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| Cecilia Ansaldo
Briones, Apuestas críticas. Ensayos sobre literatura ecuatoriana, prólogo,
selección y notas de Raúl Serrano Sánchez (Cuenca: Casa Editora Universidad del
Azuay, 2025). (Foto: R. Vallejo, 2025). |
Ha sido maestra desde siempre y su
magisterio en la literatura ha dado frutos en la obra de algunas escritoras y
escritores de hoy, entre los que me cuento, y, por supuesto en una infinidad de
lectoras y lectores. Anima la fiesta de la lectura y el libro desde su asesoría
académica en los contenidos de la Feria Internacional del Libro de Guayaquil.
Ha difundido las novedades literarias en sus columnas de reseña en revistas y
periódicos del país. Y, asimismo, es una voz autorizada y lúcida en el ámbito
de la crítica literaria del Ecuador. Me refiero a Cecilia Ansaldo Briones
(Guayaquil, 1949), que acaba de publicar una recopilación de sus trabajos críticos
con el sugerente título de Apuestas críticas. Ensayos sobre literatura ecuatoriana,
un libro que se convertirá en páginas de consulta indispensable para quienes
estudian nuestra literatura.
En esta recopilación de los textos
críticos de Cecilia Ansaldo encontramos su amplio, acucioso y profundo
recorrido sobre el cuento ecuatoriano desde sus orígenes hasta las
publicaciones contemporáneas. Los estudios que Cecilia ha llevado a cabo a través
de algunos años dan cuenta de una las más completas lecturas críticas de la
producción cuentística del país. La mirada crítica incluye una reflexión continua
sobre la teoría del cuento, en tanto género literario con identidad
propia al marcar distancia con la formulación de Wolfgang Kayser —que decía que
este no era un género en sí— y sostener lo contrario: «creemos que es criatura
con plena independencia y con tal venerable antigüedad, que la discusión se da —a
estas alturas de la ciencia literaria— por descartada». Cecilia, que dice que «el
cuento es arte para la sugerencia», lo describe así:
Al elegir como
material narrativo un suceso, una situación, una experiencia; su estructura descansa
en una condensación de elementos que lo vincula a los efectos de intensidad y
casi temporalidad pura de la poesía; la organización de estos elementos, aunque
no fijada preceptivamente, tiene su carácter propio de asociación y correlación
cerrada. (52-53)
Un señalamiento obligado para la
construcción de nuestro canon lo encontramos en el prólogo de su antología Cuento
contigo (1993), en el que rescata del olvido a la escritora guayaquileña
Elysa Ayala (1879-1956), cuyas obras desperdigadas en revistas y periódicos no habían
sido recogidas antes en ninguna otra antología. Sobre Ayala dice: «… los tres
cuentos de ella que he podido leer acusan las más claras características del género
cuentístico, y la temática que cultivó en ellos la identifican como escritora
en la línea del futuro realismo» (104).
En esta recopilación de los ensayos
de Cecilia Ansaldo también encontramos su recorrido por algunos clásicos de
nuestro canon que incluye un estudio sobre la faceta de narrador de Medardo Ángel
Silva, ahondando en su novelina María Jesús; otro sobre la novelística
de Alfredo Pareja Diezcanseco, de quien, además de su extensa obra novelística,
destaca el sentido experimental y contemporáneo de Las pequeñas estaturas
y La Manticora; un lectura analítica que ilumina el cuento «Chumbote»,
de José de la Cuadra; una mirada al Jorgenrique Adoum poeta, novelista y
articulista; y a la literatura de Rafael Díaz Ycaza. A este último, de quien se
conmemora en este 2025 el centenario de su natalicio, le dedica un amplio
estudio, de una obra que abarca varios géneros, sobre la que sintetiza lo
siguiente: «Poeta buceador del mar, narrador de su ciudad, articulista agudo,
estas y otras facetas convergen en Rafael Díaz Ycaza, escritor que ha dedicado
toda su vida al indeclinable oficio de volcar en la palabra tanto el testimonio
como los sueños, su enorme sensibilidad de hombre solidario así como su
necesidad de convertir en ficciones sus constantes luchas con la realidad»
(199).
