José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, marzo 10, 2025

«Mickey 17»: una sátira de ciencia ficción anticapitalista

            Para escapar de sus acreedores, una mezcla de banqueros y gánsteres, Mickey Barnes (Robert Pattinson) se embarca en una misión destinada a colonizar al planeta Niflheim como el reemplazable (expendable) del viaje. Si el ser humano es un ser que vive para la muerte, el reemplazable vive para morir y volver a vivir y volver a morir y volver a vivir y otra vez lo mismo. Se trata de un ser humano convertido en un espécimen de laboratorio utilizado para misiones peligrosas toda vez que una máquina, como si fuera una impresora en 3D, se ocupará de reproducirlo nuevamente en su misma condición para una nueva muerte. Mickey 17, la nueva película de Bong Joon-ho, basada en la novela Mickey7, de Edward Ashton, puede ser vista como una sátira de ciencia ficción anticapitalista que, además, entrega una caricatura de un político desquiciado y fanático que pretende apropiarse de un mundo, al estilo Trump.

            Bong, que, en 2020, ganó con su comedia negra Parásitos los Óscar por dirección, película, película internacional y guion, continúa su manera particular de criticar la sociedad capitalista. Si en Parásitos —una película de indudables méritos fílmicos con una fuerte crítica a la despiadada inequidad social del capitalismo— su esperpéntica lucha de clases terminó por convertir a la rica familia Park en víctimas de los Kim, unos resentidos sociales devenidos criminales, en Mickey 17 la sátira, en lenguaje de ciencia ficción, devela la vocación imperial del capital y su poder político en clave de humor y caricatura, a la que suma una reflexión sobre la inutilidad de la inmortalidad del ser humano.

           

Naomi Ackie y Robert Pattinson
Más allá de su tono provocadoramente sangriento, Mickey 17 es una película divertida y los niveles de verosimilitud científica parecen no importarle a Bong. Lo importante es el humor: unos jóvenes científicos desprolijos en su trabajo, unos fanáticos sectarios dispuestos a colonizar un planeta, un líder político de discurso místico y cruel con una esposa obsesionada por las salsas, unos prestamistas mafiosos y criminales, etc. Un punto de quiebre es, por supuesto, cuando quedan vivos los Mickey 17 y 18 y el enfrentamiento y lucha por la sobrevivencia se convierte en un planteamiento sobre el miedo a la muerte y el sujeto escindido.   La crítica al individuo alienado por el sistema está concentrada, de manera burlona, en la resignación de Mickey para morir en las diversas circunstancias a las que es sometido: una exposición espacial a la radiación, un envío al crematorio cuando aún está vivo, la indignación que le da cuando las criaturas del planeta Niflheim le salvan la vida y no se lo comen como él creía que iba a suceder, etc. Ese tono de sátira le permite a Bong introducir las preguntas sobre el miedo a la muerte, la resistencia al dolor, la noción de una inmortalidad congelada en el tiempo, la idea de la clonación del cuerpo con modificaciones del yo, etc. Pattinson logra una interpretación soberbia para encarnar todas las dudas y facetas de los diversos Mickey. Y, por supuesto, el tratamiento de los temas del amor, la libertad sexual y el poder de las mujeres está muy bien desarrollado a través de los personajes de Nasha Barridge (Naomi Ackie) y Kai Katz (Anamaría Vartolomei, a quien recuerdo en El acontecimiento y El conde de Montecristo).

           

Toni Colette y Mark Ruffalo
   Mark Ruffalo es el político Kenneth Marshall, que lidera el viaje de los colonizadores. Bong, desde la dirección, y Ruffalo, por su actuación, consiguen darle vida propia a un estereotipo. Marshall es un estúpido con poder; inseguro, ambicioso, dependiente de lo que le dice su mujer Ylfa (Toni Colette), que complementa con solvencia el dueto de personajes malvados, prejuicioso y cruel. Una caricatura de Trump, aunque en versión de marginal del establecimiento y perdedor. Esa mezcla de fascista y místico que pretende un universo dominado por el hombre anglosajón ¡considera aliens a las criaturas que pueblan el planeta que quiere colonizar! En esta línea, un acierto de Bong es que las criaturas que pueblan Niflheim están muy lejos de las formas humanas, con lo que se muestran como seres ante los que los humanos son el Otro, el diferente, y con el que, a pesar de que constituyen desde su llegada una amenaza para su mundo, prefieren convivir en paz.

           

Bong Joon-ho (1969)
Mickey 17, de Bong Joon-ho, es una divertida sátira que cuestiona una sociedad capitalista desquiciada e imperial con humor sangriento y una despiadada imagen del cuerpo humano que está reducido a una mezcla de cenizas, vísceras y excrementos y cuya información vital cabe almacenada en un disco duro en forma de ladrillo. No obstante, la liberación y felicidad de Mickey reside en reasumir su condición humana.

lunes, marzo 03, 2025

«Cónclave»: drama y suspenso político-teológico en la Ciudad del Vaticano

John Lithgow, Ralph Fiennes, Isabella Rossellini y Stanley Tucci, en Cónclave, dirigida por Edward Berger, ganadora del Oscar 2025 a Mejor guion adaptado.

