José María y Corina lo habían conversado en alguna de su tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

domingo, julio 22, 2007

A propósito de Crónica del mestizo

Al finalizar el acto de presentación de Crónica del mestizo, en Guayaquil, en la Casa de la Cultura, el miércoles 18 de julio. En el orden acostumbrado: Lucho, Giselle, Rafaela, Raúl, Daniela y Paul.

La poesía implica un espacio de silencio, una mirada hacia adentro y un proceso de reelaboración del lenguaje. Tal vez por eso la gente tiene cierto temor a la lectura de poesía y los medios de comunicación son reacios a hablar de ella: después de todo, la poesía implica la construcción permanente de un lenguaje metafórico y, al mismo tiempo, la poesía no es un espectáculo mediático sino una manera íntima de acercarse al espíritu a través de la palabra.


La lectura de poesía requiere de un momento especial. Si el poeta se ha mirado para adentro, el lector debe hacer lo mismo: olvidarse del mundo que lo rodea, concentrarse en la repercusión del lenguaje, saborear la profundidad de la imagen, asumir la metáfora como la realidad de la palabra. Esta lectura es lenta e íntima a contracorriente de un mundo que todo lo devora con la omnipresencia del mercado, de una realidad mediática que nos ha hecho creer que la realidad es una cápsula de 30 segundos en donde supuestamente cabe una vida.


La poesía es esa utopía que no ofrece nada más que la contemplación del ser humano en el espejo de su propia finitud.

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