José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
Mostrando entradas con la etiqueta homofobia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta homofobia. Mostrar todas las entradas

lunes, julio 03, 2023

Es urgente una política pública inclusiva para contrarrestar la histeria homofóbica

Orgullo 2023, La Rotonda, Malecón y Nueve de Octubre, Guayaquil. (Foto del tuitero @JulioCesarUV)
 

Finalmente, la marcha del Orgullo 2023 se realizó el sábado 1 de julio en su recorrido habitual de Malecón y la avenida Nueve de Octubre sin que las trompetas de la moralina apocalíptica hayan retumbado en Guayaquil. Tampoco colapsó el tráfico de la ciudad ni a las tías del WhatsApp les dio un soponcio, ni a los tíomachos les aparecieron plumas.[1] Lo que sí sucedió es que la controversia por una decisión errada del alcalde, en términos de política pública, que luego rectificó, abrió terreno para que transite la homofobia latente de una sociedad patriarcal y, por ende, machista. La histeria homofóbica desatada luego de que el alcalde de Guayaquil pretendió reubicar el sitio de la marcha del Orgullo 2023 se expresó mediante mensajes violentos en redes y la evocación de una moralidad hipócrita por lo que, frente a aquella, son indispensables políticas públicas inclusivas.

Yo no suelo tuitear con la frecuencia, pero, en esta ocasión, escribí sobre un tuit del alcalde en el que señalaba que la marcha debía trasladarse por razones de tránsito urbano: «La marcha del #Orgullo 2023 de la población #LGBTI es una urgencia pedagógica en una sociedad patriarcal, machista y homofóbica (basta leer los comentarios tuiteros). Hacerla por Malecón y la Av. 9 de Octubre le permite visibilidad simbólica. No la cambie alcalde @aquilesalvarez»[2]. Las respuestas que recibí —que ustedes pueden leer en el enlace del tuit si tienen tiempo e hígado para hacerlo— contenían insultos de todo calibre. Algunos mandaban la marcha a sitios de alta peligrosidad de la ciudad con el deseo tácito de que los marchantes sean violentados en tales lugares; otros criticaban que yo hablase de urgencia pedagógica, cuando es obvio que los primeros en necesitarla eran los mismos que criticaban el concepto, y, en general, se hablaban con desprecio de esos otros: maricas y hombres disfrazados de mujeres. La decisión errada del alcalde les dio alas para el insulto homofóbico.

   

La Virgen del Orgullo, performance de Mario Suárez
Una de las actitudes hostiles hacia la marcha y las personas LGBTI se sustentó en una moralina que evocaban las buenas costumbres y el cuidado de la niñez. Lo que hay detrás es siempre el control de los cuerpos como una consecuencia del control de los espíritus por parte del poder patriarcal: lo hacen con las reivindicaciones feministas —que, en verdad, nos reivindican a todos— y con las de las personas LGBTI. “No exageren”, “no muestren más de lo debido”, “no irrespeten”, etc. En abstracto, parecerían prohibiciones de sentido común; en concreto, son formas de disciplinamiento estructural sobre el Otro, ya sea por razones de género, de raza o de orientación sexual. Un caso icónico es el de una representación irreverente y profunda de la defensa de la orientación sexual y apropiación de la frase conservadora «con mis hijos no te metas», en el sentido de criticar al acoso a las infancias diversas, que, bajo el nombre de «La Virgen del Orgullo», desfiló en 2019. Esta representación es una de las críticas más profundas, en lenguaje artístico, a la hipocresía conservadora; en términos teológicos, es un llamado al amor, a la tolerancia frente a la diversidad y a detener el acoso y la discriminación por identidad de género[3].

Frente a la homofobia es indispensable que se construyan políticas públicas destinadas a hacer de Guayaquil una ciudad inclusiva. Los ejemplos sobran: en Toronto, Canadá, el primer ministro ha desfilado todos estos años el Día del Orgullo; las capitales de Europa se visten de la bandera arcoíris y, sin ir más lejos, en Quito desfilaron el alcalde y la prefecta de Pichincha, y en Guayaquil, finalmente, desfiló la prefecta del Guayas. Pero no se trata únicamente de las representaciones, que sí son importantes. Es necesario sensibilizar a la ciudadanía sobre el riesgo que corre la población LGBTI de ser agredida y asesinada cuando se desatan olas homofóbicas, es urgente educar para el entendimiento de la diversidad, es indispensable ejecutar planes de salud que incluyan las especificidades que reclama la población LGBTI, y es fundamental generar políticas de empleo que permitan la inclusión, así como hay que visibilizar en altos cargos a personas LGBTI y, como complemento, desarrollar, desde el discurso oficial, una pedagogía destinada a la aceptación de la diversidad sexual.

