José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, septiembre 11, 2023

La educación pública y gratuita es indispensable para una sociedad democrática

            A cuenta de exacerbar la libertad individual en el discurso, se teje un sistema de opresión basado en una sociedad de capitalismo salvaje en la que un programa político de corte socialdemócrata ya es catalogado como pernicioso. Este discurso ideológico define al Estado como el enemigo del ser humano y, por tanto, busca debilitar su institucionalidad. En Latinoamérica, la educación pública, obligatoria y gratuita, está en la mira de quienes quieren privatizarlo todo. Tal vez, es un momento necesario para recordar el sentido social de un derecho básico de las personas. La educación pública gratuita es un derecho constitucional que contribuye a la construcción de un país socialmente más justo e inclusivo, con mejores condiciones de desarrollo económico y con una ciudadanía cuya participación informada fortalece la democracia.

La primera oración del artículo 26 de nuestra Constitución dice: «La educación es un derecho de las personas a lo largo de su vida y un deber ineludible e inexcusable del Estado». La educación pública gratuita permite que todas las personas, independientemente de su origen socioeconómico, tengan acceso a una educación de calidad, lo que genera igualdad de oportunidades. Esto, obviamente, permite que los individuos desarrollen sus capacidades independientemente de su origen social y, por tanto, mejora las condiciones para la movilidad social de tales individuos. Además, como la educación no solo es adquisición de conocimientos sino, y, sobre todo, el desarrollo del individuo en su ser, en su hacer, en su pensamiento crítico, en su trabajo cooperativo. Todo esto, al final del día, así como mejora la convivencia social, también mejora, en primer lugar, la calidad de vida de los individuos.

El ya citado artículo 26 continúa así: «Constituye un área prioritaria de la política pública y de la inversión estatal, garantía de la igualdad e inclusión social y condición indispensable para el buen vivir». En primer lugar, si somos prácticos, una fuerza laboral educada es esencial para el crecimiento económico y la innovación de un país. En segundo, la educación pública de calidad reduce la brecha de desigualdad y, por tanto, repercute positivamente en las oportunidades de los individuos para su bienestar económico lo que genera dinamismo en la economía del país. Y, finalmente, la educación pública de calidad es la mejor inversión social, a largo plazo, para construir una sociedad en donde se eliminen las condiciones de pobreza extrema, se reduzcan las brechas sociales y se viva de manera segura, en un país en paz.

El artículo 26 termina así: «Las personas, las familias y la sociedad tienen el derecho y la responsabilidad de participar en el proceso educativo».[1] Esta participación, que es derecho y también responsabilidad, permite, en primer término, la existencia de una ciudadanía mejor preparada para comprender y evaluar las políticas gubernamentales y para prevenir la concentración de poder en manos de las élites. Asimismo, si la educación pública fomenta el pensamiento crítico, contribuye a que los ciudadanos participen en debates y tomen decisiones democráticas de manera informada. Finalmente, la educación pública, por apego al laicismo, puede promover la comprensión y el respeto por la diversidad de todo tipo y la superación de los prejuicios y la intolerancia. Esto último es relevante en sociedades democráticas que valoran el respeto a los derechos individuales y la diversidad.

La educación de calidad para todos es un derecho humano universalmente reconocido, pero hay quienes, por ramplonerías ideológicas y economicista, pretenden ponerlo en duda. El desafío de los Estados, en el ámbito educativo, está planteado en el cuarto objetivo para el desarrollo sostenible: «Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos»[2]. Yo no intento convencer a quienes consideran que el Estado es el enemigo pues eso es imposible epistemológicamente; solo intento que, como sociedad, recordemos los acuerdos básicos que la humanidad ha pactado a través de la historia: el fortalecimiento de la educación pública, gratuita y de calidad —mediante una inversión estatal creciente y sostenida—, es uno de ellos.



