José María y Corina lo habían conversado en alguna de su tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

jueves, marzo 29, 2012

César Vallejo, el 29M en Sevilla


Ha sido jueves pero no de Otoño

Como esos días de huesos húmeros en París.

Este jueves de Primavera ha sucedido

En la España de cuyo cáliz bebió Vallejo

Pero esta vez no hubo Viernes Santo

Hermandad de la Cruz bajo la Giralda.

Tampoco cayó Andalucía y en las calles

La esperanza es un campo sembrado

De olivares abanderados en sangre viva.

Los combatientes son los vecinos

Que defienden la caña del mediodía

Alrededor de un barril y la charla amiga.

Los combatientes llevan el beso nocturno,

De los labios que comparten la palabra,

Bajo la sábana apasionada que los desarropa.

Los combatientes están cansados de morir

En los mataderos electrónicos de la codicia

Que olvidan los corazones tras los despidos.

Este jueves de huelga obrera en Sevilla

Te evocamos César Vallejo de los Andes

—¡No mueras, te amo tanto!

Republicano de trinchera en la poesía

En cada paso de cada pierna de cada cuerpo

De cada pecho de cada seso de cada ser;

En esa hermandad de parias de la aldea,

Patria planetaria blindada de arco iris.

¡Y tu cadáver, ay, siguió viviendo!

domingo, marzo 25, 2012

Edición colombiana de Acoso textual


Bajo el sello Mondadori, en formato rústica, ya está en librerías la edición colombiana de Acoso textual. Sobre la novela, dicen los editores:

"¿Una? ¿Un? estudiante universitario explora su identidad inventando múltiples personalidades virtuales e intercam­biando correos electrónicos con curiosos personajes, vir­tuales ellos también, alrededor del mundo. Así,
banano@ wam.umd.edu en ocasiones se presenta como un román­tico en busca del amor, en otras es una posgraduada de ciencias políticas que problematiza las utopías socialistas del siglo xx, o se convierte en un explorador del placer del sexo virtual. Para cada uno de sus interlocutores cibernéticos tiene un género, un interés y una personalidad distintos. Es un ser andrógino como el lenguaje.

Ahora, banano@wam.umd.edu debe enfrentarse a sus propias preguntas: ¿Debo matar a las personalidades ficti­cias para encontrar mi identidad verdadera? ¿Debería con­vertir mis relaciones virtuales en realidades físicas? ¿Qué valor tiene la palabra virtual?

Acoso textual, novela pionera en la literatura hispanoame­ricana en el uso de correos electrónicos para relaciones epistolares, nos ubica en un espacio virtual en que las personas se construyen a sí mismas con las palabras que van y vienen a través de Internet."

Sobre la novela, la crítica Alicia Ortega señaló en la presentación del 17 de septiembre de 1999, en el local de Libri Mundi, en Quito: "La ficción de la palabra devela por un momento la ilusión de plenitud, de vida compartida, de esperanza gozosa, “esa necesidad de creer que la palabra desparramada tendrá algún valor cuando sea recogida.” Acoso textual en cierto sentido es también una novela de amor; amor virtual, amor imaginario. En suma, el amor que enfrenta a los seres finalmente consigo mismos, con sus propios relatos inventados para seducir al otro, con sus propias palabras que le devuelven la realidad vacía. “el ser humano es un manojo sorprendente de soledades y pérdidas amorosas.”, concluye banano en alguna reflexión."

Esa misma noche, el escritor Abdón Ubidia, señaló que: "Lo que importa de esta novela es que vuelve a las fuentes originarias de la literartura, a las preguntas esenciales acerca de la condición humana, a lo que de intemporal y eterno ella tiene. [...] su escritura diáfana, esas explosiones de gran literatura que contiene, su sólida estructura narrativa, la mesura y sabiduría de su autor."

La novela, publiciada en Cuba (2009) y Argentina (2011), ahora está en las librerías de Colombia, siempre en búsqueda de lectores que aprecien el valor de la palabra en una época de existencias virtuales que han olvidado el sentido de la realidad de la piel humana para extraviarse en los vericuetos del ciber espacio.

miércoles, marzo 14, 2012

"Rumba y sicoseo de poetas", en Hispamérica

La revista Hispamérica, dirigida por el crítico y académico argentino Saul Sosnowski, cumplió 40 años de fundación el año pasado.

En el número 119 de la revista, apareció el cuento "Rumba y sicoseo de poetas", un texto de ficción que es, al mismo tiempo, un homenaje literario a toda una generación y su propuesta estética: el grupo Sicoseo, de Guayaquil, que fue muy activo a fines de los 70 y comienzos de los 80, y que tuvo a la cabeza a los escritores Fernando Nieto Cadena, Jorge Velasco Mackenzie y Fernando Artieda. El cuento comienza así:

Ronco Bronco, el bacán del verso, ha muerto del todo. Venía muriendo de a poco, apagándose, convirtiéndose en polvo; olvidándose de estar, dejando de ser. La última vez que lo vi parecía un muñeco descuajeringado; Sandra III, su quinta mujer, lo llevaba por la avenida de la Independencia, exhibiéndolo impúdicamente por los alrededores de la Caleta de las Artes, como para que todos los que frecuentábamos ese antro de cultos nos acordáramos del poeta que había sido. El iba en su silla de ruedas, con la baba que le chorreaba por la comisura izquierda de sus labios y me quedó viendo con una mirada cargada de vacío que recorrió mi miedo a ser nada; me vio como si yo no existiera ni hubiera existido nunca en su mundo de farras ebrias y coitos fáciles, y su boca permaneció chuecamente quieta sin que emitiera un gruñido siquiera, pues sus palabras ya estaban enterradas para siempre, mucho antes de que su cuerpo se convirtiera en bíblico polvo.

