José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
Mostrando las entradas para la consulta ciudad excluyente ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta ciudad excluyente ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

lunes, febrero 13, 2023

Contra un modelo de ciudad clasista y excluyente

Dibujo de Guamán Poma de Ayala, c. 1615

Que, en Tuiter, gente llena de prejuicios diga que Quito tiene que dividirse en por lo menos dos alcaldías —porque la ciudadanía del norte “es más educada” que la ciudadanía del sur— se puede entender en la medida en que Tuiter le ha dado voz al idiota del barrio, según lo dijera Umberto Eco. Pero que ciertos sectores del periodismo, portavoces de las clases dominantes y el establecimiento, lo planteen como una alternativa de división política-administrativa de la capital es un indicio de que la derecha ideológica y política, a través de sus voceros, pretende imponer un modelo de ciudad clasista y excluyente. Parecería que el espíritu arribista que acompañó aquella transformación del Quito de los 70, que tan brillantemente Abdón Ubidia describiera en su novelina Ciudad de invierno, se hubiera perpetuado hasta hoy: una ciudad súbitamente modernizada que dejaba atrás beatas y callejuelas adoquinadas a cambio de pasos a desnivel y edificios de vidrio: «Porque la ciudad se estiraba entre las montañas hacia el Norte, como huyendo de sí misma, como huyendo de su propio pasado. Al Sur, la mugre, lo viejo, lo pobre, lo que quería olvidarse. Al Norte, en cambio, toda esa modernidad desopilante cuya alegría singular podía verse en las vitrinas de los almacenes adornadas con posters sicodélicos»[1].

            Lo más grave del planteamiento sobre la división de Quito en dos o tres alcaldías, anclado en la organización colonial de la ciudad letrada, es que ni siquiera se origina en una reflexión académica sobre los modelos de gobernanza de una ciudad, sino en la respuesta visceral a una derrota electoral. Es decir, no se lo plantearon mientras Guayaquil fue gobernada, durante treinta años, por una oligarquía que abandonó la ciudad, la dejó enrejada y con serios problemas sociales; tampoco lo pensaron mientras Quito era gobernada por la oligarquía de herencia colonial y sus voceros. Dividir una ciudad, económica y socialmente desigual, en municipios signados por su clase social, su origen étnico y su desarrollo cultural, únicamente la vuelve una ciudad más inequitativa.

            No voy a analizar los distintos modelos administrativos de ciudad, pero los expongo de manera sucinta. Bogotá, con 7 743 955 habitantes según el censo de 2020, elige un alcalde Mayor —desde enero de 2020, Claudia López, de Alianza Verde, de centro, ejerce el cargo de alcaldesa Mayor—, y un Concejo Distrital, que es el principal órgano de gobierno. Bogotá está dividida en veinte localidades y cada una de ellas tiene una Junta Administradora Local, JAL, también elegida por voto popular. Cada JAL, luego de un concurso de mérito, propone una terna a la Alcaldía Mayor y, la alcaldesa nombra al alcalde de cada localidad, que tiene funciones de jefe administrativo. New York, con 8 804 109 habitantes en los cinco distritos y 22 085 649 en la zona metropolitana, elige un solo alcalde y este nombra alcaldes delegados para atender asuntos puntuales de la administración de la ciudad. El actual alcalde, desde el enero de 2022, es Eric Adams, un político afroamericano del ala derecha del Partido Demócrata. Incluso Ciudad de México, con 9 209 944 habitantes según el censo de 2020, que tiene dieciséis alcaldías elegidas por el voto de cada distrito en que se divide una ciudad con severos desniveles sociales, tiene una jefa de Gobierno —desde 2018 es Claudia Sheinbaum, de la agrupación Morena, de centro izquierda— elegida por voto popular de toda la ciudad.

            ¿Cómo se distribuyen los impuestos en el programa de inversiones? ¿De qué manera se cubren los servicios básicos? ¿Cómo se mueven los habitantes de un lugar a otro de la ciudad? ¿De qué manera se determina el uso del suelo? Una ciudad requiere solucionar la movilidad y la seguridad de sus habitantes, dotar de servicios básicos a todos sus habitantes, diseñar su crecimiento urbano, lograr una comunidad cohesionada culturalmente, etc. Pero, pretender que los pasos a desnivel del norte, el túnel Guayasamín y el metro, por ejemplo, los paguen todos los habitantes de la capital pero que el impuesto de los sectores de mayores ingresos no se redistribuya en toda la ciudad es un modelo perverso. Lastimosamente, hoy en día, ese modelo excluyente se promociona sin escrúpulos como si fuera una aspiración legítima de quienes están convencidos de que las comodidades y servicios de los que gozan son productos de sus ganancias e ingresos individuales y no el resultado de la generación de riqueza de la sociedad en su conjunto, particularmente del usufructo de la renta petrolera desde los años 70.