[1] Ver, además, los artículos 27, 28 y 29, así como los artículos 343 y siguientes de nuestra Constitución.


lunes, septiembre 04, 2023

El uso de la inteligencia artificial y sus riesgos en la enseñanza de la escritura académica


            La última sesión del diplomado de escritura académica, del que soy docente, versó sobre la inteligencia artificial, IA, y su efecto en la enseñanza de la escritura académica. Durante el curso, como un proceso de experimentación, yo hice cada una de las tareas que envié a mis estudiantes con aplicaciones de IA como ChatGPT y Bard: párrafos narrativos, descriptivos, de comparación y contraste de 200 palabras; ensayos de argumentación y de comparación y contraste de 700 palabras.

Los objetivos de mi investigación fueron: 1) comprobar que todas las tareas del curso, tal como estuvieron concebidas, eran susceptibles de ser cumplidas en minutos mediante una aplicación de IA; 2) demostrar a los estudiantes del diplomado, que son docentes, la dificultad de detectar qué trabajo es redactado por IA y cuál no; y, 3) reflexionar, entre quienes participamos del diplomado, acerca de la honestidad académica y el uso de IA en el cumplimiento de tareas.

La conclusión provisional es que, si bien la IA se ha convertido en un instrumento, inevitable e imprescindible, para el proceso de investigación, la IA también constituye un riesgo, de incalculables consecuencias, para el desarrollo de una destreza básica como escribir, si aquella reemplaza al estudiante en el ejercicio mismo de la escritura.

 

¿Qué es la inteligencia artificial?

 

Antes que nada, partamos de una definición general: «La inteligencia artificial, IA, es una rama de la informática que se ocupa de la creación de agentes inteligentes, que son sistemas que pueden actuar de forma autónoma para lograr sus objetivos. La IA se basa en la idea de que los sistemas informáticos pueden imitar la inteligencia humana en tareas como el razonamiento, el aprendizaje y la resolución de problemas».

La IA, entre otras, tiene una amplia gama de aplicaciones cotidianas: 1) asistentes virtuales como Siri o Alexa; 2) automóviles autónomos; 3) cirugía robótica; 4) reconocimiento facial; 5) instrumentos domésticos como el robot que aspira y trapea; 6) publicidad en función de los intereses del público escogido.

 

Riesgos de la inteligencia artificial

           

           Si bien la IA es una tecnología que, sin duda, mejorará nuestras vidas, no hay que perder de vista algunos riesgos inherentes a su desarrollo actual y futuro: sesgo, privacidad, seguridad y otros.

Sesgo: dado que la IA se basa en datos, estos pueden ser sesgados y si los datos para entrenar un sistema de IA están sesgados esto puede generar resultados injustos o discriminatorios. En este sentido, «un sistema de IA utilizado para predecir la probabilidad de que una persona sea condenada por un delito podría estar sesgado en contra de las personas de color. Esto se debe a que los datos utilizados para entrenar el sistema podrían reflejar los sesgos de la aplicación de la ley, que históricamente ha sido discriminatoria contra las personas de color».

Privacidad: la IA requiere enorme cantidad de datos para su entrenamiento y desarrollo, que incluye información personal como datos de ubicación, datos biométricos y datos de salud; el uso de estos datos afecta la privacidad de las personas. Así, «un sistema de IA utilizado para rastrear los movimientos de las personas podría ser utilizado para espiar a las personas» y «un sistema de IA utilizado para identificar personas en imágenes podría ser utilizado para crear una base de datos de rostros de personas».

Seguridad: Dado que, en el momento actual, los sistemas de IA son vulnerables a los ataques cibernéticos, si un sistema de IA es atacado, podría ser utilizado para causar daño o para robar información. «Por ejemplo, un sistema de IA utilizado para controlar un vehículo autónomo podría ser atacado para causar un accidente. Un sistema de IA utilizado que opera un sistema de armas podría ser atacado para causar daños».

Además, se estima que el desarrollo de la IA, en un futuro cercano, generaría un crisis social por la pérdida de puestos de trabajo, ya que los sistemas de IA automatizarán tareas que, actualmente, son realizadas por las personas; asimismo, la IA tendría una peligrosa influencia en las decisiones humanas, lo que conduciría a una dependencia intelectual permanente y a la toma de decisiones erróneas; y, finalmentente, su impacto en la sociedad conduciría a modificar la convivencia social y las prácticas democráticas tal como hoy las conocemos.

