Las fotos del obrero es un proyecto del artista Mario Rodríguez Dávila que persigue la construcción de una memoria gráfica y visual de la masacre obrera del 15 de noviembre de 1922, en Guayaquil, durante el gobierno plutocrático de José Luis Tamayo. Estamos ante un trabajo multidisciplinario que es, a la vez, cinematográfico, fotográfico, performático y sonoro.[1] Para mostrar el trabajo de las diversas aristas creativas de este proyecto, Mario Rodríguez y Bertha Díaz han editado Las fotos del obrero, un breve y revelador libro, en el que quienes participan artísticamente en el proyecto reflexionan sobre su quehacer.[2] Este libro es otra pieza más de un proceso creativo que se inscribe en los trabajos de la recuperación poética y política de la memoria histórica.
El libro tiene, a manera de exergos interiores, los versos iniciales y finales del poema «Ciudad a oscuras» de César Dávila Andrade, de la época en que vivió en Guayaquil: «Venid a ver esta ciudad a oscuras / y sus tremendas bestias verticales» (20-21) y «Aquí los cementerios, siempre occidentales. / Aquí, muriéndose este nombre mío / y yo, detrás, ya muerto y en tinieblas» (10-11). Estos versos nos muestran a un Dávila Andrade que retrata el espíritu del puerto años después de la masacre, pero el propio poeta en «Canto a Guayaquil» (también de 1944) se encargó de señalar, con imágenes que iluminan la memoria, toda la desgarradora violencia de los hechos en ese proceso poético y político que da testimonio y toma partido:
Pasaron muchos años, y fuiste traicionada;
y tus hijos murieron en tu entraña…
Qué día aquel abierto por los sables
bajo la luz del sol, sobre las calles.
Nunca hubo tanto luto en la azucena,
nunca tanta agonía…
Ciegos caballos entraron en tu plaza;
ciegos soldados, tu escalera de algas
subieron espoleados por la furia.
Y tus hijos bajaron a tus aguas
cubiertos de flotantes cruces claras…
En este librito, Melina Wazhima Monné reflexiona sobre el montaje fílmico y dice que la película «se constituye en la rebelión gozosa de sus fantasmas que vuelven a la vida para reclamar su verdad a través de otros cuerpos» (15); Juan Pablo Ordóñez trabajó sobre la post-producción fotográfica y dice que, en medio del actual surgimiento de la inteligencia artificial, Las fotos del obrero «es una especie de impulso análogo por recuperar nuestro pasado, una necesidad que insiste en reponer y reconstruir a partir de nuestros cuerpos imágenes extraviadas e inexistentes» (25). Y es que de eso se trata: de construir una memoria visual ahí donde están los hechos y sus muertos, pero no las imágenes. Dice Bertha Díaz en su artículo «La ficción como táctica de remontaje de la historia», aparecido en la Revista Encuentros Latinoamericanos:
El proyecto Las fotos del obrero, en sus múltiples pliegues, ofrece una actualización de lo que implica la ficción en varios términos. Por un lado, en la suspensión de las convenciones sobre pasado-presente-porvenir. Por otro, en la pregunta sobre quién tiene derecho a la representación y quién puede prestar el rostro a alguien más. Adicionalmente, en el juego sobre lo original versus lo que es capaz de originar sentidos nuevos, operantes en múltiples direcciones. Y, finalmente, en lo que es capaz como reorganizadora de los relatos.[3]
Según el guion de la película, un obrero, líder sindicalista, encarga a un fotógrafo hacer el registro de la movilización de aquel día; luego de sucedida la masacre, el fotógrafo debe ponerse a salvo a sí mismo y al material fotográfico. Tomás Sandoval, quien da vida al personaje fotógrafo, relata su vinculación al proceso y siente que, en medio del colectivo de la producción, «estamos conectados con seres que no habitan en este plano, pero que están vivos en nuestras memorias, en nuestras emociones, en nuestra piel» (33). Freddy Vallejos tiene el encargo de darle vida sonora a esa ciudad y a ese tiempo reconstruidos por el cine y señala, en términos paradojales: «Quizás la fuerza de esta reflexión sea la contemplación del silencio como una de las mejores herramientas para recuperar nuestra memoria. El miedo que profesa Guayaquil a ese silencio puede ser una forma de huir de sus propios recuerdos» (49).
Luis Franc, en tanto crítico cinematográfico, adelanta su perspectiva sobre lo que será la película, basado en el teaser. La ficción fílmica no es una reconstrucción de los hechos, «sino que toma los acontecimientos de aquel tiempo en función de una construcción ficcional creando un registro fotográfico como si fuesen reales» (36-37), aunque reales son los hechos históricos sobre los que se crea el archivo ficcional.
El fotógrafo Ricardo Bohórquez Gilbert revisita la memoria de un hecho del que existen pocas fotografías. Durante la investigación surgió un dato del que no se tiene mayor constancia y es el de la existencia de un fotógrafo de apellido Washing, que acompañó la movilización obrera de aquel día. Surgió, entonces, la idea de construir un archivo ficcional sobre los hechos. La fotografía es memoria, pero «es mucho más memoria cuando se trabaja con ella específicamente para llenar huecos en el imaginario de nuestra historia que está hecha de olvidos» (18). El archivo ficcional es una manera de acercarse a este momento histórico y construir una memoria visual que no existe de un suceso estremecedor en la historia de las luchas del movimiento obrero.
Las fotos del obrero, de Mario Rodríguez Dávila, es un proyecto artístico que reconstruye la memoria visual, que es un vacío histórico, del 15 de noviembre de 1922 en una confrontación poética y política contra el olvido.
[1] Publiqué una entrada en este blog a propósito de la edición de Las cruces sobre el agua, de Joaquín Gallegos Lara, conmemorativa de los cien años de la masacre. En dicha entrada también describí el proyecto «Las fotos del obrero» y presenté algunas de las fotografías para ilustrar el artículo.
[2] Mario Rodríguez y Bertha Díaz, eds, Las fotos del obrero (Guayaquil: Manso Rojo Editores, 2023). Los números entre paréntesis indican la página de la cita en esta edición.
[3] Bertha Díaz Martínez, «Las fotos del obrero: la ficción como táctica de remontaje de la historia», Revista Encuentros Latinoamericanos, Segunda Época, vol. 7, n. 1, enero-junio 2023.