Actualmente, Quito, con una población estimada de 2 800 000 habitantes, tiene ocho administraciones zonales, más la administración especial de La Mariscal, que descentralizan la gestión institucional y sus administradores son nombrados directamente por el alcalde. Se puede, por ejemplo, generar un modelo participativo de selección para las administraciones zonales similar al que el entonces alcalde Jorge Yunda, paradójicamente el más vilipendiado por las élites, organizó en 2019 por primera vez en la ciudad y lograr una mayor participación comunitaria.[2] Proponer la división de la ciudad en dos o tres alcaldías —según la zona geográfica pero, sobre todo, según los sectores sociales— es un planteamiento que olvida los problemas (de uso de suelo y ambientales; de movilidad y seguridad; de servicios y de disfrute de espacios recreacionales, etc.) que el desarrollo urbano de una ciudad ha generado y cuyos mayores perjudicados son los habitantes de los estratos medio y bajos. Estaríamos ante un proyecto político de ciudad, de estirpe colonial y con ribetes de aporofobia, que busca concentrar la renta y excluir a la población que no se somete a su poder, en el que ni siquiera tiene cabida la implementación de una alternativa socialdemócrata que propenda a la construcción de una ciudad más justa, equitativa y solidaria por la vía de la redistribución de la riqueza. 



[1] Abdón Ubidia, «Ciudad de invierno», en Bajo el mismo extraño cielo (Bogotá: Círculo de Lectores, 1978), 64.

[2] «Nueve mujeres dirigirán las administraciones zonales del Distrito Metropolitano de Quito», El Comercio, 04 de julio de 2019, acceso 11 de febrero de 2023, https://www.elcomercio.com/actualidad/quito/mujeres-administraciones-zonales-proceso-seleccion.html


lunes, enero 22, 2024

Las consignas del odio político le abren la puerta de entrada al neofascismo

            Las consignas del odio que esparcen en las redes sociales los mercenarios digitales provienen de una estrategia elaborada por los intelectuales orgánicos del poder económico: hay que criminalizar cualquier tendencia política que afecte los intereses del capital. En nuestro país, los operadores mediáticos y aquellos que se benefician de la puerta giratoria —periodista/empresario, luego funcionario gubernamental, y luego de regreso a fungir de periodista/empresario— han construido una narrativa que pretende culpar al correísmo de todos los males de la República. Para ello, no dudan en repetir sofismas y argumentar desde sus relatos ideológicos como si fueran los datos de la realidad. En vez de contribuir al debate de cómo construir una sociedad más justa, solidaria y democrática, es decir, la manera de implementar la vieja consigna socialdemócrata de justicia social con libertad, se dedican a fabricar mentiras que los-tíos-del-WhatsApp aplauden y distribuyen.

            Una estrategia que se utiliza para la criminalización es culpar a las políticas públicas que bajaron la tasa de homicidios a 5,8 por cada cien mil habitantes por la penetración del narcotráfico en la institucionalidad del Estado. Un Estado que fue debilitado por causa de las políticas neoliberales aplicadas bajo la falacia de que el nuestro es un Estado obeso. Otro asunto que se repite es que la no renovación de la presencia de la base norteamericana en Manta origina la violencia actual. Sin embargo, los datos demuestran que durante la presencia de los soldados norteamericanos en Manta la tasa se mantuvo en un promedio de 17 muertes violentas por cada cien mil habitantes. Luego de la salida de los soldados y, justamente, por la aplicación de las políticas públicas que son cuestionadas, dicha tasa bajó a 5,8. Además, se omite el señalamiento de que, en Colombia, a pesar de las siete bases militares norteamericanas, nuestro vecino se ha convertido en el primer productor de cocaína y de cultivo de coca en el mundo.[1] Pues sí, aunque se enojen los-tíos-del-WhatsApp, los datos son tozudos.

            También se repite la tontería de que por haber eliminado el pedido del pasado judicial a los colombianos los narcos se han instalado aquí. En primer lugar, se oculta el hecho de que entre los países de la Comunidad Andina existe libre tránsito y que las medidas de esta naturaleza pueden ser recíprocas y que, de aplicarse en ambos sentidos, entorpecería notablemente el comercio y la integración entre dos países fronterizos. En segundo lugar, los delincuentes no entran al país por vías regulares mostrando papeles, salvo, claro está, los delincuentes/empresarios que lavan el dinero, pero esos tienen pasado judicial limpio. En tercero, no existe ningún dato de la realidad que sostenga que los colombianos están participando mayoritariamente en los GDO del Ecuador. En cuarto, ¿acaso ignoran que los colombianos entran sin visa al llamado espacio Schengen desde diciembre de 2015? Y, finalmente, si eliminar el pedido del pasado judicial era inadecuado ¿por qué los gobiernos que siguieron al de Correa, ya sea el de Moreno o ya sea el de Lasso, no implementaron nuevamente dicho requisito?

            Lo mismo sucede con la tabla de umbrales que fue elaborada para que fiscales y jueces tuviesen un elemento más que les permitiera diferenciar al consumidor del narcotraficante. Se dice, con mala fe, que la tabla de umbrales le permitió al micro traficante hacerse pasar por consumidor. Un micro traficante es un delincuente sobre quien la fiscalía tiene que hacer su trabajo y reunir una serie de pruebas que, más allá de toda duda (como sucede en los sistemas judiciales de las sociedades democráticas), conduzcan a su condena. La posesión de una determinada cantidad de droga es solo un elemento para acusar a un micro traficante, pero la tabla de umbrales sí evita que los consumidores, que son un tema de salud pública, sean criminalizados. En este caso, también vale la pregunta: ¿si la tabla de umbrales era la causa, por qué los gobiernos de Moreno y Lasso no la eliminaron? ¿Por ineptitud o porque se dieron cuenta de que la tabla de umbrales es referencial para jueces y fiscales? Tanto es así que el gobierno de Daniel Noboa, que la eliminó fácilmente mediante un decreto, ahora está estudiando la manera de regresar a ella por necesidades del sistema judicial. Seguramente le pondrá otro nombre para no decepcionar a su electorado y corregirá lo que considera equivocado y la actualizará a las circunstancias de hoy.

