José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, noviembre 06, 2023

¡Alto al fuego, ahora!

           

Una niña palestina en el campo de refugiados de Shati luego de un bombardeo israelí (Europa Press, foto tomada de El Confidencial, 9 de octubre de 2023)
            El ministro de Patrimonio de Israel, Amichai Eliyahu, del ultraderechista partido del Poder Judío, dijo ayer domingo, según The Times of Israel, que lanzar una bomba atómica sobre Gaza es una de las posibilidades de la guerra. Eliyahu fue inmediatamente suspendido, pero no removido, de asistir a las reuniones de Gabinete por Benjamin Netanyahu, el derechista primer ministro de Israel. Las declaraciones Eliyahu, que si bien no es parte del gabinete de seguridad ni tiene incidencia en la dirección de la guerra contra Hamas, es una muestra al desnudo del pensamiento de un sector de la coalición de derecha que gobierna Israel. Por lo mismo, el ataque criminal del grupo terrorista Hamas contra la población civil israelí, el 7 de octubre pasado, no justifica de ninguna manera los crímenes de guerra que Benjamín Netanyahu está cometiendo contra la población civil de Palestina. De ahí que, un cese al fuego inmediato es imprescindible para evitar el genocidio del pueblo palestino y, al mismo, que el conflicto se extienda por toda la región, con imprevisibles consecuencias para la frágil paz del mundo.          

Familia israelí evacuada luego de los bombardeos de Hamas, el 7 de octubre (Foto AP, tomada de AJN Agencia de Noticias, 7 de octubre de 2023)
            El 7 de octubre de 2023 será recordado como el día en que Hamas cometió uno de los más sanguinarios crímenes contra la población civil israelí. Aquel sábado, alrededor de 1.400 personas fueron torturadas y masacradas en sus casas y en las calles. La cifra incluye el asesinato de 260 jóvenes que eran parte de un festival de música cerca del kibutz Re’im. Además, Hamás tomó como rehenes a más de 240 civiles. Este ataque de Hamas ha cavado, aún más hondo, la tumba del antiguo proceso de paz de Oslo, firmado en 1993, entre Yasser Arafat, de la Autoridad Palestina, y Yitzhak Rabin, del Partido Laborista, primer ministro de Israel, que estableció las bases para la creación de un Estado palestino. Los atentados de Hamas y la Yihad Islámica, entre 1994 y 1995, detuvieron aquel proceso y la derecha israelí tomó el poder, en 1996, con Netanyahu a la cabeza. Asimismo, el ataque de Hamas ha convertido en un imposible la agenda de la Cumbre de Paz de Camp David, del año 2000, entre Arafat y Ehud Barak, primer ministro de Israel, también del Partido Laborista. Aquel proceso también fracasó porque Arafat rechazó los términos del acuerdo y Ariel Sharon, del derechista partido Likud, se paseó por la plaza de las Mezquitas, en Jerusalén, en una abierta provocación que encendió la chispa de la Intifada de 2001. El terrorismo de Hamas y su influencia política se conjuga con el ascenso de la derecha fundamentalista de Israel al poder.

            Netanyahu, que estaba debilitado por las acusaciones de corrupción y su afán por paralizar al poder judicial, se vio fortalecido, al comienzo, por la unidad política de los partidos y la ciudadanía frente al ataque de Hamas. Su respuesta ha ocasionado, según la ministra de Salud de Palestina, Mai Kaila, más de 10.000 víctimas, entre la población civil, incluidos 4.800 niños, en la Franja de Gaza. En este sentido, Netanyahu ha violado el derecho internacional humanitario, al imponer un “cerco total” y castigar colectivamente a la población civil palestina al cortarle los servicios básicos, bombardear hospitales, escuelas y varios campos de refugiados, al usar armamento prohibido que contenía fósforo blanco, al detener de manera arbitraria a periodistas y activistas —como Ahed Tamimi, nacida en 2001, que ni siquiera vive en Gaza sino en Cisjordania— y, además, al matar a miembros de organismos internacionales con sede en la Franja de Gaza, que cumplían sus tareas. La narrativa de que Hamas se escuda tras la población civil y que por eso hay víctimas civiles ya no se sostiene, toda vez que las víctimas civiles son mayoritarias y, en este caso, asesinadas de manera indiscriminada y cruel. No obstante, a medida que pasan los días, la desmesurada reacción militar ordenada por Netanyahu recibe el rechazo de importantes sectores democráticos del mundo

