José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, febrero 06, 2023

«Manual de escritura académica»: segunda edición ampliada y actualizada


Existe un libro que me ha acompañado desde mi niñez. Durante el febrero guayaquileño de 1970, me senté en la fresca sala de la casa que mi familia alquilaba en el barrio del Seguro Social a leer El principito, de Antoine de Saint-Exupéry. El principito, como sabemos, vino del asteroide B 612. En la novelina se cuenta que dicho asteroide fue descubierto por un astrónomo turco, en 1909.  «Él había hecho entonces una gran demostración de su descubrimiento en un Congreso Internacional de Astronomía. Pero nadie le había creído por su manera de vestir». El astrónomo volvió a hacer su demostración, en 1920, ya no con su vestimenta tradicional turca sino con un elegante traje europeo: «Y esta vez todo el mundo compartió su opinión»[1].

            La implementación de la cultura de la investigación en la escuela educa en la búsqueda permanente de la verdad, basada en la lectura crítica y el uso de datos fácticos, así como en una ética que combata los prejuicios. También forma el espíritu en la práctica de la honestidad intelectual; por tanto, contribuye a la derrota de los prejuicios que el mundo pretende imponernos. El descubrimiento del astrónomo turco es verdadero por su investigación científica y no por el traje que utilice paras exponerlo. Para dar testimonio de esa búsqueda de la verdad, la cultura de la investigación ha hecho de la escritura académica su fundamental vehículo expresivo.

            El Manual de escritura académica que he preparado es un instrumento de apoyo pedagógico para toda institución educativa que decida desarrollar la cultura de la investigación y, por ende, la escritura de textos académicos, como parte de su Proyecto Educativo Institucional y requiera de una herramienta básica para su aplicación. Al mismo tiempo, este manual es una guía práctica para estudiantes y docentes que lleven adelante, por necesidades académicas o vocación personal, proyectos de investigación bibliográfica. El manual se basa en mi experiencia docente, tanto en el bachillerato como en la universidad, así como en el variado trabajo de investigación que he realizado desde hace muchos años. En la segunda edición, ampliada y actualizada (después de siete reimpresiones de la primera edición), he utilizado los lineamientos del estilo Chicago-Deusto, las normas de la Real Academia Española, RAE, así como adaptado, con mucha libertad de mi parte, varias fuentes especializadas en la escritura académica —todas ellas escrupulosamente citadas— a las necesidades de nuestro sistema escolar. El Manual de escritura académica, pensado para quienes investigan en la escuela o la universidad, es una guía, escrita con la mayor claridad didáctica que me ha sido posible, para estudiar de manera sencilla y práctica los fundamentos de la escritura académica y aplicar las formalidades de estilo para los trabajos de investigación.

            ¿Cuáles son las diferencias entre la publicación de 2003 y la nueva edición? Para empezar, quiero referirme a la distinta organización del manual: he ampliado los capítulos correspondientes a la manera de implementar la cultura de la investigación y la honestidad académica en la escuela. De igual manera, el orden de exposición de los textos académicos comienza por el párrafo, continúa con los diversos géneros discursivos y los tipos de ensayo, para terminar con la monografía. El capítulo X, «Lineamiento para la redacción de la monografía», está concebido como un manual de estilo que puede ser adoptado por cualquier institución educativa.

            En segundo lugar, he incorporado nuevos elementos. En el capítulo III he desarrollado cinco tipos de párrafos, a diferencia de los tres de la primera edición. En el capítulo IV, aumenté las cualidades de la escritura académica, de igual forma, de tres a cinco y su explicación contiene nuevos planteamientos. En el capítulo V, expongo las diversas formas de textos académicos —lo que se conoce como géneros discursivos—, lo que constituye una novedad de esta edición. Asimismo, el capítulo XI, «Apuntes sobre el estilo», tiene una sección inédita que expone el «Decálogo sobre la escritura académica», un código deontológico personal para compartirlo con las maestras y los maestros de mi patria. La lista de textos consultados, mucho más nutrida en sus referencias bibliográficas respecto de la primera edición, es testimonio de los novedosos senderos de la investigación que pretendo que recorramos juntos. Finalmente, en esta nueva edición del manual he cambiado la casi totalidad de los textos utilizados como ejemplos.[2]