Para leer el cuento puedes visitar mi página web:

www.raulvallejo.com

en la sección Noticias, en la entrada Revista Hispamérica encontrarás la versión en pdf del cuento.

domingo, marzo 04, 2012

En defensa de la democracia y la Revolución Ciudadana


Los intelectuales, artistas, científicos, profesionales independientes y ciudadanos que suscribimos este documento manifestamos nuestro repudio a los intentos de desestabilización de la democracia ecuatoriana, puestos en marcha por una alianza de fuerzas internas e internacionales, que buscan frenar al proceso de transformaciones emprendido por el pueblo del Ecuador mediante su Revolución Ciudadana.

Desde hace cinco años, el gobierno democrático de Rafael Correa, con el pleno y reiterado respaldo de una amplia mayoría ciudadana, ha efectuado notables transformaciones en la vida social, económica y política del Ecuador, especialmente orientadas a beneficiar a la población pobre, antes marginada y excluida de la atención estatal.

La salud pública es hoy totalmente gratuita y de la mejor calidad. La educación pública y laica ha sido atendida con programas de alimentación, uniformes y útiles escolares sin costo, mejorada en su infraestructura, ampliada en su gratuidad hasta el nivel universitario y enriquecida con la creación de las “Escuelas del Milenio”, equipadas con la más alta tecnología para educar a indígenas y pobladores marginales. Se ha enfrentado la falta de vivienda mediante bonos y programas masivos de construcción. Una preocupación especial han merecido los discapacitados y las gentes ubicadas en extrema pobreza, para quienes se han creado sistemas especiales de atención y protección estatal. Las reformas laborales han elevado en forma constante los salarios y su poder real de compra, y han devuelto la dignidad al trabajo humano, proclamada por la Organización Internacional del Trabajo, al suprimir las expoliadoras políticas de flexibilización laboral y tercerización del empleo. Hoy, cada trabajador ecuatoriano tiene contrato de trabajo indefinido y prestaciones sociales, y los jubilados tienen garantizadas sus pensiones y atención médica en un renovado y fortalecido Seguro Social.

Todo ello ha sido financiado, en buena medida, con los recursos producidos por una nueva política fiscal, de corte redistributivo, y por la notable disminución de la deuda externa, renegociada en términos de dignidad nacional. En fin, una enorme obra constructiva ha mejorado y multiplicado la infraestructura vial, portuaria y aeroportuaria del Ecuador, y, junto con una política de estímulo y relanzamiento de la producción nacional, han desarrollado el mercado interno, ampliado la ocupación y disminuido el desempleo y los índices de pobreza.

Ese notable proceso de cambios explica las elevadas cifras de aceptación y aprobación pública que tienen el presidente Correa y su gobierno, superiores al 70%, que han sido certificadas por diversas encuestadoras internacionales.

Sin embargo, desde el primer momento la Revolución Ciudadana ha enfrentado el acoso de los poderes fácticos vinculados a viejos privilegios y en especial del poder mediático. Así, los dueños y portavoces de los grandes medios de comunicación privados han optado por convertirse en agresivos actores políticos, reemplazando a los hoy difuminados partidos de derecha, que en las últimas décadas habían llevado al país a una situación de ruina y desesperanza colectiva. Parte de ello ha sido la campaña de escándalo mediático, encabezada por un grupo de escritores vinculados a esos mismos medios.

Queremos enfatizar que el Presidente Correa no ha clausurado medios, censurado informaciones o perseguido a inocentes periodistas, como se sostiene por parte de sus enemigos o de críticos desinformados. Por el contrario, ha recurrido a la justicia, en uso de sus derechos ciudadanos, para buscar el refrenamiento legal de un grupo de personas que han utilizado la calumnia como arma política. Y jueces de varias instancias, aplicando las leyes del país, han dictado sanciones contra los autores y propiciadores de esos delitos.

Finalmente, la digna y generosa actitud mostrada por el gobernante al perdonar legalmente a sus ofensores y pedir la remisión de las penas impuestas a ellos, es una prueba más de su vocación humanista, que ha buscado superponer los altos intereses de su pueblo a los legítimos derechos de vindicación de su honra.

Por todo lo expuesto, los abajo firmantes expresamos nuestro respaldo al pueblo ecuatoriano y su Revolución Ciudadana, y convocamos al gobierno del Ecuador a encabezar un gran esfuerzo de ampliación de su base social, mediante la negociación de acuerdos políticos con todas las fuerzas populares del Ecuador, acerca de temas vitales para la existencia presente y futura del país. Esto dejará sin piso a la nueva conspiración internacional montada en su contra.

