Cuarenta
y tres corazones
extraviados
en la muda
herida de
la tierra.
Cuarenta
y tres esqueletos
calcinados
bajo el sombrero
emplumado
de la Catrina.
Cuarenta
y tres silencios
como
calabacitas inútiles
en el
lecho de un río.
Cuarenta
y tres soñadores
del
abecedario y los números
para
niños de pupitres vacíos.
Cuarenta
y tres desaparecidos,
que son estadísticas
junto a miles
que
tampoco están y también amaron.
Cuarenta
y tres calvarios
para que
la poesía abandone
el pueril
malestar del poeta.
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