José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, abril 11, 2022

La Educación a distancia después de la pandemia

           


¿Qué nos enseñó la pandemia sobre la educación a distancia? ¿Qué falencias del sistema educativo nos reveló el confinamiento? ¿Qué necesidades de conectividad quedaron al descubierto? En los momentos más graves de la pandemia nos dimos cuenta de que nuestro país, al igual que otros del área andina, carecía de plataformas de contenido y sistemas de educación a distancia fortalecidos y tenía un acceso muy limitado a dispositivos tecnológicos e Internet. Y, sin reposición de ninguna naturaleza, los costos de internet y de los dispositivos tecnológicos, requeridos con urgencia durante el confinamiento, fueron asumidos de manera inmediata y en su totalidad por las y los docentes, tanto en el sistema educativo público como en el privado.[1]

            Partamos del hecho de que la educación a distancia no es una reproducción mecánica de la educación presencial a través de tecnologías telemáticas y otros medios. Sin embargo, así se hizo durante la pandemia porque estábamos en una situación de emergencia mundial y las respuestas fueron implementadas de manera inmediata y sin mucho debate teórico. Luego de tal experiencia, que ya podemos evaluar, tenemos que reformular la práctica reciente partiendo del principio de que el desarrollo de contenidos, didácticas y metodologías deben considerar los aspectos específicos de la modalidad a distancia.

            En este marco, hay que lograr en todo el sistema educativo, independientemente de su modalidad, una combinación de las disciplinas STEM[2] y de las habilidades blandas (creatividad, capacidad para resolver conflictos, condiciones para el trabajo en equipo, adaptabilidad a situaciones inéditas, pensamiento crítico, etc.); asimismo, hay que poner énfasis en el mejoramiento de las destrezas de la lectura y la escritura. La comprensión lectora y la capacidad para escribir contribuyen de manera fundamental al desarrollo del pensamiento crítico, de ahí que habría que fortalecer el plan de Lectura y Fomento del Libro, más aún en esta coyuntura en que las industrias culturales han sido golpeadas severamente por efectos de la pandemia.[3] Además, se debe aprovechar las ventajas de subir los textos prescritos en línea y las amplias posibilidades tecnológicas de multiplicar los talleres de lectura en las plataformas virtuales.

            La Encuesta Nacional Multipropósito de Hogares, realizada por el INEC en diciembre de 2020, señalaba que «en el 2020, el porcentaje de hogares con acceso a internet aumentó 7,7 puntos porcentuales a nivel nacional, 5,6 puntos en el área urbana y 13,1 puntos en el área rural»[4]; no obstante, el dato, que podría generar cierto optimismo, se estrella contra la realidad: el porcentaje de hogares con acceso a internet en la zona rural es de apenas el 34,7 % y en la zona urbana es de un modesto 61,7 %. Lo más preocupante es que, según la misma encuesta, «el porcentaje de personas que utilizan computadora disminuyó: 6,7 puntos porcentuales a nivel nacional, 6,0 en el área urbana y 8,4 puntos en el área rural», con lo cual, el porcentaje de personas que utilizan computadoras quedó en 40,7 % en la zona urbana y en 20,5 % en la rural.

            Por lo tanto, es indispensable que el Ministerio de Educación, en conjunto con el de Telecomunicaciones, diseñen una política pública destinada a multiplicar la conectividad de las y los docentes que incluya servicios de internet, acceso a dispositivos tecnológicos a los más bajos costos posibles, o a costo de reposición subvencionado por el Estado así como una generalización del uso de software libre en el sistema educativo nacional. Y, claro está, hay que poner énfasis en las zonas rurales. Además, hay que anotarlo, el financiamiento para la implementación de esta política no debe depender ni de la cooperación internacional ni de la buena voluntad de la empresa privada: el financiamiento debe ser tanto por obligaciones contractuales de las telefónicas, así como por un impuesto a las utilidades de estas. Después de todo, se trata de herramientas que el profesorado necesita para su trabajo.