            El Papa ha muerto. En medio del dolor que su deceso causa entre sus más cercanos colaboradores también existe la expectativa de sus detractores por las posibilidades que se abren para, con un nuevo Papa, cambiar la línea teológica del fallecido. Los cardenales de todo el mundo acuden a Roma. El ritual para el nombramiento del nuevo Papa está por empezar y los diferentes caracteres que participarán del proceso eleccionario se van mostrando antes nosotros a su llegada al Vaticano. Basada en la novela homónima de Robert Harris, Cónclave, dirigida por Edward Berger (Sin novedad en el frente, 2022), es un drama de suspenso político-teológico en el Vaticano, con personajes caracterizados de manera brillante, una exquisita puesta en escena y un guion lleno de giros sorprendentes.

            La lucha interna por la sucesión del trono papal desnuda a la Iglesia Católica como una institución más anclada en el poder terrenal que en el ejercicio del amor evangélico. Este drama de suspenso parecería ubicarse entre El nombre de la rosa y Ángeles y demonios, pero Cónclave le apuesta a algo más que la disputa político-religiosa que implica la sucesión del Papa. Cónclave logra mostrar, de manera convincente, el interior de un proceso que, si bien está sustentado en la fe, también representa la mezquindad de quienes ostentan el poderío institucional. La homilía de apertura del cardenal Lawrence, que es el encargado de la organización del cónclave, es una buena pieza de reflexión teológica con un planteamiento al borde la heterodoxia, pero siempre enmarcados en la doctrina, que ya estaba en El nombre de la rosa: la duda es necesaria para la fe. El conflicto social exterior no llega a ser apocalíptico como en Ángeles y demonios, pero es lo suficientemente ruidoso como para señalar a lo que se tiene que enfrentar el nuevo Papa.

            Los personajes están representados con mucha fuerza actoral. La espectacular entrada del cardenal Tedesco (Sergio Castellito) a la sede del cónclave nos pone en  guardia frente a un tipo fanfarrón y reaccionario; el descenso del cardenal Adeyemi (Lucian Msamati) se concentra en el diálogo discreto que tiene lugar en su alcoba con el cardenal Lawrence; el cinismo y arrogancia del intrigante cardenal Tremblay (John Lithgow) se expresa en el desplazamiento que hace en cada escena; las disquisiciones teológicas y políticas del cardenal Bellini (Stanley Tucci) son convincentes en todo momento. Incluso, un personaje secundario como sor Agnes emerge, con la brillantez que le da Isabella Rossellini, para decir lo necesario en la trama y convertir su invisibilidad en la mirada crítica de una mujer en el interior de una institución patriarcal. Ralph Fiennes, que caracteriza de manera extraordinaria al cardenal Lawrence, lleva el peso del conflicto interior sobre la fe confrontada con la vanidad, y la consciencia de que hay que preservar una institución atravesada por una sórdida lucha de poderes.

            El guion, que ganó el Oscar al mejor guion adaptado, sostiene la intriga con una serie de giros que desatan nudos de tensión a lo largo de la película. La muerte del Papa y el misterio que la rodea, la súbita aparición de un cardenal in pectore, las reuniones de los cardenales para planificar la elección, el descubrimiento de las debilidades de los más fuertes candidatos, hasta llegar, por descarte, a un final, para mi gusto, algo forzado y débil frente al tono realista de la película. Asimismo, la recreación de la Capilla Sixtina en los estudios Cinecittà, de Roma, y la Casa Santa Marta, que se toma la libertad de mostrar los cuartos de los cardenales como celdas, así como la sacristía llamada Sala de las Lágrimas, en donde el Papa electo reza ante san Pedro y se viste con el clásico atuendo blanco, son logros maravillosos de la escenografía. En esos espacios, los rituales reproducen la magnificencia del poderío papal y nos sumergen en las luchas internas de tales poderes que atraviesan el filme.

            Cónclave es una estupenda película de suspenso que logra interesar a creyentes y ateos por el carácter de la intriga política que desarrolla. Ver esta película en estos días, en los que el delicado estado de la salud del Papa es un marco real, podría generar especulaciones muy politizadas y poco teológicas. En todo caso, Cónclave es una ficción cinematográfica que consigue adentrarse en el corazón político y teológico que envuelve a la institucionalidad católica cuando se trata de elegir al Papa.  


lunes, febrero 24, 2025

«Aún estoy aquí»: un conmovedor drama político

Por su papel como Eunice en Aún estoy aquí, Fernanda Torres ganó un Globo de Oro a Mejor Actriz y junto con Demi Moore por La sustancia son mis favoritas para ganar el Oscar en esta categoría.