            En tercer lugar, quiero señalar la modificación de algunos asuntos conceptuales. He reducido los tipos de ensayo de los tres, de la edición anterior, a dos modelos que considero básicos para las instituciones de Educación General Básica, EGB, y Bachillerato, y que, de alguna manera, contienen a la variedad de modelos que existe: el ensayo de argumentación y el de comparación y contraste. En la edición anterior, las recomendaciones para el uso no sexista del lenguaje constaban como uno de los anexos; en esta nueva edición las he incorporado, a la luz de los debates actuales sobre el tema, no solo como parte del capítulo final sino como un elemento constitutivo de la redacción de este libro.

            Como señalé en la introducción de la primera edición, estoy convencido de que la sistematización de la escritura académica es una necesidad ineludible de nuestro sistema educativo. Lastimosamente, tanto en la escuela como en la universidad, hemos preferido la expresión escrita basada en la espontaneidad, puesto que esta produce la ilusión de libertad. Sin embargo, la espontaneidad de la escritura no ha contribuido a la libertad expresiva, sino, por el contrario, a una especie de pánico escriturario y quien se enfrenta a la escritura de textos académicos encuentra enormes dificultades, no tanto porque carezca de ideas cuanto porque carece de las herramientas adecuadas para expresarlas. En realidad, la escritura académica nos descubre todo lo contrario: la rigurosidad de la estructura del texto académico es lo que nos permite movernos con absoluta libertad expresiva en el planteamiento y sustento de las ideas. Solo a partir del dominio de la forma es como romperemos con esa forma y, solo así, escribiremos con una forma expresiva propia.

El pasaje de El principito, que cité al comienzo, me enseñó una lección de vida: el mundo está lleno de prejuicios. Desde entonces, creo que una de nuestras principales tareas éticas es combatir los prejuicios y hacer lo que esté a nuestro alcance para buscar la verdad y aceptar al ser humano en su diversidad: la investigación y la escritura académica contribuyen a aquello.

 


              Información y pedidos:

Corporación Editora Nacional,

Roca E9-59 y Tamayo – Quito, Ecuador

Teléfonos: (593 2) 255 4358, 255 4558, 256 6340

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[1] Antoine de Saint-Exupéry, El principito [1943], (Quito: Velázquez & Velázquez Editores, 2005), 22-23. 

[2] Agradezco a las personas que me autorizaron a utilizar sus textos e intervenir en ellos, modificándolos por razones de exposición didáctica, para que se ajusten al modelo descrito en el apartado respectivo. La fotografía del libro que ilustra esta entrada es mía.


lunes, enero 30, 2023

En Limoncito se aprende haciendo

La Unidad Educativa del Milenio «Ing. Agr. Juan José Castelló Zambrano» está ubicada en Limoncito, comuna de la parroquia rural Simón Bolívar, también conocida como Julio Moreno, del cantón Santa Elena.

En la vida académica y el servicio público los conceptos filosóficos se multiplican. Existe, por ejemplo, la idea de los cuatro pilares de la educación, según Jaques Delors: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos. Asimismo, a nivel internacional, se ha formulado políticas públicas educativas en el marco de un compromiso permanente del Estado para lograr la realización plena del derecho a una educación pública gratuita de calidad y calidez para todos. En otro ámbito, el principio pedagógico del aprender haciendo no es solo una consigna institucional sino una manera de entender el proceso de enseñanza y aprendizaje. Sentir que estas formulaciones filosóficas se encuentran, años después, en la vida cotidiana de una institución escolar —en cuyo nacimiento uno contribuyó con la mínima semilla de un bosque—, es una satisfacción espiritual que recompensa los desvelos y sinsabores del servicio público.

