José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
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lunes, mayo 16, 2022

La muerte anda libre en la cárcel

La espera de los familiares, afuera de la cárcel de Santo Domingo de los Tsáchilas, fue angustiosa. (Foto cortesía publicada por la revista digital GK, el 9 de mayo de 2022)
             

            En 2021, el 23 de febrero, en las cárceles de Cuenca, Latacunga y Guayaquil, hubo 79 muertos; el 28 de abril, en Guayaquil, 5; el 22 de julio, en Latacunga, 27; el 28 de septiembre, en Guayaquil, 119; y el 13 de noviembre, en Guayaquil, 68. En 2022, el 3 de abril,en Cuenca, 20; y el 9 de mayo, en la cárcel de Santo Domingo de los Tsáchilas, 43 muertos.[1] En marzo de 2021, la periodista Karol Noroña, en un doloroso reportaje sobre los sobrevivientes de la masacre en la cárcel de Latacunga, transcribió este diálogo desesperanzador entre madre e hijo preso: «—Mijito lindo, y ahora, ¿qué hacemos? / —Rosita, regáleme diez dólares para comprar un machete, por favor. / —¿Cómo vas a hacer eso, mijo? / —No, mamita. Si yo no me defiendo, me van a matar. No voy a meterme en nada, te prometo, Rosita»[2]. Las más de 360 muertes violentas durante varios amotinamientos en las cárceles del país, entre 2021 y 2022, habla de la incapacidad para abordar el problema social que provoca la criminalidad y para abordar el problema carcelario y también nos desnuda como una sociedad carente de piedad propensa a soluciones fascistoides.

             La criminalidad es consecuencia de la inequidad social. La reducción la inversión en educación y salud públicas, como postulados de políticas de ajustes, solo acrecienta la inequidad. La reducción de la inversión en dichos campos destruye la posibilidad de que la educación sea un espacio de movilidad social y que la salud sea un derecho de la ciudadanía para la tranquilidad familiar. La ausencia de políticas públicas para el desarrollo profesional y expectativas laborales de la juventud en situación de riesgo marchita la espectativa de una vida mejor basada en el estudio y el trabajo. La incapacidad del Estado para responder a la pobreza y a la injusticia social posiciona la idea de que “el pobre es pobre porque quiere y porque es vago”, que no es sino el fruto de la perversa pereza mental del clasismo.  

            «Estos incidentes preocupantes destacan una vez más la necesidad urgente de una reforma integral del sistema de justicia penal, incluido el sistema penitenciario, para hacer frente a lo que ha sido una crisis prolongada en el país», dijo Michelle Bachelet, la alta comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos, frente a los hechos sangrientos acaecidos en la cárcel de Santo Domingo, el pasado 9 de mayo
[3]. Y es que el problema de la violencia en las cárceles no es ni policial ni militar, es decir, no se resuelve con “la política del gatillo fácil”. Hay que pensar en un Ministerio de Justicia y el fortalecimiento de una política carcelaria centrada según prescribe el artículo 201 de nuestra Constitución: «el sistema de rehabilitación social tendrá como finalidad la rehabilitación integral de las personas sentenciadas penalmente para reinsertarlas en la sociedad […]
tendrá como prioridad el desarrollo de las capacidades de las personas sentenciadas penalmente para […] cumplir sus responsabilidades al recuperar la libertad». Bachelet, en representación de la ONU, hace una advertencia que, como país, debemos tomar en serio: «hacemos hincapié en que la responsabilidad del Estado por la seguridad de todas las personas bajo su custodia crea una presunción de responsabilidad del Estado por estas muertes»[4].

