniquilar a una persona publicando permanentemente solo críticas y noticias negativas en su contra y cuyos ejemplos, en algunos medios ecuatorianos, no es difícil de encontrar.

Acerca de otros ámbitos no se practica la misma libertad: todavía existe temor reverencial a opinar sobre ciertas disposiciones eclesiales y la derechización de un sector de la jerarquía católica, por ejemplo; resulta impensable una crítica a la política de los medios desde los propios medios y los “defensores del lector” de los periódicos siguen siendo un mal chiste; la telebasura es aupada y promocionada en los propios canales en complicidad con los diarios; la crónica roja y el amarillismo es un negocio redondo que no admite cuestionamiento alguno. No leeremos jamás una reflexión de esa naturaleza en las páginas editoriales de los diarios simplemente porque los medios no admiten una crítica frontal al modelo de periodismo que ellos mismos han definido como “libre” y cuyos propietarios defienden a ultranza.

Lo que está en crisis en Ecuador es el modelo de propiedad —concentrador, monopólico y familiar— de un bien público como es la comunicación; un modelo que vive sin rendición de cuentas, que manipula políticamente a la sociedad, que ejerce su poder poniendo contra las cuerdas a los gobiernos democráticamente elegidos hasta someterlos a su ideología, que pertenece a unas cuantas familias y que carece de vocación democrática en lo que realmente importa: la propiedad del paquete accionario, la toma de decisiones sobre políticas comunicacionales, y la responsabilidad ulterior frente a la sociedad por el uso de la palabra.

Hoy, las escuchas telefónicas que de manera antiética e ilegal practicaron algunos periodistas de News of the World —uno de los grandes tabloides amarillistas de Murdoch que tuvo que ser cerrado por el propio magnate debido al escándalo de las escuchas—, ya llevaron a la cárcel a algunos mandos importantes de dicho pasquín. A nadie sorprendería que el propio Murdoch tenga que purgar una pena por lo que hizo la gente de su periódico. Y a nadie por esas latitudes se le ocurre decir que se trata de un atentando a la libertad de expresión. En su número final, que apareció el 10 de Julio pasado, News of the World tuvo que rectificar: “Phones were hacked, and for that this newspaper is truly sorry... there is no justification for this appalling wrongdoing.” (“Los teléfonos fueron pinchados y por ello este periódico está realmente arrepentido… no hay justificación para esta atroz malapráctica”). Por el contrario, todos están de acuerdo que se trata de una de las tantas aristas que se desprenden de la responsabilidad ulterior que tiene el ejercicio del periodismo. Lo que sucede es la pérdida de poder y el final de la impunidad por parte de las empresas familiares mediáticas, la de Murdoch incluida.

domingo, abril 17, 2011

La demanda de Barcelona FC y la libertad de expresión

Sandro Rosell, presidente del Barça, no aceptó por insuficientes las disculpas de la cadena Cope y presentó la demanda contra ésta y el periodista Juan Antonio Alcalá

La noticia la encontré en las páginas deportivas pues suelo seguir a los equipos de quienes soy hincha. El viernes 15 de abril, el Barcelona FC, de Catalunya, presentó una demanda civil en contra de la Cadena Cope; demanda en la que reclama € 6’190.090 como indemnización por “intromisión ilegítima en el derecho del honor, derivada de las afirmaciones realizadas”. La demanda se origina por las afirmaciones vertidas por el periodista Juan Antonio Alcalá en el programa “El partido de las 12”, el 13 de marzo pasado, “en las que vinculaba a los deportistas y médicos del club con prácticas de dopaje”.

Se trata, por tanto, de un programa de opinión deportiva bajo la responsabilidad de un periodista cuyos comentarios generaron una demanda en contra de la cadena radial para la cual trabaja. ¿Atenta la demanda del Barcelona FC contra la libertad de expresión? De ninguna manera: la libertad de expresarse implica la responsabilidad total por lo expresado. ¿Debió el Barcelona FC ajustar su demanda en contra del periodista Alcalá y abstenerse de extenderla a la cadena Cope? No, porque la Cadena no ha dado las satisfacciones del caso al club y, en la práctica, ha respaldado al periodista. ¿Tenía que aceptar que, sin pruebas, se acusara al club de dopaje en nombre de la libertad de expresión? Tampoco; si no ponía la demanda, entonces, los enemigos del club, que no faltan en estas lides, hubiesen tomado lo dicho por el periodista en la radio de la cadena Cope como una verdad sin discusión.

Esta no es la primera vez que el Barcelona FC demanda a un medio. En el 2006, el periódico Le Monde y el periodista Stéphane Mandard fueron condenados a pagar € 300.000 por la publicación de un reportaje difamatorio que dañó la imagen del club al vincular al Barça con prácticas de dopaje.

Yo creo que todo aquel que se sienta lesionado por una acusación sin fundamentos hecha por un periodista, bajo el disfraz de una opinión, tiene no solo el derecho sino también el deber de defender su honra. De ninguna manera me parece un atentado contra la libertad de expresión: por el contrario, creo que es un atentado a la libertad de expresión el sostener que se puede difamar impunemente cobijándose en una libertad cuya defensa real, en otras partes del mundo, le cuesta la vida a quienes luchan por ella.