José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).
Mostrando entradas con la etiqueta Paz. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Paz. Mostrar todas las entradas

lunes, agosto 01, 2022

Cambiar el modelo económico para proteger la naturaleza, la vida y la paz

           

Juan León Mera, Paisaje, c. 1870.
En las estribaciones de la enverdecida montaña, arropada por una colcha de nubes, se levanta un palafito de caña guadua con techo de bijao, junto a un arroyuelo naciente, rodeado de vegetación exuberante. Este paisaje al óleo, pintado por un romántico del siglo XIX de nuestra América[1], nos habla de ese encuentro fluido entre la naturaleza y el ser humano. En ese momento, la naturaleza todavía se contempla en su magnificencia y complementariedad con el ser humano que la habita y, al mismo tiempo, aquel ser humano aún se siente parte del paisaje natural. En un brevísimo lapso del tiempo, el capitalismo triunfante de la Revolución industrial reducirá la naturaleza a meros recursos naturales y, renovable o no, la concebirá como materia prima inagotable de las industrias nacientes.  

            Desde entonces, la naturaleza ya no existe para sí misma sino para ser objeto de explotación en beneficio del capital, la mayoría de las veces sin respetar sus ciclos vitales ni la convivencia ancestral del ser humano en y con ella. La tradición ecológica de las comunidades fue aniquilada en nombre del progreso. El ser humano fue separado de la naturaleza y transformado en simple fuerza de trabajo. Así, la naturaleza y el ser humano se convirtieron en elementos de un proceso de producción que pretende acumular y reproducir el capital para la fabriación de mercancías sin límite en un planeta limitado en sus posibilidades de expansión. Continentes enteros se convirtieron en proveedores de materia prima y mano de obra barata al servicio del capitalismo de los países desarrollados.

            Desde su nacimiento, el capitalismo impuso la creencia, elevada a dogma de fe por el neoliberalismo, de que la llamada mano invisible del mercado es la solución para todos los problemas que el propio capitalismo genera en la naturaleza y en los seres humanos. Como todo dogma, la fe en la mano invisible tiene inquisiciones y brazos ejecutores. «Si un ángel bajara del cielo y me garantizase que mi muerte fortalecería nuestra lucha, sería un trato justo», dijo Chico Mendes, asesinado en Brasil el 22 de diciembre de 1988 por causa de su lucha contra la tala indiscriminada de los bosques amazónicos, los incendios provocados y el desplazamiento de las comunidades. Ese año, se registraron 104 asesinatos por conflictos en el campo[2]. Años más tarde, el grupo mexicano Maná rindió homenaje a su lucha y sacrificio: «A Chico Mendes lo mataron / era un defensor y un ángel / de toda la Amazonia […] Cuando los ángeles lloran / es por cada árbol que muere». Lo más triste es que el crimen contra los defensores de la naturaleza tiene altas dosis de impunidad y complicidad: nunca tanto, como en estos casos, el Estado es utilizado por los gobernantes como un guardián de los intereses de los capitalistas que ellos mismos representan:

 

Hasta 65 ambientalistas fueron asesinados [en Colombia] durante 2020, un año que estuvo marcado por la pandemia. La violencia contra los defensores de la tierra se cobró la vida de 227 personas en todo el mundo, por encima de los 212 de 2019. México y Filipinas encabezan, después de Colombia, la lista negra que elabora cada año la organización ecologista Global Witness.[3]

 

            Hay algunas preguntas que están en el centro del debate y que los propulsores de los modelos de desarrollo capitalista prefieren silenciar. ¿Es realmente una alternativa el desarrollo sostenible? ¿Puede el capitalismo extractivista evitar y remediar los daños infringidos a la naturaleza en nombre del progreso? ¿Es posible vivir, en las actuales condiciones de desarrollo tecnológico y de consumo, sin la explotación de la naturaleza? ¿Cómo lograr, en términos legales y prácticos, que las empresas respeten y reparen los daños causados al ecosistema?

            La pregunta crucial, sin embargo, tiene que ver con el respeto a la vida en armonía con la naturaleza de las comunidades y la búsqueda de la paz. ¿Cómo terminar con los asesinatos de líderes ambientalistas y castigar a sus asesinos? La ecologista colombiana Francia Márquez -hoy vicepresidenta electa de Colombia-, que ha sufrido varios atentados a su vida, ha denunciado: «Hay un vínculo entre la violencia armada y el modelo de desarrollo económico, eso hace que Colombia sea el país con más líderes ambientales asesinados. No hay posibilidades de acceder a la justicia y cuando lo logramos es lenta e ineficaz»[4].

            La Constitución del Ecuador, en su capítulo séptimo, titulado «Derechos de la Naturaleza», define: «Art. 71.- La naturaleza o Pacha Mama, donde se reproduce y realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos...». El artículo 72 establece el derecho a la restauración; el 73, señala la aplicabilidad de las medidas de restricción y protección; y, el 74, protege los derechos de las comunidades a beneficiarse de la naturaleza en función del buen vivir.

