José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
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lunes, marzo 20, 2023

Siete fragmentos alrededor del neo-romanticismo ecléctico

Constance Mayer (1775-1821), El sueño de la felicidad (1819). Museo de Louvre.

1

Dijeron que la vida personal y la cotidianidad del autor no le interesaba al arte literario. Dijeron que el nuevo escenario tenía que ser urbano. Dijeron que la heroicidad de ahora es opaca y carece de pasión. Dijeron que había llegado el fin de la historia. Pero, contra la hegemonía del pensamiento único, estamos en un tiempo de diversidad de saberes y de un canon que se construye desde tradiciones propias; un momento de reivindicaciones políticas inéditas que implican la convivencia con la otredad; una ruptura con la modernidad cartesiana que nos lleva a la superación de la dicotomía entre cultura y naturaleza. También estamos en el tiempo de autorretratos, de las selfies que se multiplican en las redes sociales, de las confesiones reprimidas por las convenciones sociales que afloran como salidas de un baúl que se abre ya sin miedo; del reconocimiento de la naturaleza como un ente vivo y con derechos; de la emergencia de los feminismos y de los derechos de la población LGBTI; del protagonismo de personas que sobreviven a la violencia y el ascenso del neofascismo. Vivimos la continuidad de la historia desde la construcción de un nuevo yo y la lucha por nuevas libertades.

2

Nos enseñaron que no había que confundir al Narrador con el Autor; que lo único que debía considerar la crítica era el texto; y, sin embargo, hoy vemos de cuántas diversas maneras se funden la voz autoral con la voz narrativa y las formas confesionales de una voz que, siendo narrativa y autoral a la vez, las ha convertido en escritura para darnos ese objeto del deseo llamado texto. El enunciado Rousseau en Las confesiones podría ser la poética de una literatura confesional que da cuenta del yo en la complejidad de su situación espiritual e histórica: «Emprendo una obra de la que no hay ejemplo y que no tendrá imitadores. Quiero mostrar a mis semejantes un hombre en toda la verdad de la Naturaleza y es hombre seré yo. Solo yo. Conozco mis sentimientos y conozco a los hombres […] Si no soy mejor, a lo menos soy distinto de ellos»[1]. No toda experiencia de vida puede convertirse en literatura; finalmente, la cotidianidad anodina de la especie humana carece de intriga y sucesos capaces de desautomatizar la visión cotidiana del mundo. Pero sí, toda experiencia de vida puede ser literatura, no por las anécdotas sobre su existencia sino por la contemplación de los intersticios del alma de aquella vida en la materialización que conlleva la escritura destinada a entusiasmo estético, la escritura capaz de convertir la experiencia de un alma en la conmoción espiritual del ser humano.

3

El mundo agitado por las antiguas tormenta y pasión está testimoniado en dos libros de una narrativa cargada de poesía. El uno es Nuestra piel muerta, de Natalia García Freire: novela en la que la escena del mundo rural andino reemplaza a la campiña del gótico de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX; el castillo de Otranto da paso a la casa solitaria, de resonancias lúgubres y el fanatismo religioso, tanto el ancestral como el sincrético, se ha instalado como un ente sobrenatural en los corazones de los personajes. Desde similar orilla, el cuentario Las voladoras, de Mónica Ojeda, recupera la tradición oral popular de la ruralidad andina mediante la reelaboración poética de los mitos, en el marco del sincretismo religioso y cultural del mundo indígena y mestizo. Estos cuentos de Ojeda se inscriben en esa tradición de voces rumorosas que entretejen los sentidos de la vida y de la muerte, que descubren el horror y lo místico; la tradición oral popular y los saberes ancestrales y la crueldad del mundo: todo aquellos a lo quienes leemos nos asomamos desde el sublime terror de vernos confrontados con la muerte. Las historias y los personajes de ambos libros habitan el universo de un neogótico incrustado en los Andes.

