José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, enero 16, 2023

100 años de Oswaldo Muñoz Mariño: «Disyunciones»

La exposición Disyunciones, homenaje a la obra de Oswaldo Muñoz Mariño, en el centenario de su natalacio, en el Centro Cultural de la PUCE, en Quito, estará abierta hasta marzo de este año.
            «Amo la acuarela por ser limpia y transparente, porque es capaz de captar la precisión de la luz. Esta técnica es todo un reto porque no se puede corregir»[1]. Estas palabras de Oswaldo Muñoz Mariño (Riobamba, 24 de diciembre de 1922 – Quito, 20 de febrero de 2016) fueron leídas por Cristina Chequer, su esposa, en diciembre de 2014, cuando el artista recibió la Orden Mexicana del Águila Azteca, «por su aporte a México y su contribución al acercamiento entre ambas naciones». Muñoz Mariño hizo su primera exposición de acuarelas en el Colegio de Arquitectos de México, en 1951; se graduó de arquitecto en la Universidad Nacional Autónoma de México, en 1952; y, en 1965, obtuvo el Primer Premio del Salón Nacional de la Acuarela, de México. En Ecuador es considerado el mayor acuarelista del siglo veinte y recibió, en 1999, el Premio Nacional Eugenio Espejo.

Desde diciembre del año pasado, en el Centro Cultural de la PUCE, en Quito, se exhibe la retrospectiva Disyunciones que celebra el centenario del natalicio de Muñoz Mariño. La retrospectiva está armada con fotografías, planos, acuarelas, dibujos, bitácoras y documentos de variada índole que son el testimonio de una vida dedicada al arte y la arquitectura, dos realidades que, como alternancia y sucesión de una obra creativa en dos esferas, independientes y complementarias a la vez, constituyeron el trabajo del artista arquitecto. La exhibición tiene un conjunto de elementos que permite apreciar la obra de un artista que, como arquitecto, pensó el diseño arquitectónico público en términos monumentales y el privado como espacios íntimos en donde la cotidianidad doméstica habita de manera acogedora. Un arquitecto que, como artista, hizo del dibujo y la acuarela una magistral crónica, sobre todo, de las casas y edificios del mundo; espacios arquitectónicos en donde los seres humanos están ausentes como una provocación para que estos los contemplen, mediten y se imaginen habitando aquellos espacios y llenando esa ausencia que es, también un desafío existencial.

 

«Huayracanta: Homenaje al hombre de América» debió construirse en el Cerro de la Estrella, en Ciudad de México, en 1974; lastimosamente, las autoridades suspendieron el proyecto.
            «Para él, discípulo de la escuela mexicana de arquitectura moderna, la arquitectura es moderna porque resuelve la configuración del espacio en función de la sinceridad programática y de la idea de beneficio social. Por lo tanto, la arquitectura es un lugar de crítica y de resistencia», indica Shayarina Monard, curadora del material arquitectónico. En la muestra encontramos, entre otros proyectos no realizados, el diseño del Palacio Municipal de Quito, con el que ganó el concurso de anteproyectos de 1961 y que no se construyó por cuanto el espíritu conservador de la época lo vio como una agresión a la tradición colonial del Centro Histórico, cuando el proyecto de Muñoz Mariño proponía que la imagen tradicional quedara imbricada en la ruptura propuesta por la construcción moderna[2]. Asimismo, «Huayracanta: Homenaje al hombre de América», que debió construirse en el Cerro de la Estrella, en Ciudad de México, en 1974, y en el que participaron él, como arquitecto, y Guayasamín, como encargado de curar la exposición permanente de artistas latinoamericanos; finalmente, el proyecto no se realizó por algunas declaraciones inoportunas de Guayasamín que crearon descontento de los artistas mexicanos con las autoridades de su país y estas decidieron suspenderlo para evitarse problemas políticos. 