Febrero de 2012

Roberto Fernández Retamar, Presidente Casa de las Américas, Cuba.
Nicanor Parra, Premio Cervantes 2012, Chile.
Antonio Skármeta, escritor, Chile.
Luis Eduardo Aute, cantautor. España.
Luis Britto García, escritor, Venezuela.
Jorge Boccanera, poeta y periodista, Argentina.
Frei Betto, teólogo y filósofo, Brasil.
Ignacio Ramonet, periodista, España.
Miguel d'Escoto Brockmann, sacerdote, ex ministro de RR. EE., Nicaragua.
Alfredo Molano, escritor, periodista y académico, Colombia.
Nelson Osorio Tejeda, doctor en Filosofía, Chile.
Fernando Nieto Cadena, poeta ecuatoriano, residente en México.
Jorge Núñez Sánchez, historiador y periodista, Ecuador.
Raúl Pérez Torres, escritor y comunicador social, Ecuador.
Jorge Dávila Vázquez, escritor, Ecuador
Sara Vanegas Cobeña, filóloga y escritora, Ecuador.
Juan Paz y Miño, historiador, Ecuador.
Jorge Marcos Pino, arqueólogo, Ecuador.
Ramiro Oviedo, escritor ecuatoriano, residente en Francia.
Aleyda Quevedo, poeta, Ecuador.
Jenny Londoño López, socióloga e historiadora, Ecuador.
Sergio Guerra Vilaboy, historiador, Presidente de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe.
Alfredo Vera Arrata, arquitecto y promotor cultural, Ecuador.
María Isabel Silva, arqueóloga, Ecuador.
Francisco Jaramillo Villa, músico, Ecuador.
Humberto Mata, escritor, Venezuela.
Nancy Ochoa Antich, filósofa, Ecuador.
Samuel Guerra Bravo, filósofo, Ecuador.
Margarita Zapata, socióloga, México.
Lucía Moscoso Cordero, historiadora, Ecuador.
César Paz y Miño, genetista e investigador científico, Ecuador.
Ricardo Melgar Bao, antropólogo, México.
Fina Guerrero Cássola, escultora, Ecuador.
Rosa Echeverría, socióloga, Ecuador.
José Fco. Sáez Cornejo, sociólogo y dirigente socialista, Chile.
Pilar Núñez, comunicadora social, Ecuador.
José Regatto Cordero, abogado y escritor, Ecuador.
Horacio López, escritor, Argentina.
Alfonso Monsalve Ramírez, comunicador social, Ecuador.
Xavier Lasso, periodista, Ecuador.
José Herrera Peña, politólogo, México.
Gustavo Pérez Ramírez, sociólogo y periodista, Ecuador.
Tatiana Hidrobo, historiadora y promotora cultural, Ecuador.
Sergio Grez, politólogo, Chile.
Oscar Chalá, antropólogo, Ecuador.
Wilson Vega y Vega, bibliotecario, Ecuador.
Carmen Bohórquez, historiadora, Venezuela.
Víctor Albornoz, cantante, Ecuador.
Isabel Terán, comunicadora social, Ecuador.
Rafael Julián Cedano, antropólogo, República Dominicana.
Fernando Buen Abad Domínguez, filósofo, México.
Rafael Nodarse Lanier, entrenador deportivo, Ecuador.
Jorge Enrique Elías Caro, historiador, Colombia.
Antonio Vergara Lira, editor y promotor cultural, Chile.
Julio Peña y Lillo Echeverría, politólogos, Ecuador.
Ismael González, promotor cultural, Cuba.
Norma Segades, escritora y difusora cultural, Argentina.
Marcelo Vega Arguello, Ecuador.
Medófilo Medina, historiador, Colombia.
Alejandro Pisnoy, comunicador social, Argentina.
Guadalupe Acosta, Ecuador.
Silvia Olga Starkoff, escritora, Argentina.
César Albornoz, sociólogo, Ecuador.
Lucrecia S. Cuesta, escritora, Argentina.
Cristina Villanueva, Ecuador.
Omar H. Etcehgoncelhay, escritor, Argentina.
Edgar Páez, editor, Venezuela.
Pedro Martínez Pirez, periodista, Cuba.
Salvador Morales, historiador, Cuba.
Pavel Égüez, artista plástico, Ecuador.
Linda Castillo Rodríguez, abogada, República Dominicana.
Ángela A. Fernández, catedrática universitaria, República Dominicana.
Pedro Pablo Rodríguez, filósofo e historiador, Cuba.
Pablo Imen, investigador, Argentina.
Lucas Ricci Marchand, promotor cultural, Argentina.
Eduardo Montebello, diseñador, Argentina.
Diana Coblier, sicóloga, Argentina.
Julián Andrés Monsalve Aguilar, periodista, Colombia.
Martha Gabriela Sánchez Alustiza, escritora, Argentina.
Edgar Palacios, músico, Ecuador.
Alejandro Sigüenza, farmaceútico, Ecuador.
Luz Marina Rumazo Echeverría, Ecuador.
Julia Erazo Delgado, poeta, Ecuador.
Marcos D Cappellacci, Grupo de trabajo “Hacer la Historia”, Argentina.
Leonel Muñoz Paz, historiador, Venezuela
José Stiensleger, periodista y escritor, México.
Stella Calloni, periodista y escritora, Argentina.
Yamila Cohén, escritora y promotora cultural, Cuba.
Wiston Orillo, Premio Nacional Cultural del Perú.
Marilia Guimaraes, Capítulo Brasileño de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad.
Lionel Muñoz Paz, historiador, Venezuela.
María Cristina Satlari, historiadora, Argentina.
Manuel Góngora, escritor, Perú.
James Counts Early, política cultural, Estados Unidos.
Javier Couso Permuy, camarógrafo y activista contra la Impunidad, España.
Carlos Barros, historiador, España.
Manuel Abelleria Durán, estudiante de Galicia, España.
Lucrecia Maldonado, escritora de Quito, Ecuador.
Estuardo Vallejo, editor, Ecuador.
Sharvelt Kattán Hervas, escritor, Ecuador.
Paulina Vinderman, poeta, Argentina.
Juano Villafañe, artista, Argentina.
Ari Lijalad, Periodista, Argentina.
Daniel Wizenberg, periodista y politólogo, Argentina.