 

IA y escritura académica

           

           ¿Se asemeja el uso de la IA para la escritura al uso de la calcudora para resolver problemas matemáticos? Aún no estoy seguro de ello. Me parece que la calculadora es un auxiliar del estudiante para resolver problemas y que la IA es, en cambio, un reemplazo del estudiante para realizar un ejercicio de escritura. Si la IA puede escribir todos los ejercicios que se requieren para desarrollar la escritura académica, y, en este sentido, hacer las tareas del estudiante, ¿serían mayores los riesgos que los beneficios de usarla?

No quiero ser pesimista sin más. Los beneficios de la IA para que los estudiantes escriban de manera más eficiente y efectiva, ya está en uso. En primer lugar, «la IA puede ayudar a los estudiantes a encontrar información, a organizar sus ideas y a corregir errores. También puede ayudar a los estudiantes a aprender sobre diferentes estilos de escritura y a desarrollar su propio estilo». En segundo, «la IA puede ayudar a los profesores a evaluar la escritura de los estudiantes de manera más precisa y eficiente. Por ejemplo, la IA puede ayudar a los profesores a identificar errores gramaticales y de estilo, así como a proporcionar retroalimentación constructiva a los estudiantes».

Los riesgos, asimismo, ya se perciben, no solo como potenciales sino como problemas que, actualmente, nacen y se multiplican sin control. Y aquí es donde radica mi pesimismo en tanto docente. Del sesgo ya hemos hablado más arriba; aquí solo añadiremos lo nocivo que el sesgo, disfrazado de tecnología, puede resultar para los trabajos de investigación que terminarán cargados de prejuicios o normalizaciones ideológicas aceptadas por el establecimiento.

Dos son los problemas más graves del uso indebido de la IA durante el proceso de aprendizaje de la escritura académica. El primero, es el plagio: si la IA puede escribir las tareas, es decir los ejercicios que debe realizar quien está aprendiendo, es como si el estudiante le pidiera a alguien más que le haga su tarea: cumple con el deber, pero no aprende. El segundo, es la dependencia: el uso abusivo de la IA para realizar tereas terminará por suplantar a quien necesita desarrollar, justamente con la práctica de la propia escritura, las habilidades de la escritura académica.   

            Hay que tener consciencia de los riesgos potenciales de la IA en la escritura académica. Para minimizar estos riesgos, se recomienda: «a) utilizar la IA como una herramienta complementaria, no como un sustituto de la escritura humana; b) ser consciente de los sesgos potenciales de los datos utilizados para entrenar los sistemas de IA; y c) enseñar a los estudiantes sobre el plagio y cómo evitarlo». Adicionalmente, es indispensable tener claro el sentido de la honestidad académica y reflexionar sobre una verdad de perogrullo: si un estudiante me entrega un ejercicio hecho con IA y no por ella o por él, no es a mí a quien está engañando sino a sí mismo.

 

Final, no tan abierto

 

            Todos los ejercicios enviados, en el curso de diplomado, para ejercitar la escritura académica también fueron realizados por una aplicación de IA. ¿Podría enviar otro tipo de ejercicio? Hasta donde le he dado vueltas al asunto, no es posible: la única manera de aprender a escribir es escribiendo. ¿Qué hacer para prevenir que, por pereza o falta de escrúpulos, quienes estén estudiando elijan que la IA haga sus tareas? No tengo una respuesta definitiva al respecto; sin embargo, es posible que tengamos que, por un tiempo, implemetar las tareas en clase y a mano, sin posibilidad de consultar Internet. O, hablar con nuestro estudiantado y reflexionar sobre los problemas éticos y prácticos que se derivan del permitir que la IA piense y escriba por nosotros. O, por lo pronto, utilizar ambas estrategias.

