José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

miércoles, octubre 14, 2020

Perla guayaquileña (1820-2020)

El 9 de octubre pasado se cumplió el bicentenario de la declaración de independencia de Guayaquil. Mi poema quiere celebrar este bicentenario con la convicción de que una perla es la belleza de la esfera que nunca pertenece a nadie, aunque ella nos posea en el cautiverio libre del amor. Devolverla a su hogar es la única alternativa para poseerla por siempre en la memoria, es decir, en el corazón. 


Atardecer con noria iluminada (Fotografía de Cristina Velasco, marzo de 2018).

   

Descubrirte

perla del Guayas

mansedumbre de ría;

andas en manglar agreste,

bañada y cantora,

en la luz nocturna

de la noria del malecón.

 

Empaparme

en tu piel de aurora

plácida y libérrima;

refulges, perla,

húmeda y caliente

orgiástica y exultante

talismán de la razón.

 

Extasiarme

sensualidad de iguana

en tus ojos de cafetal;

existes, guayaquileña,

perla de fuego y tierra

por las calles guácharas,

en la flor del guachapelí.

 

Incendiarme

bajo soles de octubre

en hamacas de miel;

debo devolverte, perla,

a la profundidad de la ría,

tras el dulce cautiverio

de mi fiel libertad en ti.