El embajador ecuatoriano en Bogotá disertó sobre la obra del poeta guayaquileño José Joaquín de Olmedo en su discurso de ingreso como Miembro Correspondiente de la Academia de Ecuatoriana de la Lengua, en el Centro Cultural Benjamín Carrión de Quito, el miércoles 30 de noviembre. La lectura que destacó al autor estuvo a cargo de Juan Valdano.
Redacción Cultura de El Telégrafo, viernes 2 de diciembre de 2011
La ceremonia fue sencilla para escuchar a un escritor disertar sobre José Joaquín de Olmedo, con tanto rigor académico. Eso aumenta el espíritu y aleja ese mercantilismo en el que han convertido ciertos actos culturales los intereses comerciales y hasta los políticos.
Mientras que Raúl Vallejo hablaba sobre el “Primer Cantautor de la Patria”, refiriendo todo el complejo e intrincado poema Canto a Bolívar, no muy lejos del Centro Cultural Benjamín Carrión, muchos medios de comunicación y connotados opositores del actual Gobierno acompañaban al secretario ejecutivo de la Aedep, quien lanzaba una recopilación de sus editoriales, en uno de los hoteles cinco estrellas de la capital. Y Vallejo se lució: mostró todo el rigor de su pensamiento y la prosa de su escritura.
Con esa disertación, Vallejo se incorporó como miembro correspondiente de la Academia de Lengua, de Ecuador (“la segunda fundada en América Latina, como se encargó de subrayar tres veces su presidente, Jorge Salvador Lara).
De entrada sorprendió a todos cómo Olmedo, tras ser un enorme e inteligente admirador del Libertador, escribe, dos años antes de morir, un texto en el que degrada a Bolívar, lo coloca en un lugar político distinto al que provocó e inspiró el gran poema, valorado por muchos como uno de los mejores escritos en el siglo XIX.
Durante su disertación, el ex ministro de Educación de tres gobiernos, y actual embajador en Bogotá, tuvo momentos de ensoñación al transcribir oralmente las cartas entre Bolívar y Olmedo y cómo ellos “gozaron” del poema épico cuando estaba por hacerse, durante su redacción y posterior publicación, allá por el año 1825. En sus ojos se observaba la emoción de trasladar a un público atento y cordial una de sus reflexiones recurrentes: el oficio de escribir en medio de los trajines de la gestión pública.
De hecho, debe haber pensado Vallejo muchas veces en sí mismo cuando habrá leído las cartas de dos estadistas y al mismo tiempo intelectuales de una época convulsa, compleja, pero no violenta, si la comparamos con la presente, a pesar de las luchas y tensiones de la etapa emancipadora del Ecuador.
La ceremonia terminó cuando Vallejo lucía una bella medalla en el pecho, convertido en un “viejo sabio” de las letras ecuatorianas.
http://www.eltelegrafo.com.ec/index.php?option=com_zoo&task=item&item_id=22509&Itemid=30