El libro también apuesta por el posicionamiento
canónico de autores con una obra producida desde el último tercio del siglo
veinte y lo que va del presente. Así, en su ensayo «“Ignívoro volcán” o los fuegos
literarios de Jorge Dávila Vázquez» tenemos una visión que engloba la obra prolífica
del autor cuencano que tiene en María Joaquina en la vida y en la muerte,
una novela excepcional, así como una cuentística de la que Cecilia, que lo llama
«un maestro del relato breve» (225), destaca Las criaturas de la noche; además
de su obra dramatúrgica, ensayística y poética. Asimismo, encontramos «El
Rincón de los Justos: novelas de la marginalidad», un ensayo canónico sobre
la novela de Jorge Velasco Mackenzie, en el que, ya entonces, advertía con
lucidez: «Esta literatura de la marginalidad enrique el presente literario del
Ecuador, pero se acerca a un límite, después del cual los escritores tendrán
que encontrar otros derroteros» (245).
La sección se complementa con artículos
sobre la novela Sueños de lobos, de Abdón Ubidia, de la que dice: «Nostalgia,
desencanto, soledad, contradicción. En Sueño de lobos se cifran los síntomas
de una etapa y de un país. Y en mi reciente lectura, aprecio, también, las
luchas interiores en el mantenimiento de la masculinidad» (265); también sobre Mientras
llega el día, la luminosa novela histórica de Juan Valdano con la que, según
Cecilia, «maduraremos hasta aceptar en los términos adecuados nuestro
mestizaje, creceremos hacia la construcción de un gobierno justo, abonaremos el
terreno necesario para saber quiénes somos a costa de tener claro cómo hemos
sido» (278).
Además, sendos artículos sobre La
luna nómada, de Leonardo Valencia, y su relación con el conjunto de su obra,
de la que concluye que sus textos: «[…] recorren los caminos de mundo: Roma,
China, India, las islas Galápagos, La Habana, Guayaquil son los enclaves de
ficciones minuciosas, retratadas con los datos necesarios sobre los marcos
culturales elegidos» (287); una visión de conjunto sobre la novelística de
Ernesto Carrión, de la que señala que «Guayaquil y su amplio y disímil paisaje
urbano es la plataforma preferida de sus ficciones […] Guayaquil es un madeja
sobre la que se enrollan y desenrollan hilos pretéritos, para crearle un rostro
y una identidad, para oírla respirar como un pulmón agitado y abrirle al lector
sus verdades acalladas» (290); y, también, sobre tres textos de Marcelo Báez
Meza: El gabinete del doctor Cineman, singular y lúdica reflexión sobre
cine; El viajero inmóvil, su antojolía poética, y Otra vez Amarilis,
una novela de radical juego metaficcional, escrita a partir de una rigurosa
investigación literaria y con humor inteligente; de ella, dice Cecilia: «El
pretexto [la invención de la vida de Márgara Sáenz, la poeta ecuatoriana que, a
su vez, fue inventada como una broma de tres poetas peruanos] deja secuela muy
ricas en el trabajo de Báez, vericuetos sugerentes de cómo la vida imita a la
literatura, de cuánta ligazón hay entre autores y obras de puntos distantes del
planeta, y en la medida en que se acerca al presente, los hechos pueden
vincularse cuando hay detrás un demiurgo que los aproxima» (306).
Raúl Serrano Sánchez, a quien le debemos el prólogo,
la selección y las notas de Apuestas críticas, dice que, en los años
ochenta, cuando él todavía vivía en su natal Arenillas, le pedía a su padre que
le comprara la revista Vistazo en sus viajes a Guayaquil. La razón del
pedido era su avidez por leer la sección en donde Cecilia Ansaldo comentaba libros
de literatura ecuatoriana y latinoamericana, y recuerda, agradecido, de qué
manera estos artículos de Cecilia estimularon al lector en formación que entonces
él era. Y es que otra labor permanente de Cecilia Ansaldo ha sido la de reseñar
las novedades literarias. Además de su columna en Vistazo, Lo hizo también
en la revista Tiempo Libre y lo continúa haciendo en su columna de diario
El Universo.