4

La preeminencia del Yo, herencia romántica por excelencia, es una característica de Los cielos de marzo, de Andrea Crespo Granda, una novela de prosa lírica que estremece, y que, desde el tono confesional, abraza un neo-romanticismo, formalmente ecléctico, que narra una conmovedora historia de amor contrariado resuelta con la inmolación de la heroína. La novela es una desgarradora novela lírica que está estructurada con formas libres; su protagonista es una memorable heroína romántica, y su escritura, envuelta en el sentido irónico del arte y en una conmovedora expresión poética, recupera el paisaje de la naturaleza en función del espíritu. Asimismo, en el registro del Yo confesional, Estancias, de Alicia Ortega (Guayaquil, 1964), es una estremecedora práctica de escritura andrógina que nos permite transitar, desde la cotidianidad de la autora, en nuestra propia experiencia de vida. Alicia Ortega escribe sus meditaciones iluminando lo que ha vivido y las convierte en filosofía de lo cotidiano y sus gestos. Este texto andrógino es escritura del Yo, pero no desde el narcisismo sino desde la mirada cómplice de la sororidad, que transita en los espacios del duelo y la fiesta. Escritura andrógina que se sitúa entre el testimonio autobiográfico y el ensayo, entre la auto ficción y la filosofía, entre el diario de viaje y la cartografía personal. Tanto la novela de Crespo como la auto ficción andrógina de Ortega son textos que se inscriben en la estética del Yo neo-romántico libre, confesional, experimental, que deviene en el tiempo del Yo confesional que se autorretrata en la escritura, ya sea a través del personaje o de la propia autora.

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Dos cuentarios escritos en clave opuesta se inscriben en el terror de lo real y en la presencia inquietante de lo fantástico en la realidad. En De un mundo raro, Solange Rodríguez Pappe construye sus relatos extraordinarios —en el tono del horror fantástico de la tradición de Poe— a partir de la libertad de la imaginación, como otra aproximación que tiene el conocimiento para desentrañar los niveles ocultos de lo real en una atmósfera gótica del trópico: el mundo de ultratumba es parte del mundo de los vivos y las premoniciones apocalípticas son reelaboraciones de la destrucción a la que el mal somete al mundo. Este es un cuentario que, a partir de la ironía y el humor para enfrentar la muerte y los miedos a lo sobrenatural, destruye la dicotomía racional entre lo real y lo fantástico construyendo un mundo que los contiene a ambos en lo cotidiano sin solución de continuidad entre sus bordes; un libro en el que algunas de sus historias suceden en tiempos apocalípticos y mundos distópicos como para decirnos que vivimos la era de un apocalipsis permanente; un libro que incorpora la oralidad del folklore en el rito solitario que integra la escritura y la lectura. En el otro extremo, en un tono hiperrealista, el cuentario Sacrificios humanos, de María Fernanda Ampuero, desarrolla el horror de lo abyecto del ser humano en cada cuento y asistimos al espectáculo de una galería asfixiante de monstruos sin posibilidad de redención a partir de una imaginación libérrima. Son historias que, en la tradición de Mary Shelley, E.T.A. Hoffman y Horacio Quiroga, incorporan los elementos que se desprenden del gótico del romanticismo del siglo XIX en historias y escenarios contemporáneos: la casa tenebrosa acompañada de la violencia intrafamiliar; la recuperación de la oralidad popular para potenciar el terror y lo sobrenatural; la presencia de seres de ultratumba en combinación con seres violentos en el mundo patriarcal de los vivos; todo ello, en medio de personajes que luchan dentro de sí mismos contra sentimientos depresivos, angustiantes, morbosos. En ambos cuentarios, la heroína rebelde se enfrenta a la violencia del patriarcado, lucha contra de las convenciones y disfruta de su sexualidad libre.

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Desde la confrontación del Yo con la muerte y la redención de ese mismo yo a partir de una heroicidad cotidiana estos dos poemarios están envueltos por la atmósfera del neo-romanticismo ecléctico. Labor de duelo, de María Paulina Briones, poemario de verso deslumbrante, está alimentado de lo onírico y la terrorífica cotidianidad de la muerte. En él, la poeta medita sobre la vida atravesada por el duelo y, en su verso, recupera el sentido del dolor para continuar la vida con la sabiduría del ser que ha purgado la pérdida. El poema, en este sentido, ha transgredido el terreno sonámbulo de la muerte. Victoria Vaccaro García, en Breve mitología del cuerpo original, convierte en poesía la transición de un cuerpo, que nace varón, y la génesis de la mujer que lo habita; su escritura evoca a la naturaleza para volverla compañera de los diversos estadios del espíritu. El poemario se construye desde la textualidad ceremonial de un tránsito que es, al mismo tiempo, corporal y del espíritu.