            António Guterres, secretario general de las NN. UU., denunció que Gaza se está convirtiendo en un cementerio de niño y llamó a un alto al fuego humanitario para evitar un genocidio. Él ha dicho, con sentido de justicia: «Los agravios del pueblo palestino no pueden justificar los ataques de Hamas y estos ataques no pueden justificar el castigo colectivo del pueblo palestino». Aunque suene un tanto ingenuo, dada la ferocidad de los contrincantes, el alto al fuego inmediato, la supresión del bloqueo y la desmilitarización efectiva de la Franja de Gaza, son medidas indispensables para reemprender la construcción de la paz. El escritor israelí Amos Oz (1939-2018), al responder sobre la posibilidad de la convivencia de los dos Estados, dijo en una entrevista en 2014: «Creo que la mayoría de los palestinos no están precisamente enamorados de Israel, pero aceptan reticentemente que los judíos israelíes no se van a ir de ahí, del mismo modo que los judíos israelíes, igualmente reticentes y descontentos, aceptan que los palestinos tienen pensado quedarse. Esto no son las condiciones ideales para una luna de miel, pero quizás sí para un divorcio justo como el que se vivió en el caso de República Checa y Eslovaquia». En el caso de Israel y Palestina, la paz solo puede ser construida sobre las realidades presentes, no sobre una disputa histórica en las que ambas partes tienen razón.


 

lunes, octubre 30, 2023

«Los asesinos de la luna»: una obra maestra sobre la codicia, la maldad y el crimen


           En 2009, la poeta de origen osage Elise Paschen publicó «Wi’-gi-e» («Oración»)[1] en memoria de Anna Brown, de la nación Osage, asesinada en 1921 por instigación de William Hale. El poema, citado por David Grann en el libro sobre el que se basa la película homónima Killers of the Flower Moon, tiene la voz narrativa de Mollie Burkhart, hermana de la víctima:

 

Porque murió donde el barranco cae en el agua.

Porque la llevaron a rastras hasta el arroyo.

Al morir, llevaba puesta su falda de velarte.

Aunque la escarcha pintaba la hierba, ella se refrescó los pies en el agua.

Porque yo hice girar el tronco con el pie.

Sus pantuflas flotaban aguas abajo en la represa.

Porque, con el deshielo, los cazadores descubrieron su cadáver.[2]

           

El asesinato de Anna Brown, de 35 años, es uno más de las decenas de asesinatos que miembros de la nación Osage, en Pawhuska, Oklahoma, sufrieron, durante los años veinte del siglo pasado, a manos de blancos que querían apropiarse de las regalías que recibían por la explotación petrolera en su territorio. Los asesinos de la luna (2023), dirigida por Martín Scorsese, es una obra maestra debido a un guion sin tiempos muertos ni enredos innecesarios, a las actuaciones descollantes de su reparto y a una crítica social demoledora sobre el intento criminal de despojo que sufrió un pueblo nativo por parte de los colonos blancos.

El petróleo descubierto en sus tierras, en 1890, convirtió a la nación Osage en el pueblo más rico de la tierra durante la década de 1920. Esta riqueza despertó la avaricia de los colonos blancos bajo un sistema legal norteamericano que consideraba a los indios como individuos incompetentes para administrar su riqueza. La película, basada en un libro de crímenes reales, narra una historia de asesinatos de un pueblo indígena, por causa del petróleo y del nacimiento del FBI, en 206 minutos veloces. El guion, que se basa sobre todo en las dos primeras partes del libro de Grann, mantiene la tensión durante cada escena a través de diálogos cargados de subtextos, sobre todo cuando interviene el cruel filibustero de la muerte, como un fiscal motejó a William Hale. Los crímenes se encadenan, con una violencia cruel y desnuda, sin dar respiro al espectador que ya sabe quién los ordena y solo anhela, al igual que los osages, que, finalmente, se haga justicia. El aparataje económico para el despojo (banqueros, abogados y todos los que multiplican el costo de los servicios para los osages), así como la complicidad del sistema de justicia para la impunidad están construidos cinematográficamente de manera impecable.

