José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

martes, marzo 25, 2008

Un libro, un concierto

Sebastián Vallejo,
Aida Corral de Vallejo, en cuya memoria está escrito el poemario Missa solemnis,
y Raúl Vallejo en la Mitad del mundo.



Por Jorge Dávila Vázquez

El Mercurio, domingo 23 de marzo de 2008

De manera particularmente hermosa, el libro más reciente de Raúl Vallejo Corral, Missa Solemnis, se ha ligado a la música. En efecto, tanto en Quito, la noche del lunes 17 de marzo –en el marco maravilloso y barroco de la Iglesia de la Compañía de Jesús, con el fondo emotivo de “Las siete últimas palabras de Cristo” de Haydn-, como en Cuenca, su presentación se enmarcó en el Festival de Música Sacra, del que disfruta la capital desde hace años, y que en éste, por iniciativa de la Municipalidad cuencana, con el apoyo de la Fundación Teatro Nacional Sucre, lo ha disfrutado nuestra ciudad, aunque sea de modo parcial.


El libro de Vallejo es un conjunto de poemas de índole religiosa, que el autor dedica a la memoria de su madre. Lo he expresado en otra parte: cuando oímos hablar de poesía religiosa, sentimos cierta desconfianza, y nos preguntamos si no se tratará de un conjunto de versitos devotos y aun beatos. Pera la fuerza, la energía líricas, humanas, intensas, con que el autor ha concebido esta gran Missa, con su tono entre lo amargo y lo glorioso, nos apartan de todo pensamiento negativo sobre el tema. Este libro, de un escritor que nos ha dado cuentos de los mejores de su generación, novelas y dos tomos de lírica, muestra hondos valores religiosos, pero, al mismo tiempo, es un canto desgarrado del hombre frente a sus circunstancias vitales, su soledad, sus temores, su lucha con el dolor y la muerte, y, asimismo, su “resurrección”, más allá de todas las crucifixiones, para proclamar una fe inquebrantable.

Hay que leer esta obra, despaciosamente, disfrutando de sus valores de todo tipo, no solo literarios, sino culturales; como el gran conocimiento de la Biblia que exhibe Vallejo, su dominio de los textos cristianos, como el medieval de Jacopone da Todi, que habla de la presencia de María junto a la cruz, que dio origen a los innumerables “Stabat Mater” de la música occidental, o su familiaridad con los rituales católicos, y, naturalmente, su nueva visión de cuanto tiene que ver con la palabra de Cristo, tantas veces tergiversada a lo largo del tiempo.
Complemento de esta poesía magnífica fue la presentación, la noche del martes 18, en el Teatro Sucre de Cuenca del Ensamble Vocal Español “Albada”, que exhibió un precioso repertorio de obras, que iban desde el siglo XIII al XVII. Extraordinaria habilidad la de estos músicos, cantores y danzarines, que usando de instrumentos de época, hilvanaron para un público fascinado, la historia de Eneco, que sale en pos de su destino y recorre parte de la Edad Media y el Renacimiento.

Pocos elementos, una ambientación lograda a base de cirios encendidos, un vestuario apropiado, un gran sentido de lo teatral, y la música entrando en el corazón del público de un modo excepcional.

Creo que nadie olvidará esta experiencia, que combinó una poesía totalmente actual con unas melodías venidas de otros tiempos, de forma completamente armónica y ejemplar.

Missa solemnis o la fe agónica en la poesía de Raúl Vallejo


Los cantos son glosa, reescritura y una muy actual reinterpretación de textos bíblicos y litúrgicos

Por Diego Araujo Sánchez, Subdirector Editorial de HOY. Sábado 22 de marzo de 2008

La obra se abre con un canto de alabanza, el Salmo 150 del "Libro de Salmos" de la Biblia y se cierra con la reescritura de ese canto, desde el aquí y ahora de la voz del poeta, con un timbre que recuerda los Salmos del nicaragüense Ernesto Cardenal. Siguen después el Magnificat y las secuencias canónicas de la Misa: Kyrie, Credo, Sanctus, Padrenuestro y Agnus Dei, y otro grupo de poemas en "Las siete palabras de Cristo en la cruz" y, para concluir la obra, el Stabat Mater y la "Resurrección y ascensión de Cristo, según el Evangelio apócrifo de María Magdalena".

