En El
oficio de escritor, que recoge dieciocho entrevistas a otros tantos
escritores publicadas por The Paris Review, Henry Miller, entrevistado en septiembre de 1961, en Londres, afirma que está
a favor de la obscenidad y en contra de la pornografía. Al explicar el aserto
señala: “Lo obsceno sería lo directo y la pornografía sería lo sinuoso. Creo en
decir la verdad, con toda frialdad y, de ser necesario, con intención ofensiva,
sin disfrazarla. En otras palabras, la obscenidad es un proceso de saneamiento,
mientras que la pornografía sólo aumenta la tenebrosidad.” El proceso de
saneamiento tiene que ver con el derrumbamiento de los tabúes, ya que según él,
cuando se transgrede un tabú, “sucede algo bueno, algo vitalizante.” Con esta
afirmación, Miller resignificó lo obsceno dándole una carga liberadora y
creativa del individuo.
Hoy, el imperio mediático en el mundo es el
vehículo de las mayores agresiones al ser humano a través de la estética del
porno blando. Algunos de los así llamados realities, por ejemplo, no
dudan en mostrar las miserias de la promiscuidad al que se someten sus
protagonistas para que el programa gane audiencia y cada uno de ellos un poco
de fama. Los periódicos de crónica roja, tabloides del peor sentido estético y
ético, mezclan la pornoviolencia de la muerte de los pobres —porque, eso sí,
además son clasistas al momento de seleccionara los cadáveres que exhiben— con
desnudos de mujeres —siempre el cuerpo de la mujer como espacio de la violación
visual del público masculino—. Por supuesto, tales expresiones mercantiles de
los mass media no transgreden tabú algún sino que, por el contrario,
bajo la máscara de liberalismo, en realidad, deforman el sentido liberador de
la sexualidad y lo convierten en la afirmación de los prejuicios sexuales de la
peor especie.
Es indispensable, entonces, que
la sexualidad sea entendida como un elemento transgresor, que libere al
individuo de sus taras atávicas y que, en un sentido general, lo sane y lo
purifique en la medida en que sea capaz de asumir el erotismo como una búsqueda
permanente y una práctica vital que rompe tabúes. La literatura erótica, en ese
sentido, es la evidencia la confrontación del ser humano contra los tabúes
sexuales impuestos por el conservadurismo de las sociedades modernas.
Una experiencia de escritura en el sentido descrito arriba la plasmé en
mi cuento “Bajo el signo de Isis”, que fue uno de los cinco cuentos ganadores
del primer premio del concurso internacional “Sexto Continente del Relato
Erótico”, 2010, convocado por editorial Irreverentes y el programa Sexto
Continente de Radio Nacional de España. Con motivo del premio, Patricia
Villarroel, corresponsal de El Universo,
me hizo una entrevista en Madrid, el viernes 9 de julio de aquel año. La
entrevista, sin ninguna explicación posterior y a pesar de haber sido
solicitada especialmente por la corresponsal, jamás fue publicada por el
periódico de marras; sin embargo, la periodista tuvo la suficiente seriedad
profesional y la publicó, finalmente, en un periódico online: http://www.raizecuador.com Yo la reproduje en la entrada del 15 de noviembre de 2010, de este blog , a propósito de que "Bajo el signo de Isis" apareció en la antología El sabor de tu piel, publicada por la editorial Irreverentes, en España. http://acoso-textual.blogspot.com/2010/11/lo-erotico-permite-adentrarse-en-lo.html
En dicha entrevista, señalé
que la idea central del cuento es la de una relación amorosa que por el tiempo
que lleva tiene una búsqueda y una exploración del eros de la pareja que
transgrede ciertas convenciones. Es una exploración sobre una forma de placer
considerada tabú, puesto que se trata de un tipo de relación sexual de la que
no se habla, en la medida en que se la considera una práctica escatológica. La
ruptura del tabú residiría en el hecho de que, para los personajes del cuento,
esa búsqueda se da desde una exploración en paralelo y con un sentido
igualitario.
En los cuentos que conforman Pubis
equinoccial he querido presentar el conflicto individual de cada personaje
atravesado por la sexualidad problematizada. La mayor parte de las veces, la
narración está construida con un lenguaje directo, realista, si se quiere, en
lo relacionado con las descripciones, y buscando diferentes niveles
metafóricos. El lenguaje de los cuentos es sexual y directo, enmarcado en
situaciones que destruyen el ambiente hedónico que algunos personajes intentan
crear. La realización del deseo es posible pero también es efímera, y la
soledad se convierte en la única realidad permanente. La temática erótica me ha
exigido un lenguaje que transitara sin caer, como sobre una cuerda floja,
encima del abismo de la pornografía y el lugar común.
Concibo, en Pubis equinoccial,
el lenguaje de la literatura erótica como la consecuencia de una tensión
permanente entre el placer hedónico y la complejidad que conlleva la
realización del deseo, entre las urgencias de la excitación que provoca la
genitalidad al descubierto y el tormento que implica el proceso creativo al
trabajar con esa materia. Siguiendo a Henry Miller, el sentido de lo erótico
implica una práctica liberadora de los prejuicios sexuales del individuo frente
a sí mismo y al Otro. Y, sobre todo, un amor profundo en el amplio sentido de
la sentencia de San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”.