En ciertos grupos de WhatsApp los memes y bromas sobre homosexuales, lesbianas y trans se consideran solo bromas y van seguidas de la muletilla «yo respeto la mariconada, pero quiero que también me respeten a mí… hasta tengo amigos maricones y todo bien». Y, cuando se les hace notar que las bromas del WhatsApp que ridiculizan a la población LGBTI son la semilla de la violencia homofóbica se nos dice que no seamos dramáticos. Pues, aunque les moleste a los tíomachos del WhatsApp, hay que ser dramáticos hasta que exista una plena aceptación de la diversidad: la homofobia mata.



[1] Imágenes que retratan el desfile del Orgullo 2023 en este hilo de fotografías del tuitero Julio César, (@JulioCesarUV), «Pride-Guayaquil. 1 de julio de 2023», Twitter, 2 de julio de 2023, https://twitter.com/JulioCesarUV/status/1675578274578157569?s=20

[2] Raúl Vallejo, (@banano59), Twitter, 21 de junio de 2023, https://twitter.com/banano59/status/1671532279473078273?s=20

[3] Mario Suárez, (@soymariosuarez), el artista que realizó la performance, tuiteó: «Soy Mario Suárez, actor, autor del performance LA VIRGEN DEL ORGULLO mi única acción fue decirles a todos los homofóbicos escudados en credos y puestos de poder, asesinos y despiadados asesinos extorsionadores "con mis hijos, no te metas"», Twitter, 23 de junio de 2023, https://twitter.com/soymariosuarez/status/1672448798088478721?s=20


lunes, noviembre 28, 2022

Los prejuicios detrás del 516

De mi archivo: esta reflexión sobre la criminalización de la homosexualidad la escribí en mi columna «PalabrOtra» en la revista La Otra, (Guayaquil) # 288 (29 de marzo de 1997), 16, cuando aún estaba vigente el inconstitucional, prejuiciado y homofóbico artículo 516 del antiguo Código Penal del Ecuador. El 27 de noviembre de 1997, el Tribunal de Garantías Constitucionales declaró la inconstitucionalidad del primer inciso del citado artículo. En estos días se han cumplido veinticinco años de la despenalización de la homosexualidad en nuestro país; lastimosamente, lo prejuicios detrás del 516 aún continúan.

 

Desfile del Orgullo LGBTI, Guayaquil, 2019 (Foto: R. Vallejo)

El amor entre el emperador Adriano y el pastor Antinoo no solo fue objeto de esculturas y templos en la antigüedad, sino que también fue novelado por Marguerite Yourcenar en su texto Memorias de Adriano. Son Conocidos los poemas eróticos que Miguel Ángel (1475-1564), uno de los maestros del renacimiento italiano, dedicara a Tomaso Cavalieri y que, después de la muerte del artista, fueron publicados «con alteraciones que permitían creer que iban dirigidos a una mujer»[1]. Si Adriano, Miguel Ángel y sus parejas homosexuales hubiesen sido ecuatorianos, a más de Io vivido habrían pasado una temporada tras las rejas, pues el artículo 516 del Código Penal señala: «En los casos de homosexualismo que no constituyan violación, los dos correos serán reprimidos con reclusión mayor de cuatro a ocho años».

En Tres ensayos para una teoría sexual, Freud —que junto a Nietzsche y Marx son los llamados filósofos de sospecha, pues cuestionaron las creencias de Occidente— señala que los homosexuales juzgan el carácter de su instinto
sexual sobre todo de dos maneras: «Para unos, Ia inversión es algo tan natural como para el hombre normal Ia orientación heterosexual de su libido (instinto sexual), y defienden calurosamente su licitud. Otros, en cambio, se rebelan contra ella y la consideran como una compulsión morbosa […] En los casos extremos de inversión puede suponerse casi siempre que dicha tendencia ha existido desde muy temprana edad en el sujeto y que él mismo se siente de perfecto acuerdo con ella»[2]. En ningún momento, ni Freud ni ningún sicólogo serio, han sostenido que el invertido es un delincuente y que la práctica homosexual tiene elementos que permiten que sea considerada delito.