            En un artículo aparecido, originalmente, en The New York Times el 24 de marzo de 2023 y reproducido parcialmente por un sinnúmuero de medios digitales, el famoso historiador israelí Yuval Noah Harari, junto a Tristan Harris y Aza Raskin, cofundadores del Center for Humane Technology, advierten, dramáticamente, sobre el caos que producirá la IA si no es regulada oportunamente. Harari y sus colegas afirman que el lenguaje es el sistema operativo de la cultura humana y que la IA puede piratearlo y manipularlo. Ya sucedió con la IA detrás de las redes sociales que aumentó la polarización social, socavó nuestra salud mental y deshizo la democracia. Ellos advierten que, una vez que llegue el caos producido por la IA, será demasiado tarde para remediarlo: «La democracia es una conversación, la conversación se basa en el lenguaje, y cuando el lenguaje mismo es pirateado, la conversación se rompe y la democracia se vuelve insostenible»[1].

 

Nota bene: En este artículo, que describe el problema de manera general e inicial, la información recogida sobre IA y todos los textos entrecomillados —salvo el último que está debidamene referido— fueron producidos por una aplicación de IA. Las imágenes que ilustran el artículo fueron producidas por la IA llamada Craiyon bajo mis instrucciones. Tanto la introducción y la conclusión así como las advertencias sobre el uso indiscriminado de la IA son de mi exclusiva autoría.



[1] Yuval Noah Harari, Tristan Harris y Aza Raskin, «Cuál es el caos irremediable que producirá la inteligencia artificial si no se la regula antes», Infobae, 30 de marzo de 2023, https://www.infobae.com/america/the-new-york-times/2023/03/30/cual-es-el-caos-irremediable-que-producira-la-inteligencia-artificial-si-no-se-la-regula-antes/

lunes, agosto 28, 2023

La bitácora de Carlos Béjar Portilla

De mi archivo: En 1990, Carlos Béjar Portilla publicó el cuentario Puerto de luna y la novela corta La Rosa de Singapur con el número 39 de la Colección Antares, editada por Libresa. La primera edición del cuentario Puerto de luna fue publicado, en 1986, por la Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo del Guayas. Yo fui el autor del estudio introductorio de la edición de Libresa, que ustedes pueden consultar en mi sitio web. Los dos artículos que reproduzco a continuación tienen su origen en aquel estudio.

 

Carlos Béjar Portilla (Ambato, 1938). Vivió cuatro años en Baños, hasta que, en 1942, su familia se trasladó a Guayaquil, en donde se radicó. (Foto tomada del blog Momento digital. El placer de leer en línea)

Los monos enloquecidos

La bitácora de Carlos Béjar Portilla (I)

Hoy, 14 de enero de 1991

 

           

            Decir que Carlos Béjar Portilla (Ambato, 1938) es el punto de arranque de algo nuevo siempre será riesgoso; sin embargo, asumo el riesgo porque, a pesar de no pertenecer a ningún grupo literario en particular, él es la cabeza visible, la propuesta estética más madura, del movimiento de escritores que irrumpe en la década de los 70 rompiendo, de manera definitiva, toda atadura con el realismo social.

            Puerto de luna (cuentos) y La Rosa de Singapur (novela corta) aparecieron en 1990, con el número 39 de la Colección Antares, editada por Libresa. A propósito, esta colección llegó a los cincuenta títulos entre obras clásicas y contemporáneas con estudios introductorios serios dirigidos, sobre todo, a maestros y estudiantes.

            Dos obras por el precio de una, como diría algún publicista elemental. En esta entrega, hablaré del cuentario, según el neologismo utilizado por Cecilia Ansaldo, en su profunda ponencia sobre el cuento, presentada en el IV Encuentro sobre Literatura Ecuatoriana Alfonso Carrasco Vintimilla, realizado en Cuenca.

            Puerto de luna es la concentración de las preocupaciones temáticas y estilísticas de Béjar. Cuentos con una enorme economía de lenguaje; personados trazados con líneas gruesas para su descripción física, pequeños indicios de su interioridad; conflicto apretado y anécdota contada en forma sustantiva. Esta economía, a veces, va en merma de la propia posibilidad narrativa del cuento y no consigue armar una estructura acabada («Punto muerto», «El taxi color amarillo», «Mañuco»).