            Es decir, existen instrumentos legales para la protección de la naturaleza; existen comunidades dispuestas a defender el equilibrio ecológico y a relacionarse sanamente con aquella; y también existen alternativas de desarrollo económico que buscan proteger al ser humano por sobre el capital. Hay una conciencia creciente en el mundo de que al proteger a la naturaleza estamos protegiendo la vida y los seres humanos, pero mientras no cambiemos radicalmente el modelo del capitalismo extractivista no habrá protección de la naturaleza ni de la vida y la paz será una paloma extraviada entre los árboles caídos de una paisaje devastado.

 

Ponencia presentada en el 32do. Festival Internacional de Poesía de Medellín, 27 de julio de 2022.



[1] Juan León Mera, Paisaje, c. 1870, óleo sobre tela, 62 x 42 cm, Banco del Pacífico, Guayaquil.

[2] Daniele Belmiro, «Los herederos de Chico Mendes», El País, 14 de noviembre de 2014, acceso el 25 de febrero de 2022, https://elpais.com/internacional/2014/11/14/actualidad/1415989498_987988.html 

[3] Inés Santaeulalia, «Colombia vuelve a ser en 2020 el país más peligroso para los ecologistas», El País, 13 de septiembre de 2021, acceso el 15 de febrero de 2022, https://elpais.com/internacional/2021-09-13/colombia-vuelve-a-ser-en-2020-el-pais-mas-peligroso-para-los-ecologistas.html

[4] Sally Palomino, «Francia Márquez: “Colombia es un país que discrimina y condena a quienes piensan diferente”», El País, 08 de febrero de 2021, acceso el 08 de febrero de 2022, https://elpais.com/internacional/2021-02-08/francia-marquez-la-impunidad-frente-a-los-asesinatos-de-lideres-en-colombia-es-un-premio-a-sus-victimarios.html


lunes, febrero 28, 2022

En la guerra no hay ni buenos ni malos, hay intereses geopolíticos

León Ferrari, La civilización Occidental y Cristiana, 1965.

            Berltolt Brecht, el intelectual comunista y heterodoxo, en su poemario «Cartilla alemana de la guerra», cuestionaba las justificaciones patrióticas de las guerras, denunciaba el carácter clasista de las mismas y remarcaba el sufrimiento de los pueblos:

 

La guerra que vendrá

no es la primera. Antes

hubo otras guerras.

Cuando terminó la última

hubo vencedores y vencidos.

Entre los vencidos, el pueblo bajo

tenía hambre. Entre los vencedores

también tenía hambre el pueblo bajo.[1]

 

            Invoco el poema de Brecht porque tiene un enorme peso moral de carácter antibélico. Asimismo, aunque ya resulta un lugar común, es necesario hacerlo porque la frase, dicha en 1917 y atribuida al senador republicano Hiram Johnson, posee un enorme sentido crítico: «La primera víctima cuando llega la guerra es la verdad».

            Bajo estas premisas, el conflicto bélico desatado con la invasión militar de Rusia a Ucrania debe ser condenado sin cortapisas porque toda guerra de agresión de un Estado a otro es un crimen de sus gobernantes contra la población, tanto del agredido como del agresor[2]; y, al mismo tiempo, hay que cuestionar los discursos mediáticos que enmarcan el conflicto bélico como si fuera una pelea entre “buenos” y “malos” y silencian, asesinando a la verdad y banalizando el mal[3], el sentido histórico, político y cultural que enmarca una guerra donde hay actores en escena y tras bastidores.        

            Los bandos que participan en las guerras, cuyas principales causas son la disputa geopolítica, la lucha por el poder y los intereses económicos de los capitalistas, siempre esgrimen razones patrióticas para justificarlas. En el actual conflicto bélico, Rusia, la OTAN y los Estados Unidos se disputan, por razones geopolíticas y económicas, la alianza de Ucrania con cualquiera de ellos para ganar posiciones frente a su contrincante. Así que, salvo para la ignorancia, el fanatismo o las vocerías de las partes, en esta guerra tampoco existen ni “buenos” ni “malos”; existen los intereses de unos y otros, y todos los participantes, tanto los protagonistas activos del conflicto como aquellos que han contribuido para que se llegue a esta situación, son perversos, puesto que provocan el sufrimiento de los pueblos que, junto a la verdad, son las víctimas sin cuenta de esta y todas las guerras.

