José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
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domingo, junio 02, 2019

El Padrino: 50 años de la novela donde nada es personal, sino negocios


Marlon Brando como Vito Corleone en El Padrino, de Francis Ford Coppola (1972)
Un capo sin piedad a la hora de ejecutar las acciones violentas de su negocio, pero sincero en sus principios éticos: el amor de la familia, la amistad, el honor. Un mafioso que es acreedor de deudas afectivas: asumía los problemas de la gente sencilla con la sola condición de que el beneficiario proclamara su amistad. ¿La recompensa de don Corleone? «La amistad, el respetuoso título de “Don”, a veces el más íntimo de “Padrino” […] una botella de vino casero o una canasta de taralles [… y, en todo momento,] el derecho de pedir, en pago, cualquier pequeño servicio que precisara». Un don que quiere lavar el nombre de la familia y sueña con un hijo senador. Un abuelo capaz de asesinar sin mancharse de sangre que muere jugando con su nieto en el huerto de su casa.
Es casi imposible leer El Padrino, de Mario Puzo, sin imaginarnos a un Vito Corleone similar a la caracterización de Marlon Brando en la película de Francis Ford Coppola, de 1972, o sin pensar en Michael Corleone según la conmovedora interpretación de Al Pacino. La novela de Puzo ha quedado ligada, en términos culturales, a la versión de su saga cinematográfica que contó con el mismo autor para el guion; pero, antes que la saga, la novela fue un hito de la cultura popular debido al tratamiento literario que dio al mundo de la mafia. Puzo mostró a la cosa nostra como una comunidad de inmigrantes italianos luchando contra la exclusión, desde su llegada en los veinte, y por su sobrevivencia en la sociedad capitalista norteamericana de la guerra y la posguerra.
Tanto la novela como la primera película llevan implícita una crítica a Hollywood, mostrado como una sociedad sin escrúpulos y sin honor. La novela desarrolla mejor este tema a través del personaje del productor Jack Woltz. La negativa de Woltz a que Johnny Fontane, el ahijado del Padrino, actúe en su película no tiene que ver con problemas estéticos sino con el orgullo y el rencor. Johnny, ahijado de Corleone, imagen de humo de Frank Sinatra. El rencor de Woltz está causado por un motivo pueril, según Hagen, hijo adoptivo de Corleone y abogado de la familia. Woltz odia a Fontane porque una actriz ha preferido a Johnny y no a él. Woltz es un tipo sin principios: la novela narra un episodio en el que Woltz usa sexualmente a una aspirante a actriz con la complicidad de la madre de esta. Hagen piensa: «¿Y Johnny deseaba vivir en aquel ambiente? Que les aprovechara, tanto a él como a Woltz».

            En el código de la mafia los hechos violentos no son personales, sino asuntos de los negocios. No obstante, siempre llevan una marca personal. Cuando Michael Corleone asume la condición de Don, luego de la muerte de su padre, aquella condición está retratada en dos sucesos: la ejecución de Carlo Rizzo, marido de Connie, hermana menor de los Corleone, ya que fue el traidor que facilitó la ejecución de Sonny, el hermano mayor. Y la de Tessio, caporegime de la familia Corleone, que traiciona a Michael por favorecer al mafioso Barzini. Cuando Tessio, al salir de la casa, se da cuenta de que Michael ya ha ajusticiado a Barzini y a Tattaglia y ha dado la orden de que lo ejecuten a él, se vuelve hacia Hagen y le dice: «Quiero que Mike sepa que fue por negocios. Nada personal. Siempre sentí una gran simpatía hacia él».
El sentimiento religioso, elemento cultural de la comunidad ítalo-america, está sintetizado en dos mujeres. Mamá Corleone le había dicho a Kay Adams, que se convirtiera al catolicismo, que ella no tenía que ir a misa todos los días: «Voy por mi marido; para que no vaya al infierno». Kay, después de convencerse de que Michael ha ocupado el lugar del Padrino, se hace católica y repite el rito de Mamá Corleone: «Y con profundo deseo de creer, de ser escuchada, hizo lo que venía haciendo todos los días desde la muerte de Carlo Rizzi: orar por el alma de Michael Corleone, que tanto lo necesitaba».
El Padrino, de Mario Puzo, continúa enseñando a sus lectores que la mafia es el negativo fotográfico de la sociedad que dice combatirla. En palabras de Vito Corleone: «¿Por qué debemos obedecer unas leyes dictadas por ellos, para su propio beneficio y perjuicio nuestro? […] Nuestro mundo es cosa nostra, y por eso queremos ser nosotros quienes lo rijan». No es personal, es estrictamente un negocio.


Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 24.05.19