José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, agosto 22, 2011

La manipulación mediática de una mentira

O cómo los medios ecuatorianos manejaron tendenciosamente la noticia sobre un video presentado a la fiscalía del Guayas por Emilio Palacio como una “prueba” de que el presidente Correa había ordenado disparar el 30-S.


El contenido del video

Los hechos son implacables frente a las especulaciones; por eso, antes que nada, es necesario escuchar lo que dice el presidente Correa en el video que Emilio Palacio presentó el miércoles 17 de agosto a la fiscalía del Guayas como “prueba” de que aquél había ordenado disparar al cuerpo de las personas el 30 de septiembre de 2010. He aquí lo que dice el presidente Correa: “Dígales que le lancen gas al presidente y un tiro en el pecho, antes que traicionar así a la patria. Los que están haciendo eso son unos traidores a la patria.”

El contenido es claro, las palabras del presidente Correa son las que se escuchan y corresponden, de manera consecuente tanto política como emocionalmente, a la actitud que él asumió durante los sucesos de aquel día aciago para la democracia puesto que estuvo a punto de concretarse un golpe de Estado.

¿Por qué, entonces, los principales medios ecuatorianos, al menos en sus versiones online, presentaron tanto el video como el tratamiento noticioso del mismo como si fuera un suceso esclarecedor cuando, a todas luces, se trata de una mentira pues el denunciante sugiere que el presidente Correa dijo una cosa diferente a la que en el video se escucha que dijo?

¿Y dónde quedó la ética periodística?

La ética periodística suele quedar en el olvido cuando lo que mueve a quienes fungen de periodistas no es la búsqueda de lo verdadero sino el prejuicio ideológico y la utilización de los espacios de prensa para fines políticos. Y no es que sea negativo per se hacer periodismo político; lo que sucede es que los lectores tienen el derecho de conocer desde qué ideología, desde qué toma de partido, desde qué intereses y con qué objetivo político un medio o sus periodistas informan o analizan. Lo antiético es que, convertidos ya en actores políticos que defienden ideologías e intereses concretos, algunos medios pretendan seguir fungiendo de independientes y profesionales.

En el tratamiento noticioso del video presentado por Palacio, los principales medios ecuatorianos incurrieron en amarillismo y falta de profesionalismo pues pretendieron armar un escándalo mediático a través de la sobre exposición noticiosa de un mentira burda, utilizaron titulares que buscaban escamotear la verdad y se olvidaron de las preguntas elementales a la hora de pesar el valor periodístico de un documento.

Manipulación al presentar la noticia

El amarillismo fue la tónica desde el primer momento. En general, los titulares insinuaron que se trataba de una prueba fundamental para el proceso. Tomando en cuenta que mucha gente solo lee los titulares y, a lo sumo, la introducción de la noticia, el sensacionalismo, típico del amarillismo periodístico, fue una táctica para generar dudas sobre la versión oficial y apuntalar la “acusación” de Palacio.

Así, el 17 de agosto, Expreso, tituló “Palacio revela vídeo que un policía grabó de Correa”. En el desarrollo de la noticia, el reportero se vale de una fuente anónima y no contrasta la información: “En el escrito, el supuesto agente relata que filmó cuando Correa llegó a las 09:15 al edificio del Grupo de Operaciones Especiales, y sin bajarse del carro dijo que los oficiales allí presentes “debíamos ir a poner orden, para lo cual debíamos darles a los responsables un tiro en el pecho por traicionar a la patria.” ¿Acaso el reportero no tuvo acceso al video para contrastar lo que cita textualmente como dicho por un agente no identificado frente a lo que realmente dice el presidente Correa?

Al día siguiente, el mismo Expreso, tergiversando la realidad, tituló el seguimiento de la noticia así: “El Gobierno dice que Palacio alteró video”. El gobierno jamás dijo que el video había sido alterado, cosa que de haber sucedido —la alteración del video, me refiero— hubiese tenido serias implicaciones penales. Lo que el gobierno hizo fue aclarar las palabras dichas por el presidente Correa que quienes redactaron la noticia en los medios, al parecer, no escucharon bien y optaron, al cubrir la noticia, por copiar la versión incorrecta dada por Palacio en la fiscalía.