 

y 7

François Gerard, Madame de Staël (c. 1817), Coppet Castle.


El neo-romanticismo ecléctico es una escritura que puede observarse en la literatura ecuatoriana de comienzos del siglo XXI y que, con amplia libertad de formas y preocupaciones temáticas, reelabora ciertos conceptos del romanticismo decimonónico a partir de un yo con identidad de género, la construcción de nuevas formas de relación con la naturaleza, la asimilación de variadas estéticas de la escritura, una visión crítica del mundo marcada por la diversidad sexual y étnica y el rechazo al canon patriarcal dominante. Vivimos un tiempo en el que recobra vigencia, desde perspectivas contemporáneas, el entusiasmo enfrentado al fanatismo. Ya lo señaló Madame de Staël: «El fanatismo es una pasión exclusiva, cuyo objeto es una opinión; el entusiasmo se repliega a la armonía universal: es el amor de lo bello, la elevación del alma, la alegría del sacrificio, reunidos en un mismo sentimiento lleno de grandeza y de serenidad»[2]. La amplitud que ha ganado para el arte y la literatura la definición de lo bello, el entendimiento del alma en unidad indisoluble del cuerpo ya que toda persona es un cuerpo con historia, el entendimiento del yo como un yo escindido y diverso, las nuevas libertades por las cuales se lucha, el acercamiento a la naturaleza y la relación de respeto que se establece entre el ser humano y la vida son características de un nuevo entusiasmo. La ironía del distanciamiento que se establece entre quien escribe y la escritura; el entendimiento de la literatura como un artificio ecléctico y un espacio para la problematización de la rebeldía son los cimientos de un neo-romanticismo que deconstruye las convenciones patriarcales, supera las ilusiones del liberalismo económico y concentra la mirada en el ser humano por sobre el capital. Finalmente, desde la experiencia de formas experimentales, envuelta la literatura en nuevas prácticas signadas por la vieja formulación de tormenta e ímpetu, esta tendencia neo-romántica ejerce, desde el eclecticismo textual, el sentido liberador de la escritura.



[1] Jean-Jacques Rousseau, Las confesiones [1782] (México: W.M. Jackson, Inc., 1973), 1.

[2] Madame de Staël, Alemania [1810] (Madrid: Espasa-Calpe, Colección Austral # 184, 1991), 187.

lunes, enero 02, 2023

Victoria Vaccaro: poesía de un cuerpo en tránsito

Victoria Vaccaro García ganó el premio internacional de poesía escrita por mujeres «Ana María Iza» 2022.

Una edad de tránsitos, un tiempo de transiciones personales, una comunitaria transición de época. Todos somos LGBTI en el deseo, que carece de sexo, que es un arcoíris bajo cuya luminosidad diversa se cobijan el género humano, la lucha por la libertad sin alambradas del cuerpo y el regocijo por las veleidades de su corazón. Breve mitología del cuerpo original, de Victoria Vaccaro García (Guayaquil, 1998), es poesía de la transición de un cuerpo y de la génesis de la otra que lo habita, escritura que evoca la naturaleza para volverla compañera de los diversos estadios del espíritu, textualidad ceremonial de un tránsito que es, al mismo tiempo, corporal y del espíritu.

En el poemario, la naturaleza se vuelve presencia sensorial que anda junto al hablante lírico en su transición, desde el primer verso: «Esta luna que me acompaña desde la noche de mi nacimiento, imposible blancura […] Desde mi origen, ya traía lirios enterrados en la boca […] Y tú seguías inmóvil en lo alto de los cielos, impasible, con un espeso velo de gasas y serafines cubriéndote los senos, la desnudez»[1]. La voz poética revela su rechazo, espiritual y físico, a su origen biológico: «Desde el vientre oculté mi sexo, / mi primitiva vergüenza»[2]; y, así, nos va mostrando el mundo de su infancia familiar rodeado de mujeres; un mundo en donde la madre no solo es la dadora de la existencia sino también la maestra primigenia de la vida: «De ella aprendí a manejar el oculto movimiento de las lenguas. Con ella descifré la invención de mundos, a modo de los dioses»[3].

