José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
Mostrando entradas con la etiqueta izquierda democrática. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta izquierda democrática. Mostrar todas las entradas

lunes, diciembre 22, 2025

Rodrigo Borja Cevallos (1935-2025): el legado de su escritura

Rodrigo Borja Cevallos (Quito, 19 de junio de 1935 - 18 de diciembre de 2025). 
            Al referirse a la monumental Enciclopedia de la política (1997)[1], el escritor Jorgenrique Adoum dijo que aquella «… debía entrar en el Guinness Book of Records por ser el caso único de una enciclopedia escrita por una sola persona».[2] Leer la obra académica de Rodrigo Borja Cevallos (1935-2025) es un deleite intelectual por su escritura clara, pedagógica y profunda. Además, sus libros son un testimonio de la continua reflexión que Borja llevó a cabo sobre la teoría y praxis de la política, en el marco ideológico del socialismo democrático.

            En el prólogo de la Enciclopedia, Borja advierte que «escribir sobre temas e instituciones políticas es, inevitablemente, una tarea política, y no es posible hacerlo fuera de las convicciones ideológicas del autor. No obstante, he tratado de ser lo más objetivo posible en mis juicios. No sé si lo he logrado plenamente» (7). Borja describe académicamente los diferentes temas que aborda, enfrenta posiciones teóricas contradictorias, y cuando es necesario, él toma partido y así lo indica. Por ejemplo, cuando contradice las tesis de Francis Fukuyama sobre el fin de la historia y, por ende, el fin de las ideologías, Borja afirma: «Me temo que la propia afirmación de que las “ideologías han muerto” es, en sí misma, un acto ideológico muy claro. Es una aseveración que viene de la derecha […] Me parece que ocurre con ella lo mismo que con esa otra afirmación de que no hay izquierda ni derecha […] su sola aseveración es un síntoma de la posición derechista de su autor, interesado en descalificar la clasificación misma de las personas en función de su actitud frente al progreso social de los pueblos» (Tomo H-Z, 756).

Las entradas sobre la justicia social, la justicia social internacional —en la que comenta la innovadora pero fallida propuesta de la tasa Tobin—, o la izquierda nos dan una perspectiva amplia sobre su pensamiento y acción política que se conjugan en la consigna del partido que fundó: justicia social con libertad. Al analizar el tema de la democracia y electoralismo, Borja señala que «si no hay participación popular en la distribución de los bienes y servicios económicos no hay democracia o hay una democracia incompleta o restringida» (Tomo A-G, 316) y, al analizar históricamente el Estado de bienestar —frente al embate que sufre por parte de la derecha neoliberal y las izquierdas extremas— Borja concluye: «… durante la segunda mitad del siglo XX [el Estado de bienestar] cumplió una importantísima tarea económica y social en el ordenamiento de las colectividades más desarrolladas. Vertebró la convivencia social, impulsó el progreso económico y fomentó la equidad. Fue el instrumento de ejecución de los derechos económicos y sociales de la población, que de otra manera hubiera sido letra muerta» (Tomo A-G, 553).

Asimismo, ubica al socialismo democrático en el espectro de la nueva izquierda, de la que dice que persigue «eliminar o atenuar la marginación, las exclusiones sociales, la concentración del ingreso, los privilegios y las desigualdades, la aplicación de los prodigios de la ciencia en beneficio de minorías, el dogmatismo, el racismo, la xenofobia, la violencia y la injusticia social internacional» (Tomo H-Z, 823). Más adelante, encontramos las entradas socialdemocracia, socialismo y socialismo democrático que exponen, en términos académicos, su pensamiento político e ideológico, exposición que, en Borja, tiene el valor adicional de la acción política y el ejercicio del poder (Tomo H-Z, 1292-1299), que podríamos sintetizar en el siguiente enunciado: «El gran esfuerzo del socialismo democrático es conciliar —y en algunos lugares reconciliar— la libertad política con la seguridad económica y, en las sociedades rezagadas, la libertad política con el cambio social» (Tomo H-Z, 1296). La Enciclopedia de la política —disponible en línea en el enlace precedente—, es también un legado académico para profundizar el debate sobre el deber ser del socialismo democrático.

 

            Su libro Derecho político y constitucional (1971) es un texto de grandes virtudes pedagógicas que fue reeditado, en 1991, por el Fondo de Cultura Económica, de México.[3] En él, Borja expone la evolución histórica de la sociedad y analiza los diferentes conceptos sobre el Estado, su estructura, sus fines, características, los tipos de gobierno, la participación popular, etc. Mención aparte merece el capítulo XIII dedicado a las ideologías políticas por su claridad expositiva sobre los elementos propios y diferenciadores del liberalismo, el socialismo, el anarquismo y el fascismo. El título III sobre el Derecho que incluye una Teoría de la Constitución es un instrumento académico básico que debió ser consultado por tantos “opinólogos” que desbarraron durante el debate político a propósito de la Consulta del 16 de noviembre pasado. Pero lo que me interesa señalar es que, ya en este texto de comienzos de los años setenta, Borja planteaba lo que fue su marco ideológico político: «No planteamos la sustitución de los derechos sociales en lugar de los civiles y políticos, sino la suma de los derechos sociales a los políticos y civiles de las personas, de la misma manera que no creemos que la democracia socialista sea la sustitución de la democracia burguesa sino su superación […] Sustentar la libertad en la seguridad económica. De lo contrario, todo resulta ilusorio. Es, para muchos, la libertad de morirse de hambre» (346-347).