 

El paisaje mexicano está presente en su etapa de descubrimiento (1946-1960)
            «Muñoz Mariño pinta casi exclusivamente espacios exteriores, arquitecturas de todos los tiempos que narran el crecimiento de las ciudades, las ruinas como huellas del paso del tiempo, paisajes casi sin lo presencia de seres humanos, luces y sombras, nubes, árboles techos y portones como zonas liminales entre el exterior y lo interior, entre lo público y lo privado», señala Giada Lusardi, curadora del material pictórico. Un gran acierto de la muestra es el diálogo que entablan las acuarelas del paisaje de México y las del Ecuador, así como algunos ejemplos de la crónica, narrada a través de acuarelas y dibujos, de Quito y del mundo, que el artista hizo a lo largo de su vida. En 1976, Muñoz Mariño exhibió —como ya lo había hecho, años atrás, en la misma Ciudad de México— en el Museo Nacional de San Carlos, entre otras, sus acuarelas sobre Quito. Elena Poniatowska escribió en Novedades: «Un puro amor a su ciudad Quito, a sus montañas violetas, a sus casas apeñuscadas como cabras, sus árboles y sus techos de tejas rojas. Yo no conozco Ecuador, pero me gustaría visitarlo después de ver los cuadros de Oswaldo Muñoz Mariño».


Disyunciones tiene también un novedoso e importante material documental del artista: muestras de la bitácora hecha de dibujos y reflexiones en la que documentó sus viajes —bitácora formada por más de 30 cuadernos—, a la que Muñoz Mariño llamaba «la biblia»; cartas, fotografías, recortes de prensa, etc. Los documentos hablan de un creador que, desde muy temprano, concibió su profesión y su arte como un todo artístico. Esta obra también está en la bella casa Museo Muñoz Mariño, MMM, ubicada en la calle Junín E2-27, en el tradicional barrio de San Marcos, en el Centro Histórico de Quito, cuyo proyecto de restauración lo hizo el propio artista. El MMM, a pesar de tener un convenio de comodato por cincuenta años con el Municipio de Quito, no recibe los fondos correspondientes desde 2015, por lo que el museo corre el riesgo de cerrar. Ojalá, la nueva administración municipal, solucione los inconvenientes administrativos y presupuestarios que impiden un adecuado financiamiento de este centro cultural.


            Disyunciones es una estupenda exposición que merece ser visitada[3] por cuanto es una construcción, concebida con profundidad conceptual por parte de sus curadoras, de la memoria de un artista que, con una maestría singular en la acuarela y el dibujo de paisajes urbanos, fue el cronista visual de Quito y el mundo, y que, desde la arquitectura, siempre pensó el hábitat humano como un espacio estético y acogedor.


 

 


[1] «Muñoz Mariño, un ‘águila azteca’», La Hora, 8 de diciembre de 2014, acceso 15 de enero de 2023, https://issuu.com/la_hora/docs/quito_8_de_diciembre_2014/27

[2] Erika Andrade García et al., «La modernidad ucrónica en Quito: Una aproximación a la obra no construida de Oswaldo Muñoz Mariño», Actas II Congreso Iberoamericano redfundamentos, 17-18 de diciembre de 2018, acceso 15 de enero de 2023, https://www.researchgate.net/publication/330713512_La_modernidad_ucronica_en_Quito_Una_aproximacion_a_la_obra_no_construida_de_Oswaldo_Munoz_Marino

[3] La exposición, en el Centro Cultural de la PUCE, en Quito, estará abierta hasta marzo de este año y es auspiciada por la Pontifica Universidad Católica del Ecuador, PUCE, el Colegio de Arquitectos del Ecuador, CAE-P, el Museo Archivo de Arquitectura del Ecuador, MAE, y la Fundación Muñoz Chequer.

 

P.S.: Todas las fotos son de Raúl Vallejo y fueron tomadas el miércoles 11 de enero de 2023.


lunes, enero 09, 2023

Tu amor es una «Hola» de ayer

           

Vargas Llosa: «No, no, no. Los motivos de la ruptura no existen; no es verdad; no son ciertos».

«Creo que solo una cosa hice mal en la vida: abandonar a Carmencita por una mujer que no valía la pena […] Es el único episodio de mi remoto pasado que mi memoria no ha olvidado y que me atormenta todavía. Todas las noches, antes de dormir, pienso en Carmencita y le pido perdón […] Fue un enamoramiento de la pichula, no del corazón. De esa pichula que ahora ya no me sirve para nada, salvo para hacer pipí. »[1]. La prensa del corazón le ha dado la vuelta a esta frase de «Los vientos», un cuento de Mario Vargas Llosa publicado en octubre de 2021, como si toda literatura fuese una confesión de la vida íntima del autor. Así, el tratamiento mediático de la ruptura de la socialite Isabel Presley y el Nobel mezcló el cuento, la vida y, paradójicamente, ha convertido al escritor en un figurante de la civilización del espectáculo sobre la que él mismo reflexionó con lucidez años atrás.  

