José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

sábado, enero 15, 2011

María Elena Walsh, resucitando

Cuando mi hija Daniela era una bebita y aún no soñaba con ser actriz (¿o ya soñaba y yo no me había enterado?) yo le cantaba: “Manuelita, vivía en Pehuajó / pero un día se marchó; /nadie supo bien por qué /a París ella se fue / un poquito caminando /y otro poquitito a pie”. Sebastián, mi hijo que ahora es padre de mis dos nietos, también creció con esa canción y las otras de María Elena Walsh. Ambos aprendieron a reírse y a moverse con el “Twist del Mono Liso”, a disfrutar del tiempo no apurado con “La marcha de Osías”, a querer al doctor que los vacunaba con “La canción de la vacuna”, a saber que el que se vaya para la playa que desconfíe de un viaje en avión como en “El show del perro salchicha”. Desde el pasado lunes 10, somos huérfanos como Manuelita pero el consejo de la “Canción de tomar el té” nos sigue con ternura de madre que vive siempre: Cuidado cuando beban se les va a caer, la nariz dentro de la taza, ¡y eso no está bien!

El 16 de agosto de 1979, en los tiempos cuando el dictador Videla respondía: “El desaparecido, mientras sea desaparecido, no puede tener ningún tratamiento especial: es eso, una incógnita. No tiene entidad, no está, ni muerto ni vivo, está desaparecido”, ella publicó en El Clarín, “Desventuras en el País Jardín-de-Infantes” (http://www.clarin.com/espectaculos/completo-articulo-Desventuras-Jardin-Infantes_0_406759477.html) Se trata de un artículo contra la censura de la dictadura que parecería considerar a la ciudadanía como una comunidad de párvulos que requiere tutela: “...somos veinticinco millones de sospechosos de querer pensar por nuestra cuenta, asumir la adultez y actualizamos creativamente, por peligroso que les parezca a bienintencionados guardianes”, y contra el espíritu de silencio que la censura había generado: “Todos tenemos el lápiz roto y una descomunal goma de borrar ya incrustada en el cerebro.”

María Elena Walsh es una voz que le canta, desde imagénes mínimas de lo cotidiano, a la resistencia de los seres humanos frente al ejercicio sin ética del poder. Mercedes Sosa hizo conocer en Latinoamérica “Como la cigarra”, que testimonia la fuerza de la vida, su necedad frente a aquellos que han hecho de la muerte su manera de ser: “Tantas veces me mataron, / tantas veces me morí, / sin embargo estoy aquí, / resucitando. / Gracias doy a la desgracia / y a la mano con puñal / porque me mató tan mal, / y seguí cantando.”

María Elena Walsh (Buenos Aires, 1930 – 2011) es una canción de infancia que perdura pero también un alma irreverente a riesgo de su pellejo.

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