Aída Corral de Vallejo (1925 - 2004) |
Existe
una voz que lo llena todo desde cuando fui semilla
habitante
del vientre que me hizo humano
memoria
de la ola en las madrugadas de la casa frente a la playa.
Es
tu voz, madre,
la
que me acompaña cuando mis pasos son leves
susurros
en la quietud del templo
chapoteo
angustioso en el lodazal del mundo,
pies
que regresan a refrescarse en la agónica espuma de mar.
Tu
voz, madre,
miel
de caña caliente
que
cubre las palabras para hacerlas menos dolorosas
bálsamo
de fragancias amazónicas
que
aliviana el tránsito cotidiano en el hogar
agua
danzante de una fuente infinita
que
me baña con la sabiduría sencilla de las mujeres tristes
recuerdo
de atardeceres de cara al sol
círculo
de fuego que el horizonte marino engullía.
Es
tu voz, madre, que ya no es.
Tu
voz que continúa endulzando y perfumando
este
desamparo irremediable con el que ando vestido.