El Universo, el 18 de agosto, uso un titular aparentemente neutro: “Emilio Palacio divulga un video nuevo sobre el día de la revuelta policial”. Digo “aparentemente”, porque en el tratamiento de la noticia, El Universo no cuestiona para nada el contenido del video sino que, por el contrario, a pesar de que lo sube en la versión online, reproduce solo una parte de lo que dice el presidente Correa: “En medio de un audio que está entrecortado, se oye al presumible Rafael Correa mencionar en tono enérgico palabras como “lo que están haciendo esto son traidores a la patria”. Pero, claro, de lo que dice antes, es decir: “Dígales que le lancen gas al presidente y un tiro en el pecho, antes que traicionar así a la patria”, no señala nada. En otras palabras, El Universo cita de manera inadecuada las palabras del presidente Correa por cuanto corta el mensaje completo. Y, esto, ¿por qué?; porque de haber puesto el mensaje completo la noticia generada por Palacio en el sentido de que existía una prueba que le daba la razón hubiese quedado en nada.

Al día siguiente, El Universo, en vez de aclarar el contenido del video y desechar la versión de Palacio más bien lo entrevista dándole más espacio para que éste último afirme: “Emilio Palacio: ‘Si hay dudas respecto al video habría que llamar a los testigos’.” ¡Testigos anónimos de una denuncia anónima de un oficial cuyo nombre se desconoce!


El redactor de la noticia para Vistazo online parece tener problemas auditivos. El 18 de agosto, con un titular neutro, “Palacio entregó video a la Fiscalía”, al desarrollar la noticia, dice: “‘Un tiro en el pecho por traicionar a la patria’, se escucha decir supuestamente a Correa, en el video que presentó Palacio en una reunión en privado con el fiscal del Guayas, Antonio Gagliardo.” Me responderán, la noticia dice “supuestamente”. Pero yo replico, ¿“supuestamente” qué o quién? Tal como está construida la frase, el reportero de Vistazo no duda de lo que ahí está dicho sino de quién lo dice: “supuestamente a Correa”. Si hubiera dudado de lo dicho, tendría que haber escrito: “supuestamente se escucha decir a Correa”. En este último caso, no quedaba duda de que las palabras eran de Correa pero sí que se dudaba de lo dicho. Lo que explico está corroborado por la misma introducción a la noticia que utiliza Vistazo: “El exeditor de opinión de El Universo indica que supuestamente el Presidente Correa aparece ordenando disparar contra quienes atenten contra él.” Definitivamente, Vistazo no pone en duda lo que se dice en el video sino quién lo dice. ¿No tenían en la redacción de Vistazo un par de minutos para escuchar el video de 21 segundos con un poco más de atención? Vistazo no le dio seguimiento a la noticia y, por tanto, no aclaró lo que informó mal el día 18.


El Comercio, el 18 de agosto, tituló la noticia: “Emilio Palacio entregó un video y documento del 30-S a la Fiscalía”. En primer lugar, no existe ningún “documento” o algo que tenga valor documental sobre el 30-S. En segundo, El Comercio tampoco contrasta la versión de Palacio con lo que dice el propio video presentado por éste, sino que reproduce sin más: “Después mostró [Palacio] la grabación en un ‘tablet’ (una minicomputadora). En las imágenes de baja calidad se ve la espalda de un hombre dentro de un carro plateado. Se escucha, de manera poco clara, una voz masculina: “Un tiro en el pecho (...). Por traicionar a la patria, lo que están haciendo eso son unos traidores a la patria”. ¿También padecen sordera el reportero y los editores de El Comercio? No he visto que El Comercio haya desmentido esta versión.


