Max
Ernst (1891 – 1976) publicó, entre 1929 y 1934, tres novelas collage (La mujer 100
cabezas, Sueño de una niña que quiso
entrar en el Carmelo, y Una semana de
bondad), pero en su caso fueron obras de arte trabajadas con imágenes, en
el marco onírico del surrealismo. Ernst reelabora grabados del siglo diecinueve
y los vuelve un relato gráfico. En estas obras, el collage es la técnica que le
permite narrar una historia a partir del dibujo resignificado.
Por
mi parte, en El perpetuo exiliado, he
convertido al texto narrativo en un laboratorio de experimentación narrativa al
que he denominado novela collage. Me dirán que, hoy día, toda novela es
un collage puesto que admite e incorpora una variopinta gama de discursos. En
realidad, si estiramos el concepto, El
Quijote sería una novela collage.
No obstante, existen por lo menos tres elementos diferenciadores para lo que he
propuesto.
Casa de la Cultura de Sevilla, Colombia, 28 de octubre de 2016, previa la presentación de El perpetuo exiliado. |
El
primer elemento tiene que ver con la consciencia autoral de la construcción del
texto como un collage utilizando retazos de textos no literarios en sí mismos.
Este elemento no es menor por cuanto, como señala Marx, al comienzo del
capítulo V, del libro primero, de El
Capital, al hablar del proceso de trabajo y del proceso de valorización: “Una
araña ejecuta operaciones que se asemejan a las del tejedor; y una abeja
avergonzaría, por la construcción de las celdillas de su panal, a más de un arquitecto.
Pero lo que desde el principio distingue al peor arquitecto de la mejor abeja
es que el primero ha modelado la celdilla en su cabeza antes de construirla en
la cera”. Al final de la novela, paso revista a las decenas de materiales que
utilicé para su escritura.
El segundo, es la
transformación de los textos no literarios, dotándolos de nuevas funciones a
nivel semántico y a nivel estético y lograr que, como sucede con las muñecas
utilizadas por Viteri, se mimeticen en el texto literario total que es la
novela. Por ejemplo, el diario del agente de la CIA: en su escritura es
indispensable la construcción de un lenguaje que afirme, por un lado, la
condición de texto que habrá de formar parte del collage con la identidad
propia de su naturaleza; y, por otro, que el tono, aún con disonancias, y la
tesitura del elemento estén integrados al lenguaje de la novela.
Y,
finalmente, estamos ante el proceso de elaboración del texto que se escoge para
que sea parte del discurso novelístico. Se trata de un trabajo de escritura de
imitación de una escritura no literaria, similar al del artista hiperrealista: las
cartas, por ejemplo, son escritas como parte de la ficción para que asuman una
función de elemento real añadido al discurso novelístico y reafirme su verosimilitud.
Pero, además, en su construcción, las he dotado de una historia particular y a
ellas les he intercalado retazos de textos que fueron realmente escritos por
quienes aparecen como autores de aquellas cartas aunque no necesariamente en un
objeto carta sino en textos de otra naturaleza y en situaciones diversas.
En síntesis, se
trata de la escritura de una novela utilizando todo tipo de materiales
textuales de tal manera que adquieran una nueva función en el texto novelístico:
cartas, diarios, informes, ensayos académicos, noticias, autobiografías,
entrevistas, etc. La novela collage
en sí misma es un artificio —eso sí, como toda novela— pues los materiales
utilizados para el collage también son textos que pertenecen al estatuto de la
ficción, es decir, son escritura del mismo autor.