El tono confesional de la violencia inicial en el sexo es un testimonio desgarrador en la paradoja del deseo satisfecho: el yo se asume un nuevo yo, feminizada la escritura, enfrentado a un animal siniestro —pantera, tigre de montaña o monstruo de ébano— cuyo asalto es un instante en el que el yo es una presa atrapada y al final: «Me descubrí abierta sobre aquel / nuevo mar de profundas camelias. / Dos espíritus de vírgenes tendían / sobre mí sus fúnebre santuarios»[4]. La voz lírica, ya realizada su transición, se asume voz de mujer y el tono bíblico se une al ritual del martirio de Cristo: el cuerpo del martirio es amortajado amorosamente por el cuidado funerario de las mujeres, pero, a contramano de la revelación, la resurrección todavía es espera.

La naturaleza nocturna, entonces, es el refugio ceremonial del nuevo cuerpo en la bellísima purificación que emerge de la poesía y se encuentra con el amor: «La noche cubrió el huerto, / súbitamente. Los laureles ardían. / Frente a ellos desnudé espalda, / cintura; me cubrí de las fragantes / cenizas que arrastraba el viento, de / las primeras brasas. Clamaba, de / rodillas y absorta, clamaba»[5]. Y en esa naturaleza esplendente es en donde tiene lugar la hora del nuevo yo; el cuerpo es componente de un jardín florecido en el que se funde tanto para renacer como para constatar los límites que duelen en un proceso de transición que deberá enfrentarse no solo a la fatalidad biológica sino también al mundo desde el anhelo de la libertad imposible y la búsqueda de los días gloriosos que se vislumbran, que aún no llegan, pero que están presentes en la realidad del ensueño. «Hundo florecillas en mi vulva ausente, lloro, no pasa nada. Estoy colmada de salvias fragantes, de rubios pistilos»[6], reconoce la voz poética e invoca, enseguida, su necesidad de tránsito en el tránsito de su angustiosa limitación: «Dos atormentados duraznos, mis / senos no concebidos […] ¿Con qué amamantaré a hijos / amantes, a las reencarnaciones de / mi madre. ¿Quiénes serán testigos / de las deliciosas profanaciones»[7].

El cuerpo de la heroína rebelde del poemario, en una contemporánea actitud del combate romántico del yo, es un cuerpo en transición que se adueña de un nuevo ser confrontando las convenciones heteronormativas y binarias; la confesión de lo que se anhela y la subversión de lo establecido a través de la escritura de belleza libre en persecución de la epifanía, que es el sueño de la realización del deseo en libertad: «Nuestros cuerpo estaban / en punto, bullían, rebrillaban, se / agudizaban, rompiendo las ataduras / de otra vida. / Vamos al gran día, sí. / Vamos a los días de la eternidad»[8].

El año pasado, al recibir el premio internacional de poesía escrita por mujeres «Ana María Iza», en su primera edición, por Breve mitología del cuerpo original, Victoria Vaccaro escribió en su cuenta en Instagram: «Me siento orgullosa porque hace algunos años era impensable que una mujer trans tuviese distinción alguna, o peor, ser la primera en ganar un premio de poesía escrita por mujeres. El camino es largo aún, pero la esperanza nos hace avanzar a pasos agigantados. Y estoy feliz de que en mi persona y en mi palabra se haya reconocido una lucha: nuestra lucha»[9]. La poesía de Victoria Vaccaro García evoca la infancia a través de la visualización de un jardín florecido y fragante y describe tales recuerdos con un lirismo delicado aún en el desgarramiento; Breve mitología del cuerpo original es un poemario que se adentra, desde la memoria familiar del cuerpo, en el tránsito personal de la voz lírica con imágenes que, al tiempo que nos estremecen con dolor, nos conmueven con la alegría de vivir una nueva naturaleza.



[1] Victoria Vaccaro García, Breve mitología del cuerpo original (Cuenca: Universidad del Azuay / Encuentro Internacional de Poesía Paralelo Cero, 2022), 17.

[2] Vaccaro, Breve mitología…, 19.

[3] Vaccaro, Breve mitología…, 29.

[4] Vaccaro, Breve mitología…, 35.

[5] Vaccaro, Breve mitología…, 49.

[6] Vaccaro, Breve mitología…, 57.

[7] Vaccaro, Breve mitología…, 59.

[8] Vaccaro, Breve mitología…, 99.

[9] Victoria Vaccaro García (@victoriavaccarogarcia), Instagram, 2 de octubre de 2022.