            La Unidad Educativa del Milenio «Ing. Agr. Juan José Castelló Zambrano» está ubicada en Limoncito, comuna de la parroquia rural Simón Bolívar, también conocida como Julio Moreno, del cantón Santa Elena. El sábado 28 de enero se llevó a cabo una sencilla ceremonia, tanto por la creación de la institución cuanto porque el 31 de enero se conmemora el natalicio de quien es su patrono. Quince años atrás, entre septiembre y noviembre de 2007, se ejecutaron las acciones administrativas que desembocaron en la creación de la fundación y la UEM. La Fundación del mismo nombre donó al Ministerio de Educación el terreno de la finca Carmen Paulina: cuarenta hectáreas productivas para las prácticas agrícolas. El convenio entre la fundación y el Ministerio permitió un trabajo conjunto para sacar adelante este proyecto educativo según el modelo del Zamorano, de Honduras. El diseño del pénsum contó con la asesoría de la economista Mayra Falck, en ese entonces, docente de dicha universidad, que también estuvo en la conmemoración del sábado pasado.

Con Juan José Castelló y Josefina Zambrano de Castelló.
El proyecto educativo rinde tributo a la memoria de un graduado del Zamorano, el ingeniero agrónomo Juan José Castelló Zambrano (1986-2007), a través de la implementación de la pedagogía del aprender haciendo de dicha universidad y, al mismo tiempo, ha convertido un territorio rural en un espacio comunitario de producción. En él, confluyen niños y jóvenes de las comunas de Limoncito, Juntas del Pacífico, Santa Ana, La Frutilla y Sube y Baja, que pertenecen a la parroquia de Simón Bolívar. Esta institución educativa nació en medio del dolor de los padres, Juan José y Josefina, por la pérdida de su hijo: ellos convirtieron su duelo familiar en un proyecto de vida al servicio de la comunidad y se han entregado con amor a generar las mejores condiciones, en alianza con las autoridades educativas, para la educación de la zona entendida como un motor que promueve el desarrollo de las comunas.           


En 2008, se iniciaron las actividades con una minga que levantó diez casas de caña guadúa de dos plantas, para las residencias estudiantiles; tres casas prefabricadas, para los docentes y la administración; dos galpones para comedor, cocina y dispensario médico; y tres aulas y un laboratorio de cómputo. En 2010, el Ministerio de Educación construyó el complejo educativo con una inversión de 3’500.000 US$. Hubo diferentes proyectos productivos con resultados diversos, según lo señalado en una investigación académica de 2013[1]: planta de procesamiento de ciruela, proyecto piloto del cultivo de piñón, producción de cacao fino de aroma, maracuyá, plátano y maíz, administración de un hato de cincuenta vacas, laboratorio de biotecnología, etc. Actualmente, se han iniciado dos proyectos: criadero y distribución de gallinas criollas y sembrío de balsa. De hecho, el sábado pasado disfrutamos de un exquisito seco de gallina, cuya textura y sabor son superiores, sin discusión alguna, a los de las aves de criaderos industriales, y ese mismo día, de manera simbólica, también sembramos algunos árboles del proyectado bosque de balsa.   

Con mi hija Daniela, sembramos un árbol de balsa.
            El proyecto educativo de la UEM JJCZ ha tenido logros y contratiempos a lo largo de estos quince años. En este proceso, el entusiasmo de su comunidad educativa se ha fortalecido y, desde hace un lustro, se retomó la relación de manera más estrecha entre la UEM y la Fundación JJCZ. En todo caso, aquellos conceptos educativos y de política pública, que mencioné al comienzo, se realizan en la vida diaria de este proyecto educativo que alberga, en cada célula de la naturaleza que envuelve a la escuela, el espíritu vivo de aquel joven ingeniero agrónomo, sintetizado en el nombre del proyecto inicial: «Yo sueño con Limoncito».



[1] Luz María Guamán Salazar y Felipe Vásquez Villaba, «Sistematización de la experiencia de desarrollo de la fundación Juan José Castelló Zambrano, Limoncito, Ecuador», Proyecto especial de graduación presentado como requisito parcial para optar al título de Ingenieros en Ambiente y Desarrollo en el
Grado Académico de Licenciatura en la Escuela Agrícola Panamericana, Zamorano, Honduras, noviembre de 2013, https://bdigital.zamorano.edu/server/api/core/bitstreams/2307aa62-bf67-4dfa-bd7b-c21048aa9b5f/content


lunes, enero 23, 2023

El yo de la literatura de ficción y quien escribe

Annie Ernaux durante la lectura de su discurso de aceptación del Premio Nobel 2022:

«Escribiré para vengar a mi raza».