            En cambio, en «Puerto de luna», el cuento que le da nombre al volumen, la economía de lenguaje funciona de manera exacta. El primer párrafo plantea el ambiente exterior de la acción. El segundo, introduce sutilmente el elemento fantástico. El tercero, no presenta la información necesaria para saber que se trata de fantasmas que recorren puertos también fantasmas. El cuerpo, sirve para que el narrador se introduzca en la historia como personaje. Del quinto al octavo, desarrolla la historia de amor entre este y Dolly. En el séptimo, menciona un elemento nuevo —indicio verdadero— que trae violentamente el tiempo de lo narrado a la actualidad. El último párrafo resuelve la contradicción entre realidad y fantasía y logra romper el tiempo circular de la historia. «Henry Fiol» y «Epílogo imaginario, por Jorge Luis Borges» consiguen, de igual manera, aquella excelencia.

            Béjar organiza en el libro un juego de referencias cruzadas, de guiños culturales, de propuestas vitales con la lectura, que vuelven placentera la lectura del cuentario. Cuentos de ambiente marinero se conjugan con la novelina La Rosa de Singapur, que comentaré en la próxima entrega. Hasta tanto, con estas aguas navegamos.

 

 

Los monos enloquecidos

La bitácora de Carlos Béjar Portilla (II)

Hoy, 21 de enero de 1991

 

            Costumbre de Béjar, en lanzamientos de libros y exposiciones, al calor de Guayaquil y del ron con cola, el escritor atrapaba en su red al prójimo para hablar de una novela de mar provista únicamente de los aparejos indispensables.

            La Rosa de Singapur, para los que se perdieron el artículo del lunes anterior, apareció en 1990, con el número 39 de la Colección Antares, editada por Libresa, en un volumen que incluyó su cuentario Puerto de luna, comentado en la entrega anterior.

            Ya no es la situación lo que sostiene al texto, como sucedía en Tribu sí (1982, finalista del premio Seix Barral de 1973), su novela anterior. En esta ocasión, se trata de una novela corta en la que Béjar revela su deseo de contar cosas. De narración sustantiva y ambiente marino, La Rosa de Singapur desarrolla su discurso en el género de la novela de aventuras.

            La novela se presenta como un manuscrito encontrado en una botella, en la playa, por el capitán José Chimistra, quien informa a la Capitanía del Puerto, anexando el manuscrito, el 4 de noviembre de 1992. El narrador —el que escribe el manuscrito— asume su manera de decir como si estuviera escribiendo una bitácora o libro de a bordo.

            La Rosa de Singapur es también la novela de la búsqueda de la paz interior del ser humano, que habrá de conseguir al fundirse, ser uno, con la naturaleza; cuestión que ya estaba presente en Tribu sí. Los amigos de aventura: Miguel, el Vasco; el Fakir, Ku man Ku y el narrador son los protagonistas —nuevamente, la idea de la tribu— que están juntos, en 1946, la noche del naufragio del Faraón, se encuentran, en 1967, en una isla solitaria, al final de sus vidas marinas, fundidos con la naturaleza.

            Esa búsqueda es el hilo narrativo que va tejiendo las peripecias hasta formar una bien construida colcha hecha de diversos retazos, pues la narración expresionista —descripciones en trazos gruesos, personajes y ambientes esbozados en pocos párrafos—, acentuada en lo que sucede fuera del mar (por ello esa alusión pasajera a Sonia, la bailarina o a El Rincón de los Artistas), permite que el narrador contraponga la complejidad de lo cotidiano —en tierra— con la sencillez de la paz interior —en la mar—: una isla donde los humanos, desde lejos, «parecen pájaros marinos».

            Esa sensación de anécdotas truncas se da porque la economía del lenguaje está planteada como característica discursiva, aunque se exagera en el caso de la vida del cocinero malayo Ku man Ku, de quien se sabe muy poco para ser el protagonista.

            Pocos le creyeron a Béjar, pero aquí está La Rosa de Singapur navegando. «Pequeños rizos, viento de popa». Lectores de a bordo: a expandir las páginas del libro como si fueran las velas de una pequeña embarcación.