Beatriz Valerio, escritora, Argentina.
Julio C. Riveros, sicoanalista, Argentina.
Guillermo Saavedra, escritor y periodista, Argentina.
Julio Molina, actor, director, dramaturgo y docente teatral, Argentina.

Guillermo Saavedra
, autora y directora teatral, Argentina.

Florencia Patiño, actriz, Argentina.

Néstor Guestrin, músico, Argentina.

Hugo Francisco Rivella, poeta, Argentina.

Mario Toer, profesor universitario, Argentina.

Raúl Serrano, escritor y periodista, Ecuador.

jueves, enero 26, 2012

¿Por qué debemos enseñar acerca del Holocausto en el bachillerato?

El 27 de Enero de 1945 tuvo lugar la liberación del campo de Auschwitz por parte del ejército soviético. Ese día ha sido declarado por la ONU como el de la conmemoración del Holocausto.
(Frente del museo de Yad Vashem, en Jerusalen, que mantiene la memoria del Holocausto. Fotos mías.)


La posmodernidad ha convertido al descreimiento en un dogma. El sujeto posmoderno no debe creer en nada ni en nadie: ser cínico se convierte en una virtud, tener fe en algo resulta una pesada herencia de la modernidad. En su triunfalismo consumista y en su credo individualista, el sujeto posmoderno ha abandonado la ética de la compasión, de la piedad, del cuidado del Otro. Y ni siquiera la muerte —transformada en espectáculo banal por los mass media—, se constituye en un momento de mirarse hacia adentro puesto que, al parecer, se nos ha atrofiado la sensibilidad ante el padecimiento del prójimo.

Recordar el Holocausto resulta incómodo pues viene a constituirse en la permanencia de una historia pasada que jamás debió suceder y que desequilibra el hedonismo del presente. Justamente para que esa incomodidad nos conmueva es que se requiere la enseñanza escolarizada sobre el Holocausto. En primer lugar, para mantener viva la memoria del horror y que éste jamás se repita pues es sabido que, a medida que pasan las generaciones, la verdad de un hecho termina convertida en leyenda. Las nuevas generaciones, para quienes la muerte banalizada por el show business ya no constituye un hecho trascendente incluso cuando les toca de cerca por causa del fallecimiento de algún familiar, requieren conocer, para beneficio de su propia sensibilidad de cara a la historia, lo que el Holocausto significa para la humanidad. Además, recordar el horror de la Shoá también contribuye para que la ética de la compasión sea introducida en medio del descreimiento posmoderno.

Quienes hemos reflexionado sobre el tema sabemos que el Holocausto, o Shoá, fue la sistemática eliminación de judíos durante el régimen nazi por la sola razón de ser judío, por la sola razón de existir formando una comunidad con su historia, su cultura, y, en ella, su propia fe religiosa. Nuestros jóvenes tienen que conocer esta terrible verdad: durante el régimen nazi la sola condición de judío era razón suficiente para ser eliminado de manera cruel. Esta eliminación sistemática por el solo hecho de ser judío es lo que debemos recordar y para eso es imprescindible enseñar esta verdad a las nuevas generaciones y evitar los revisionismos destinados a su negación.

Enseñar acerca del Holocausto también nos ayuda a entender los sucesos contemporáneos del Medio Oriente. El antisemitismo es una enfermedad del ser humano que todavía no ha sido erradicada y, así, mientras el término multiculturalismo se ha desperdigado por el mundo académico para la aceptación de las múltiples formas de expresión cultural de los pueblos, todavía se continúa utilizando, en diversos foros políticos, el término sionista de manera peyorativa para segregar a la población judía y negar el derecho a la existencia y a sobrevivir que tiene el Estado de Israel.

La historia nos ha enseñado que los fundamentalismos son la antesala de la xenofobia, de la violencia terrorista —tanto de los grupos clandestinos cuanto del Estado— y de los genocidios por venir. Pretender la negación del Holocausto responde a un espíritu fundamentalista. El afán por cubrir aquel espíritu de lenguaje académico revela la existencia de ese antisemitismo patológico que aún existe como plaga y que impide la realización plena de la práctica del multiculturalismo. Contra esa promoción del olvido es que tenemos que trabajar quienes queremos formar un ser humano tolerante, compasivo, capaz de entender y aceptar al Otro.