Rodrigo Borja también sabía contar historias. Las anécdotas autobiográficas de Recovecos de la historia (2003) tienen el ingrediente de lo interesante, pues asistimos al testimonio de un protagonista de nuestra historia que expone sus criterios de forma elegante y desenfadada, sin recurrir a un ghostwriter como tantos políticos y personajes famosos (Enciclopedia, Tomo A-G, 654-656). Resultan reveladores los episodios sobre el mural de Guayasamín en el Congreso y la llegada de Pinochet a Quito, el 18 de marzo de 1992. Un día antes de la posesión de Borja como presidente del Ecuador, el secretario de Estado, George Schultz, le pidió que interviniera para que Guayasamín modifique su mural. Borja le respondió que no podía hacer nada al respecto y Schultz le dijo que, entonces, no asistiría a la ceremonia, a lo que Borja ripostó: «¡Piénselo dos veces, señor Schultz, porque su ausencia hará famoso el mural en el mundo entero!» (320).

            Sobre la llegada de Pinochet, Borja cuenta que ni siquiera el entonces presidente de Chile, Patricio Aylwin, sabía del viaje del exdictador que, a la sazón, era comandante de las Fuerzas Armadas de Chile, pues Pinochet le había pedido vacaciones para viajar a Buenos Aires. Borja le dijo a Aylwin que no permitiría que el avión de Pinochet aterrizara en Ecuador, pero, Aylwin le pidió que no lo hiciera porque aquello pondría en peligro el naciente régimen democrático chileno. Cuenta Borja: «Fueron tan dramáticas sus invocaciones, que francamente me ablandaron. En ningún caso yo podría poner en riesgo la democracia de Chile, que tanta sangre y sufrimiento había costado recuperar a los demócratas chilenos […] Llamé a la prensa y declaré que este hombre “no era bienvenido” a nuestra tierra de libertad. Al fin y al cabo, también el Ecuador había visto desaparecer a siete de sus jóvenes en la sangrienta vorágine de la dictadura» (331).

En Recovecos, Borja cuenta que su primer libro, escrito hacia 1963, se llamó La isla ensangrentada y en él, con una amplia documentación y entrevistas que recopiló durante una estancia en la isla, analizaba la era de Trujillo, el megalómano dictador de República Dominicana. Borja llevaba los borradores para su transcripción en un maletín de cuero repujado que su padre le había regalado y los dejó en la camioneta que conducía ya que, antes de llegar a la oficina del mecanógrafo, decidió visitar a una muchacha a la que, en esos años, enamoraba. Al regresar, encontró rota la ventolera de la camioneta: «Por robarse el portafolio de cuero, los ladrones se llevaron mis papeles. ¡Dónde los habrían botado! Me senté en la acera. Se me fueron las lágrimas. No pude rehacer el libro porque no tenía copias de seguridad y las notas y recortes de periódicos que traje de la Dominicana, a medida que los iba utilizando, los echaba a la basura» (195).

Y, pese a su parco sentido del humor en público, en la entrada “graffiti” de su Enciclopedia, Borja cuenta lo siguiente: «Recuerdo que cuando se acercaba el fin de mi mandato presidencial en el Ecuador, en agosto de 1992, aparecieron las paredes de Quito pintadas con la siguiente leyenda: “Por cambio de oficio vendo uniforme de aviador, submarinista, tanquista, tractorista y tenista. Informes: Palacio de Gobierno». Era evidente una irónica alusión a las actividades que, como presidente de la República, realicé con frecuencia a bordo de naves supersónicas, submarinos o tanques, para conocer por dentro la vida militar y sus riesgos» (Tomo A-G, 681).

Entre un libro perdido a los veintiocho años y una obra monumental luego de su presidencia, la escritura de Rodrigo Borja, que fue miembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, es un legado no solo de su cosmovisión política e ideológica, en la que se combinan su formación académica y su práctica política, sino también un testimonio en primera persona sobre su servicio al país.  



[1] Rodrigo Borja, Enciclopedia de la política, [1997], 2 tomos, A-G y H-Z, 3ra. ed. (México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2002).

[2] Rodrigo Borja, Recovecos de la historia [2003], 5ta ed. (Quito: Dinediciones, 2016), 536-537.

[3] Rodrigo Borja, Derecho político y constitucional [1971], 2da. ed. (México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1991).