Leonardo DiCaprio (Ernest Burkhart, esposo de Mollie) está sublime. Cada uno de sus gestos, cada texto cargado de subtexto y cada mirada al vacío logran que el espectador se convenza de la lucha interior entre el amor y el crimen de un personaje que actúa con la perversión de quien no alcanza a ver la maldad de sus actos. La película genera una enorme tensión en la piedad que este asesino consigue del espectador gracias a la caracterización de DiCaprio. Robert De Niro logra que William Hale se nos presente como un hombre bueno, correcto y admirador de los osages, al inicio de la película, tal como lo ve su sobrino Ernest. A medida que nos lo revela el filme, Hale se transforma en el ser despiadado y amoral que ordena matar, pero que invoca la Biblia, en todo momento, como un pastor y De Niro se encarga de que la maldad envuelta en la careta de la beneficencia sea creíble. Lily Gladstone (Mollie Burkhart), mediante una expresión de pocas palabras, cargada de silencios y una gestualidad que dan cuenta de su sabiduría, encarna la cultura osage y su confrontación con el mundo de los colonos blancos. Ella está siempre contenida, mantiene la compostura, se expresa con la sutileza de sus miradas. Y Jesse Plemons (Tom White) consigue la fuerza moral para el investigador del naciente FBI que semeja un detective antiguo. Plemons le da, a partir de su gestualidad corporal y vocal, la inteligencia implacable de White para descubrir la trama criminal.

La película de Scorsese desnuda en cada momento la complicidad del mundo de colonos blancos. La contratación descarada de los asesinos es posible porque el poder de Hale lo hace sentir intocable e impune. Todos intuyen de donde proviene la orden de los crímenes. Cuando es dinamitada la casa de Reta y Bill Smith, por ejemplo, el alguacil le susurra a Hale —que ha llegado a ver los restos de la explosión—, te estás poniendo en evidencia. Asi también, cuando Mollie va a donde el banquero, ella declara ser la adjudicataria osage # 285, incompetente para administrar su dinero y por eso debe justificar su uso ante el banquero para que este autorice el gasto. El sistema legal norteamericano de entonces no aceptaba la plena conciencia de los indígenas, que venían a ser ciudadanos de segunda clase. La película, a partir de la historia de la nación Osage, pone en evidencia el mecanismo de despojo que han sufrido todos los pueblos por causa de la avaricia de los capitalistas durante el proceso de acumulación originaria.

Los asesinos de la luna, de Martin Scorsese, incluso con su vuelta de tuerca del final que emula el programa radiofónico The Lucky Strike, es una película que deja al descubierto la codicia, el racismo y la amoralidad criminal del capitalismo salvaje. Aquí, la presencia del mal no es una metáfora, sino una realidad concreta: Hale no es una anomalía sino el personaje ejemplar de una práctica inherente a la violencia de la apropiación. Leo los versos finales del poema de Elise Pashen, que no están en la película, como la esperanza que derrota a la muerte y que emerge de la poesía:

 

Durante Xtha-cka Zhi-ga Tzde-the, el asesino de la luna de las flores.

Vadearé el río del pez negro, la nutria y el castor.
Remontaré la orilla donde los sauces nunca mueren.

 


[1] Elise Paschen, «Wi’-gi-e», Poetry Foundation, https://www.poetryfoundation.org/poems/52909/wi-gi-e

[2] Citado por David Grann, Los asesinos de la luna: petróleo, dinero, homicidio y la creación del FBI (Literatura Random House, 2019), edición Kindle, pos. 3776.

lunes, octubre 23, 2023

«Trilogía», de Jon Fosse: la inocencia perversa del amor

Descubrir una obra literaria de un escritor o escritora, de quien no hemos leído nada, es explorar un mundo desconocido y estar dispuestos a maravillarnos, a través de una experiencia inédita de lectura, con todo aquello que conmueva nuestro espíritu. No conocía a Jon Fosse (Haugesand, Noruega, 1959), premio Nobel de Literatura 2023. Por fortuna, unos días después de que se anunciara la concesión del Nobel a Fosse, llegó a mis manos su novela Trilogía (2014, Premio de Literatura del Consejo Nórdico, 2015), que es la única obra que he leído de él. Trilogía, de Jon Fosse, me ha estremecido porque, más allá de que la novela esté —como toda buena literatura— anclada en una tradición nacional y un espacio cultural propios, es una provocación moral y estética sobre los límites del bien y el mal, tiene un ritmo trepidante y rompe constantemente la norma del tiempo y la realidad.