Un problema que se presenta, por lo general, cada vez que se trata de introducir en el currículo la enseñanza del Holocausto es que dicha enseñanza se condiciona al desarrollo de una condena a la política exterior del Estado de Israel. Mas, si queremos ajustarnos al debate académico, quienes obramos de buena fe pedagógica sabemos que es incorrecto, metodológicamente hablando, condicionar la enseñanza acerca del Holocausto a la crítica de la política exterior del Estado de Israel en relación con su conflicto político – militar con Palestina y algunos países de Medio Oriente, puesto que son dos problemas distintos.

Del mismo modo, hay que evitar la conversión del término en una palabra banal. Llamar genocidio a todo acto de violencia militar o acción bélica de tipo imperial, excesivos siempre como lo es toda guerra, da como resultado una desvalorización del término y, como consecuencia de esto, el ocultamiento de la verdad histórica en la medida en que se disuelve el sentido de los genocidios u holocaustos reales que ha sufrido la humanidad.

Mencioné anteriormente que la enseñanza del Holocausto también nos permite trabajar, en tanto educadores que somos, en la ética de la compasión. Claro que no debemos entender la compasión como un acto paternalista de caridad emotiva. Por el contrario, la compasión implica la identificación plena con el dolor del Otro y la toma de partido enmarcado en el sentido profundo de la justicia. Todo lo contrario al cinismo de la posmodernidad: la ética de la compasión nos obliga a ser responsables del Otro. En el mundo de hoy, esa preocupación tiene que ver con el extranjero, ese al que se le da estatus de legal o ilegal, como si los seres humanos desde el comienzo de los tiempos no hubiésemos sido transeúntes del mundo; tiene que ver con aquellos que no viven las bondades del supuesto fin de la historia sino las inequidades del capitalismo salvaje; tiene relación con la empatía frente a los desamparados que nos sacan de la burbuja individualista a la que la ideología del éxito material parece habernos confinado.

Al conocer, comprender y analizar lo que significó la exterminación del Otro, su humillación constante, y la despiadada animalización del ser humano sufrida por los judíos durante el Holocausto, estamos dando a nuestros jóvenes herramientas que educan su sensibilidad frente al mundo contemporáneo. En la ética de la compasión se enmarcan el respeto por la vida y, por ende, la práctica de la no-violencia, la aceptación de la Otredad que implica el conocimiento del Otro y la comprensión sobre sus prácticas culturales, el consumo ecológico y la mirada afectiva sobre la propia comunidad.

Como ministro de Educación de mi país instituí la enseñanza del Holocausto en el programa de Historia Universal para el segundo año de Bachillerato, en el marco de la enseñanza de los Derechos Humanos y los genocidios que ha sufrido la humanidad. Diseñamos, en conjunto con la Unidad Educativa Experimental “Alberto Einstein”, de Quito, el material de trabajo para los docentes. Fueron capacitados alrededor de 5.000 maestros de la materia y, hoy en día, el Ministerio prepara el material de la unidad ya diseñada como texto escolar para los estudiantes y sendos concursos nacionales de ensayo dirigidos a estudiantes y a maestros.

Para finalizar, quiero resumir la respuesta a la pregunta inicial. Enseñar acerca del Holocausto en el bachillerato es una tarea imprescindible para los educadores que anhelamos una humanidad cuya memoria del horror le permita construir un mundo en el que los seres humanos, culturalmente hablando, se acepten como son. Si en el mundo y en la vida el Otro soy yo, la memoria del Holocausto me enseña que, después de Auschwitz y la macabra solución final de los nazis, yo debo mi cuidado al Otro como a mí mismo para la propia vivencia y para la pervivencia del ser humano.

En 2009, siendo ministro de Educación, participé en la ceremonia del encendido de las velas en el día de Iom Hashoá, junto a Eyal Sela, embajador de Israel en Ecuador, en el colegio Alberto Einstein, de Quito.

domingo, enero 22, 2012

Crónica sobre el estreno de Leña de soledades en La Habana

Por Emmanuel Tornes, crítico cubano

El viernes 13 de enero, en el cine Infanta, de La Habana, tuvo lugar el estreno del telefilme Leña de soledades, producido por el Instituto Cubano de Radio y Televisión, basado en el cuento homónimo del ecuatoriano Raúl Vallejo, con guión del cubano Pedro Luis Rodríguez.

La sala estaba bien nutrida con personas del mundo de la TV, el cine, la cultura y las letras. Como cortina musical, remontándonos a la década prodigiosa con sus hermosas canciones, Los Beatles. El director Marlon Brito López hizo las palabras de presentación; llamó al escenario a los protagonistas, Carlos Enrique Almirante y Laura Moras, y al resto del equipo que hizo el trabajo, entre ellos, Angelita Casanova, fina asesora de la TV y de este telefilme.