El diario Hoy confunde a sus lectores el 19 de agosto al titular la noticia: “Gobierno tiene su propia versión del video de Correa”. Es decir que, para los editores de Hoy, existen dos versiones del video: la de Palacio y la del Gobierno. Esto es manipular groseramente la verdad y una falta de objetividad periodística. Lo que tenían que haber hecho los editores de Hoy es contrastar lo que dijo Palacio que decía el video con lo que el video dice. No se trata de una “versión” gubernamental, como si estuviésemos en un debate en el que hay diferentes puntos de vista o con varios testimonios sobre un hecho. El video no miente: ¿por qué Hoy se portó tan reacio a admitir, no la versión del gobierno, sino lo que dice el propio video?

Ninguno de los medios aceptó la verdad: el video no solo que no demuestra que el presidente Correa haya ordenado disparar el 30-S sino que demuestra, de manera contundente, la coherencia anímica, ideológica y política que tuvo el Presidente ese día.

Las preguntas elementales que los medios no se hicieron

La ausencia de profesionalismo de unos actores políticos disfrazados de periodistas se evidenció en el tratamiento de este globo de ensayo cuyo objetivo, al parecer, fue el de escandalizar y crear dudas en la opinión pública. La más elemental de las preguntas es acerca de la fuente: ¿aceptan los periodistas como algo normal una fuente anónima citada por la parte interesada? ¿es presentable plantear “un señor me dijo que tal cosa…” y lanzar la versión de manera tan irresponsable? ¿no diferencian los medios entre lo que es una versión sobre un asunto y un chismorreo con intenciones politiqueras?

En segundo lugar, los medios tenían la obligación de preguntarse por el contenido del video. ¿Tanto les costaba ver el video, repetirlo si no estaba claro, repetirlo otra vez si todavía no escuchaban con claridad, y contrastar el video mismo con la versión dada por Palacio? ¿Por qué aceptaron sin más la versión de Palacio? Lo que está claro es lo que hicieron: aceptar la versión de Palacio para después señalar que el gobierno tenía “otra versión”. Eso es manipular una noticia con el fin de poner al gobierno a la defensiva y luego presentarse como impolutos imparciales. Eso no es juego limpio, es lo que se llama una treta y está al descubierto.

En tercero, ningún medio se preguntó sobre el momento en que fue grabado el video. No tiene sentido decir que antes de que sucediera el secuestro del presidente y las amenazas contra su vida (acordémonos de la grabación de la central de radio patrulla en la que los, a esas alturas, ya golpistas incitaban a “matar a Correa” y que los medios se han encargado de silenciar, de no tomar en cuenta, de no citar, de escamotear en definitiva) el presidente ya había ordenado atacar a los policías insubordinados.

Los medios olvidaron preguntarse por el contexto del video. En periodismo, por ejemplo, una foto no es una verdad por sí misma si no está claro el contexto en el que fue tomada; si por el contrario, alguien utiliza una foto tomada en el pasado, en circunstancias totalmente diferentes al presente, para intentar probar una hipótesis actual, está también manipulando la información y faltando ya no solo a la ética periodística sino, simplemente, a la ética. Esa práctica es propia de las compañas electorales sucias: por ejemplo, si el candidato Mahuad alguna vez, en su juventud, posó como modelo de pantalones de baño de hombres, algún candidato rival sacó la foto para hacerlo aparecer como frívolo en los días de la campaña electoral. Eso es manipulación de un documento y es poco ético.

Poner al mismo nivel noticioso la versión tergiversada que hace Palacio de lo que dice el video con la aclaración del presidente sobre las palabras que dijo es, sencillamente, ofender a la verdad. La ética periodística impone que los medios aclaren que la versión de Palacio es una mentira pero, al parecer, la ética hoy en día es un asunto olvidado porque lo que está primero es librar la batalla contra el proyecto político del gobierno.

A manera de conclusión

Convertidos en actores políticos que se oponen al proyecto político del gobierno de la Revolución Ciudadana, los principales medios ecuatorianos han diseñado una estrategia comunicacional consistente en crear sistemáticamente la mayor cantidad de dudas sobre cualquier declaración, acto u obra del gobierno en cualquier campo de la acción social y, al mismo tiempo, magnificar todo aquello que arroje sospechas sobre el gobierno por nimio o falso que fuere venga de donde viniere.