            Cuando publiqué Pubis equinoccial (2013), que es un libro de relatos eróticos, me preguntaban, con cierta picardía, en casi todas las presentaciones que hice del libro, si yo había vivido las situaciones sexuales que narraba en mis cuentos. En términos teóricos, puedo decir que experimenté en carne propia todas las situaciones de mis textos literarios porque las he vivido en la escritura. En las obras de ficción, a veces, hay guiños que quien escribe se hace a sí mismo, a la persona con la que quiere dialogar en clave o a la cofradía. Lo que no puede hacer quien lee, me parece, es trasladar mecánicamente las cosas y asumir que, por ciertos datos, quien escribe está confesando un episodio sobre sí, pues la literatura no es un reflejo mecánico del mundo real (tanta tinta ha corrido alrededor de la teoría del reflejo de la realidad en el arte) sino una construcción formal del lenguaje y la imaginación: a veces, uno fabula sobre su propia vida y juega a «y qué hubiera sucedido si...» asumiendo, en el texto, el papel de héroe o villano o una mezcla de ambos. Si bien existe el texto propositivamente confesional, el yo de la literatura de ficción, más que una confesión autobiográfica, es, por lo general, una categoría de la estructura del relato: una voz narrativa que quien escribe ha escogido para contar una historia.

Semanas atrás, escribí en este blog sobre Vargas Llosa y su entrampamiento como figurante en la civilización del espectáculo que él mismo criticó[1]. En lo personal, me importa poco el chismerío alrededor de la ruptura sentimental de Vargas Llosa e Isabel Presley: el tratamiento mediático que le han dado al asunto es tan vulgar como los sueños de riqueza y vida social que tenía madame Bovary. De hecho, la lectura del cuento por parte de la prensa del corazón es equivocada porque cree que los episodios de la vida del autor se trasladan mecánicamente al texto literario. El tema de «Los vientos» no es la ruptura amorosa, aunque la menciona. «Los vientos» —cuento de tono ensayístico, a ratos aburrido y panfletario; afortunadamente, salvado del tedio por el humor— desarrolla otros temas: la soledad, la vejez y el cambio del paradigma cultural. El narrador en primera persona es un personaje, no la persona de Vargas Llosa, aunque las ideas de aquel sean similares a las del autor. Deducir, por una reflexión del personaje del cuento, que Vargas Llosa está hablando de sí mismo es una mezcla de ignorancia y sensacionalismo: típico de la superficialidad y el facilismo de la prensa rosa.   

            Ariana Harwicz escribió, días atrás, en su cuenta de Twitter: «La escritura nunca es autobiográfica aunque todos los hechos hayan existido, aunque la literatura es una forma de memoria, incluso más que la vida. Kertész dice que su composición es abstracta, hecha de signos. Su lengua es atonal, Shönberg, es tan verdad como su deportación»[2]. Concuerdo con esta reflexión por cuanto el problema de la literatura del yo como exposición de la autobiografía y su verdad es un callejón sin salida, pues, al narrar un suceso, desde el mismo momento de la selección de los hechos narrables es ya un recorte artificial de la realidad, según la narrativa que optamos por construir en el texto. Además, al definir una voz narrativa también estamos manipulando un acontecimiento, ya que la selección de la voz la hacemos según el punto de vista desde donde queremos contar los hechos escogidos de nuestra historia personal y del énfasis que queremos darle a un suceso. A fin de cuentas, toda historia narrada en un texto es verdadera en tanto es escritura y toda escritura es composición de estructuras, desarrollo de formas narrativas y traslados de sentido.

Se acepta, generalmente, que Adiós a las armas, de Ernest Hemingway, es una novela autobiográfica por las similitudes del personaje y del autor; no obstante, si nos despojamos del prejuicio biografista, nos daremos cuenta de que lo que hace Hemingway es aprovechar una experiencia vital para novelar un episodio bélico, de un realismo crudo, atravesado por una historia de amor, como también lo hará en Por quién doblan las campanas, con menos elementos personales. ¿Nos atrae la novela por lo que podría contar sobre la vida de su autor o, esa misma novela, nos cautiva por la escritura que disecciona una vida en la plenitud de su contradictoria existencia, como lo hace la buena literatura? Hemingway es un tipo de escritor del que se dice que convirtió su vida aventurera en literatura. Cuando le preguntaron si había descrito alguna situación de la que no tuviera un conocimiento personal, respondió: «Esa es una pregunta extraña. Al decir conocimento personal, ¿quiere usted decir conocimiento carnal? En ese caso la respuesta es afirmativa. Un escritor, si es bueno, no describe. Inventa o hace a partir del conocimiento personal o impersonal, y algunas veces parece poseer un conocimiento inexplicado que podría venirle de la experiencia racial o familiar olvidada»[3].