Es clara la voluntad de composición del conjunto del libro, según señala Manuel Corrales en el análisis introductorio al libro. Es significativo que, en el canto inicial y los dos grupos de poemas con los cuales concluye la obra, el yo poemático corresponda a voces femeninas, la de la Virgen María del Magnificat y la de la misma madre junto a la cruz, y la de María Magdalena, desde cuya mirada se registra la resurrección y ascensión de Cristo. Esa visión femenina remite a un motivo clave del libro: la exaltación de la madre, la victoria de la mujer sobre el dolor, la fecunda capacidad de este amor pleno y generoso, su poder germinativo que perpetúa la vida. Los poemas de Raúl Vallejo son reinterpretación, glosa, escritura sobre escritura, a partir de la Biblia y la tradición litúrgica. Más allá de este referente que condiciona el lenguaje poético de Missa solemnis, los poemas nos remiten a una fe agónica, en el sentido etimológico y unamuniano de agonía: lucha, combate. No son cantos piadosos los de Vallejo. Así, por ejemplo, el poema inicial del "Gloria" invierte la alabanza al Dios en las alturas y expresa la ausencia, el vacío o el silencio de Dios en el mundo ("Tu mudez es un trueno que me aterra/ responde a la plegaria de tus hijos"). En la visión de yo poemático, se expresan dos dimensiones: una metafísica y existencial, con el motivo de la transitoriedad humana o el de la experiencia vital como peregrinaje, que señala también como motivo central del libro Manuel Corrales; y otra dimensión colectiva y política, en la cual los males sociales se materializan en el Imperio.

No sobresale el lenguaje poético por la eufonía y musicalidad; tampoco por una profusa sensorialidad de las imágenes; es lo conceptual la fuente de intensidad de ese lenguaje, y son las desviaciones de los textos bíblicos o litúrgicos de los que proceden los cantos los principales sustentos de esta poesía. La intensidad de aproximación a lo sagrado fluctúa entre dos extremos: la desolación del hijo en la cruz y, allí mismo, la fortaleza de la madre, "el rayo que rasga la tiniebla".

domingo, marzo 09, 2008

Transfiguración de cobre en blanco

(Motivo sobre un cuadro de Edgar Carrasco)

Por Raúl Vallejo








Moraba en tierra milenaria con sueño de espantamiento.
Sin historia ni cataclismos ni dioses que me identifiquen.
¡Oh tiempo del silencio y la materia silente!
¡Oh rastro sin rostro y volcanes de llamavientos!
Soy la entraña vida de meandros y caminos sinuosos.
Soy el surco que arado alguno habrá de señalar.

Después han sido en mí las mutaciones.
Contacto del drama que sepultó el futuro en la minasorda.
¡Oh quebrada de seres anónimos que van haciendo el poema!
¡Oh risco del riesgo y barrancos de vértigosiesta!
Existo en la posibilidad de cuencas vaciadas y llantosdesgracia.
Existo en los sueños de un par de manos sacrificadas.

¿Qué me aguarda en la nueva esfera de mi existencia?
¿Qué soy ahora que no soy olvido en medio de la tierra?
¿Dónde existo si la memoria avanza petrificada y luego estalla?
Manos, ácido, largaesperas.
Quietud, neuronas, humanocontacto.
Dioses del incesto,
Antropófagos del siglo XX y los neutrones:
Heme aquí,
Para castigo de la soberbia
Y permanencia de la pazvida,
Cobre transfigurado en blanco.

Segundo Premio en el Concurso Nacional de Poema Mural “Fundación de Guayaquil”, 1986