Minutos después, comenzó la proyección. No exagero si digo que asistí a una hermosa historia telefílmica. Realmente disfruté las muy buenas actuaciones de la pareja de jóvenes actores, las tomas con buen gusto y equilibrio de los close-up para captar al vuelo los fugaces tránsitos psicológicos. Las escenas muy bien logradas, sobrias, precisas, tanto en los exteriores como en los interiores. Carlos Enrique mostró su tremenda versatilidad actoral (él es hijo de uno de los más grandes actores que tuvo la televisión, el cine y la animación cubanos, Enrique Almirante, ya desaparecido). Laura Moras también mostró su rica coloratura, estuvo muy bien, quizá al inicio le faltó un poquito de soltura en el discurso, pero pronto lo moduló a sus anchas.

Los juegos musicales apoyaron el desarrollo dramático con fineza, evitando recargar las escenas para no distraer al espectador de lo esencial, más bien contribuyendo a enriquecer la lectura de la trama. Las tomas y planos revelan una mano muy profesional, y con gran sensibilidad para registrar las sinuosidades emotivas. El erotismo está contenido, es alusivo, subyace en las palpitaciones de los protagonistas. Esto responde a una cuidadosa interpretación dramatúrgica, a un celo para que el producto artístico no perdiera otro de sus logros inobjetables: el equilibrio visual y dramático de las escenas. El lenguaje de la imagen y los sonidos gana más sugiriendo, especialmente cuando se contaba con un tiempo limitado.

En fin, pudiera seguir hablando de muchos otros detalles que a mi modo de ver contribuyen a que este nuevo telefilme de la TV Cubana, sea un producto que van a agradecer de manera especial los telespectadores. He visto numerosos telefilmes de la TV cubana basados en cuentos de autores nacionales y foráneos. Sin duda alguna este está entre los más bellos de manera integral que he visto, y pienso que se debió a la sólida unidad alcanzada por el guión, la esmerada asesoría, el trabajo de dirección y el poder de persuasión dramática de estos talentosos actores. Los aplausos prolongados hablaron por sí mismos.

Fue una tarde espléndida, tanto que nos motivó a ir a brindar por la belleza de la vida en un bello restaurant de Miramar... Y de paso a esperar la noche, para quemar las soledades.

jueves, enero 12, 2012

Estreno de "Leña de soledades", en Cuba



El telefilme "Leña de soledades", producido por el Instituto Cubano de Radio y Televisión, basado en el cuento homónimo del escritor ecuatoriano Raúl Vallejo, se estrena en La Habana, el viernes 13 de enero de 2012, en el multicine Infanta.

El telefilme, dirigido por Marlon Brito, con guión de Pedro Luis Rodríguez, está protagonizado por Laura Moras y Carlos
E. Altamirano. El cuento de Raúl Vallejo pertenece a su libro de cuentos Fiesta de solitarios (Premio "75 años de Diario El Universo", 1991; Premio Joaquín Gallegos Lara, 1992).

Se trata de una historia de amor truncada en dos épocas entre
un ecuatoriano y una cubana, con la música de los Beatles como protagonista. Una historia de encuentro y desencuentro donde la soledad es una flor, un loto abriéndose en el corazón de los protagonista
s.

Sobre el libro de Raúl Vallejo, la escritora española Begoña Huertas Uhagón, Premio Casa de las Américas, ensayo 1993, ha dicho: "El dominio en las técnicas del cuento y la diversión que se intuye en su escritura es la impresión que emana de Fiesta de solitarios. Es una propuesta de juego, de laberinto a través de conflictos humanos lo que envuelve al lector y le engancha a la lectura desde el principio."



Basado en una nota de Claudia Alonso, del Portal de la Televisión Cubana:
http://www.tvcubana.icrt.cu/informaciones/373-premiere-del-telefilme-qlena-de-soledadesq

viernes, diciembre 02, 2011

Incorporación a la Academia de la Lengua


El embajador ecuatoriano en Bogotá disertó sobre la obra del poeta guayaquileño José Joaquín de Olmedo en su discurso de ingreso como Miembro Correspondiente de la Academia de Ecuatoriana de la Lengua, en el Centro Cultural Benjamín Carrión de Quito, el miércoles 30 de noviembre. La lectura que destacó al autor estuvo a cargo de Juan Valdano.

Redacción Cultura de El Telégrafo, viernes 2 de diciembre de 2011

La ceremonia fue sencilla para escuchar a un escritor disertar sobre José Joaquín de Olmedo, con tanto rigor académico. Eso aumenta el espíritu y aleja ese mercantilismo en el que han convertido ciertos actos culturales los intereses comerciales y hasta los políticos.

Mientras que Raúl Vallejo hablaba sobre el “Primer Cantautor de la Patria”, refiriendo todo el complejo e intrincado poema Canto a Bolívar, no muy lejos del Centro Cultural Benjamín Carrión, muchos medios de comunicación y connotados opositores del actual Gobierno acompañaban al secretario ejecutivo de la Aedep, quien lanzaba una recopilación de sus editoriales, en uno de los hoteles cinco estrellas de la capital. Y Vallejo se lució: mostró todo el rigor de su pensamiento y la prosa de su escritura.

Con esa disertación, Vallejo se incorporó como miembro correspondiente de la Academia de Lengua, de Ecuador (“la segunda fundada en América Latina, como se encargó de subrayar tres veces su presidente, Jorge Salvador Lara).

