José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, septiembre 02, 2024

Stephen King: más allá del terror, la literatura

Stephen King (Porland, Maine, 21 de septiembre de 1947), foto de la portada de la edición por el vigésimo aniversario de On Writing. A Memoir of the Craft (2000).

            En 2003, King recibió la Medalla de la Fundación Nacional del Libro a la Contribución Distinguida a las Letras Estadounidenses. El crítico Harold Bloom condenó dicha decisión con su ya conocida indignación frente a la escritura que no cabe en lo que él ha definido como el canon occidental. En un furibundo artículo titulado “Embruteciendo a los lectores americanos”, que apareció en The Boston Globe, Bloom calificó la concesión del premio a Stephen King como «otro punto bajo en el impactante proceso de embrutecimiento de nuestra vida cultural». En 2007, Bloom editó una antología de ensayos sobre la obra de King y estableció en su introducción que, más que como escritor, «King será recordado como un fenómeno sociológico, una imagen de la muerte del Lector Alfabetizado». King, efectivamente, es un fenómeno sociológico que tiene a su haber más de 400 millones de copias vendidas en todo el mundo y que ha escrito 66 novelas, más de 200 relatos y cinco libros de no ficción, además de innumerables artículos para diarios y revistas. Pero, King, es también un fenómeno literario que reflexiona, en tono conversacional, sobre su proceso de escritura y tiene una capacidad singular para escribir en diversos géneros y mantener una visión crítica de la sociedad norteamericana en todas sus obras. En Danza macabra (Danse Macabre, 1981), King expone su concepción del género del terror en la literatura y el cine, analizando los arquetipos del vampiro, el hombre lobo, el fantasma y la cosa innominada; además, King señala lo fundamental de su narrativa: «Mi propio convencimiento acerca de la ficción, firme y largamente mantenido, es que la historia debe estar por encima de cualquier otra consideración; que la historia define la ficción y que cualquier otra consideración —tema, atmósfera, tono, símbolo, estilo, incluso personajes— puede ser prescindible». En Mientras escribo (On Writing, 2000), King expone, mediante un ensayo autobiográfico, su experiencia literaria a través de momentos claves de su vida y también, en la segunda sección del libro, su cocina literaria. Asimismo, en su cuentario El bazar de los malos sueños (The Baazar of the Bad Dreams, 2015), King desarrolla, antes de cada relato, una suerte de ars narrandi en la que incluye no solo la anécdota extraliteraria de la escritura del relato, sino una teoría sobre la narración corta, más allá de que el libro es un muestrario de cuentos de terror, fantasía, ciencia ficción, realismo psicológico o de tono apocalíptico. No soy un especialista en la obra de King, pero, aparte de sus clásicos de terror, he leído con placer esa ucronía extraordinaria titulada 22/11/63 (11/22/63, 2011) que combina la fantasía y la especulación filosófica y política sobre la reelaboración del pasado y su imposibilidad, a partir de la intención que tiene un personaje capaz de atravesar el tiempo hacia el pasado que pretende evitar el asesinato de John F. Kennedy. Asimismo, tenemos una novela serial como La milla verde (The Green Mile, 1996), que es una honda introspección acerca de la culpa, el perdón, el poder de la sanación y el espíritu que genera la convivencia de los carceleros y los condenados. La novela está ambientada en los años de la Gran depresión y cuenta la historia de John Coffey, un negro con poderes sobrenaturales de sanación que está acusado de haber violado y asesinado a dos niñas blancas y que ha sido condenado a muerte por ello. Junto a esta, la novela corta Rita Hayworth y la redención de Shawshank (Rita Hayworth and Shawshank Redemption, 1982)[1], es una crítica social al sistema carcelario y a la contradicción que a veces existe entre el sentido de la justicia y la literalidad de la ley. Además, la literatura de King está cargada de una crítica demoledora, a partir de la construcción de sus personajes, contra la violencia estructural de la sociedad norteamericana que está retratada en todas sus contradicciones Margaret Atwood que contradice el desprecio de Bloom por la literatura de Kigd, ya lo anotó en la introducción a la edición conmemorativa del cincuentario de Carrie[2], por lo que la cito in extenso: «Pero debajo del “terror”, en King, siempre está el verdadero horror: la pobreza, la negligencia, el hambre y el abuso que existen en América hoy. “Fui a la escuela con niños que llevaban la misma porquería en el cuello durante meses, niños cuya piel supuraba con llagas y sarpullidos, niños con las inquietantes caras de muñeca de manzana seca que resultan de quemaduras sin tratar, niños que eran enviados a la escuela con piedras en sus cubetas de comida y nada más que aire en sus termos”, dice King en Mientras escribo. El horror máximo, para él como lo fue para Dickens, es la crueldad humana, y especialmente la crueldad hacia los niños. Es esto lo que distorsiona la “caridad”, el lado mejor de nuestra naturaleza, el lado que nos impulsa a cuidar de los demás».[3] Tal vez, la síntesis de la poética de Stephen King se puede encontrar en la dedicatoria de Eso, (It, 1985)[4]: «Niños, la ficción es la verdad dentro de la mentira, y la verdad de esta ficción es bastante simple: la magia existe». Más allá del terror, la magia de la literatura.



[1] Esta novela corta es parte de un conjunto de cuatro publicadas bajo el título de Las cuatro estaciones (Different Seasons, 1982).


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