            Luego de la pandemia, el Ministerio de Educación tiene que aprovechar la experiencia para institucionalizar un poderoso sistema de educación a distancia que incorpore todas las tecnologías disponibles, esto es televisión, radio, prensa, Internet, etc. En América Latina existe una larga tradición de la educación a distancia llevada a cabo por medios públicos y comunitarios cuya práctica requiere ser investigada, analizada y potenciada para su fortalecimiento. Por lo mismo, el Estado debe invertir en la televisión y la radio públicas para ampliar la cobertura de los programas educativos a distancia que, en la zona rural, ampliaría la cobertura y sería un apoyo indispensable para las escuelas unidocentes. El gobierno central debería promover una legislación que amplíe el uso de espacios para educación a distancia en la programación de la televisión y radios privadas y comunitarias; y, también, ampliar las plataformas de contenidos y sistemas de gestión de los aprendizajes a distancia que fueron desarrolladas durante el confinamiento.

            En síntesis, la experiencia de lo que fue la improvisación de clases en línea, sin metodología adecuada, con acceso elemental a los sistemas tecnológicos y una conectividad básica, desarrollada durante la pandemia, nos ha dado elementos importantes para reformular la práctica de la educación a distancia. Así, es fundamental ampliar y democratizar el acceso a internet y a los dispositivos tecnológicos necesarios para aquella. Por último, en el sistema de educación a distancia tienen que integrarse todos los medios de comunicación en tanto herramientas del sistema. Las lecciones que nos dejó la pandemia deben servirnos para hacer de la educación a distancia una modalidad combinada con la presencial, al servicio de todos, todos los días.



[1] La ilustración de esta entrada ha sido tomada del sitio web de UNESCO, acceso el 11 de abril de 2022, https://es.unesco.org/themes/tic-educacion/orientaciones-aprendizaje-distancia

[2] Acrónimo de los términos en inglés: Science, Technology, Engineering y Mathematics (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Mataméticas).

[3] Entre marzo y diciembre de 2020, las industrias culturales de Ecuador perdieron alrededor de 225 millones de dólares, según un boletín del Sistema Integral de Información Cultural, SIIC, «Impacto del Covid-19 en el sector cultural y patrimonial del Ecuador» (Marzo, 2021), acceso 22 de junio de 2021, https://www.culturaypatrimonio.gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2021/04/Boleti%CC%81n-Impacto-del-Covid-19.pdf

[4] INEC, Tecnologías de la información y comunicación. Encuesta multipropósito TIC, abril 2021, acceso el 10 de abril de 2022, https://www.ecuadorencifras.gob.ec//tecnologias-de-la-informacion-y-comunicacion-tic/


lunes, abril 04, 2022

Mis clásicos Ariel

Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa,

donde nos haces una falta sin fondo!

 

César Vallejo, «A mi hermano Miguel»,

Los heraldos negros, 1918.

Tito Vallejo Corral (1946-2015)

         Uno por semana, los Clásicos Ariel que me regaló mi ñaño Tito fueron llegando a mis ojos miopes que los devoraron tal como aparecieron, cada jueves, con el verde intenso de mis becquerianas ensoñaciones. Intuía la poesía en el mundo y la poesía se develaba ante mí en los libros.

         ¿Cuánto habré aprendido —yo, vértigo de púber en los desfiladeros de la palabra— de la Historia antigua del padre Juan de Velasco o de la prosa inteligente de Las Catilinarias, de Montalvo? ¡No lo sé, no puedo saberlo! Tan solo recuerdo que, entre tanta luz del saber que me enceguecía, supe del espíritu rebelde al final de la quinta catilinaria: ¡Desgraciado del pueblo donde los jóvenes son humildes con el tirano, donde los estudiantes no hacen temblar al mundo!    

   

Aún conservo el primer libro de los Clásicos Ariel
Con la Tigra y Cumandá descubrí el anhelo del deseante. Nicasio Sangurima era mi abuelo César y el revólver de mi abuelo rugía en su cintura, taimado como un pacto con el diablo. Até mi alma con majagua a la canoa fantasmagórica de don Goyo; conocí del artificio humano con la visión del guaraguao fiel; enfermé de melancolía tras ingerir la prematura vejez de Medardo Ángel, su Rosa Amada y la bala definitiva; descubrí la piedad en el destino griego del niño malo al que le bailó un machete; entendí la soledad de mi madre en las quejas de la abandonada Dolores; y fui un extraño, entre los extraños del patio de la escuela, que también murió a puntapiés.