De entrada sorprendió a todos cómo Olmedo, tras ser un enorme e inteligente admirador del Libertador, escribe, dos años antes de morir, un texto en el que degrada a Bolívar, lo coloca en un lugar político distinto al que provocó e inspiró el gran poema, valorado por muchos como uno de los mejores escritos en el siglo XIX.

Durante su disertación, el ex ministro de Educación de tres gobiernos, y actual embajador en Bogotá, tuvo momentos de ensoñación al transcribir oralmente las cartas entre Bolívar y Olmedo y cómo ellos “gozaron” del poema épico cuando estaba por hacerse, durante su redacción y posterior publicación, allá por el año 1825. En sus ojos se observaba la emoción de trasladar a un público atento y cordial una de sus reflexiones recurrentes: el oficio de escribir en medio de los trajines de la gestión pública.

De hecho, debe haber pensado Vallejo muchas veces en sí mismo cuando habrá leído las cartas de dos estadistas y al mismo tiempo intelectuales de una época convulsa, compleja, pero no violenta, si la comparamos con la presente, a pesar de las luchas y tensiones de la etapa emancipadora del Ecuador.

La ceremonia terminó cuando Vallejo lucía una bella medalla en el pecho, convertido en un “viejo sabio” de las letras ecuatorianas.

http://www.eltelegrafo.com.ec/index.php?option=com_zoo&task=item&item_id=22509&Itemid=30

domingo, noviembre 13, 2011

El amor romántico es triste en la posmodernidad

¿Somos románticos todavía? ¿Mantenemos aún la ilusión del amor? ¿Creemos en las palabras que nos mantienen unidos al ser amado? Hemos perdido la inocencia y, en la posmodernidad vaciada de utopías, el amor romántico parecería un asidero último para creer en algo pero, bañados de realidad, la tristeza de su imposibilidad nos envuelve. La bella molinera (2011), un ciclo de poemas de Jorge Aguilar Mora (Chihuahua, México, 1946) confronta el espíritu del romanticismo, que sobrevive en el ser de hoy, con el descrédito de la ilusión que la posmodernidad impone como nuevo paradigma de vida.

Mi lectura del poemario ha tenido presente desde el comienzo el ciclo de canciones de Franz Schubert (1797 – 1828), Die schönne Müllerin (1824), basado en el texto homónimo de Wilhelm Müller (1794 – 1827). Leí los poemas mientras escuchaba una de las más famosas versiones del ciclo que es la interpretada por el tenor Fritz Wunderlich y Hubert Giesen, en el piano (1966), solo por el prurito de crear un ambiente romántico y no porque el poemario lo necesitara. Aunque, ciertamente, debido al título utilizado, resulta imprescindible tener en cuenta con qué otro texto está dialogando el poemario de Aguilar Mora.

El poemario se abre con una ambientación romántica seguida de una imagen plena de subjetividad: “Estás ahí, donde cuelga el farol en medio de la calle; / Estás ahí, donde el cielo se derrumba y la tarde cierra la puerta / A los recuerdos ajenos”, imágenes que se complementan con figuras que han derribado la lógica positivista para entrar en la historia sin historia del inconsciente: “Estás ahí, donde yo soy el hijo de mí mismo / Y mis pasos titubeantes hacen la pregunta de la Esfinge”. Así en ese tono, en general, está construida la voz poética del texto: un tránsito que va de la imagen imbuida de la ilusión romántica a la de la exacerbación irracional de la modernidad. La decepción amorosa de ciclo de Schubert – Müller ha sido reemplazada por la imposibilidad de la felicidad amorosa desde un comienzo del idilio en los poemas de Aguilar Mora.

La existencia del amor, en todo caso, es posible porque existe la palabra que lo nomina. Es en el lugar del lenguaje poético en donde puede realizarse a plenitud cuando su realización vital es, en sí, una frustración existencial: “…pero ¿qué tienen las palabras que no tienen / Ni sombra, ni huecos, ni partos, ni secretos? ¿Qué será lo que se puede / Buscar en ellas? ¿Tus palabras? ¿Las que ya me dijiste y yo oí y nadie oyó?” La ilusión del amor es posible porque existe la forma poética que lo contiene; desde esta perspectiva, somos románticos empedernidos, apasionados de la búsqueda, constructores irredentos de la ilusión de estar en-amorado. En el ciclo de Schubert – Müller el joven admirador de la molinera concreta la conquista y aquello lo lleva al paroxismo pues es incapaz de percibir lo que el descreimiento contemporáneo nos ha enseñado: que desde el momento mismo de la coronación de una cumbre empieza el descenso del jubiloso montañista.

Pero la tristeza nos baña porque creemos más en el concepto del amor que en el amor mismo y aquello provoca un desgarramiento interior que se vuelve seña de identidad del amante contemporáneo. “Tú sólo piensas en el absoluto’, me dijiste un día, / Como si él fuera un pariente lejano que se robó mi herencia. / ‘Y te duele cada hoja que se mueve, te paralizas con la cólera del pobre, / Y la vida es más sencilla que pensarla, que buscarle una sombra que no tiene’.” Y es que esa hiperconsciencia que el sujeto contemporáneo tiene sobre la realidad, esa mirada cargada de sospecha, es tal vez lo que le impide asumir la ilusión romántica y aceptar la existencia de la felicidad sencilla.