«Los vientos» es un extenso relato, en clave de crítica cultural, desencanto y humor, narrado en primera persona por un viejo solitario que, luego de asistir a un mitin para protestar contra el cierre de las salas de cine Ideal, se olvida de donde vive. La pérdida súbita de la memoria lleva al protagonista a una caminata errante por Madrid, cuyos distintos lugares le provocan una variada gama de disquisiciones sobre el sentido de la cultura en un mundo en el que esta no tiene ya cabida, al menos en las formas de la modernidad. El narrador protagonista se pregunta: «¿Será que la cultura ya no tiene ninguna función que cumplir en esta vida? ¿Que sus razones antiguas, aguzar la sensibilidad, la imaginación, hacer vivir el placer de la belleza, desarrollar el espíritu crítico de las personas, ya no hacen falta a los seres humanos de hoy, pues la ciencia y la tecnología pueden sustituirlos con ventaja?».

En ese mundo posmoderno, las personas ya no van a los cines ni a los museos porque películas y exposiciones las pueden ver en sus ordenadores con el beneplácito de los académicos: «Según ellos, el objeto artístico puede verse en la pantalla con la minucia, lentitud y totalidad que la simple vista no nos permite». Los lectores encargan novelas que son fabricadas por un sistema de inteligencia artificial según el gusto del cliente y los libros de papel, ya digitalizados, deben ser incinerados para evitar la propalación de bacterias nocivas; los coleccionista compran “pinturas inmateriales”, que son cuadros que no existen salvo sus títulos y pagan por un certificado digital; la gente que asiste a la ópera está más concentrada en los ordenadores que les ofrecen información sobre esta antes que escucharla con atención. En definitiva, «El único espectador serio que se admite hoy es el que produce el propio bípedo en su artefacto portátil, ese incinerador de todo lo que es genuino y auténtico, algo que ha desaparecido prácticamente en este mundo donde solo reina y fulgura lo postizo y artificial».

Es durante la búsqueda del camino a casa que aparece, de manera tangencial, el recuerdo de su ruptura con Carmencita. Los vientos, nominación eufemística para los pedos, son el símbolo escatológico que acompañan la caminata errante y las opiniones variopintas del protagonista sobre lo que él considera la muerte de la cultura clásica en un mundo lleno de novelerías. La existencia del grupo de los “desequilibrados”, similar a los hippies de los sesenta, le permite al autor mostrar un tipo de rebelión contra la sociedad arrinconada en el extremo de lo absurdo y, por lo tanto, negar cualquier posibilidad de transformación social. Vargas Llosa aprovecha la ficción para ridiculizar al animalismo, al veganismo, a los antitaurinos y para exaltar al capitalismo liberal, pues pone en boca del narrador protagonista algunas de sus propias ideas políticas, que es cuando el cuento se torna aburrido y panfletario. El cuento, de tono ensayístico, ejemplifica, además, a través del personaje protagónico, las ideas que Vargas Llosa ha expuesto en diferentes textos sobre la civilización del espectáculo.[2]            

El cuento no habla de una ruptura sentimental, pero a la prensa rosa eso la tiene sin cuidado: el comentario literario no es su fuerte. El cuento, sin embargo, parecería una profecía del lamentable espectáculo que ofreció un Vargas Llosa, en etapa de negación, acorralado por reporteros que le preguntaban sobre el fin del romance. En el video noticioso que circula en las redes sociales, un confundido Vargas Llosa responde con fingida alegría: «Yo me encuentro muy bien. Acabo de pasar un día en París y lo único que quiero es confirmar la entrevista que ha dado Isabel en Hola». Cuando la periodista le pregunta si los motivos de la ruptura son sus celos, él se apresura a responder con poca coherencia semántica: «No, no, no. Los motivos de la ruptura no existen; no es verdad; no son ciertos». Es como si el viejo solitario del cuento, olvidado súbitamente del camino de regreso a casa, apestando a excrementos, se sintiese perdido en un mundo dominado por la crueldad de las audiencias.