         Con mi hermano me fue revelado que la insondable culpa de Raskolnikof era la culpa escondida que padecíamos por querer igualarnos a los dioses; que el alma perpleja de Gregorio Samsa era la misma de aquellos insectos que visten corbatas lánguidas en una oficina infectada de insectos y lloré por mi hermano; que mi abuela María y mi madre estaban tan rotas como la mujer rota de Simone de Beauvoir y también lloré por la resquebrajada pupila azul de sus vacíos.

         Mi hermano me mostró la milenaria sabiduría de un profeta que predicaba bajo la sombra de los cedros del Líbano y la sabiduría fresca de un principito extraviado, igual que todos nosotros, en el desierto del mundo. Con mi hermano descubrí al Quijote de esa España pendiente en su carabela que, años después, acabó desguazada junto al escritorio del banco del que se jubiló. Y lloré por mí mismo.

 

Mamá Aída, yo y mi ñaño Tito en Cuenca, 1963.
            A mi ñaño Tito le debo tanto, tanto, tanto… que me faltan hipérboles para contarlo. Le debo el pan y la alegría de nuestra mesa de Vallejos; los dulces de coco, camote y zanahoria del caramanchelero del Correo; los domingos de Barcelona en el estadio Modelo. Le debo la ofrenda de sus sueños de artista en aras de mi poesía; la herencia de aquella felicidad sospechosa en un país de tristes; y le debo la catarsis de la letra vivida en mis Clásicos Ariel.

 

PS: Esta prosa poética es parte de Trabajos y desvelos, poemario bajo el sello editorial de Caza de Libros, Ibagué, Colombia, que será presentado el próximo 1 de mayo en la FIL Bogotá.


lunes, marzo 28, 2022

Reflexiones alrededor de la homofobia

           

La comparsa de "La Casa de las Muñecas" durante el desfile del Orgullo 2019, en Guayaquil. (Foto Raúl Vallejo)

           
«¿Tiene Raúl algún tipo de desviación?», le preguntó un amigo a Carol Murillo, según ella lo reveló el 23 de marzo, en Manta, durante la conversación que la Sociedad del Quijote organizó sobre El perpetuo exiliado y Gabriel(a).
Carol contó que aquel amigo le hizo la pregunta cuando, en 2019, apareció Gabriel(a), debido a la historia de la novela, algunos artículos que he escrito sobre el tema y el hecho de que yo participe en las marchas del orgullo LGBTI. Contó Carol que, al comienzo, la pregunta le causó risa y extrañeza, pero, luego, pensó que su amigo, que es un hombre muy serio y culto, no dejaba de cargar el prejuicio homofóbico.

            Inmediatamente recordé cuando, en diciembre de 1986, hice una investigación para Vistazo sobre el SIDA, que me llevó a trabajar once historias clínicas y entrevistar a un enfermo desahuciado con quien conversamos más o menos una hora. En aquel año el retrovirus fue bautizado como virus de inmunodeficiencia humana, VIH, y, dado que el primer grupo de riesgo era el de los homosexuales, se desarrolló una homofobia que produjo una persecución y aislamiento aún mayores de los que, de por sí, ya padecía la comunidad homosexual del mundo[1]. Cuando mis conocidos se enteraron de la entrevista, fui tratado con suspicacia y cierto rechazo: el prejuicio obraba pues yo había estado en contacto con la enfermedad apocalíptica y el círculo homosexual.