El problema ético que se desprende de cómo trataron esta noticia es grave en la edición online. Pero mucho más grave es en la edición impresa puesto que, por lo menos en la edición online el lector tenía la posibilidad de ver y escuchar lo que el presidente Correa dice en el video pero en la edición impresa de los medios, el lector tenía que atenerse a lo que el periódico le decía sin poder contrastar inmediatamente la noticia.

La manipulación de una mentira revela una alarmante ausencia de ética periodística pues los medios saben muy bien que, en el tratamiento informático, importa mucho cómo es presentada la noticia la primera vez. Después, cuando alguien tiene que desmentir, el problema se torna cuesta arriba para el involucrado pues en el público siempre quedará la duda sobre las “versiones”. Por supuesto, de esta manifiesta manipulación mediática no se entera la SIP.

En esta guerra mediática, los medios han decidido poner al gobierno a la defensiva y obligarlo siempre a las aclaraciones: eso no es periodismo sino activismo político. Entonces que lo digan de manera clara: que digan a la ciudadanía que se oponen al gobierno y su proyecto político y que digan cuál es el proyecto político alternativo en el que ellos creen.

miércoles, agosto 10, 2011

Rafael Díaz Ycaza: escritura de tránsito

Rafae Díaz Ycaza (Guayaquil, 1925) ha sido galardonado por el gobierno nacional con el premio Eugenio Espejo, de Literatura, 2011. A continuación les ofrezco un trabajo mío de años atrás en el que analizo su narrativa corta.

Su tarea cultural nos ha dejado algunos legados importantes: el fundamental, la colección Letras del Ecuador que desde la presidencia de la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”, núcleo del Guayas, inciara en 1976 y que, hasta hoy, acoge con generosidad tanto a escritores y escritoras con una obra ya definida cuanto a jóvenes cuyos primeros textos son prometedores; además, las colecciones Ariel Juvenil y Ariel Universal editadas bajo su supervisión. Y, si bien su obra poética es altamente representativa por su solidez en la tradición ecuatoriana, en este trabajo nos ocuparemos únicamente de su paso por el cuento.

La narrativa corta de Rafael Díaz Ycaza va desde su carácter epigonal con respecto de los escritores realistas del 30 hasta una posterior evolución y tránsito que lo ubica en la línea narrativa del nuevo cuento.

Sus textos han transitado desde el mundo rural y sus historias bañadas de de verosimilitud realista (“Peto Canilla, caminador”) hasta llegar a nuevos mundos en los que las historias y sus personajes han ganado en profundidad sicológica y roto definitivamente sus ataduras con el realismo para navegar con mayor libertad a través de una verosimilitud diferente, fantástica a ratos (“Rosamel”), embebida de la tradición literaria en otros momentos (“Morisqueta II. Conquistas sociales”), y que ya se podía observar en textos tempranos (“Alberto Schweitzer en el cielo”, 1970, e incluso en el simbolismo esbozado en “El regreso y los sueños” y el uso de múltiples puntos de vista en “Los ángeles errantes”, ambos de 1958).

Hasta hoy, la crítica ha leído en los textos de Díaz Ycaza solamente su honda tendencia realista y lo ha caracterizado sin más como un escritor epigonal (Rodríguez Castelo 71) negando, a veces, el indudable aporte que él realiza aún dentro de la tradición realista y, más bien, acentuando la idea de que su narrativa es poco innovadora (Pérez 9) o que, anclada mayoritariamente en el realismo, su discurso narrativo logra una interesante modificación temática en Prometeo el joven (Ansaldo 6) mediante la profundización en la sicología del personaje, la ampliación del mundo narrado a los espacios alucinantes de la locura y la multiplicación de sus perspectivas narrativas.