Varios textos del arte de la reseña,
una escritura que combina el tono de difusión con la profundidad del análisis
literario y que Cecilia domina, los encontramos en la sección «Escritoras de lo
pequeño y lo grande», en donde comentan libros de Carolina Andrade, «Soy
admiradora apasionada de Revista y revuelta (2003), esa colección orgánica
concebida como un magazín con historias independientes entre sí» (361); Gabriela
Alemán, «Me detengo en el binomio salud-enfermedad [de Humo] que forma
parte del núcleo narrativo: la expansión del dolor y de la muerte, como
correlato de la guerra también ilustran una capacidad descriptiva elocuente y
detallada» (367); Mónica Ojeda, «Nefando es una novela de la oscuridad del
ser, una exploración del dolor gratuito, de la sexualidad destructora, de la
anarquía que la vida puede seguir teniendo detrás de sus máscaras civilizatorias»
(369); Alicia Ortega, «Para el estudioso de la literatura ecuatoriana [Fuga
hacia adentro] es una puesta al día de sus asentados conocimientos de un
siglo de novela de nuestro país, pero llevándolo de la mano a que haga
conexiones y a que integre lo fragmentario del listado de obras y autores, a una
visión macro de la historia y los procesos de desarrollo político-sociales del
Ecuador» (372); María Fernanda Ampuero, «Fernanda da testimonios [en Sacrificios
humanos]. Cuenta sobre su infancia —cuántas niñas y muchachas entre su
humanidad literaria—, sobre su familia y barrio, sobre su experiencia migrante
y su militancia feminista» (376); Solange Rodríguez, «Otra vez me atrapa la
lectura de un buen libro de cuentos [El demonio de la escritura], otra
vez son 13 y por repetida ocasión es de una escritora guayaquileña a quien le
tengo viva admiración» (379), y Natalia García Freire, «Impresiona el suave
pero firme estilo de la escritora para crear un tejido de palabras cargadas de
hálito poético y capaces de levantar un copioso simbolismo con reminiscencias
clásicas y bíblicas [Nuestra piel muerta]» (382). En este punto destaco
el acierto de juntar en este capítulo, la amplia y estimulante visión de
Cecilia Ansaldo sobre la literatura actual escrita por mujeres.
En muchos de sus trabajos críticos,
Cecilia Ansaldo ha privilegiado la perspectiva feminista para iluminar las
obras literarias y ha desarrollado una certera pedagogía para sensibilizar y
concienciar a sus lectores al respecto. En su ponencia «Una mirada “otra” a
ciertos personajes femeninos de la narrativa ecuatoriana» (1995), explica con
claridad algunas premisas generales de la ginocrítica, entre las que
cito tres: «[1] El análisis literario no puede ser neutral: es un análisis político
que saca a la luz las prácticas del sexismo para concientizar sobre su erradicación.
[2] La ginocrítica cuenta con la separación sexo y género y sostiene que toda
escritura-lectura está marcada por el género. [3] El apoyo interdisciplinario
para el análisis feminista también debe salir de unas ciencias humanas
feministas […]» (115).
La ponencia citada arriba analiza
el tratamiento que los escritores han dado a los personajes femeninos en La
emancipada, de Miguel Riofrío; Cumandá, de Juan León Mera; A la
Costa, de Luis A. Martínez; Débora, de Pablo Palacio; La Tigra,
de José de la Cuadra; y Baldomera, de Alfredo Pareja Diezcanseco, y,
luego de un minucioso trabajo textual, concluye, entre otros puntos: «Que los
personajes femeninos que emergen de las obras de los primeros narradores de nuestra
literatura no son auténticos personajes de ruptura, a pesar de las intenciones
de sus autores. Cada uno de ellos ha sido víctima […] de una reducida,
equivocada o simplísima concepción de lo femenino, que los llevó al fracaso o a
la muerte» (132). Lo que no significa desconocer el valor literario de las
obras mencionadas, pero sí señalar las limitaciones de los prejuicios de su época
en la visión sobre la situación de la mujer en la sociedad.
En el prólogo de Cuentan las
mujeres. Antología de narradoras ecuatorianas (2001), Cecilia Ansaldo reflexiona
sobre la necesidad de posicionar la literatura escrita por mujeres en el seno
de una sociedad patriarcal y, con lucidez, plantea que «hay un grave riesgo en
la agrupación excluyente de sus obras que consiste en dar la imagen de que las
autoras escriben sobre asuntos de mujeres y para mujeres […] que lo universal
es masculino […] y que lo femenino se centra en campos tan específicos, tan
particulares, que esa perspectiva no es transferible a las vivencias de lo humano»
(139). Pero, superado el riesgo, la apuesta por una antología de escritoras es,
tanto en su momento como ahora, una necesidad crítica para entender las
propuestas literarias de hoy en toda su extensión. En Cuentan las mujeres,
Ansaldo combina el género de sus autoras con las propuestas estéticas de sus
cuentos y, así como en 1993, ella nos descubrió a Elysa Ayala, en esta antología
de 2001, la crítica apuesta por la voz nueva de Solange Rodríguez (1976), la más
joven de las antologadas, que hoy es una presencia indiscutible de nuestra
narrativa.