            Rubens Paiva (1929-1971) fue in ingeniero civil que, como diputado del Partido Laborista Brasileño, PTB, se opuso al golpe de las Fuerzas Armadas, apoyadas por los EE. UU., contra el presidente João Goulart, en 1964, que instauró la dictadura militar que duró hasta 1985. Paiva tuvo que exiliarse, pero regresó a los nueve meses y, apartado de la política, se dedicó a su profesión. El 20 de enero de 1971 fue detenido en su casa y llevado sin fórmula de juicio a un cuartel donde lo torturaron para, finalmente, desaparecerlo. Por la Ley 9.140 fue reconocido como muerto en 1995.[1]

            Maria Lucrécia Eunice Facciolla Paiva (1929-2018) estaba casada con Rubens Paiva. Después de que los militares se llevaran a su esposo, ella fue detenida ilegalmente y sometida a violentos interrogatorios durante doce días. Al tomar conciencia de la situación política en la que se encuentra, Eunice, con cinco hijos, comienza a estudiar derecho y se gradúa de abogada a los 48 años. Eunice se convirtió en una activista contra la dictadura y por los derechos humanos, particularmente, de los derechos de los pueblos indígenas del Brasil.

Marcelo Rubens Paiva, hijo de Rubens y Eunice, publicó en 2015 el libro autobiográfico Aún estoy aquí (Ainda estou aquí) y Walter Salles dirige la película del mismo nombre que es un conmovedor drama político con una actuación extraordinaria de Fernanda Torres, que por ello recibió un Globo de Oro y está nominada al Oscar de Mejor Actriz Principal.

La película está centrada en Eunice y la manera cómo enfrenta una etapa crucial de su vida que fue la detención y posterior desaparición de su marido, en cómo mantiene la unidad familiar y la crianza de sus cuatro hijas y su hijo, y en cómo se transforma en una activista social. Al contarnos, durante la primera media hora, la vida cotidiana de la familia antes de la detención de Rubens, el director no solamente nos retrata al personaje, sino que evidencia todo el espíritu de la gente que la dictadura militar laceró con crueldad.

Salles introduce los recuerdos de los Facciolla Paiva con filmaciones Super 8, con lo que logra darnos imágenes de primoroso afecto familiar; además, sus tomas de la playa, del fútbol callejero, de los bailes en casa, de las comidas, etc., construyen un relato emocionante sobre la convivencia de padres e hijos al comienzo de los 70. La omnipresencia intimidante y totalitaria de la dictadura, así como la insurgencia de la guerrilla urbana, se sienten con los sobrevuelos y el tránsito de camiones de militares, al igual que los informativos de televisión que pasan las noticias de los secuestros de embajadores.

            Luego de la detención de Rubens (Selton Mello) llega el protagonismo de Eunice (Fernanda Torres). La caracterización de Torres es extraordinaria, llena de matices en la mirada, los gestos y la voz. La contención en su expresión corporal, cuando está cautiva, muestra su confrontación al poder autoritario desde la dignidad humana y, al mismo tiempo, el equilibrio emocional ante el terror que está viviendo. Luego está su manejo de la escena, que es manejo de todas las situaciones a la que se enfrenta, la expresión de su rostro que confronta la persecución, las carencias y sus desafíos en la defensa de las comunidades indígenas de la Amazonía. Todo contribuye a una caracterización memorable: su voz serena y firme, su explosión contra los policías del régimen que vigilaban permanentemente su casa cuando murió Pimpão, el perro, su alegría de justicia el día en que, finalmente, declararon desparecido muero a Rubens, etc. Fernanda Torres tiene una actuación exquisita y lleva encima de sí casi todo el registro conmovedor de la película. La aparición de su propia madre, Fernanda Montenegro[2], como la madre de Eunice, es un regalo del cine cargado de emoción.

Aún estoy aquí, dirigida por Walter Salles, es un estremecedor drama político, íntimo y cotidiano, atravesado por el amor y la esperanza, y por la dignidad vital como los instrumentos con los que una mujer y sus hijos se enfrentan a las atrocidades de la dictadura militar brasileña.



[1] La Ley 9.140/95, sancionada por el presidente Fernando Henriques Cardoso, establece en su artículo 1: «Son reconocidas como muertas, para todos los efectos legales, las personas que hayan participado, o hayan sido acusadas de participación, en actividades políticas, en el período del 2 de septiembre de 1961 al 5 de octubre de1988, y que, por ese motivo, hayan sido detenidas par agentes públicos, encontrándose, desde entonces, desaparecidas, sin que de ellas haya noticias».

[2] En 1998, Fernanda Montenegro, la mamá de Fernanda Torres, fue nominada tanto al Globo de Oro como al Oscar en la categoría Mejor Actriz Principal por su papel de Dora Teixeira en Estación central (Central do Brasil), también dirigida por Walter Salles. Por dicho papel, Fernanda Montenegro fue premiada como mejor actriz por el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, por Los Angeles Film Critics Association, por la Associação Paulista de Críticos de Arte, y ganó el Oso de Plata en el Festival Internacional de Cine de Berlín.