José María y Corina lo habían conversado en alguna de su tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

domingo, agosto 19, 2018

«Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado»

Estudio de Hemingway en Finca Vigía, Cuba.

     «Pero, esta vez, escribió acerca de la piedad: acerca de algo, en alguna parte, que los hacía a todos: al viejo que tenía que atrapar al pez y después perderlo; al pez que debía ser atrapado y después perdido; a los tiburones que debían robarle al viejo su pez: los hizo a todos y los amó a todos y se compadeció de todos», anotó William Faulkner en una reseña sobre El viejo y el mar para la revista Shenandoah. Para 1952, Ernest Hemingway era visto como un escritor destruido, un creador que ya no tiene nada más que decir. Igual que Santiago, el viejo de su novela, Hemingway «estaba, definitiva y rematadamente salao, que es la peor forma del infortunio».
       El viejo no había pescado nada bueno en ochenta y cuatro días, y Hemingway había publicado A través del río y entre los árboles (1950) que, en el momento de su aparición, recibió aproximadamente un centenar y medio de reseñas negativas. Santiago se lanza al mar, en el día ochenta y cinco, y dos días después captura a un enorme marlín. En esta lucha, el duelo entre la vida del hombre y la muerte del animal es un ejemplo de los ciclos y equilibrios de la naturaleza. Santiago considera que el pez es un hermano, pero, para que él pueda vivir, debe matar al pez en una confrontación en la que la dignidad del pez queda como un elemento, al mismo tiempo, heroico y amoroso.
      Los tiburones son los depredadores, las fuerzas destructivas de la naturaleza, y aquellos son el obstáculo para que Santiago recupere su gloria de gran pescador. En esa lucha desigual, el pez es engullido por los tiburones y, en paralelo, el viejo se siente destrozado. Pero Hemingway resalta, en cada uno de los actores, su condición de ser vivo que lucha por su propia vida, que tiene dignidad y que es parte del equilibrio de la naturaleza. Santiago sabe que va a perder el pez cuando aparecen varios tiburones, pero decide luchar hasta el final para defender su dignidad y la de su pez; entonces dice para sí: «Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado». [A la derecha, la máquina de escribir de Hemingway en su casa de Finca Vigía, en Cuba]
      La novelina está atravesada por una ética vitalista que pone a prueba la integridad del ser humano. El viejo es un hombre que actúa según sus principios y por ello consigue la admiración y el cariño del lector. Santiago nos enseña que es bueno tener suerte, «pero yo prefiero ser exacto. Así, cuando viene la suerte, estás dispuesto»; que hay que perseverar en medio del dolor, sin quejarse; que hay que mantener la humildad en la victoria, la piedad para con el otro, siempre. El viejo sueña con leones como símbolo de su juventud, pero también como la imagen de su propio valor.
En la reseña ya citada, Faulkner dice: «El tiempo demostrará que es la mejor pieza de cualquiera de nosotros, quiero decir, de mis y sus contemporáneos». Cuando publicó la novelina, Hemingway demostró que podía estar destruido, pero que no había sido derrotado, y venció a las palabras que luchan por no dejarse capturar como un marlín que se ha tragado el anzuelo, y a los críticos, que son despiadados como tiburones.

Detalle del escritorio de Hemingway en Finca Vigía, Cuba.
Publicado en Cartón Piedra, revista cultural de El Telégrafo, 17.08.18

sábado, agosto 11, 2018

Michael Handelsman: ecuatoriano por lecturas


Michael Handelsman (New Jersey, 1948). El XX Congreso de Ecuatorianistas rindió homenaje a su trabajo crítico sobre la literatura del Ecuador. Foto Lylibeth Coloma, El Telégrafo.