            «Vigilia», la primera parte, se inicia con la llegada a Bjørgvin[1] de Asle, que es violinista y pescador, y Alida, que está embarazada, provenientes de Dylgja, un pueblo en donde hay apenas unas cuentas granjas y casitas de pescadores. Ellos llegan en busca de alojamiento y trabajo, pero nadie quiere alquilarles una pieza, ni siquiera para unos días. El peregrinaje de la pareja actúa como una metáfora de la búsqueda de un nuevo hogar de los migrantes y el rechazo espontáneo que sufren por los prejuicios contra el extranjero, por el odio irracional que genera el pobre y el extraño. La joven pareja enfrenta los problemas con el amor que se profesa, con la felicidad que han construido y llevan a cuestas, pero nada es suficiente para estar a salvo del mal. Lo que empieza como una bella historia sobre la persistencia del amor por encima de las dificultades se va transformando en una desasosegante historia signada por el horror del crimen. A lo largo de la novela, las vicisitudes de los personajes nos enfrentan a los límites de la justificación del mal en nombre del amor que se enfrenta a la iniquidad y el odio, de tal manera que quien lee se ve atragantado y exhausto ante un dilema moral.

            En «Los sueños de Olav», la justicia expedita lleva a cabo la ejecución del asesino. Luego de vender su violín, Asle, bajo la identidad de Olav, regresa a Bjørgvin, movido por su amor a Alida, que ahora se llama Åsla, para comprar sus anillos de matrimonio. Asle es un asesino múltiple, pues ha matado al joven dueño de la caleta donde vive la pareja y a la comadrona dueña de la casa donde Alida parió y se sospecha que también asesinó a la madre de Alida. Alida es una mujer que parece no darse cuenta de lo que sucede a su alrededor, de la manera oscura como Asle resuelve los problemas, y, sin decir nada sobre su presente, pasa imaginando lo que quiere vivir. Esa mezcla de los niveles de lo real y lo onírico es constante en la novela y se acrecienta en «Desaliento», la parte final. El monólogo interior rompe continuamente el sentido del tiempo, pues mientras está sucediendo algo en el presente, de manera simultánea, el personaje está viviendo, mentalmente, ya sea el pasado de esa línea del suceso o su posibilidad de futuro. La relación de Asle y Alida está marcada por la inocencia de un amor adolescente y profundo, pero carente de culpa ante el crimen. Asimismo, el encuentro de Åsla, la hija a quien Alida le puso el nombre que adoptó para esconderse, con el fantasma de Alida es la culminación que mezcla tiempo y niveles de realidad para ofrecernos un final catártico, purificador. El autor parece decirnos que, en medio de la turbulenta oscuridad del mal, se vislumbra un destello de luz que, en alguna forma, purifica a quien ha caído en dichas tinieblas.

            Trilogía tiene un ritmo trepidante dado por una forma de contar que recupera la velocidad de la oralidad al despojar a la narración de la puntuación tradicional: la coma se vuelve un instrumento al servicio del punto de vista subjetivo de los personajes. A lo dicho contribuye una constante repetición, como un leitmotiv musical, de lo que se dice que, en ocasiones, revela el acoso al que están sometidos los personajes protagónicos por el mundo hostil que impide su felicidad y los persigue sin tregua. La novela evoca una tradición musical familiar que empieza con padre Sigvald, sigue con Asle y continúa con Sigvald, el hijo de Asle y Alida. La presencia de la música en la novela no se desarrolla únicamente a nivel de la historia sino en la tesitura musical que tiene una narración de vigorosa evocación. 

          

Winje Agency
 Jon Fosse es conocido, sobre todo, por su obra dramatúrgica que, con más de treinta obras teatrales, ha tenido alrededor de mil montajes en el mundo. Debutó como novelista en 1983 con Rojo, negro y, luego de pasar por una crisis de alcoholismo y convertirse al catolicismo en 2013, publicó Trilogía y lo que la crítica considera su obra maestra: Septología (2019-2021), un conjunto de siete novelas en tres volúmenes: El otro nombre (I-II), Yo es otro (III-V) y Un nuevo nombre (VI-VII). El Premio Nobel de Literatura 2023 le fue concedido «por sus obras teatrales y prosa innovadoras, que dan voz a lo indecible»: así sucede en Trilogía, una novela que da voz a la inocencia perversa del amor, frente a la que nos ahogaremos durante su lectura, en medio de un permanente dilema moral y estético que nos llenará de ansias de perdón y afán de castigo.

          


[1] El puerto de Bergen es, en la actualidad, la segunda ciudad más poblada de Noruega y fue conocido como Bjørgvin hasta 1850. Bergen es la entrada a los famosos fiordos noruegos.