            Otra manera de criminalizar a una tendencia política es hacer de las políticas públicas de corte socialdemócrata que se implementaron durante el gobierno, una sola masa de actos delictivos identificada como correísmo. En este punto, la falta de autocrítica del movimiento de la Revolución ciudadana —al que, aclaro, no he estado ni estoy afiliado— sobre los casos de corrupción durante el gobierno y los errores de gestión gubernamental y política, así como la tendencia autoritaria del propio Correa, dan pie a los argumentos para dicha generalización. Corrupción ha existido en todos los gobiernos (conservadores, liberales, velasquistas, socialcristianos, socialdemócratas, demócratas cristianos y en las dictaduras militares) y no por ello se ha criminalizado al grupo político que gobernó. Esta criminalización sí sucede con el correísmo y el consiguiente intento de descalificar y silenciarnos y, además, cerrarnos toda oportunidad laboral a quienes servimos al país durante el gobierno de la Revolución ciudadana. Lo que pretenden es que, como si se tratase de los juicios del estalinismo, reneguemos de nuestro servicio al país y seamos desleales con el gobierno del que fuimos parte; cuestión que nada tiene que ver con ejercer la crítica y la autocrítica, y, además, estar al margen de la participación política partidista, como es mi caso.

Un último ejemplo de lo dicho hasta aquí: a raíz del triunfo electoral de algunos candidatos del movimiento de la Revolución Ciudadana en las elecciones seccionales de 2023, los intelectuales de la derecha llegaron a proponer un modelo de ciudad excluyente: que se dividiera a Quito y Guayaquil en varios municipios para elegir distintas alcaldías según las zonas barriales o que se eliminen los distritos electorales porque, según ellos, la votación por distritos favorece al correísmo. Es decir, las propuestas no tienen que ver con una racionalidad de organización administrativa del gobierno local sino con una estrategia para impedir en el futuro un triunfo electoral que, como todos sabemos, es coyuntural: con el mismo sistema, si la gestión actual no es buena según el criterio de la ciudadanía, mañana ganará otro partido político.

El debate político es necesario para construir una sociedad democrática, pero la criminalización del otro lo impide. Lo que no quieren entender quienes pretenden proscribir a una tendencia política es que su discurso, construido bajo las consignas del odio, le abre la puerta de entrada al neofascismo.


lunes, febrero 26, 2024

Si quieres postre, trabaja duro, muy duro

           

Ecuador está entre los diez países del mundo con las peores condiciones laborales, según la Confederación Sindical Internacional. (Marcha del 1 de Mayo de 2022 en Quito, Agencia Xinhua)

Recientemente, el presidente Daniel Noboa, muy suelto de lengua, dijo que, si los ecuatorianos trabajasen duro como él y su gobierno, no se estarían quejando de que les faltan recursos: podrían comer de todo… hasta postre, dijo. No lo dice alguien a quien, en la lógica del individualismo capitalista, pudiésemos llamar una persona hecha a sí misma, sino el heredero de la mayor fortuna familiar del país. En sociedades inequitativas y con una institucionalidad social frágil, el discurso de que los pobres son pobres porque son vagos y quieren vivir de la caridad estatal desconoce la necesidad de aplicar políticas públicas destinadas a cerrar brechas de acceso a educación y salud de calidad, la urgencia de generar empleo sin precariedad ni explotación laboral, la obligación de aplicar políticas impositivas cuyo peso recaiga sobre los sectores de mayores ingresos y las empresas que tienen ganancias extraordinarias. La gente del campo trabaja duro, los profesionales, obreros y burócratas de la ciudad trabajan duro, el magisterio y la academia trabajan duro. Quienes escribimos trabajamos duro. Y, por supuesto, también existen pequeños y medianos empresarios que trabajan muy duro para que sus negocios crezcan. Lo que no se dice es que hay trabajos que exigen una mayor calificación que otros y que, por tanto, están mejor remunerados. El problema, entonces, no es lo que dice esa falsa y repelente consigna establecida por un capitalismo insaciable acerca de la vagancia de quienes no poseen más que su fuerza de trabajo. El problema reside en un modelo económico inequitativo, excluyente y de acumulación basada en la sobreexplotación de la fuerza de trabajo y en la especulación financiera, frente al que hablar de justicia social se ha convertido en una propuesta subversiva y a la que le cae el sambenito de comunista, como si todavía viviésemos en los años de la Guerra fría. Y ese modelo inequitativo es el que ha ubicado al Ecuador como el tercer país en el mundo con las peores condiciones laborales, según el Índice Global de Derechos, elaborado por la Confederación Sindical Internacional, CSI, con datos de 2023. Con la lógica presidencial, si quieren comer postre, los trabajadores del país tendrán que levantarse más temprano aún de lo que ya se levantan para trabajar duro, muy duro, porque los buses de las seis de la mañana ya están llenos con los funcionarios de este gobierno y los ricos del país y sus herederos yendo a sus trabajos.

lunes, junio 27, 2022

Crónica del mestizo

 

para Alejandro Moreano y Ariruma Kowii


 

 

 

 

 

 

 


 

Guaman Poma de Ayala, «Pregunta el autor / "Ma, villavai
[ Pero, dígame
] achamitama" [Aymara: "Tu llanto desde allí"] / Pregunta autor», en El primer nueva corónica y buen gobierno, edición crítica de John Murra y Rolena Adorno, traducción y análisis textual del quechua por Jorge L. Urioste (México D.F.: Siglo Veintiuno Editores, 1992), 338.