            El primer inciso del artículo 516 del antiguo Código Penal decía: «En los casos de homosexualismo que no constituyan violación, los dos correos serán reprimidos con reclusión mayor de cuatro a ocho años». La despenalización de la homosexualidad se dio con el dictamen del Tribunal de Garantías Constitucionales, el 25 de noviembre de 1997, que sentenció la inconstitucionalidad de dicho artículo[2], pero lo prejuicios homofóbicos continúan. Sigue siendo utilizado como un insulto el señalamiento, en cualquier de sus expresiones, de la condición homosexual: a un político se le pone algún apodo que lo señale como homosexual y se le inventa relaciones homosexuales para descalificarlo; a la hinchada del equipo de fútbol rival se la tilda de “falta de hombría”; y, en general, a quienes se quiere denostar se les dice que son maricones. Afortunadamente, la literatura, el cine y, en general, el arte contemporáneo, contribuyen a poner en evidencia los prejuicios homofóbicos: películas como La chica danesa (2016) y El poder del perro (2021); libros como Las malas (2019), de Camila Sosa Villada; o declaraciones de artistas como el cantante Pablo Alborán, quien ha asumido públicamente su homosexualidad, o quienes anuncian su transición como lo hizo Elliot Page. Y hay, entre nosotros, quienes también rompen estereotipos como la estupenda cantante y modelo transgénero Doménica Menessini.

            Hemos avanzado, desde la despenalización de la homosexualidad, en la legalización de derechos de la población LGBTI, aunque todavía falta mucho por cambiar. La nueva Ley Orgánica de Gestión de la Identidad y Datos Civiles, aprobada por la Asamblea Nacional y publicada en el Registro Oficial del 4 de febrero de 2016, según los artículos 78 y 94, permite la sustitución del campo de sexo por género y el cambio de nombre en el Registro Civil. El 29 de mayo de 2018, la Corte Constitucional sentenció que la niña Satya podía llevar el apellido de sus dos madres, luego de que el director del Registro Civil, años atrás, se había negado a inscribirla como tal. El proceso legal que llevaron adelante las madres de Satya duró aproximadamente siete años. Asimismo, hay que señalar como un hito en los derechos de la población LGBTI, el que, el 12 de junio de 2019, la Corte Constitucional haya aprobado el matrimonio civil igualitario. Todavía faltan, por ejemplo, leyes sobres el cupo laboral trans o un combate frontal contra las llamadas clínicas de deshomosexualización que aún funcionan en Ecuador, pese a la normas del Ministerio de Salud: el Acuerdo 543, del 8 de octubre de 2010, dispone la clausura de cualquier centro que atropelle los derechos humanos y que atente contra la identidad sexual de los pacientes.

            He hablado de la homofobia en este artículo, pero sería de mayor precisión utilizar el término heteronormatividad. La homofobia parecería una patología individual susceptible de cambio, mientras que la heteronormatividad da cuenta de la discriminación sistemática. Un estudio de caso sobre la violencia contra las mujeres lesbianas y hombres gays en Quito (2008-2015), precisa: «El problema de utilizar la categoría “homofobia” es que puede llevar a interpretar que se trata de un problema individual que debe ser corregido, lo cual oculta los valores y estructuras sociales que hacen posible el rechazo a las relaciones entre personas del mismo sexo»[3].

            ¿Tengo yo algún tipo de “desviación”? Cuando me tocó hablar aquella noche en Manta, recordé que de1985 a 1988 fui coeditor de Vistazo y que, entre mis diversas tareas, entrevistaba a artistas. En esa época, el cantante español Raphael Martos llegó a Guayaquil y fuimos a entrevistarlo con una colega. Mientras almorzábamos con él, mi colega hacía preguntas que, en cada ocasión, se volvían más personales; después de una sobre los amores del cantante, Raphael la miró sonriente y le dijo: «Tú te mueres de ganas de preguntarme si soy maricón». Ella lo hizo y el tarareó: «De mis secretos deseos / de mi manera de ser / de mis ansias y mis sueños / qué sabe nadie / qué sabe nadie. / Qué sabe nadie / lo que me gusta o no me gusta de este mundo. / Qué sabe nadie / lo que prefiero o no prefiero en el amor». Es lo mismo que yo tararearía para responder al amigo de Carol.



[1] En 1987, publiqué en la revista cultural PalabraSuelta el ensayo SIDA, metáfora apocalíptica en donde desarrollo la idea de cómo los prejuicios homofóbicos convirtieron al , en aquellos años, en un contemporáneo jinete del apocalipsis.

[2] En marzo de 1997, publiqué en la revista La Otra el artículo Los prejuicios detrás del 516

[3] Rafael Garrido Álvarez, Violencia contra mujeres lesbianas y hombres gays en la ciudad de Quito, 2008-2015 (Quito: FLACSO Ecuador, 2019), 33.