José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
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jueves, septiembre 24, 2015

Segunda carta a la Comunidad de la UASB



             
           Testudo es el pequeño dios de los estudiantes de la Universidad de Maryland, en College Park, y reposa sobre un pedestal de piedra, al frente la biblioteca McKeldin. Basta con frotarle la nariz para que uno salga bien en el examen, termine el trabajo dentro del plazo establecido, o encuentre la referencia bibliográfica de una cita necesaria pero que no se sabe de dónde salió. Basta contribuir a la brillantez del bronce de la nariz de esa amable tortuga, o terrapin, para que la tesis avance algunos párrafos durante esas noches de cafetera y computadora de pantalla de luna llena. Al término de mi M.A. —que cursé en Maryland con una beca Fulbright – Laspau— rendí ofrenda a esa mítica mascota como todo estudiante de posgrado que hace de la biblioteca de su universidad su cabaña decorada con libros.
            Una institución educativa está pensada para los estudiantes y, al mismo tiempo, se construye con el trabajo docente y la investigación. Por ello, la biblioteca y los fondos que albergue son parte de un corazón que no deja de palpitar. Hay que fortalecer lo que la UASB ha logrado hasta hoy en este aspecto e invertir con ahínco en equipos de investigación interdisciplinaria con mayor participación del estudiantado: proyectos de mediano y largo aliento en los que docentes y estudiantes trabajen en equipo descubriendo, siempre con rigor metodológico, los elementos fácticos que contribuyan a un análisis más exacto y menos especulativo de la realidad          
Obviamente, hay que generar las mejores condiciones para el estudio. Nuestra universidad tiene unas instalaciones funcionales y cómodas, y muy buenos programas de becas. Fortalecerlos y considerar que un estudiante de posgrado también requiere de participar en eventos ligados a su campo de estudio. Para ello, la universidad debe potenciar el fondo destinado a que nuestros estudiantes, al igual que los docentes, desarrollen fructíferos intercambios académicos. Las estancias de investigación en otras universidades son fundamentales para profundizar la mirada y la incorporación de nuevas experiencias académicas y, también, culturales. Aquí recibimos a muchos estudiantes de la comunidad andina y de otros países, y nuestros alumnos ecuatorianos se han enriquecido con su amistad, compañerismo y ganas de conocernos y re-conocernos entre todos. Es sorprendente cómo muchos de ellos, por ejemplo, se admiran del bello patrimonio de la ciudad de Quito; solo allí tienen una gran lección de historia, y la universidad ha sido el centro que organiza sus vidas en paralelo a nuestra realidad social. Lo mismo debe pasar con los estudiantes ecuatorianos que logren, por sus méritos, estudios o estancias fuera del país.
Las alianzas con otras universidades, en este sentido, redundan en una perspectiva más amplia del trabajo académico, tanto de estudiantes como de docentes. Multiplicar las alianzas, colaborar de mejor y mayor manera con las instituciones de la región. Tenemos un muy buen posicionamiento y debemos partir de él para lograr que la categoría de lo andino atraviese, como lo hace la cordillera, el territorio de la América del sur. Así construiremos una red universitaria y procesos de certificación e indexación de características propias y soberanas.
Lo maravilloso de enseñar es que uno siempre está aprendiendo. Y para mí ha sido y seguirá siendo una actividad fascinante. El campo de la experticia de un académico reverdece en la medida en que el aula se convierte en el florecimiento de los saberes. Recuerdo con gran complacencia que cuando fui Ministro de Educación —en distintos períodos— seguí dictando clases en la universidad por fidelidad a una vocación que es más que un ejercicio formal de alguna profesión: es una pasión. La pasión del saber: enseñar, aprender, descubrir, crear.
Yo me entusiasmé con la literatura del siglo diecinueve gracias a mi maestro Jorge Aguilar–Mora, en Maryland; después, seguí estudiando el mismo período mientras impartía los cursos correspondientes en la UASB: cada grupo de estudiantes me enseñó un punto de vista diferente sobre los textos literarios del siglo diecinueve, me motivó a investigar mejor y más profundamente el asunto, me renovó constantemente las líneas de análisis sobre los textos canónicos. Al final, concluyendo mi doctorado, mi tesis Héroes, amantes y cantautores de la patria. Románticos del siglo XIX en nuestra América —que mereció cum laude en la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla—, fue un recorrido lleno de inesperados hallazgos por ese campo siempre verde del aprendizaje mientras uno enseña.
Tengo la alegría y el singular privilegio de compartir con mi hijo Sebastián algunos senderos del posgrado. Él hizo su primera maestría en la UASB, en Relaciones Internacionales, y, después de hacer una segunda maestría en la Universidad de Fordham, en Nueva York, con una beca Fulbright, está, en la actualidad, haciendo su PhD en la Universidad de Maryland. Y, como no puede ser de otra manera, él también se ha convertido en un devoto feligrés de Testudo 
Fraternalmente,
Raúl

< Raúl Vallejo, 1996






Sebastián Vallejo 2015 >