La apuesta de Cecilia Ansaldo por la
literatura escrita por mujeres incluye, en esta colección de ensayos, dos trabajos
académicos de primer orden. El uno, que cierra este libro, es «
“Finjamos
que soy feliz”: recado de Sor Juana a Juan León Mera», que fue su discurso
de ingreso como miembro correspondiente a la Academia Ecuatoriana de la Lengua,
el 4 de marzo de 2015; en él, como en una tertulia literaria, Cecilia hace observaciones
precisas al trabajo pionero de Mera sobre Sor Juana, que ella pondera, de tal
manera que la lectura de la tradición crítica gana en profundidad. El otro es «
De
la voz armoniosa y profunda: mujer y poesía en la obra de María Piedad Castillo
de Leví y Aurora Estrada I Ayala», que fue su discurso de ingreso como miembro
de número a la AEL, para ocupar la silla H, el 7 de julio de 2022. Cecilia
analiza la poesía de las dos escritoras, ubicada en la tendencia del Modernismo,
y, al señalar el poco conocimiento que se tiene sobre la obra de ambas, confronta
a la tradición crítica: «He llenado tardíamente mi propio desconocimiento de la
literatura con sus obras y culpo a la ceguera de los historiadores, al egoísmo
de los críticos y tal vez, peor, a la proverbial misoginia de los estudios
literarios. ¿Por qué sus nombres no afloran junto a los modernistas que en las
listas se agostan con la Generación Decapitada?» (401-402).
Esta recopilación se cierra con una
sección en la que se extiende el espacio de los ensayos hacia lo
iberoamericano: un ensayo sobre José Martí, en la celebración del
sesquicentenario de su natalicio, de quien dice que «fue un intelectual y un prócer,
un artista y un activista político. Fue, en pocas palabras, un ser humano
extraordinario» (435). Y, no podía faltar, una exquisita reflexión sobre El
Quijote, del que Cecilia es una lectora especializada, a partir de los
objetos simbólicos del hombre de La Mancha: aquellos con los que se arma como
caballero, y aquellos otros que dan paso a las aventuras, como la bacía que por
fantasía del Quijote se convierte en el yelmo de Mambrino y otros; también aborda
la cuestión de los lectores que existen en la novela de Cervantes y, sobre
todo, el juego metatextual que ocurre en la segunda parte: «Creo que en esta
elección —de las infinitas que le suponen a un narrador componer una novela— Cervantes
lleva el objeto libro a la cumbre de sus capacidades de objeto de arte y
cultura: es medio de representación, ingresa a la vida concreta como
entretenimiento, enseñanza y simbolización; al desprevenido lector, engaña; al ágil
y dialogante, revela y completa. Libro fetiche, libro caja de Pandora, libro
que abre cuevas con otra clase de mundos» (455).
He dejado para el final, por
modestia y pudor, la mención del capítulo que Cecilia dedica a mi literatura:
desde la aparición de Solo de palabras (1992), pasando por Acoso
textual (1999), un estudio general sobre la presencia de lo erótico en mi
narrativa, El alma en los labios (2003), El perpetuo exiliado
(2016), hasta Gabriel(a) (2019). En este punto, solamente me queda
agradecer a la crítica, con emoción y afecto, por la lectura generosa con la
que ha acompañado el desarrollo de mi obra.
Apuestas críticas. Ensayos sobre
literatura ecuatoriana, de Cecilia Ansaldo Briones, es un libro que estábamos
esperando con ansia en el campo de los estudios literarios, por cuanto reúne los
textos fundamentales, que hasta hoy habían aparecido de manera dispersa, de una estudiosa
cuyo nombre es referencia obligada en el mundo académico. Y, no está por demás
decirlo, las apuestas críticas de Cecilia Ansaldo Briones son de referencia
imprescindible en nuestra tradición crítica, así como una contribución indiscutible
a la difusión de la literatura ecuatoriana.