José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
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lunes, marzo 27, 2023

Cinco imágenes de una invasión

De mi archivo: La invasión a Irak, por parte de una coalición militar formada por E.E. U.U., Reino Unido, España y otros países, ocurrió hace veinte años entre el 20 de marzo y el 1 de mayo de 2003. La administración Bush justificó la invasión diciendo que el régimen de Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva (químicas, biológicas y nucleares) y que apoyaba el terrorismo de Al-Qaeda. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, denunció que la invasión violaba la Carta de la ONU y el carácter ilegal de la invasión, según el derecho internacional. Nunca se encontraron armas de destrucción masiva y la Comisión del 11-S, entidad norteamericana para la investigación del atentado criminal contra las Torres Gemelas, determinó que no había pruebas de vínculo algo entre Hussein y Al-Qaeda. La invasión se prolongó en una guerra que en siete años causó la muerte de más de 100.000 civiles, según la ONG Iraq Body Count. De acuerdo a la misma organización las muertes de civiles documentadas, desde la invasión hasta 2023, alcanza la cifra de 300.000[1]. Un recuento informativo, veinte años después, se puede encontrar en este análisis del portal digital BBC News Mundo: Las mentiras que llevaron a Estados Unidos y a sus aliados a invadir Irak hace 20 años (y cuáles son sus consecuencias hoy en día) 

Publicado en Arca. Revista de Cultura, No. 3 (Junio 2003): 60-61.


            1 Un soldado norteamericano, subido a la estatua de 40 pies de altura de Saddam Hussein erigida en pleno centro de Bagdad, coloca sobre la cara del ex dictador de Iraq, una bandera norteamericana. Enseguida, una soga de grueso calibre rodea el cuello de la estatua. Al extremo de la soga, decenas de iraquíes tiran de la soga para tumbar el monumento. Como no lo logran, un tanque del ejército norteamericano llega en su ayuda. Entonces, simbólicamente, se vienen abajo los 25 años del régimen dictatorial de Hussein, el principio universal de no intervención, el sistema de Naciones Unidas como guardián de la paz mundial y se erige en el espacio vacío dejado por la estatua de Hussein, el espíritu omnipresente del Imperio encabezado por George W. Bush.

 

2 Aproximadamente dos millones de personas en Madrid y otros dos en Roma; un millón y medio en Londres igual que en Barcelona; doscientas mil en París; cien mil en Dublín y otro tanto en Atenas; unas setenta mil en Amsterdam, en Bruselas, o en Glasgow; decenas de miles en Oslo, Helsinki, Estocolmo, Goteburgo, Copenhague, Luxemburgo y Viena. Millones de manifestantes en Europa marcharon contra la guerra imperial en el momento en que el eje Bush-Blair-Aznar había decidido por sí y ante sí el ataque a Irak. Las protestas se multiplicaron en diversas partes del mundo durante los 21 días que duró la invasión. El manifiesto No en nuestro nombre, firmado por decenas de intelectuales de los Estados Unidos —Alice Walker, Noam Chomsky, Adrienne Rich y Edward Said, entre otros— tiene un llamado perentorio: «¿Qué clase de mundo será éste, si se permite al gobierno de los Estados Unidos lanzar comandos asesinos y bombas dondequiera que se le antoje?». El eje ganó la guerra militar como estaba previsto. No obstante, hasta hoy, esos millones de manifestantes del mundo entero son la expresión de una opinión pública global que condenó al Imperio y que, potencialmente, incuba el germen de la resistencia.

       

3 El miedo, que presidió las imágenes de la propaganda imperial, fue diseminado en la opinión pública de Occidente igual que las prohibidas bombas de racimo arrojadas por el Eje. Se dijo que la guerra era para protegernos de la alianza de Hussein con Bin Landen y de la existencia de armas de destrucción masiva y químicas que amenazaban al mundo. Arthur Schlesinger, ex consejero de John F. Kennedy, declaró que Hussein «no tiene nada que ver con los ataques del 11 de septiembre». La propia CIA señaló que no había evidencias que probaran alguna conexión entre Ben Laden y Hussein. De lo que sí tenía evidencia es de los lazos entre Ben Laden, petroleros sauditas y el régimen de Paquistán. Scott Ritter y los inspectores de Naciones Unidas que estuvieron en Iraq en 1998 señalaron varias veces que las armas químicas fueron destruidas casi por completo. Los nuevos inspectores tampoco concluyen que las armas del autócrata Hussein fueran una amenaza. Después de todo, si Hussein hubiera sido peligroso lo era porque Estados Unidos, que bombardeó los campos de Vietnam con napalm, le facilitó tecnología militar cuando era su aliado en contra de los ayatolas de Irán. El periodista Jorge Ramos concluye que, finalizada la guerra, no existe evidencia de que Hussein escondiera armas químicas y bactereológicas ni se ha podido probar que su ejército poseyera misiles con un alcance superior a 150 kilómetros.

4 Al comienzo, en la pantalla de la CNN, la guerra parecía una exhibición de fuegos artificiales. Esa fue la imagen que nos quisieron vender: una guerra de precisión, aséptica, sin víctimas inocentes. Una guerra inteligente en donde únicamente serían aniquilados los malos. Una parte de la prensa norteamericana se puso el uniforme del patrioterismo. Pero no les fue posible mantener el engaño. A pesar de la censura y la manipulación de los periodistas —informados solo de las ruedas de prensa oficiales— la existencia de la cadena Al Jazeera y de periodistas independientes mostraron el rostro verdadero de esta invasión criminal. Un solo ejemplo: en el pasillo de lo que parece ser un hospital, decenas de cadáveres de civiles se amontonan; un par de médicos cargan en sus brazos el cuerpo destrozado y bañado en sangre de un niño. La Cruz Roja ya no sigue contando lo que podían ser miles de civiles muertos sobre los que el Eje tendrá que responder.        
Rice, Rumsfeld, Cheney y Bush

  
5 La invasión militar del eje Bush-Blair-Aznar consumó el golpe de Estado mundial contra el dictador Sadam Hussein. El Imperio se consolida y continuará escribiendo la Historia como ya lo hizo en Afganistán. «Un guión eternamente repetido: los unos bombardean, los otros se guarecen». Así lo señala la palabra profética de Alejandro Moreano en su excelente libro El Apocalipsis perpetuo: «la nueva categoría organizadora del mundo ya no es la libertad sino la seguridad. La peor de las pesadillas orwellianas parece haberse cumplido: vivimos en el seno de un mundo policíaco». La siniestra derecha militarista que gobierna los EE. UU. —Dick Cheney, vicepresidente, Donald Rumsfeld, secretario de Defensa; Condolezza Rice, secretaria de Estado— ha de estar preparando las nuevas guerras preventivas, que antaño promoviera la doctrina nazi. Bush, convertido en la policía del mundo, es el Gran Hermano cuyo ojo todo lo vigila, todo lo invade, todo lo gobierna.

 


[1] Para mayor información, consultar el sitio web Iraq Body Count: https://www.iraqbodycount.org/