En un video subido por su hijo Álvaro a su cuenta de Twitter, el 30 de diciembre, Vargas Llosa apareció leyendo en voz alta un fragmento de Madame Bovary, para despedir el año 2022. El hijo se asegura de que nos enteremos de que el libro es de 1857, el padre corrobora que se trata de la primera edición y el hijo concluye: «¡qué fantástico!». Así, simbólicamente, se busca que Presley quede al nivel de Emma Bovary y Vargas Llosa al de Flaubert. El número del circo mediático estuvo bien montado pues, en el marco de la ruptura sentimental, el cronista Martín Bianchi ya le había lavado la cara al marqués, el Día de Inocentes, en El País: «El entorno de Mario Vargas Llosa explica la ruptura con Isabel Preysler: “Eran incompatibles. A él le interesa la cultura y a ella el espectáculo”»[3]. La tosudez de los hechos, sin embargo, es más fuerte que la publicidad. La socialite y el marqués escribidor son parte del mismo tinglado: ella, como la mimada de Hola que siempre ha sido; él, como el bufón de la tendencia de moda que, vientos y excrementos incluidos, deviene función del intelectual en la civilización del espectáculo.



[1] Mario Vargas Llosa, «Los vientos», Letras Libres, 1 de octubre de 2021, acceso 6 de enero de 2023, https://letraslibres.com/ficcion/los-vientos/

[2] Mario Vargas Llosa, «La civilización del espectáculo», Letras Libres, 28 de febrero de 2009, acceso 6 de enero de 2023, https://letraslibres.com/revista-espana/la-civilizacion-del-espectaculo/

[3] Martín Bianchi, «El entorno de Mario Vargas Llosa explica la ruptura con Isabel Preysler: “Eran incompatibles. A él le interesa la cultura y a ella el espectáculo”», El País, 28 de diciembre de 2022, acceso 6 de enero de 2023, https://elpais.com/gente/2022-12-29/el-entorno-de-mario-vargas-llosa-explica-la-ruptura-con-isabel-preysler-eran-incompatibles-a-el-le-interesa-la-cultura-y-a-ella-el-espectaculo.html


lunes, enero 02, 2023

Victoria Vaccaro: poesía de un cuerpo en tránsito

Victoria Vaccaro García ganó el premio internacional de poesía escrita por mujeres «Ana María Iza» 2022.

Una edad de tránsitos, un tiempo de transiciones personales, una comunitaria transición de época. Todos somos LGBTI en el deseo, que carece de sexo, que es un arcoíris bajo cuya luminosidad diversa se cobijan el género humano, la lucha por la libertad sin alambradas del cuerpo y el regocijo por las veleidades de su corazón. Breve mitología del cuerpo original, de Victoria Vaccaro García (Guayaquil, 1998), es poesía de la transición de un cuerpo y de la génesis de la otra que lo habita, escritura que evoca la naturaleza para volverla compañera de los diversos estadios del espíritu, textualidad ceremonial de un tránsito que es, al mismo tiempo, corporal y del espíritu.

En el poemario, la naturaleza se vuelve presencia sensorial que anda junto al hablante lírico en su transición, desde el primer verso: «Esta luna que me acompaña desde la noche de mi nacimiento, imposible blancura […] Desde mi origen, ya traía lirios enterrados en la boca […] Y tú seguías inmóvil en lo alto de los cielos, impasible, con un espeso velo de gasas y serafines cubriéndote los senos, la desnudez»[1]. La voz poética revela su rechazo, espiritual y físico, a su origen biológico: «Desde el vientre oculté mi sexo, / mi primitiva vergüenza»[2]; y, así, nos va mostrando el mundo de su infancia familiar rodeado de mujeres; un mundo en donde la madre no solo es la dadora de la existencia sino también la maestra primigenia de la vida: «De ella aprendí a manejar el oculto movimiento de las lenguas. Con ella descifré la invención de mundos, a modo de los dioses»[3].