 

 

1

¡Ay, de mi palabra que apenas balbucea y mi testimonio ausente de penurias!

¡Ay, de mis instantes descolgados de las horas luctuosas de los otros!

¡Ay, de mis pasos de veleta y su tránsito de ciego a mediodía!


2

Palabra extraviada en meandros de extraña geografía

engolada de soberbia y ajena a cuanta finitud la rodea

vergonzante destello de arena que el mar recubre con agónicas

olas y desnuda con la humedad de su ausencia

 

Atisbo de alambradas anónimas

            remembranzas rehechas de remedos 

                        serpiente de soledades solapadas

                                   perfiles de permanencias percibidos tarde

 

Insostenible suspiro de luciérnagas

Frágil conjunción de vocablos de espuma

 

Palabra

            murmullo para el vasto corazón de mi noche

  

3

Instante descolgado de heroicas trompetas y redobles marciales

vientre estéril para la épica de oropeles de vencedores

insuficiente alarido del vendaval que arrasa el leve

polvo sin edad antes piedra de inamovible complacencia

 

Trémulas tentaciones de trascendencia

            crepita consagraciones coléricas

                        manutención en manotazos de miserias

                                   dolientes duelos de deleznables ídolos

 

Apresurado rumor de constelaciones

Efímera rosa revivida en rosa y otra vez rosa que se extingue

 

Instante

            fugacidad para la angustia irrepetible de mi fondo

 

4

Pasos sin huellas borrados para mañanas ajenos

huérfanos de perdurabilidad y permanencia transcendentes

instantáneo fulgor del zángano que acude henchido de feliz

concupiscencia para fecundar lo que no verá sino desde la muerte

 

Premura por presagios paradójicos

            visión vertida voraz en el vacío

                        invención ingrata e infinita

                                   bullicioso brebaje de banderas arco iris

 

Concepción bizarra de instantes

Encaminado fulgor de leña que crepita sin esperanza

 

Pasos

            peregrinaje para el envanecido espíritu de mi poesía

  

5

Invoco a Guaman Poma de Ayala y su Corónica extraviada

en laberintos irresolubles de siglos venideros para su prisa

inútil Escrivano de agravios

archivo de cadáveres que alimentan la gula de nuestro saber

 

Sacra Católica Real Magestad, digo que en este rreyno se acauan los yndios y se an de acauar. Desde aquí de ueynte años no abrá yndio en este rreyno de que se cirua su corona rreal y defensa de nuestra santa fe católica. Porque cin los yndios, vuestra Magestad no uale cosa porque se acuerde Castilla es Castilla por los yndios.

 

Autor caminante y penitente

¿odiarás todavía en mí a mi ser mestizo?

 

¿me considerarás otro autor que camina

sin más redención que la poesía

pobre dicha que busca agonizante escuchas

encomienda del baile y metáfora del solo?

 

¿aceptarás que me atreva a dar testimonio de tanto dolor a cuestas

que no me duele sino en la imagen

colgajo de esta crónica vista con ojos de milenio nuevo?

 

6

Invoco al cacique de Alangasí perdido para la memoria de estos días

en las cenizas agónicas de las hogueras y en lengua propia que no sé

doliente Poeta del crimen

sol enlutado que alumbra la rebeldía de los huérfanos de estos días

 

¡Caita yuyashpa

Mana huañuni!

¡Shungu llucshispa

Causaricuni!

 

Autor anónimo y doliente

¿podrá mi palabra mezclada de sangres llorar tu llanto?

 

¿qué aprendo de tu voz sino la invocación

para que las ganas de seguir viviendo permanezcan

intactas en los páramos donde mi ceguedad

solo alcanza polvo seco y viento, rumor y frío?

 

¿aceptarás que me atreva a dar testimonio de tanta lucha

rabia donde no he combatido

ni irritado mis vísceras de asco e impotencia?

 

7

Invoco a los vecinos de Pomallacta soliviantados por Gaspar Lema

copados de indignación ante la codicia de Esteban Rodríguez de Egüez

ariscos comuneros dispuestos a la justicia del palo en 1730

¿Me darán ellos las palabras que mi torpe mano espera

para esta escritura que pretende trascender el tiempo? 

