Marlon Brando como Vito Corleone en El Padrino, de Francis Ford Coppola (1972) |
Es casi imposible
leer El Padrino, de Mario Puzo, sin
imaginarnos a un Vito Corleone similar a la caracterización de Marlon Brando en
la película de Francis Ford Coppola, de 1972, o sin pensar en Michael Corleone
según la conmovedora interpretación de Al Pacino. La novela de Puzo ha quedado
ligada, en términos culturales, a la versión de su saga cinematográfica que
contó con el mismo autor para el guion; pero, antes que la saga, la novela fue un
hito de la cultura popular debido al tratamiento literario que dio al mundo de
la mafia. Puzo mostró a la cosa nostra
como una comunidad de inmigrantes italianos luchando contra la exclusión, desde
su llegada en los veinte, y por su sobrevivencia en la sociedad capitalista
norteamericana de la guerra y la posguerra.
Tanto la novela
como la primera película llevan implícita una crítica a Hollywood, mostrado
como una sociedad sin escrúpulos y sin honor. La novela desarrolla mejor este
tema a través del personaje del productor Jack Woltz. La negativa de Woltz a
que Johnny Fontane, el ahijado del Padrino, actúe en su película no tiene que
ver con problemas estéticos sino con el orgullo y el rencor. Johnny, ahijado de
Corleone, imagen de humo de Frank Sinatra. El rencor de Woltz está causado por
un motivo pueril, según Hagen, hijo adoptivo de Corleone y abogado de la familia.
Woltz odia a Fontane porque una actriz ha preferido a Johnny y no a él. Woltz
es un tipo sin principios: la novela narra un episodio en el que Woltz usa
sexualmente a una aspirante a actriz con la complicidad de la madre de esta.
Hagen piensa: «¿Y Johnny deseaba vivir en aquel ambiente? Que les aprovechara,
tanto a él como a Woltz».
En el
código de la mafia los hechos violentos no son personales, sino asuntos de los
negocios. No obstante, siempre llevan una marca personal. Cuando Michael
Corleone asume la condición de Don,
luego de la muerte de su padre, aquella condición está retratada en dos sucesos:
la ejecución de Carlo Rizzo, marido de Connie, hermana menor de los Corleone, ya
que fue el traidor que facilitó la ejecución de Sonny, el hermano mayor. Y la
de Tessio, caporegime de la familia
Corleone, que traiciona a Michael por favorecer al mafioso Barzini. Cuando Tessio,
al salir de la casa, se da cuenta de que Michael ya ha ajusticiado a Barzini y
a Tattaglia y ha dado la orden de que lo ejecuten a él, se vuelve hacia Hagen y
le dice: «Quiero que Mike sepa que fue por negocios. Nada personal. Siempre
sentí una gran simpatía hacia él».
El sentimiento religioso,
elemento cultural de la comunidad ítalo-america, está sintetizado en dos
mujeres. Mamá Corleone le había dicho a Kay Adams, que se convirtiera al
catolicismo, que ella no tenía que ir a misa todos los días: «Voy por mi marido;
para que no vaya al infierno». Kay, después de convencerse de que Michael ha
ocupado el lugar del Padrino, se hace
católica y repite el rito de Mamá Corleone: «Y con profundo deseo de creer, de
ser escuchada, hizo lo que venía haciendo todos los días desde la muerte de
Carlo Rizzi: orar por el alma de Michael Corleone, que tanto lo necesitaba».
El Padrino, de Mario Puzo, continúa enseñando a sus lectores que la mafia es el
negativo fotográfico de la sociedad que dice combatirla. En palabras de Vito
Corleone: «¿Por qué debemos obedecer unas leyes dictadas por ellos, para su
propio beneficio y perjuicio nuestro? […] Nuestro mundo es cosa nostra, y por eso queremos ser nosotros quienes lo rijan». No es personal, es estrictamente un negocio.
Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, el 24.05.19
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