Para Edmundo S. Hendler, penalista y profesor de la Universidad de Buenos Aires, «las normas restrictivas de trato sexual de un código penal actual [...] resultan equiparable a los tabúes de la misma naturaleza verificados en sociedades arcaicas»[3]. En una sociedad como la nuestra, en donde a un ex ministro de Estado no se le ocurrió mejor insulto para una periodista que
llamarla «defensora de gays», eI prejuicio contra Ia homosexua,lidad constituye uno de los tabrúes más enraizados en el alma social, de tal suerte que una manera de exorcismo, pletórica de estulticia, es definirlo como delito. Permitir que la intimidad de las personas sea acosada es una de las formas a través de las que el autoritarismo, Ia prepotencia y la arbitrariedad son sembrados en el corazón ciudadano.

El espiritu del artículo 516 es irónicamente, en un pais en el que se habla por todas partes de «modernidad», una versión algo más caritativa del espíritu que, en 1936, en medio de la Guerra Civil Española, permitió que un tal Trecastoro, según Rowse, dijera: «En Granada estábamos hartos de maricas. Acabamos de matar a Federico García Lorca. Le dejamos en una zanja. Y yo le pegué dos tiros en el culo. Por marica»[4].

 

La del estribo: El articulo 517 del Código Penal vigente dice que «la bestialidad se reprimirá. con reclusión mayor de cuatro a ocho años, (el subrayado es mío). Me imagino que se refiere a la desviación sexual conocida como bestialismo y que consiste en tener relaciones sexuales con animales [En estricto sentido, "bestialidad" es una de las acepciones de "bestialismo", pero eso fue lo que escribí en esos días con indignación. En cualquier caso, era más claro y directo usar "bestialismo"] Aparte de constituir una invasión a la intimidad de las personas, este artículo es un ejemplo de prejuicio e ignorancia: por un lado, las desviaciones sexuales son objeto de estudio de sicólogos y no de guías penitenciarios y, por otro, si hay que reprimir la práctica de la bestialidad, por lo que resulta de lo que se Iee en el 517 tendrían que ser sancionados quienes redactaron el artículo de marras .

 

            Actualizaciones: sobre la homosexualidad y la homofobia en el Ecuador ustedes pueden leer en este blog Un arcoiris que cobija al género humano y las veleidades de su corazón (entrada del 23 de junio de 2019) y Reflexiones alrededor de la homofobia (entrada del 28 de marzo de 2022)



[1] A.L. Rowse, Homosexuales en la historia (Barcelona: Planeta, 1981), 35.

[2] Sigmund Freud, «Tres ensayos para una teoría sexual», en Obras completas, tomo II, 4a ed. (Madrid: Editorial Biblioteca Nueva, 1981), 1.173.

[3] Edmundo S. Hendler, Las raíces arcaicas del derecho penal (Quito: Universidad Andina Simón Bolivar / Corporación Editora Nacional, 1995) 65-66.

[4] Rowse, Homosexuales…, 407.


lunes, marzo 28, 2022

Reflexiones alrededor de la homofobia

           

La comparsa de "La Casa de las Muñecas" durante el desfile del Orgullo 2019, en Guayaquil. (Foto Raúl Vallejo)

           
«¿Tiene Raúl algún tipo de desviación?», le preguntó un amigo a Carol Murillo, según ella lo reveló el 23 de marzo, en Manta, durante la conversación que la Sociedad del Quijote organizó sobre El perpetuo exiliado y Gabriel(a).
Carol contó que aquel amigo le hizo la pregunta cuando, en 2019, apareció Gabriel(a), debido a la historia de la novela, algunos artículos que he escrito sobre el tema y el hecho de que yo participe en las marchas del orgullo LGBTI. Contó Carol que, al comienzo, la pregunta le causó risa y extrañeza, pero, luego, pensó que su amigo, que es un hombre muy serio y culto, no dejaba de cargar el prejuicio homofóbico.