 

Invoco a Tomás Asitimbay aferrado al Cristo del templo de Guasuntos

altar de sangre y desnudez imposibles

para el lenguaje de pan de oro del mestizo

frontispicio barroco donde la agonía es adorno

 

—Dígole Padre Ullaury que por qué me quiere entregar a mis enemigos

—Dígote indio Asitimbay que no te darán castigo alguno

 

Y a los indios de aquel 5 de diciembre de 1760 en la quebrada de Aipán repletas las alforjas de ira y piedras del camino

contra la lengua envenenada de mentiras

Y a los de Guamote y Columbe en 1803

Y a Dolores Cacuango y Tránsito Amaguaña en el siglo que pasó

Y a las voces que hablan de almas que no conozco ni puedo percibir

 

Mis palabras son cántaros rotos por donde se escapan mis frustraciones

Los invocados hablarán por su propio dolor antes que por mis versos

 

8

Invoco también a Manuel Vallejo cura de Cajabamba

cronista absorto como mi espíritu y mi tiempo

ante los más de doce mil indios del 8 de marzo de 1764

amanecer siguiente al Miércoles de Ceniza de aquel año del Señor

que sitiaron la villa de Riobamba para defender sus tierras

 

que los dichos indios desde la Conquista no abían dado en esta Provincia la menor muestra de rebelión, vibiendo sugetos, y unidos con los Españoles sin aspirar a mas fortuna, ni pareser hisiesen refleccion de su miserable vida y estado, pero a presente con la ocazion de la sublebacion, y de las ympresiones que en ellos hisieron an reflexionado sobre su miseria, maltrato, falta de tierras, opresion y sobre lo utiles y necessarios que son al Rey y a los Españoles...

 

Efervescencia del perdón enmohecido por el chasquido del látigo

junto al rítmico ronquido de obrajes

ecos sudorosos del olvido que envuelve a los mitayos

manos suplicantes ante la piedad infecunda

holganza de doctrineros y dueños de encomiendas

 

¡Oh, cabuya que de tanto apretar el gaznate al final

rompe y rasga y resta vida!

¡Oh, corazones alimentados de humillantes y crueles cepos!

Los poetas apenas somos testigos perjuros

volutas de humo que se solazan en la intimidad de sus amores rotos


9 

Yo no soy la voz de quienes hablan desde páramos en donde no he sufrido

a través de decires milenarios que mi torpe lengua

se niega a balbucir siquiera

 

Yo no soy la palabra que pretende apropiarse

de sufrimientos ajenos a mis privados llantos

ni de alegrías bailadas durante el Inti Raymi

ni de rituales de semillas domesticadas

que fecundan la tierra madre de espíritus

cuyo encanto intento descifrar en vano

 

No soy más que una voz perdida entre millones de voces si acaso

Finitud de vida y certezas puestas en el vaivén de la duda para siempre

Escribano incapaz de escuchar los murmullos de aquellos invocados

 

10

Vi durante aquel 28 de mayo de 1990 a decenas de indios

con ardides de bisbiseos y rituales de silencio

tomarse la Iglesia de Santo Domingo

como si el alma itinerante del padre Las Casas volviera por sus alegatos

Vi después del 4 de junio la caminata de tres mil

comuneros de Simbagua rumbo a Pujilí

y el susto en rostros amestizados como el mío

Vi a diez mil indios ocupando el estadio de Ambato

y el disgusto ante la osadía de los runas

en los entrecejos fruncidos como el mío

Vi la llegada de ciento veinte comunidades bajando

las lomas que rodean Guaranda

y el asombro petrificado en los de piel blanquiñosa como la mía

Vi la tozudez endurecida de siglos de veinte mil más que cercaban Latacunga

y el atónito silencio de quienes sentimos a la patria y su pasado

en el goloso degustar de chugchucaras, allullas y queso de hoja

Vi también la ira estéril heredada de las encomiendas de antaño

en las voces tronantes pero inútiles de quienes se consideran

descendientes de la patria criolla, posta de la dominación

 

...declara su fe en la única nacionalidad constitutiva de la República del Ecuador, nacida del grandioso crisol del mestizaje hispano americano, del cual todo ecuatoriano debe enorgullecerse, aglutinando así la diversidad en la unidad...

 

Y todo lo visto

lo estoy cantando con voz prestada

 

Final

¡Ah, estulticia ensoberbecida y mala poesía!

¡Ah, resquemor y tartamudeo frente a lo que no se entiende!

¡Ah, palabra cercenada por lo que escapa a las convicciones del corazón!

 

Esta crónica inconclusa es el testimonio de mi fracaso

de mi azoramiento de mi nada

inscrita en la estrechez de un verbo que no se hizo

ni en el sufrimiento ni en la fiesta ni en las rebeldías

escrita con trazos en deshabitados soliloquios

mientras afuera distinta vida fluye

 

No soy la voz de otras voces que pueden hablar por sí mismas

Tan solo eco de mis personales angustias y estrechos límites

Imposibilidad de mirar con ojos que no sean

los que me obsequian de limosna estas miopes ansiedades

No soy sino la palabra del vecindario que para mí he fabricado

en deuda por siempre con aquellos que no son yo

ni lo que cercanamente me rodea

 

Soy lo único que puedo ser y sin traiciones

y hasta de eso dudo pero en ello persisto necio

Voz de mi voz y mi personal profundidad de soledades

y nada más que este pobre palabreo mío.

 

N.B.: Crónica del mestizo es un intento de testimoniar, en lenguaje poético y desde los límites de una mirada mestiza, el sentido histórico y la raigambre cultural del levantamiento indígena del Inti Raymi de 1990. Obtuvo el Primer Premio de la VI Bienal de Poesía Ciudad de Cuenca (Ecuador, 2006), organizada por el grupo cultural La Palabra, entre 140 trabajos participantes. (Guayaquil / Quito: Báez Editores /Libresa, 2007). También fue publicado en la revista Hispamérica, # 106 (2007): 61-67.

