José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

martes, mayo 23, 2017

Bestiario con una mirada hacia adentro



           
El juego intertextual del primer poema, “A veces miramos de frente”, con el cuento “¡Era la mama!”, de Joaquín Gallegos Lara, explora una perspectiva novedosa para el cuento e inserta al poema en una tradición. La palabra poética da voz a un cerdo e incorpora en el universo onírico de aquel, la experiencia lectora de la poeta. Hay otros juegos intertextuales con Boris Vian (“el senador Dupont”), Rulfo (“Saltamontes”), Roque Dalton (“Instrumento de cuerda de viento”), o el cineasta Kim Ki-Duk (“la isla”). Como dice Daniela Alcívar, en la contratapa: “el animal no es aquí excusa, metáfora, ni alegoría”. El bestiario escogido por la poeta ofrece una mirada desde y hacia adentro, en un universo en donde lo animal es otra forma de vida.         
Empecé la lectura de Animal, de María Auxiliadora Balladares, mientras esperaba a que comenzara el programa de presentación del poemario, el pasado jueves 18, en la Casa Carrión. Fue un acto sobrio y, al mismo tiempo, cargado de afectos. Iluminadoras las palabras de Gabriela Ponce sobre el poemario. Emotivos los agradecimientos de la poeta. Fraternas las lecturas de los amigos que escogieron un poema, y explicaron el porqué de la elección, para ofrecerlo al público.
No es la mirada humana sobre el animal. No es el animal humanizado. Es la vida animal desde lo animal, pero no en el sentido de convertir al animal en una esencia humanada, sino en la posibilidad que tiene la poesía para hacer de la experiencia de la palabra poética una situación, un descubrimiento, un rumor de imágenes. Todo ello, cubierto de un lenguaje sensorial que coloca al cuerpo animal en movimiento vital y tránsito que nos convierte en azorados testigos de otra vida.
En la primera parte del poemario, “Animal”, el yo lírico es el propio animal: su mirada hacia lo humano, su experiencia del mundo, de la vida. En la segunda, “Seguir al animal”, es la perspectiva hacia el animal, en una cotidianidad en la que lo humano se enfrenta a la existencia de lo no humano, a la historia animal. En la tercera, “Devenir”, está la fusión, la metamorfosis que borra las fronteras entre lo humano y lo animal.
El poemario Animal también conjuga de manera profunda la poesía con la ilustración de jóvenes artistas: Eduardo Adams, cuya sugerente ilustración sobre “rata”, de trazo fuerte, sirve de portada; Luiggi Raffo, que en su colorida, barroca, ilustración digital desarrolla la polisemia de “Saltamontes”; y David Kattán, que cierra el libro junto al poema “Hospital”, cuya ilustración, de poderoso expresionismo, conmociona: “Los electrochoques harán su trabajo / Con atinados estímulos / Afinaré sus torpes gestos / Le enseñaré a mirar siempre de frente”.
Un poemario de un enorme equilibrio en lo que atañe a la calidad de sus textos. Más tengo mis favoritos. Los citados aquí, en primer lugar; además, “rata” y su virulencia: “destrozo soy rata y el cartón me violenta / duermo se eriza mi pelaje si sueño con miedo”; “la mariposa” y la fragilidad de la vida: “Yo me quedé con polvo / de ala de mariposa en la mano”; la fuerza sensual y erótica de “tres”: “Nada ha terminado / las mamas se desbordan […] Otra vez montar la una a la otra”; la fusión en la presencia y en la ausencia del ser, en “animal”: “vas cosido a mí / de adentro hacia afuera / o voy cosido a ti / sin que nos demos cuenta”.
Animal, de María Auxiliadora Balladares, es un poemario con un lenguaje sustantivo, sostenido en pequeñas historias e imágenes sorprendentes. Su poesía desborda los sentidos de la naturaleza para introducir la experiencia de la cultura en la visión poética desde adentro y hacia el adentro profundo de lo animal.

PS: El epígrafe de Derrida: afortunadamente, la poesía se sobrepone al palabrerío abstruso.

 

 Balladares, María Auxiliadora, Animal. Quito, La Caída, 2017. 160 pp.

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