Caricatura de Quino: humor crítico acerca del poder de la prensa |
¿Tiene
algún límite el humor? Desde el liberalismo ideológico de la posmodernidad se
pretende la canonización del humor como un espacio de la irreverencia sin
límites. Y, sin embargo, el arte, en general, tiene el límite ético de lidiar
con la verdad del artista y la verdad de la obra así como con las repercusiones
sociales de sus planos significativos. En ese marco, el humor, ya no entendido
como una manifestación carnavalesca de lo popular, sino como una elaboración
ideológica y política tiene, paradójicamente, serias responsabilidades y
límites éticos.
Caricatura homofóbica: La Prensa, Nicaragua, 10.04.12 |
El humor facilón basado en los
prejuicios sociales ha sido sancionado socialmente no solo por los grupos
agredidos sino por la solidaridad con la Otredad. Me refiero a ese tipo de
humor que, basado en los prejuicios sexuales de todo tipo, suele representar
las diferentes opciones sexuales de forma denigrante. Ejemplo de lo dicho es la
caricatura de la homosexualidad masculina con la representación escénica de “la
loca”, o de las personas trans con imágenes de travestismo grotesco. No hay que
olvidar la discriminación de tipo sexista en que la mujer es mostrada como un
ser voluptuoso para recreación del hombre, tal como aparecía en los programas del
gordo Porcel. Existe también el estereotipo regional: pastusos, gallegos o
polacos son pueblos objeto de diversos niveles de agresión mediante chistes que
los caracterizan como tontos. Distinto es cuando la burla humorística proviene
de alguien perteneciente al grupo social objeto de ella y se convierte en una
forma de autocrítica basada en el humor sobre uno mismo.
Típica caricatura antisemita |
También es conocida, desde los
estudios sicológicos, la carga de agresividad que contiene el chiste y esa
agresividad esconde, en muchas ocasiones, no solo rencores profundos contra el
blanco del chiste sino, ya en el plano social, prejuicios de toda laya en
contra de un grupo social determinado. En el plano cotidiano, las bromas sobre
las personas ‘que nos caen mal’ suelen develar niveles reprimidos de odio y se
ejecutan como formas taimadas de venganza. En el plano político, la caricatura
de los judíos, por ejemplo, dibujados como seres codiciosos, faltos de
compasión y de aspecto repugnante ha sido utilizada de manera recurrente como
elemento propagandístico de las campañas antisemitas. ¿En cuánto rebasa el
límite de la ética de la aceptación al Otro, el humor antisemita del francés
Dieudonné, sancionado legalmente por sus chistes racistas?
Caricatura racista: Panamá América 03.04.05 |
Y está el
humor político que puede expresar, entre múltiples opciones, una afirmación de
principios o una crítica coyuntural. En todos los casos, sin embargo, es
necesaria la fidelidad histórica frente a los hechos porque de lo contrario, la
crítica humorística se convierte en una difamación, tan grave como los casos ya
señalados. Habría que puntualizar que el humor político no se refiere
únicamente a un gobierno sino también a los poderes fácticos. Los
caricaturistas de los diarios, por lo menos en Latinoamérica, suelen
concentrarse en la coyuntura y, mientras caricaturicen al político de turno del
que, por lo general, el dueño del diario es opositor, todo marcha bien. Ese
tipo de humor, en la práctica, es incapaz de criticar a los poderes fácticos:
el mismo poder del que hacen gala los medios de comunicación; o el de los
grupos empresariales que pretenden imponer posiciones monopólicas; o el de la
Iglesia institucional.
No es
cierto, por lo tanto, que el humorista carece de responsabilidades éticas,
políticas, sociales o legales; tampoco es cierto que, a cuenta del humor,
cualquier cosa debe ser aceptada como verdad; y, finalmente, el límite ético del
humor político —al igual que para el análisis académico—, está trazado por la
veracidad de los hechos que utiliza para construir un mensaje político. Y nada
de esto es chiste.
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