Tal vez la poesía y una ojeada sobre la historia nos ayuden a comprender que, mientras la nuestra sea una sociedad inequitativa, excluyente, clasista y racista, la violencia social es uno más de los tantos síntomas cíclicos que dan cuenta de esta patria que no es una, sino varias que viven en una confrontación permanente, a veces soterrada, a veces visible, sin solución de continuidad.

El diálogo político es urgente; el entendimiento del mundo indígena por parte del mundo mestizo es imprescindible porque es la sociedad blanco-mestiza la que ejerce, entre otros, el poder del Estado; pero solo con políticas públicas que atiendan las necesidades de los pueblos indígenas y que construyan una patria plurinacional e intercultural -como lo establece nuestra Constitución y lo demuestra la realidad del país- la palabra paz alcanzará su sentido en plenitud.

domingo, octubre 10, 2021

"El pinar de Segismundo", de Eliécer Cárdenas: una ucronía del indigenismo

          

Eliécer Cárdenas (Cañar, 10 de diciembre de 1950 - Cuenca, 26 de spetiembre de 2021). Leer su obra es una manera de rendirle homenaje. Publico este texto sobre El pinar de Segismundo (2008), en su memoria.

 
¿Una conspiración política y literaria de tres escritores y un pintor que se dan aire de revolucionarios en contra de un viejo escritor conservador? ¿El robo de una novela para evitar su publicación e impedir que el autor, deprimido por la pérdida de su obra, acepte la candidatura a vicepresidente de la República? ¿La transformación de un personaje literario en una persona que reclama al autor del texto por darle existencia como producto de la violencia sexual de la que eran objeto las indias por parte de sus patrones en las haciendas?

            Eliécer Cárdenas (1950-2021) ha logrado con El Pinar de Segismundo (2008) una extraordinaria novela construida desde un singular diálogo intertextual, protagonizada por escritores y artistas, algunos de ellos convertidos por circunstancias anecdóticas en ladrones aficionados; contada con el espíritu picaresco de una prosa que derrocha humor inteligente; transformada en un artefacto lúdico que se alimenta de personajes e historias del mundillo cultural de una época. Literatura hecha con literatura para la construcción de la ficción literaria.

            Gonzalo Zaldumbide escribió su Égloga trágica entre 1910 y 1911 y la publicó completa, por primera vez, en 1956; Cárdenas detiene el tiempo en ese año y convoca un complot hilarante urdido por artistas. Zaldumbide es un posible candidato a la vicepresidencia en fórmula con Camilo Ponce Enríquez para presidente. Zaldumbide, por consejo de un personaje de ficción llamado Ricardo Arellano, que luego adoptará la identidad de Grijalva, esconde las cuatro partes de su novela en sendos lugares, tan disímiles, como la leprosería de Verde Cruz, la biblioteca jesuita de Cotocollao, un antiguo obraje en la hacienda El Pinar, del propio Zaldumbide, y la casa parroquial de Malacatos.

            Los complotados —por convocatoria de Grijalva para llevar a cabo el hurto de la novela de Zaldumbide, supuestamente a nombre del maestro Benjamín Carrión— son nada menos que Jorge Icaza, G. h. Mata, César Dávila Andrade y Oswaldo Guayasamín. En medio de los hurtos, llegan a Quito José María Pemán, Lola Flores y una caravana de artistas en representación del régimen de Francisco Franco; al mismo tiempo, llega, desde su exilio en México, el poeta León Felipe. Semejante concurrencia de personalidades y sucesos genera una hilarante comedia poblada de referencias intertextuales y metaliterarias. Acerca de los complotados, Zaldumbide tiene su propia opinión y sus palabras no dejan de causar una cierta sonrisa:

 

A ese poeta César tampoco lo he oído mencionar. Guayasamín, sé que es un pintor que pinta grotescos indios en posturas tremendistas. Icaza, claro, el autor de una monstruosidad literaria por desgracia famosa a nivel internacional. A ese Huasipungo no conseguí leerlo, por sus repugnantes y tediosas escenas y su estilo contrahecho. Ah, G. h., un sujeto de buena familia pero de pésimas ideas, suele visitarme a veces. Dice que me admira pero yo sé que escribe opúsculos groseros en mi contra.[1]

           

            El personaje de G. h. Mata se convierte, desde un comienzo, en una figura desopilante. Apenas se topa con Icaza, momentos antes de entrar a la casa de Benjamín Carrión, lo saluda con un «Señor Huasipungo, ¡qué sorpresa!»[2], y cuando, ya adentro de la casa, saluda con Guayasamín, le dice con venenosa intención: «¿Por qué pintas a todo el mundo como si fueran indios borrachos?»[3]. Inmediatamente nos enteramos de las andanzas anti-Montalvo de Mata, a quien Juan Montalvo le parecía «un malparto del diccionario». Dado que a sus diecisiete años lo habían obligado a leer los Siete tratados, y de esa lectura había terminado enfermo, Mata había jurado vengarse del polemista ambateño: «todos los años, de ser posible, iría hasta la Casa Museo de Montalvo, célebre monumento en la ciudad nativa del “Cervantes americano”, para mearse al pie del túmulo severo sobre el cual se exponía a la reverencia pública la mal conservada momia de Don Juan»[4]. En este episodio anti-Montalvo, la irreverencia de un parricida generacional está llevada, juguetonamente, a un extremo escatológico: orinarse encima del padre, hacer aguas menores, dejar algo de sí mismo, un rastro de reconocimiento y rechazo al mismo tiempo como todo parricidio.

