José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, diciembre 09, 2024

Notas de lectura

Suelo subrayar los libros que leo con lápiz y resaltadores de varios colores; anotarlos en sus márgenes y en las hojas que, a veces, quedan al final. Intento estar al día sobre la literatura ecuatoriana e hispanoamericana que se publica, aunque sé, de antemano, que es un imposible porque la producción bibliográfica supera la capacidad de lectura de cualquier persona. Me gusta compartir mis lecturas con ustedes, pero no siempre me alcanza el tiempo para un texto extenso, por eso, bajo el título de Notas de lectura, de cuando en cuando, compartiré mis reflexiones en formato de brevísimas reseñas.

 

Neo-costumbrismo en formato de WhatsApp

Chat grupal, de José Hidalgo Pallares, es una novelina armada, básicamente, con diálogos cotidianos presentados como conversaciones de un grupo de WhatsApp conformado por amigos de colegio, ya convertidos en adultos jóvenes.[1] Esa es su novedad y, al mismo tiempo, ese es su límite. Los diálogos son fluidos, ágiles y reproducen el habla de cierta clase media alta quiteña con singular realismo. En este sentido, estamos ante un texto neo-costumbrista que utiliza, de manera natural, un formato de telecomunicación contemporáneo. El costumbrismo de finales del siglo diecinueve reproducía la cotidianidad y el habla, sobre todo, de los sectores populares; este texto neo-costumbrista reproduce, en modo hiperrealista, la vida y el habla de la pequeña burguesía quiteña. Los personajes, que en las conversaciones ventilan sus problemas afectivos, sociales y económicos, ponen en evidencia los conflictos vivenciales de una clase social que está llena de falsedades morales. Los conflictos, al igual que se dan en la mayoría de las conversaciones de los grupos de WhatsApp, son tratados sin mucha profundidad; así, los personajes terminan reproduciendo en su habla desenfadada la superficialidad con la que encaran sus vidas, por miedo a hurgar de manera conflictiva en su interior. Chat grupal es un retrato al desnudo de la pequeña burguesía quiteña y sus miserias.

 

El texto como un lugar de sanación

 

             Este es un libro muy bien diseñado en el que las ilustraciones contribuyen a resaltar los sentidos del texto.[2] La diseñadora, Alexandra Larrea Domínguez, ha convertido los textos de Juzz Pincay Pazmiño en un bello objeto comunicacional que habla con mucha sensibilidad de los avatares del amor juvenil. Febrero es un texto fragmentario, que da cabida a varios géneros discursivos, de escritura sencilla y fluida que construye con éxito un permanente diálogo intertextual con las citas en las que se apoya. Sin embargo, el planteamiento de ciertos conflictos vivenciales es, en ocasiones, algo pueril y cursi, y la escritura y la gráfica que la acompaña reproducen imágenes y reflexiones manidas de los manuales de autoayuda. La búsqueda introspectiva, no obstante, ofrece hermosos momentos de verdad poética y vivencial que iluminan la condición vulnerable de una mujer, en sus treinta años, que vuelca su conflictuada situación amorosa en los textos, tratando de quitarse de encima todo lastre sentimental que coarte felicidad y que busca en la escritura su autovaloración y libertad personales: «Entre tu ausencia, que a la vez es la certeza de tu no-amor, y buscarte, prefiero seguir escribiendo textos» (56, énfasis en el original). Febrero es un libro de una sincera exposición textual sobre el doloroso camino de sanación del duelo que provoca una ruptura amorosa juvenil.

 

Una antinovela de noventa minutos

 

             Para curarse en salud, el novelista se incluye en el texto y defiende su propuesta: «En una clase de literatura: / —Señor Paucar, ¿sabe que escribir muchos párrafos cortos hace que su “escrito” parezca una lista desligada de ideas, con pocos argumentos elaborados? / —Sí, maestro. Lo que pasa es que soy un anarquista estructural»[3] (117). Once contra once, de Édison Gabriel Paucar, es un texto experimental, estructurado y desarrollado como si fuera un partido de fútbol: dos capítulos extensos de 45 minutos con fragmentos textuales marcados por cada minuto del juego, y un capítulo más corto a modo de entretiempo. El texto acumula una cantidad abrumadora de datos futbolísticos y literarios de referencia que, la más de las veces, presenta una información caótica de escritura telegráfica: el texto como casa de citas. Esta suerte de antinovela, construida con base en apuntes de diversa índole, crea un paralelo entre el fútbol y la escritura y este símil genera muy buenos momentos literarios como en el capítulo del Entretiempo titulado «Pestaña de descanso en un Huawei P9 Lite de uso táctil» que, en tono ensayístico, desarrolla una poética sobre la relación entre literatura y fútbol, en términos estratégicos y estructurales, e incluye una reflexión pertinente y clara sobre el mundo después del coronavirus, las nuevas realidades virtuales y la prevalencia de la ciberpantalla. Once contra once es una antinovela que, en todo momento, propone su lectura como una experiencia de la anárquica fragmentación textual.



[1] José Hidalgo Pallares, Chat grupal (Quito: USFQ Press, 2023).

[2] Juzz Pincay Pazmiño, Febrero, ilustrado por Alexandra Larrea Domínguez (Quito: Dragon Books, 2024).

[3] Édison Gabriel Paucar, Once contra once (Quito: Campaña Nacional Eugenio Espejo por el Libro y la Lectura, 2024). Única mención Premio La Linares 2023.


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