El tono confesional de la violencia inicial en el sexo es un testimonio desgarrador en la paradoja del deseo satisfecho: el yo se asume un nuevo yo, feminizada la escritura, enfrentado a un animal siniestro —pantera, tigre de montaña o monstruo de ébano— cuyo asalto es un instante en el que el yo es una presa atrapada y al final: «Me descubrí abierta sobre aquel / nuevo mar de profundas camelias. / Dos espíritus de vírgenes tendían / sobre mí sus fúnebre santuarios»[4]. La voz lírica, ya realizada su transición, se asume voz de mujer y el tono bíblico se une al ritual del martirio de Cristo: el cuerpo del martirio es amortajado amorosamente por el cuidado funerario de las mujeres, pero, a contramano de la revelación, la resurrección todavía es espera.

La naturaleza nocturna, entonces, es el refugio ceremonial del nuevo cuerpo en la bellísima purificación que emerge de la poesía y se encuentra con el amor: «La noche cubrió el huerto, / súbitamente. Los laureles ardían. / Frente a ellos desnudé espalda, / cintura; me cubrí de las fragantes / cenizas que arrastraba el viento, de / las primeras brasas. Clamaba, de / rodillas y absorta, clamaba»[5]. Y en esa naturaleza esplendente es en donde tiene lugar la hora del nuevo yo; el cuerpo es componente de un jardín florecido en el que se funde tanto para renacer como para constatar los límites que duelen en un proceso de transición que deberá enfrentarse no solo a la fatalidad biológica sino también al mundo desde el anhelo de la libertad imposible y la búsqueda de los días gloriosos que se vislumbran, que aún no llegan, pero que están presentes en la realidad del ensueño. «Hundo florecillas en mi vulva ausente, lloro, no pasa nada. Estoy colmada de salvias fragantes, de rubios pistilos»[6], reconoce la voz poética e invoca, enseguida, su necesidad de tránsito en el tránsito de su angustiosa limitación: «Dos atormentados duraznos, mis / senos no concebidos […] ¿Con qué amamantaré a hijos / amantes, a las reencarnaciones de / mi madre. ¿Quiénes serán testigos / de las deliciosas profanaciones»[7].

El cuerpo de la heroína rebelde del poemario, en una contemporánea actitud del combate romántico del yo, es un cuerpo en transición que se adueña de un nuevo ser confrontando las convenciones heteronormativas y binarias; la confesión de lo que se anhela y la subversión de lo establecido a través de la escritura de belleza libre en persecución de la epifanía, que es el sueño de la realización del deseo en libertad: «Nuestros cuerpo estaban / en punto, bullían, rebrillaban, se / agudizaban, rompiendo las ataduras / de otra vida. / Vamos al gran día, sí. / Vamos a los días de la eternidad»[8].

El año pasado, al recibir el premio internacional de poesía escrita por mujeres «Ana María Iza», en su primera edición, por Breve mitología del cuerpo original, Victoria Vaccaro escribió en su cuenta en Instagram: «Me siento orgullosa porque hace algunos años era impensable que una mujer trans tuviese distinción alguna, o peor, ser la primera en ganar un premio de poesía escrita por mujeres. El camino es largo aún, pero la esperanza nos hace avanzar a pasos agigantados. Y estoy feliz de que en mi persona y en mi palabra se haya reconocido una lucha: nuestra lucha»[9]. La poesía de Victoria Vaccaro García evoca la infancia a través de la visualización de un jardín florecido y fragante y describe tales recuerdos con un lirismo delicado aún en el desgarramiento; Breve mitología del cuerpo original es un poemario que se adentra, desde la memoria familiar del cuerpo, en el tránsito personal de la voz lírica con imágenes que, al tiempo que nos estremecen con dolor, nos conmueven con la alegría de vivir una nueva naturaleza.



[1] Victoria Vaccaro García, Breve mitología del cuerpo original (Cuenca: Universidad del Azuay / Encuentro Internacional de Poesía Paralelo Cero, 2022), 17.

[2] Vaccaro, Breve mitología…, 19.

[3] Vaccaro, Breve mitología…, 29.

[4] Vaccaro, Breve mitología…, 35.

[5] Vaccaro, Breve mitología…, 49.

[6] Vaccaro, Breve mitología…, 57.

[7] Vaccaro, Breve mitología…, 59.

[8] Vaccaro, Breve mitología…, 99.

[9] Victoria Vaccaro García (@victoriavaccarogarcia), Instagram, 2 de octubre de 2022.