            Inmediatamente recordé cuando, en diciembre de 1986, hice una investigación para Vistazo sobre el SIDA, que me llevó a trabajar once historias clínicas y entrevistar a un enfermo desahuciado con quien conversamos más o menos una hora. En aquel año el retrovirus fue bautizado como virus de inmunodeficiencia humana, VIH, y, dado que el primer grupo de riesgo era el de los homosexuales, se desarrolló una homofobia que produjo una persecución y aislamiento aún mayores de los que, de por sí, ya padecía la comunidad homosexual del mundo[1]. Cuando mis conocidos se enteraron de la entrevista, fui tratado con suspicacia y cierto rechazo: el prejuicio obraba pues yo había estado en contacto con la enfermedad apocalíptica y el círculo homosexual.

            El primer inciso del artículo 516 del antiguo Código Penal decía: «En los casos de homosexualismo que no constituyan violación, los dos correos serán reprimidos con reclusión mayor de cuatro a ocho años». La despenalización de la homosexualidad se dio con el dictamen del Tribunal de Garantías Constitucionales, el 25 de noviembre de 1997, que sentenció la inconstitucionalidad de dicho artículo[2], pero lo prejuicios homofóbicos continúan. Sigue siendo utilizado como un insulto el señalamiento, en cualquier de sus expresiones, de la condición homosexual: a un político se le pone algún apodo que lo señale como homosexual y se le inventa relaciones homosexuales para descalificarlo; a la hinchada del equipo de fútbol rival se la tilda de “falta de hombría”; y, en general, a quienes se quiere denostar se les dice que son maricones. Afortunadamente, la literatura, el cine y, en general, el arte contemporáneo, contribuyen a poner en evidencia los prejuicios homofóbicos: películas como La chica danesa (2016) y El poder del perro (2021); libros como Las malas (2019), de Camila Sosa Villada; o declaraciones de artistas como el cantante Pablo Alborán, quien ha asumido públicamente su homosexualidad, o quienes anuncian su transición como lo hizo Elliot Page. Y hay, entre nosotros, quienes también rompen estereotipos como la estupenda cantante y modelo transgénero Doménica Menessini.

            Hemos avanzado, desde la despenalización de la homosexualidad, en la legalización de derechos de la población LGBTI, aunque todavía falta mucho por cambiar. La nueva Ley Orgánica de Gestión de la Identidad y Datos Civiles, aprobada por la Asamblea Nacional y publicada en el Registro Oficial del 4 de febrero de 2016, según los artículos 78 y 94, permite la sustitución del campo de sexo por género y el cambio de nombre en el Registro Civil. El 29 de mayo de 2018, la Corte Constitucional sentenció que la niña Satya podía llevar el apellido de sus dos madres, luego de que el director del Registro Civil, años atrás, se había negado a inscribirla como tal. El proceso legal que llevaron adelante las madres de Satya duró aproximadamente siete años. Asimismo, hay que señalar como un hito en los derechos de la población LGBTI, el que, el 12 de junio de 2019, la Corte Constitucional haya aprobado el matrimonio civil igualitario. Todavía faltan, por ejemplo, leyes sobres el cupo laboral trans o un combate frontal contra las llamadas clínicas de deshomosexualización que aún funcionan en Ecuador, pese a la normas del Ministerio de Salud: el Acuerdo 543, del 8 de octubre de 2010, dispone la clausura de cualquier centro que atropelle los derechos humanos y que atente contra la identidad sexual de los pacientes.

            He hablado de la homofobia en este artículo, pero sería de mayor precisión utilizar el término heteronormatividad. La homofobia parecería una patología individual susceptible de cambio, mientras que la heteronormatividad da cuenta de la discriminación sistemática. Un estudio de caso sobre la violencia contra las mujeres lesbianas y hombres gays en Quito (2008-2015), precisa: «El problema de utilizar la categoría “homofobia” es que puede llevar a interpretar que se trata de un problema individual que debe ser corregido, lo cual oculta los valores y estructuras sociales que hacen posible el rechazo a las relaciones entre personas del mismo sexo»[3].

            ¿Tengo yo algún tipo de “desviación”? Cuando me tocó hablar aquella noche en Manta, recordé que de1985 a 1988 fui coeditor de Vistazo y que, entre mis diversas tareas, entrevistaba a artistas. En esa época, el cantante español Raphael Martos llegó a Guayaquil y fuimos a entrevistarlo con una colega. Mientras almorzábamos con él, mi colega hacía preguntas que, en cada ocasión, se volvían más personales; después de una sobre los amores del cantante, Raphael la miró sonriente y le dijo: «Tú te mueres de ganas de preguntarme si soy maricón». Ella lo hizo y el tarareó: «De mis secretos deseos / de mi manera de ser / de mis ansias y mis sueños / qué sabe nadie / qué sabe nadie. / Qué sabe nadie / lo que me gusta o no me gusta de este mundo. / Qué sabe nadie / lo que prefiero o no prefiero en el amor». Es lo mismo que yo tararearía para responder al amigo de Carol.