“Peto Canilla, caminador”, subtitulado ‘un cuento del litoral ecuatoriano’, de su libro Las fieras, forma parte de la tradición del realismo: un escenario rural, hechos violentos, una historia de aparecido contada desde la oralidad montuvia, y la utilización del habla montuvia en los personajes a la manera de los escritores del 30:

—Yo creo que los muchachos lo apodaron Peto Canilla porque él mismo, cuando les contaba sus andanzas de pueblo en pueblo y sus aventuras en la montaña virgen, solía decirles: “Todoy que me ven, soy bien pata ‘e perro”. En fin... ¿quién mismo sabrá la verdad? Lo cierto es que se acostumbró a vivir en Samborondón...

Si bien “El regreso y los sueños” se ubica en la tradición realista, existe en el narrador cierta voluntad expresa para borrar la línea que separa el mundo real del mundo de la ficción: “Cuando uno se dedica a escribir, llega un momento en que no puede establecer diferencias entre lo real y lo ficticio, entre su persona y la de sus creaturas”. Además, el lenguaje del protagonista Rosamel —nombre con el que Díaz Ycaza bautizará, años más tarde, el cuento que hemos seleccionado— no es un habla realista típica pues se mueve, con cierto lirismo, en el mundo onírico de la locura, lo que conlleva a que el personaje gane en hondura sicológica:

—Hoy me puse el traje de la felicidad, el de cuadros grandes, color sonrisa. Tengo varios trajes. ¿Tú también tienes, como yo, un traje color lágrima, uno de muerte y otros muchos de soledad irremisible?

Haces como si sonrieras, asombrado, pero me comprendes. Con el traje que hoy visto vinieron por doquiera manos extendidas, gestos afectuosos y “no llores”. La sirvienta de la casa, una negra muy callada, muy escurridiza, me trajo, ¡cosa rara! una taza de júbilo, diciendo que era avena, que ávidamente yo bebí, como si lo creyera.

En “Los ángeles errantes”, el narrador, si bien todavía persiste la necesidad de ofrecer una explicacion racionalista a hechos irracionales, se ubica fuera del espacio y tiempos realistas: “Realicé estos apuntes luego de morir. Dejé de existir una eternidad, según mi calendario, y muy escasos segundos, según el cronómetro de la clínica [...] De regreso de la muerte, escribí estas líneas”. El cuento se mueve en lo alegórico: una conversación con san Pedro, una visita al ‘hotel’ —instancia previa al Cielo—, en donde “se es prisionero de todos los problemas terrenales”, y un final simbólico: “Pero también tú estás prisionero en el Hotel, Señor Cristo: eres Sacco y Vanzetti, Bruno Hauptmann, los Rosemberg, Charlot y todos los “humillados y ofendidos”.

Ese ‘retornar desde la muerte’ es un tópico que Díaz Ycaza retomará más tarde con menos dudas y más desenfado. En “Rosamel”, la transición de los niveles de realidad evita toda explicación racionalista y es asumida de manera ‘natural’ por el narrador del cuento, lo que ubica al relato de plano en el ámbito lo fantástico:

Rosamel tenía un vieja tentación de ingresar a esa casa, y un día fue vencido por la atracción. Todo el pasado lo arrastró consigo. Ascendió unos peldaños e iba a dar marcha atrás, cuando lo detuvo una voz: una muchacha le salió al encuentro. Entonces él, confuso, dijo que había vivido allí muchos años: de los cinco a los quince.

[...]

Y les dijo, al final, un pequeño secreto. Que en el dormitorio de hace tantos años, que se hallaba situado precisamente junto al de las niñas Orbea [...] se suicidó un sujeto que era en todo su igual, que incluso se llamaba Rosamel, y que todos decía que era él mismo.