No me llama la atención El acontecimiento, de Annie Ernaux, tanto porque sea verdad que ella vivió la experiencia clandestina del aborto que narra en su libro, cuanto porque es una escritura conmovedora, capaz de transformar una experiencia personal —dolorosa, peligrosa, atravesada por el origen de clase social— en una novela que, trabajada desde las convenciones de la literatura, es un texto capaz de convertir la experiencia de quien la escribió en una experiencia de quien la lee. La propia Ernaux dijo en su discurso de aceptación del Premio Nobel: «No pretendo contar la historia de mi vida ni desvelar sus secretos, sino descifrar una situación vivida, un acontecimiento, una relación amorosa, y revelar así algo que solo la escritura puede hacer existir y transmitir, quizá, a otras conciencias y otras memorias»[4]. No quiero ser malinterpretado: es muy importante la confesión en tanto posicionamiento de una reivindicación política —el aborto, en este caso, como derecho a decidir—, pero si esa confesión no se hubiera convertido en escritura, entonces, su verdad testimonial carecería de valor literario, aunque tendría otro valor —tal vez más importante para sus efectos prácticos— en el terreno del activismo político.   

Me interesa un texto literario, sea basado o no en la vida de quien escribe, en cuanto sea escritura capaz de hacerme sentir lo que leo como una transmutación de la vida y sus intersticios en literatura, tal como sucede en El Quijote, de Cervantes, o en En la mano izquierda de la oscuridad, de Ursula K. Le Guin, aunque la una sea una novela realista y la otra una novela de ciencia ficción. Como dijo Annie Ernaux en el discurso ya citado: «Pero como todas las cosas se viven, inexorablemente, de forma individual — “me sucede a mí”—, no pueden leerse de la misma manera salvo si el “yo” del libro se vuelve, en cierta forma, transparente, de suerte que el del lector o el de la lectora ocupen su lugar. Si ese Yo es, en suma, transpersonal». El yo, en la literatura, es una entidad discursiva, por tanto, una voz del texto, lírico o narrativo, que debe ser asumido como escritura.

A quienes leemos literatura nos apasiona el lenguaje del texto, al periodismo de las revistas del corazón, en cambio, le subyuga el chismerío sobre la vida de quienes escriben. Yo escribí Pubis equinoccial para realizar una exploración literaria sobre la sexualidad humana en diferentes situaciones vitales; en este cuentario, hay un trabajo extenuante de lenguaje: me propuse nominar lo sexual —explotado sin límites por la pornografía— con palabra diferente y diferenciadora[5]. Siempre es liberador desmontar un tabú. Por eso, cuando me preguntaban si había descrito vivencias personales en los cuentos de dicho libro respondía, como suelo decir desde hace años: mi escritura es mentirosamente autobiográfica

 

Un poco de humor siempre viene bien: este meme lo hice en 2018.
 


[2] Ariana Harwicz, (@ArianaHar), Twitter, 10 de enero de 2023.

[3] George Plimpton, «Entrevista con Ernest Hemingway», en El oficio de escritor (México D.F.: Ediciones Era, 1970), 219. En la foto, Ernest Hemingway, en Milán, 1918, con su uniforme militar.

[4] Annie Ernaux, «Discurso íntegro de Annie Ernaux ante la Academia Sueca», El País, 7 de diciembre de 2022, traducción de Lydia Vázquez Jiménez, acceso 10 de diciembre de 2022, https://elpais.com/cultura/2022-12-07/annie-ernaux-en-su-discurso-del-nobel-hay-hombres-para-quienes-los-libros-escritos-por-mujeres-no-existen.html