            Y, finalmente, el discurso de “aplicar la mano dura” pretende imponerse como la “solución final”: frente a la ola delictiva, “mano dura”; ante el sicariato, “mano dura”; contra el tráfico drogas, “mano dura”; para solucionar la violencia en las cárceles, “mano dura”. Las propuestas fascistoides para resolver los problemas de la inequidad social —que es consecuencia de las miserias del capitalismo neoliberal—, parecerían estar calando en el espíritu aterrado de una ciudadanía que padece las consecuencias del problema sin tener consciencia de las causas del mismo. Lo peor de todo, es que las matanzas están cosificando a los muertos y nos resulta fácil decir: “…es que se matan entre ellos”, como si ese “ellos” fuera un ser colectivo sin humanidad, una anomalía de desechables, cadáveres ambulantes a los que hay que enterrar sin velorios. ¿Por qué no declarar duelo nacional ante tantas muertes? ¿Para qué, si esos muertos eran unos delincuentes?[5] Y, así, sin piedad, la ciudadanía opta por convertirse en una pieza sin corazón del engranaje de la violencia estructural del capitalismo salvaje.  

            La cárcel, tal como se la padece en nuestra sociedad, es un espacio de crueldad estructural en donde toda esperanza, como en el infierno de Dante, debe ser abandonada en el instante en que el reo ingresa a prisión. En Ecuador, además, es un espacio de poder criminal que somete a los individuos a una violencia en la que la proximidad de la muerte, que anda libre en la cárcel, es un castigo sin redención posible.



[1] Orlando Pérez, @OrlandoPerezEC, «¡¡Las cifras oficiales de las 7 masacres carcelarias (2021-2022) suman 361 personas asesinadas en los centros de reclusión controlados por el Estado!! #Amotinamiento (Con esto, además, dejo sentada la disculpa a @diegopuente1 por el uso de su cuadro estadístico de ayer)», Twitter, 10 de mayo de 2022, https://twitter.com/OrlandoPerezEC/status/1524043089232502786?s=20&t=FeObxIrwkhgxWDuUH_HBiQ Esta información se completa con una precisión al hilo: «En este cuadro no se incluye la cifra de muertes violentas en las cárceles que no se produjeron en #amotinamientos. De las fuentes consultadas, si se incluyera la cifra podría ser de 450 o más entre 2021 y 2022».

[2] Karol Noroña, «Sobrevivientes de una masacre tras las rejas», La barra espaciadora, 28 de marzo de 2021, acceso 14 de mayo de 2022, https://www.labarraespaciadora.com/ddhh/sobrevivientes-de-una-masacre/

[3] Una excelente crónica de este suceso luctuoso la encontramos en Karol Noroña, «Masacre en la cárcel de Santo Domingo. Esto sabemos», GK, 9 de mayo de 2022, acceso 14 de mayo de 2022, https://gk.city/2022/05/09/masacre-carcel-santo-domingo/

[4] «Bachelet urge a reformar cárceles de Ecuador tras nueva masacre», Inter Press Service, 10 de mayo de 2022, acceso el 14 de mayo de 2022, https://ipsnoticias.net/2022/05/bachelet-urge-a-reformar-carceles-de-ecuador-tras-nueva-masacre/

[5] En noviembre de 2021, a propósito de la matanza en Guayaquil, publiqué en este blog el poema «A media asta»


domingo, noviembre 14, 2021

A media asta


 

En 2021, hasta noviembre, en las cárceles de Ecuador,

324 personas privadas de libertad han muerto violentamente.

.

 

Etiquetados del mal, son cadáveres que deambulan

a la espera del acta violenta de su defunción

en esa tumba donde habitan sin exequias ni piedad.

 

La patria está de duelo por los vástagos de su propio horror:

los expulsados del hogar y de las iglesias; los que blandieron

el arma culpable del pesar de otros; los desahuciados del mundo,

los que reciben el escupitajo del biempensante y la caricia

del alma estrujada de la madre; los parias sin sentencia

en ese infiernillo de esperanzas ciegas; los que robaron para saciar

el hambre de sus hijos y los rebeldes; los desechables de la vida, 

los del rostro culpable que nos hace creer que somos inocentes.

 

¡Cómo no llorar aquellas muertes enterradas

en nuestros corazones muertos! ¡Cómo no llorarnos!