            El juego intertextual combina de entrada los paradigmas literarios de dos siglos. La referencia a Montalvo y su prosa castiza y la referencia a la prosa preciosista de Égloga trágica, de Gonzalo Zaldumbide, hijo de Julio, que fue amigo y luego se enemistó con Montalvo, multiplica sus sentidos con la presencia de Icaza y el resto de los complotados. En el acto de planificar la desaparición de Égloga trágica, novela más ligada al romanticismo tardío que al modernismo del tiempo cuando fue escrita y completamente anacrónica para el año en que fue publicada, está la de la confrontación del indianismo del siglo diecinueve contra el indigenismo vanguardista. Égloga trágica es la mirada del latifundista, los indios son parte natural del paisaje y está ubicada, en términos estéticos, en las antípodas de Huasipungo.

            El motivo de la intriga no es, únicamente, un asunto anecdótico. Simbólicamente, es el anhelo de impedir que el pasado feudal continúe existiendo en un presente que se vislumbra como revolucionario en las formas y los conceptos estéticos. Icaza, en aquel 1956, está escribiendo El chulla Romero y Flores, mientras que César Dávila Andrade está haciendo lo propio con su Boletín y elegía de las mitas. Guayasamín ya ha asombrado —y también ha causado la envidia de tantos como le sucedió en cada momento renovador de su vida artística— con su monumental exposición Huacayñán. Las nombradas, en sus respectivos géneros, son obras que superan en todo sentido la pertinencia de publicar, en 1956, Égloga trágica, una novela que, en 1911, cuando fue escrita, ya pertenecía al pasado.

            Las acciones de G. h. Mata, Guayasamín y la de Tíber, que cumple el encargo del poeta Dávila Andrade, para llevar a cabo el hurto que les corresponde son representaciones hilarantes, embebidas de la tradición picaresca. Mata organiza un recital poético para los leprosos; Guayasamín se disfraza de fraile dominico; y Tíber, un personaje cañarejo que disfruta embromando al prójimo, viaja en su camioneta desde Quito hasta Loja para engañar al cura de Malacatos. Icaza, por su lado, se disfraza de campesino para ingresar a la hacienda de Zaldumbide. La narración de estos episodios hace gala de una narrativa lúdica: la imaginación no escatima peripecias para convertir a quienes leen la novela en cómplices de aquellos ladrones aficionados.

            Zaldumbide es el representante de la colonia, de la sociedad señorial y de los modos feudales de la dominación que, aunque agonizantes, aún conservaban poder político en el país de entonces: la recepción que organiza en su hacienda para José María Pemán, que le ha prometido un prólogo para su Égloga, y la compañía de artistas, incluida Lola Flores, que han llegado a Ecuador como parte de la propaganda cultural del franquismo, se contrapone, en términos simbólicos, a la llegada del poeta León Felipe, exiliado en México, que arriba en el mismo avión que Pemán y compañía. Aquí la literatura, afincada en poderosos elementos intertextuales, desarrolla un juego simbólico que permite asumir, desde el humor, la confrontación política e ideológica que plantea la propia novela.

            Cárdenas, en este sentido, hace uso de una libertad sin límites para construir situaciones anecdóticas y desarrollar giros inesperados de la intriga. El paseo por las calles del Quito colonial de Jorge Icaza con Lola Flores —quienes se encuentran por primera vez en El Pinar, la hacienda de Zaldumbide, mientras Icaza lleva a cabo el hurto de la tercera parte del manuscrito de la Égloga—, es una joya de la narrativa picaresca. Asimismo, la invención sobre el porqué el chulla de la novela de Icaza se llama Romero y Flores nos ubica en la especulación libre: Romero, por el poeta Remigio Romero y Cordero que una mañana visita la librería del escritor, y Flores, en recuerdo de su entrañable noche con Lola.

            El poeta Romero y Cordero le pregunta a Icaza si se habían vendido ejemplares de su poemario y este le responde: «Ninguno, don Remigio —Icaza sintió pena al responder aquella simple verdad—. La poesía no se vende, a excepción de las obras de Neruda»[5]. Este espíritu de chanza atraviesa la novela. Cuando se reúnen para recibir las instrucciones de Grijalva y este les dice que nadie debe ingerir alcohol para evitar que César Dávila lo haga, Guayasamín responde: «César es un poeta, y a estos se les debe perdonar todo […] a los que hay que prohibirles la bebida es a los novelistas, porque de borrachos escriben pendejadas»[6]. Y borracho es como termina Icaza la noche de su cita con Lola Flores, quien a la mañana siguiente le dice con espíritu libre: «—¡Josú! Empinaste el codo más de la cuenta y dormiste la mona como un bendito […] No tengas pena, aventurero, que entre nosotros no ha pasado ná de ná. Mejor para mi honor, el de mi hombre y el de mi churumbela»[7].

