Dibujo de Guamán Poma de Ayala, c. 1615 |
Que, en Tuiter, gente llena de prejuicios diga que Quito tiene que dividirse en por lo menos dos alcaldías —porque la ciudadanía del norte “es más educada” que la ciudadanía del sur— se puede entender en la medida en que Tuiter le ha dado voz al idiota del barrio, según lo dijera Umberto Eco. Pero que ciertos sectores del periodismo, portavoces de las clases dominantes y el establecimiento, lo planteen como una alternativa de división política-administrativa de la capital es un indicio de que la derecha ideológica y política, a través de sus voceros, pretende imponer un modelo de ciudad clasista y excluyente. Parecería que el espíritu arribista que acompañó aquella transformación del Quito de los 70, que tan brillantemente Abdón Ubidia describiera en su novelina Ciudad de invierno, se hubiera perpetuado hasta hoy: una ciudad súbitamente modernizada que dejaba atrás beatas y callejuelas adoquinadas a cambio de pasos a desnivel y edificios de vidrio: «Porque la ciudad se estiraba entre las montañas hacia el Norte, como huyendo de sí misma, como huyendo de su propio pasado. Al Sur, la mugre, lo viejo, lo pobre, lo que quería olvidarse. Al Norte, en cambio, toda esa modernidad desopilante cuya alegría singular podía verse en las vitrinas de los almacenes adornadas con posters sicodélicos»[1].
Lo más grave del planteamiento sobre la división de Quito en dos o tres alcaldías, anclado en la organización colonial de la ciudad letrada, es que ni siquiera se origina en una reflexión académica sobre los modelos de gobernanza de una ciudad, sino en la respuesta visceral a una derrota electoral. Es decir, no se lo plantearon mientras Guayaquil fue gobernada, durante treinta años, por una oligarquía que abandonó la ciudad, la dejó enrejada y con serios problemas sociales; tampoco lo pensaron mientras Quito era gobernada por la oligarquía de herencia colonial y sus voceros. Dividir una ciudad, económica y socialmente desigual, en municipios signados por su clase social, su origen étnico y su desarrollo cultural, únicamente la vuelve una ciudad más inequitativa.
No voy a analizar los distintos modelos administrativos de ciudad, pero los expongo de manera sucinta. Bogotá, con 7 743 955 habitantes según el censo de 2020, elige un alcalde Mayor —desde enero de 2020, Claudia López, de Alianza Verde, de centro, ejerce el cargo de alcaldesa Mayor—, y un Concejo Distrital, que es el principal órgano de gobierno. Bogotá está dividida en veinte localidades y cada una de ellas tiene una Junta Administradora Local, JAL, también elegida por voto popular. Cada JAL, luego de un concurso de mérito, propone una terna a la Alcaldía Mayor y, la alcaldesa nombra al alcalde de cada localidad, que tiene funciones de jefe administrativo. New York, con 8 804 109 habitantes en los cinco distritos y 22 085 649 en la zona metropolitana, elige un solo alcalde y este nombra alcaldes delegados para atender asuntos puntuales de la administración de la ciudad. El actual alcalde, desde el enero de 2022, es Eric Adams, un político afroamericano del ala derecha del Partido Demócrata. Incluso Ciudad de México, con 9 209 944 habitantes según el censo de 2020, que tiene dieciséis alcaldías elegidas por el voto de cada distrito en que se divide una ciudad con severos desniveles sociales, tiene una jefa de Gobierno —desde 2018 es Claudia Sheinbaum, de la agrupación Morena, de centro izquierda— elegida por voto popular de toda la ciudad.
¿Cómo se distribuyen los impuestos en el programa de inversiones? ¿De qué manera se cubren los servicios básicos? ¿Cómo se mueven los habitantes de un lugar a otro de la ciudad? ¿De qué manera se determina el uso del suelo? Una ciudad requiere solucionar la movilidad y la seguridad de sus habitantes, dotar de servicios básicos a todos sus habitantes, diseñar su crecimiento urbano, lograr una comunidad cohesionada culturalmente, etc. Pero, pretender que los pasos a desnivel del norte, el túnel Guayasamín y el metro, por ejemplo, los paguen todos los habitantes de la capital pero que el impuesto de los sectores de mayores ingresos no se redistribuya en toda la ciudad es un modelo perverso. Lastimosamente, hoy en día, ese modelo excluyente se promociona sin escrúpulos como si fuera una aspiración legítima de quienes están convencidos de que las comodidades y servicios de los que gozan son productos de sus ganancias e ingresos individuales y no el resultado de la generación de riqueza de la sociedad en su conjunto, particularmente del usufructo de la renta petrolera desde los años 70.
Actualmente, Quito, con una población estimada de 2 800 000 habitantes, tiene ocho administraciones zonales, más la administración especial de La Mariscal, que descentralizan la gestión institucional y sus administradores son nombrados directamente por el alcalde. Se puede, por ejemplo, generar un modelo participativo de selección para las administraciones zonales similar al que el entonces alcalde Jorge Yunda, paradójicamente el más vilipendiado por las élites, organizó en 2019 por primera vez en la ciudad y lograr una mayor participación comunitaria.[2] Proponer la división de la ciudad en dos o tres alcaldías —según la zona geográfica pero, sobre todo, según los sectores sociales— es un planteamiento que olvida los problemas (de uso de suelo y ambientales; de movilidad y seguridad; de servicios y de disfrute de espacios recreacionales, etc.) que el desarrollo urbano de una ciudad ha generado y cuyos mayores perjudicados son los habitantes de los estratos medio y bajos. Estaríamos ante un proyecto político de ciudad, de estirpe colonial y con ribetes de aporofobia, que busca concentrar la renta y excluir a la población que no se somete a su poder, en el que ni siquiera tiene cabida la implementación de una alternativa socialdemócrata que propenda a la construcción de una ciudad más justa, equitativa y solidaria por la vía de la redistribución de la riqueza.
[1] Abdón Ubidia, «Ciudad de invierno», en Bajo el mismo extraño cielo (Bogotá: Círculo de Lectores, 1978), 64.
[2] «Nueve mujeres dirigirán las administraciones zonales del Distrito Metropolitano de Quito», El Comercio, 04 de julio de 2019, acceso 11 de febrero de 2023, https://www.elcomercio.com/actualidad/quito/mujeres-administraciones-zonales-proceso-seleccion.html
En Guayaquil, las élites económicas y quienes se creen parte de ella, migraron a Samborondón, ahora tienen un alcalde que no es elegido con los votos del electorado de estratos bajos medios. La pregunta es, es una ciudad o es solo una gran avenida con centros comerciales? No hay agregación, mas bien lo contrario, tal vez ése es el modelo que buscan ... la aporofobia es un grandísimo problema
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