No estoy diciendo nada nuevo al señalar que los multimillonarios del planeta están utilizando la palabra libertad como una muletilla para gobernar a la humanidad. X y Meta no quieren hacerse responsables ni de la proliferación de perfiles falsos ni de la desinformación ni de los discursos de odio que se distribuyen en sus redes en nombre de la libertad. Hace pocos días, Marc Zuckerberg anunció que la corporación Meta (Facebook, Instagram, WhatsApp, Messenger Live, Threads y otros) abandonaba la política de moderación de contenidos o verificación de información porque, según Zuckerberg, es restrictiva de la libertad, imitando la política de X, desde que Elon Musk compró Twitter. Los analistas señalan que Zuckerberg busca acercarse a Donald Trump que, el año pasado, había calificado a Facebook como “enemigo del pueblo”. Recordemos que Facebook reforzó controles, luego de la comparecencia de Zuckerberg en el Senado de EE. UU., para evitar las filtraciones de datos de los usuarios después del escándalo de Cambridge Analítica, la empresa que manipuló ochenta y siete millones de perfiles en favor de la candidatura de Trump en 2016. Al eliminar la verificación de información, no solo que Meta se descarga de la responsabilidad empresarial de moderar tales contenidos trasladándola a la “comunidad de usuarios”, sino que, bajo el paraguas de la palabra libertad y el argumento de que así se evita la censura, abre la puerta para que se instalen libremente los bulos y la consecuente desinformación, la incitación al suicidio, la misoginia, los discursos de odio sobre la inmigración y la identidad de género, etc. Claro que es difícil guardar el equilibrio entre los contenidos dañinos controlados por una corporación y el negocio de la redes sociales instalado como un mercado de libre concurrencia de ideas. De todas maneras, las corporaciones controlan los contenidos con la manipulación de los algoritmos y de la ideas e información que se difunde en las redes: recordemos que Musk es el mayor difusor de bulos en su propia red. X, de Musk, se niega a eliminar las granjas de troles y a obligar a los usuarios a una debida identificación, también bajo el paraguas de la libertad. Musk, que se convertirá en funcionario gubernamental con Trump, no ha dudado en utilizar su red para los intereses propios y para los multimillonarios como él. «Siendo dueño de la mayor plaza pública del planeta, dio rienda suelta al odio, el racismo, el machismo, las ideas negacionistas y los bulos que favorecen a la extrema derecha. No sólo las permitió, sino que el algoritmo de Twitter promueve que sean esos mensajes los que más se difundan», ha señalado el periodista y comentarista económico Yago Álvarez Barba. Recientemente, Elon Musk declaró su apoyo a la candidata alemana Alice Weidel, del partido ultra-derechista Alternativa para Alemania, AfD, y en una entrevista que le hizo para su red social, estuvo de acuerdo con ella cuando dijo que “Hitler era comunista”. Por supuesto que se trata de una mentira y una deformación de la Historia, pero difundir un bulo de esta naturaleza es introducir un debate absurdo para crear un margen de duda que permite al neofascismo lavarse la cara: “nosotros, los libertarios de hoy no somos como el Hitler del ayer, que era un comunista igual a los comunistas de hoy”, incluso sabiendo que el membrete de “comunista” se lo pegan a los socialdemócratas, que se han vuelto asustadizos de sus propios postulados de justicia social. Claro que el asunto es más complejo porque Weidel es lesbiana y, dada su orientación sexual, Musk concluye, falazmente, que ella no puede ser fascista y que “solo laAfD puede salvar a Alemania”. Musk se ha convertido en un influencer político a escala planetaria que apoya, sin reparos, propuestas neofacistas que se parapetan tras la palabra libertad. Los discursos de odio, que son el sustento del fascismo, continuarán instalándose sin ningún control en nombre de la libertad.
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