Díaz Ycaza evita la seriedad de lo alegórico y consigue formas de humor que la permiten desacralizar el mundo narrado. Así en “Alberto Schweitzer en el cielo”, cuento cuya tesitura se aleja del realismo, narra la historia de un “médico y misionero alsaciano” que muere en África “bajo el vuelo de la música de Bach”; el doctor Schweitzer se enfrenta al “Consejo de Admisión” que delibera si le permite la entrada al cielo o no; cuando el consejo termina la lectura de su expediente, el médico pregunta:

—Señor Amanuense: ¿Podría informarme si en los archivos del Cielo figura el ingreso de mis queridos amigos Kasabuvo, Pamiro, Munol y Bococo, nativos de Lambarene, nacidos para una vida nueva en recientes fechas?

[...]

—[...] No hay en el Cielo un solo practicante de hechicería. [...]

Entonces, el buen médico se levantó muy triste del banquilllo, hizo una respetuosa venia y se marchó del Cielo, en busca de sus negros.

En los cuentos de Díaz Ycaza, los narradores se multiplican y sus relatos se enriquecen y ganan profundidad, por tanto, con las diferentes perspectivas narrativas desde donde están construidos. Así pasa en las narraciones realistas de sus dos primeros libros, “El regreso y los sueños”, “Tres historias de amor” (de 1958); “El desconocido de la carabina”, “El sueño”, “La isla”, o “La tierra sagrada” (de 1970). En estas narraciones, el realismo de Díaz Ycaza tiene espesor y se aleja de una condición meramente epigonal.

No se ha reparado de manera suficiente en el tránsito y ruptura de la narrativa corta de Díaz Ycaza. Los ejemplos dados en los párrafos de arriba nos permiten vislumbrar ese tránsito. En cambio, en Porlamar (1977) ya estamos lejos de la dinámica del realismo social y metidos de lleno en una narración cuya referencia verosímil radica en el tono mismo del discurso del relato. Así, todos los textos de la primera parte del libro, “Porlanoche”, transgreden la frontera entre la vida y la muerte sin la ansiedad de la explicación racional; sus personajes son seres que habitan una suerte de limbo que existe por la palabra que lo cuenta.

En “La cena”, desde el primer párrafo estamos en una situación desmesurada: “La mesa era tan grande, que los comensales ubicados en el centro no alcanzaban a divisar a los sentados en los extremos. Pudiera haberse dicho, algo a la loca, que eran millas y millas de comensales riendo, contando historias alegres y melancólicas, brindando por la felicidad”. Tanto en “El túnel” como en “Réquiem”, los personajes no entienden que han pasado de la vida a la muerte y que “...el túnel [símbolo del tránsito a la muerte] jamás había de terminar”. “Marilyn en el infierno” recrea los minutos finales de la Monroe y la repetición de los tormentos a los que la sometió el star-system aún en los instantes de agonía; el diablo, por contraposición, es el amigo gracias a quien “logró conciliar el sueño para siempre”.

En la sección “Porlamar”, los cuentos se desarrollan en ambientes oníricos. Así pasa con el el capitán para quien “el poder es algo muy jodido”, que alucina atrapado por el mar en “Capitán, capitán”. En “Los retornos”, el narrador está ubicado en al realidad del sueño y sus límites difuminados; lo que ocurre, ocurre en la palabra:

Alguien alborota la misma casa de avispas que me siguió en el campo, hace miles de años, y debo ascender entre gritos por las escaleras, hasta el patio de los juegos. Allí me esperan los compañeros muertos hace tanto: Bebeto, Lastenia, Manolo, Rosalía. Pero entonces, el mar se encrespa, celoso de que entre sueños vuelva a sonreír, de que pronuncie palabras entrecortadas, frases mágicas cuyos significado solamente yo conozco, porque fueron inventadas o descubiertas por mí. Letras y sonidos que me pertenecen.

En todos estos relatos los espacios locales han sido reemplazados por una voluntad cosmopolita: la evocaciones se refieren a san Louis, el teatro Colón, una historia transcurre durante un viaje del tren Internacional Lisboa-Madrid-París-Amsterdam-Copenhague-Estocolmo, otras tienen lugar en Los Ángeles, en Santiago de Chile, durante el asalto de Pinochet a La Moneda, en barcos que navegan en el Caribe, y en puertos de Centroamérica.