[1] En 1987, publiqué en la revista cultural PalabraSuelta el ensayo SIDA, metáfora apocalíptica en donde desarrollo la idea de cómo los prejuicios homofóbicos convirtieron al , en aquellos años, en un contemporáneo jinete del apocalipsis.

[2] En marzo de 1997, publiqué en la revista La Otra el artículo Los prejuicios detrás del 516

[3] Rafael Garrido Álvarez, Violencia contra mujeres lesbianas y hombres gays en la ciudad de Quito, 2008-2015 (Quito: FLACSO Ecuador, 2019), 33.


domingo, julio 08, 2018

Un cuento tan genial como homofóbico


Afiche de la obra de Aarón Navia sobre el cuento de Pablo Palacio
            El personaje del cuento es un extranjero que llega a Quito y se siente desesperado por cuanto no puede satisfacer su deseo sexual. El hombre «había tenido desde pequeño una desviación de sus instintos, que lo depravaron en lo sucesivo […]». Una explicación, con pretensiones sicológicas, que define a la homosexualidad como una enfermedad. En la medida en que su urgencia sexual aumenta, el personaje deambula por la ciudad, «fijando anhelosamente sus ojos brillantes sobre las espaldas de los hombres que encontraba», hasta el punto que: «Le daban deseos de arrojarse sobre el primer hombre que pasara».

            El antológico cuento de Pablo Palacio, «Un hombre muerto a puntapiés», parte de una noticia del periódico, acentuado el hecho de que la literatura se nutre de la vida, para contar no solo una historia, sino también, el proceso de cómo se construye un relato de ficción. Así, luego de transcribir la noticia de crónica roja, el narrador expone la idea obsesiva de su acto creativo: «Me perseguía por todas partes la frase hilarante: ¡un hombre muerto a puntapiés!».
            El narrador de Palacio, con un tono irónico, va exponiendo las manías del escritor: «Con todo, entre miedoso y desalentado encendí mi pipa. —Esto es esencial, muy esencial»; el método utilizado para la creación: «Cuando se sabe poco, hay que inducir. Induzca, joven»; y, como sucede en el proceso creativo, de manera arbitraria, intuye que el personaje era… «No, no lo digo para no enemistar su memoria con las señoras…». Palacio consigue que su narrador arme los elementos de la realidad —tomados de la noticia del diario— para la ficción y, así, construye a su personaje, a quien nomina Octavio Ramírez. Palacio, al mismo tiempo que está contando una historia, está contando cómo se construye esa misma historia: De qué manera el escritor bebe de la realidad, la reelabora, y la inventa en el texto literario. Ese proceso y ese resultado lo consigue, sin necesidad de recurrir a reflexiones metaliterarias obvias, sino desde el discurso narrativo mismo.
Pero el narrador de Palacio arma un cuento cargado de prejuicios. Cuando Octavio Ramírez ya no encuentra un hombre, decide abusar de un niño de doce años; entonces, el padre del niño lo sorprende y lo golpea hasta matarlo a puntapiés. La caracterización está llena de tópicos homofóbicos, pero el más fuerte tiene que ver con la consideración de que la homosexualidad es una “desviación” y que los homosexuales son seres que no pueden contener su deseo y recurren a al acoso y la violencia sexual, como pasa con Ramírez. Esta caricaturización del homosexual en este cuento de Palacio no se entiende ni siquiera por la ironía palaciana, sino que parecería, por el contrario, reafirmar la homofobia social de su momento.
¿Cómo juzgar un cuento que, al mismo tiempo, es genial por su construcción literaria y homofóbico por los prejuicios que encierra? Tal vez, analizando su propuesta literaria, el tiempo histórico de su escritura, y los límites en su comprensión de lo humano.

Un meme que hice meses atrás
La compilación, estudio introductorio, cronología y bibliografía de la edición de Ayacucho son de mi autoría.
El comic es una adaptación del artista Jorge Cevallos Hernández.
Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 06.07.18