            La novela reedita una disputa política de nuestro canon literario: el enfrentamiento del indigenismo como denuncia de la situación del indio en una nación mestiza que, en su afán por integrarlo, intentó despojarlo de su cultura, es decir, de su humanidad; contra el indianismo como representación del indio en tanto una figura natural del paisaje, que por su condición arcaica habrá de desaparecer con la llegada del progreso. Lo paradójico es que, en ambos proyectos de nación, aparentemente opuestos, el indio resulta un sujeto manipulado en función de un mestizaje excluyente de la diversidad. Y, no obstante, con ambas propuestas estéticas se edifica la tradición canónica. Como ha señalado la crítica Alicia Ortega: 

 

Esta rica interacción dialógica, en la que varias narraciones se encuentran, nos devuelve, en tanto lectores, a una biblioteca original que no deja de reinventarse: aquella que pervive en nuestra memoria y hace posible el juego intertextual que revitaliza y desempolva los textos canonizados. Los escritores del pasado nos interpelan desde la lúdica, y lúcida, carnalidad de una escritura que los reinventa y actualiza.[8]

 

            La resolución de la intriga novelesca nos plantea una reflexión sobre la verdad de la literatura versus la verdad relativa del mundo real. Los niveles de la realidad se fusionan como en la novela de Cervantes, al final, cuando tenemos a Alonso Quijano hablando, como la persona que es, acerca del personaje del Quijote que aquel ha dejado de representar, puesto que dice haber recobrado la cordura. El diálogo entre Zaldumbide y Arellano es una conversación entre un personaje y su autor, en la que el personaje le reclama que el origen de su existencia sea el resultado de la violación de una indígena por parte de su patrón:

 

            —Arellano (con rudeza): Yo soy el hijo de aquella infeliz india sierva de la hacienda El Pinar.

            —Don Gonzalo (con extrañeza): Continúo sin comprender, señor, Mariucha es el producto de mi imaginación de narrador. Careció de existencia real.

            —Arellano (irónico): ¿Ha leído usted a Freud? Él dice que las acciones que el nivel consciente reprime son olvidadas o convertidas en sueños, en ficción.

            […]

            —Don Gonzalo (con la voz trémula): ¿Eres hijo mío entonces?

            —Arellano (brusco): Soy hijo de Segismundo, el personaje de la novela. (Pausa). En cuanto a la infeliz Mariucha, murió, por lo que sé, hace bastantes años, víctima de alguna de las epidemias causadas por el abandono y la desventura que acaban con los indios.[9]

           

            Zaldumbide se queda intrigado sobre qué es verdad y qué es ficción luego del diálogo con Arellano. En las últimas páginas de la novela, Zaldumbide conversa con un Benjamín Carrión, próximo a su exilio, prolongando los cuestionamientos que le generara su conversación con aquel que aseguraba ser hijo de Segismundo, el personaje de Égloga trágica, convertido por efectos de la novela de Cárdenas en un hijo del personaje literario de Zaldumbide: «—¿Cree usted que un autor pueda engendrar hijos de carne y hueso con su literatura?»[10].

            El Pinar de Segismundo, de Eliécer Cárdenas, logra inventar personajes que actúan como las personas del mundillo literario y artístico que representan, en un escenario teatral signado por el humor. Hay pequeños guiños que muestran a los escritores Raúl Pérez Torres y Carlos Carrión cuando eran adolescentes: el primero, comprando en la librería de Icaza los dos tomos de Los miserables; el segundo, como mensajero para engañar al cura de Malacatos; y hasta el propio autor se cuela en la trama como el niño Huguito, ayudante de ese ejemplar de nuestra picaresca que es el personaje de Tíber. La novela de Zaldumbide se podría entender como un hipotexto de presencia tácita en la novela de Cárdenas, cuya estrategia narrativa consiste en el permanente desarrollo de un juego de contrapunteo intertextual: se trata de una ucronía de amplio espectro lúdico en nuestra novelística.

 

 

PS: Este texto sobre El pinar de Segismundo es un fragmento de mi trabajo de investigación La novela como juego hipertextual, base de mi discurso de incorporación como Miembro de Número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Eliércer Cárdenas se incorporó como miembro correspondiente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua el 30 de noviembre de 2016 con el discurso "Escribir es una vida".



[1] Eliécer Cárdenas Espinosa, El Pinar de Segismundo (Quito: Ministerio de Cultura del Ecuador, 2008), 52. Esta novela obtuvo el segundo lugar, en el género novela, del Premio Proyectos Literarios Nacionales, del Ministerio de Cultura, en 2008.

[2] Cárdenas, El Pinar…, 9.

[3] Cárdenas, El Pinar…, 11.

[4] Cárdenas, El Pinar…, 12.

[5] Cárdenas, El Pinar…, 80.

[6] Cárdenas, El Pinar…, 38.

[7] Cárdenas, El Pinar…, 150.

[8] Alicia Ortega Caicedo, «La novela ecuatoriana del siglo XXI. Nuevos proyectos de escritura II: Filiaciones literarias, conexiones, reescrituras», Informe de investigación para el Comité de Investigaciones de la Universidad Andina Simón Bolìvar, sede Ecuador (Quito: Repositorio Institucional UASB-Digital, 2017), 7. 

[9] Cárdenas, El Pinar…, 158.

[10] Cárdenas, El Pinar…, 165.