Finalmente, en Prometo el joven y otras morisquetas, estamos ante un libro antológico de nuestra narrativa contemporánea. Este libro orgánico esgrime un lenguaje de múltiples resonancias sensuales que fluye sin detenerse a justificaciones de ninguna índole, que introduce el humor con voluntad desacralizadora, que se piensa en tanto texto a través de su discurso narrativo, que construye y narra las historias con oficio.

La historia que le da nombre al libro, “Morisqueta IV. Prometeo el joven”, es un arte poética que recrea el mito de Prometeo-encadenado a través del escritor-encadenado a su necesidad de escribir y la ansiedad de originalidad, debatiéndose entre lo mecánico de la estructura de las anécdotas (representado por la máquina de escribir) y las trampas del estilo (representadas por el lápiz). En el primer caso, el escritor es el instrumento de la máquina que “repetía lo mismo del día anterior y de los años pasado”; frente a esta mecanización, el escritor se rebela y opta por escribir a mano pero “al poco rato caía en cuenta que dedicaba atenciones mayores a las letras y palabras, ya sus ayuntamientos, abrazos, rechazos y encabalgamientos”. El escritor lucha contra ese “enredarse en la cáscara de las palabras”. Su condena es que, en medio de sus luchas con y contra el lenguaje, “el hombre mantenía en su interior, cual secreta encomienda, la voluntad de volver a escribir”.

Lo fantástico vuelve a estar presente en el magistral cuento “El cuarto volador” en el que la pareja encerrada en un cuarto de hotel (el espacio “hotel” es de alta significación simbólica a lo largo de la narrativa de Díaz Ycaza: el lugar en el que los seres se liberan de la opresión de la realidad mundana), El y Ella o la Sombra, requieren del amor mutuo para derrotar la hostilidad del mundo exterior desde un espacio habitado por ‘las cosas’ que, en este relato, adquieren un papel actancial de importancia:

Subían, luego, las sábanas, a contar historias de cuantos habían jadeado pecho a pecho con ellas, de los que habían secado sus ojos en las esquina con el nombre del hotel. “Señora y señor míos, dos puntos aparte, afirmo que el amor existe. Lo que sucede es que apenas dura un minuto; pero hay que agarrarlo por la cola, para sobrevivr el resto de la existencia”.

En este libro la desacralización está atravesada por el humor. En “La bella Mireya” el contrapunto entre la sala de baile y el templo evangélico es una simbolización esperpéntica de la salvación y el pecado que se resume en la caracterización de Mireya como “vieja y núbil, hetaira e inocente, libre y prisionera”. El final del cuento es una apoteosis de lo sensual y lo profano:

Vuelta y vuelta, sonreías con la felicidad del iniciado que se asoma un instante a la puerta del edén. Luego, movías la faz hierática y mirabas con ojos glaciales de creyente. Entonces, intentaba llamarte por tus nombres; pero todo era ensordecido por el tren expreso de los instrumentos musicales: la guitarra eléctrica, la trompeta, el saxo, la batería, que cantaban canciones de una babel nocturna de quién sabe qué siglo.

Rafael Díaz Ycaza representa una escritura en tránsito; un ejemplo de la continua búsqueda del artista que, al igual que su personaje-marinero, se puede decir a sí mismo en referencia a la creación literaria y a esa lucha de siempre con el lenguaje: “No sé cuántos puertos faltan, cuántos días y noches, y cuántas guardias. Lo mejor es que ya no haga cuentas”.

En resumen

Rafael Díaz Ycaza comenzó con una escritura epigonal del realismo social de los años 30; sin embargo, desde los textos de su segundo libro se planteó nuevas preocupaciones temáticas y desarrolló tratamientos escriturarios que se fueron alejando de los límites realistas para evidenciar preocupaciones contemporáneas, romper con los parámetros de la verosimilitud del realismo social e incursionar también en el terreno de lo fantástico.