      En 1978, Michael Handelsman escribió: «rara ha sido la crítica dedicada a la producción literaria en prosa de las mujeres». Handelsman partió de las suposiciones erradas que la crítica de entonces sostenía al respecto, e investigó en fuentes primarias; luego sistematizó, por primera vez en Ecuador, el estado real de la producción, tanto en prosa como en ficción narrativa, escrita por mujeres. El resultado fue Amazonas y artistas, su primer libro, en el que muestra y reivindica, desde los textos, el discurso literario de las mujeres escritoras.
      Después, en 1981, le tocó el turno a los prejuicios que se tenían sobre el Modernismo en nuestro país. ¿Cuáles eran los criterios imperantes en la crítica? Se sostenía, entonces, que el modernismo fue un movimiento de producción tardía y de una única tendencia aristocratizante. Nuevamente, Handelsman investigó en los archivos: trabajó con las revistas literarias y demostró que el modernismo se desarrolló en nuestro país a la par que en Hispanoamérica y que se expresó en diversas tendencias hasta finales de los años veinte. Hoy, El modernismo en las revistas literarias del Ecuador: 1895-1930. Ensayo preliminar y bibliografía, es un libro imprescindible para el debate sobre tal movimiento en Ecuador.
Otro interés de Handelsam ha sido el tema afro ecuatoriano y la cuestión plurinacional. En 1999, la Universidad de Mississippi publicó Lo afro y la plurinacionalidad: el caso ecuatoriano visto desde su literatura. El libro se abre hablando de Adalberto Ortiz, Nelson Estupiñán Bass, y Antonio Preciado. Sostiene el crítico que el proyecto literario de aquellos autores, que «han procurado superar esquemas localistas parece haber dado lugar a una especie de lectura de apropiación cultural que, en no poca medida, ha desarmado doblemente dicho proyecto». Más adelante, aclara que no se puede responsabilizar a dichos escritores por «las lecturas de apropiación cultural». Lo principal es que Handelsamn, nuevamente en el devenir de nuestra crítica, introduce criterios inéditos alrededor del tema.
También estudió la obra de un icono de la cultura ecuatoriana: En torno al verdadero Benjamín Carrión (1989), que completó con El ideario de Benjamín Carrión (1992), y Benjamín Carrión: el pensamiento fundamental (2007). La figura de Benjamín Carrión es definida como la de un socialista utópico que, desde una visión eurocéntrica, contribuyó de manera sustancial a la cultura nacional; y que «toda su obra gira en torno a intuiciones, emociones y pasiones». Finalmente, en su libro Leyendo la globalización desde la mitad del mundo. Identidad y resistencias en el Ecuador (2005), Handelsman exploró las manifestaciones artísticas en dos direcciones: el mundo, desde el país; la producción local, desde lo global.
El XX Congreso de Ecuatorianistas reconoció, semanas atrás, en Michael Handelsman (New jersey, 1948), a un ecuatoriano por lecturas, que participa, de manera fundamental, en la tradición y el debate críticos sobre nuestra literatura.

Con Michael Handelsman. Conversatorio sobre su obra, durante el XX Congreso de Ecuatorianistas, en la Universidad de las Artes, Guayaquil, 19 de julio de 2018.

Publicado en Cartón Piedra, revista cultura de El Telégrafo, 03.08.18

domingo, agosto 05, 2018

Aengus bajo la tierra de Puembo


Aengus, 19 de octubre de 2009 - 2 de agosto de 2018

No hay barca que atraviese la laguna hacia lo eterno; ni hay cielo para los perros más que en nuestro humano consuelo. Existen tan solo el amanecer y la noche al final de las horas; ritual de cada día sin el tiempo del antes ni el porvenir ilusorio.

Aengus, diosecillo del amor y la poesía, pelaje de nocturnidad brillante; pecho de algodón acorazado; ojos de tristeza vivaz, eres ausencia que duele al contemplar aquel sillón tuyo, que hoy es vacío definitivo. Ya no más el galope de tus patas aladas ya no tu estampa de caballero en esmoquin ni las cabriolas de tu juguetón contento sobre la alfombra erizada de verde del jardín.

No mejoran los cuerpos con el tiempo como los vinos añejos; los cuerpos se agrian, su sangre es acíbar para el brindis de muerte.

Aengus, caminante de un bosque de asfalto, los años nos consumen la piel, las vísceras, los huesos; engullen nuestra carne de adioses; y tú eres abono amoroso en la tierra de Puembo. Este llanto que verso y duelo humedece mis palabras para que en ellas germinen los paseos por el parque, tus correrías sin brida, ¡esos ladridos y peleas callejeras! …Tu persistencia de dogo feliz sin calendario.