 

Joel Vladimir Renderos Castillo (El Salvador), Recuento de incertidumbres, en ACNUR, Refugiarte: la crisis de refugiados ilustrada por artistas latinoamericanos, acceso el 27 de febrero de 2022, https://www.unhcr.org/refugiarte/es/

            La invasión rusa a Ucrania se suma a otros conflictos bélicos menos mediáticos y más escondidos por quienes manejan la información en este lado del mundo. Desde 2015, Yemen, el país más pobre de la penísula arábiga, sufre una guerra civil en la que intervienen abiertamente la dictadura monárquica de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes, apoyados por Estados Unidos. Según la ONU, unas 377.000 personas han muerto a consecuencias del conflicto y más del 80% de la población yemenita, de unos 24 millones de personas, necesita ayuda humanitaria. La ONU también señala que: «La coalición, el gobierno yemenita, el consejo de transición del sur y las autoridades de facto han perpetrado atrocidades, concluye un nuevo informe de los expertos comisionados por el máximo órgano de derechos humanos de la ONU para monitorear la situación en el país árabe»[4]. La guerra de Siria, que ya tiene más de diez años, ha provocado el desplazamiento de mas de cinco millones y medio de sirios y, como consecuencia de ella, más del 80 % de la población vive en situación de pobreza[5]. Un informe de Amnistía Internacional, de diciembre de 2021, señaló que, en Afganistán: «Los talibanes, el ejército estadounidense y las fuerzas de seguridad afganas fueron todos responsables de ataques que provocaron un sufrimiento generalizado de la población civil antes de que el gobierno se derrumbara este año»[6]. Los conflictos bélicos en el mundo superan el oportunismo de los influencers desinformados que en la actual crisis se han manifestado, en la redes sociales, como si la invasión de Rusia a Ucrania inaugurara el concepto de guerra.

            Así como en Yemen, Siria, Afganistán y otros lugares los misiles que han agredido a la población civil fueron lanzados por unos y otros, en Ucrania, los que hoy son bombardeados por los rusos, ayer bombardearon a la población del Donbás y los crímenes de guerra —concepto que es un pleonasmo, pues la guerra en sí misma es un crimen— son cometidos por todos los bandos. Es imprescindible, aunque difícil, estar conscientes en todo momento sobre la maldad de la guerra y la perversidad de sus responsables, más allá de la banalización del mal y la propaganda. La poesía de Brecht ya nos lo enseñó:

 

Cuando los de arriba hablan de paz

el pueblo corriente sabe
que hay guerra.
Cuando los de arriba maldicen la guerra
las órdenes de movilización ya están firmadas.[7]



[1] Bertolt Brecht, «Cartilla alemana de la guerra», de Exilio en el Báltico (1933-1941), en Poesías, traducción de José María Valverde, [1973] (Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2017), 102-103. Poemas escritos ante el ascenso del fascismo y el comienzo inminente de la II Guerra Mundial.

[2] Así lo han hecho gobiernos y agrupaciones de distinto signo político: «Rusia ha optado por la guerra como medio para resolver conflictos. Desde Chile condenamos la invasión a Ucrania, la violación de su soberanía y el uso ilegitimo de la fuerza». (Gabriel Boric, presidente electo de Chile). «Ecuador condena la decisión de Rusia de lanzar una operación militar y la violación a la soberanía e integridad territorial de Ucrania. La agresión armada vulnera los principios de la Carta de Naciones Unidas, y en particular la solución pacífica de las controversias». (Guillermo Lasso, presidente del Ecuador). «México rechaza el uso de la fuerza y condena enérgicamente la invasión Rusa a Ucrania. Demanda cesen las hostilidades, se inicie diálogo, se proteja a la población». (Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores de México). «Desde el Grupo de Puebla condenamos el uso unilateral de la fuerza y las graves consecuencias humanitarias que generan los ataques realizados durante la madrugada por parte de la Federación Rusa a la capital de Ucrania, Kiev. Hacemos un llamado a respetar el derecho internacional y buscar una solución pacífica desde el diálogo y la diplomacia». (Grupo de Puebla, 26 de febrero de 2022).

[3] La banalidad del mal es un concepto de la filósofa judía alemana Hannah Arendt, desarrollado a partir de sus artículos sobre el juicio al criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, publicados en The New Yorker, en 1963: Eichmann in Jerusalem-I y Eichmann in Jerusalem-II

[4] ONU, «Yemen: Todas las partes habrían cometido crímenes de guerra, dicen los expertos», acceso el 26 de febrero de 2022, https://news.un.org/es/story/2021/09/1496492

[5] Informe del Comité Internacional de la Cruz Roja, acceso el 26 de febrero de 2022, https://www.icrc.org/es/donde-trabajamos/medio-oriente/siria

[6] Amnistía Internacional, «Afganistán: El derrumbamiento del gobierno, caracterizado por “los reiterados crímenes de guerra y el implacable derramamiento de sangre” – nuevo informe», acceso el 27 de febrero de 2022, https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/noticias/noticia/articulo/afganistan-el-derrumbamiento-del-gobierno-caracterizado-por-los-reiterados-crimenes-de-guerra-y-el-implacable-derramamiento-de-sangre-nuevo-informe/

[7] Brecht, «Cartilla alemana…», 102.