El amante es también un transeúnte, un viajero que escapa del amor y su imposibilidad de ser feliz en la cotidianidad de ese amor. “Me voy para no dejarte mi cadáver. Me voy para morir donde nadie me vea morir.” El irse es una forma de huída y también una forma de construcción de la nostalgia en donde se realiza el amante toda vez que no resiste la realización del amor al constatar que nunca podrá tener para sí al ser amado, que siempre, aún en el presente orgiástico, deberá compartirlo con un tercero que permanece fantasma en la entrega de los amantes: “¿Desde dónde me miras cuando no estás conmigo? / ¿A dónde van tus senos cuando yo los toco? / ¿Con qué mundos se entienden tus piernas cuando te abres / Y con quiénes resucitas cuando llenas mi sangre con tus gritos?” Para el pretendiente de la bella molinera del ciclo Schubert – Müller la presencia del rival, el cazador tan temido, lo lleva a la huida del suicida con su muerte como consecuencia de la decepción amorosa.

El amor como una herida nos mantiene en la ilusión romántica. Esa herida que nos recuerda nuestra condición de vulnerabilidad frente a la inestabilidad de la pasión amorosa y que es presencia constante en las cosas y en nosotros mismos: “En cada cosa que tiene nombre veo la hechura de mi herida, / En cada nombre se repite tu herida, / En cada herida tuya veo los nombres de las cosas que ya no tienen nombre.” El nombre, la palabra, la nominación de las cosas, la fijación de su existencia: la voz poética se aferra a la memoria, a la evocación del amor ausente y sufre el desgarramiento de lo transitorio: “Te toco, te pierdo, te despierto, te dejo atada al sol, al hijo mío. / Sí, prefiero que todo se detenga, que tu nombre quede donde está, / Suspendido entre el deseo y la fragilidad del nuevo amante.” Vivir con la consciencia de esa pérdida es un imposible para el pretendiente romántico inocente de la bella molinera de Schubert – Müller, para aquel que no ha vivido en el mundo de los filósofos de la sospecha.

El amante romántico gusta de la sinrazón del amor. Hemos mantenido esa posibilidad de enloquecer de pasión, de asumir la irracionalidad de una pasión altanera como una alternativa a la realidad racional heredada de la modernidad. Así, la voz poética, evoca esa posibilidad de pervivencia del amor cuando el amante ya no está: “Sí, prefiero la locura, recorrer el transcurrir de tus cenizas, / Abrir la luz como un cuaderno de citas ya fallidas, / Horadarme con el último grito del sereno, / Atarme sin remedio al nudo invisible del silencio / Y dejar que el sentido mendigue su sentido.” El hablante lírico del poemario de Aguilar Mora, al igual que el pretendiente de la bella molinera de Schubert – Müller, sabe de la herida que siente en sí, sabe de la palabra en la que fluye como en el arroyo, el sentimiento, y sabe, también, que el amor trastorna sus sentidos.

Pero el amante de hoy tiene la certeza de que no existe más la edad de la inocencia. “Viniste a mí amando a otro que no dejaste de amar, / Viniste amando a todos los que seguías amando, / Viniste a recoger, con mano sabia, lo único que yo tenía / Y que en tus manos se volvería ceniza: ¿con qué hiciste la ceniza?” La pregunta es respondida: con qué sino con el pánico. Esa certidumbre de que la mujer amada tiene historia, que no es una ilusión que surge de la nada, que en esa historia el hombre amante es un capítulo más de la historia que continúa, determina la tristeza del amor: no la posibilidad de la pérdida sino la certeza que, de antemano, tenemos de esa pérdida. La única alternativa de creer es aceptar esta condición de una vez por todas. La ilusión romántica permanecerá ya sin una inocencia que era consecuencia pueril del poder patriarcal. La voz poética sabe que “el azar nos ofrece caminos semejantes. Y opuestos. / Como si tú siempre tuvieras dos sombras, / Y yo una ceguedad donde sólo nadie ve.”

La voz poética mantiene hasta el final la ambientación romántica y el sentido de la búsqueda como un viaje permanente del sujeto amoroso. “¿Dónde estás, bella molinera? No te busco a ti, busco el dónde / El sitio donde estaba el farol colgando en medio de la calle, / La puerta que se cierra, / Busco a quien me busca, que me espera de espaldas, / Porque mira a donde vamos, no de dónde vengo.” Y, en ese movimiento, en esa mirada, está el ser mirándose a sí mismo, en la posibilidad de permanecer en la ilusión, de ser en el amor. Seguimos siendo románticos y en un mundo en el que la racionalidad nos envuelve carecemos de lugar; perseguimos la felicidad del que busca el amor y sabe de su derrota anticipada por lo que la tristeza nos define; igual que la bella molinera, no pretendemos que nadie nos corresponda, nos basta con la ilusión y sólo somos felices en la constatación del sufrimiento por causa del amor que no puede ser y que, contra nuestra manía de tristeza, está:

Ella sólo quiere al que quiere rescatarla,

Y ama mientras quieran salvarla de sus miedos,

De sus perseguidores; pero nada más,

Porque ama que quieran rescatarla,

Pero no quiere rescatarse, no quiere ir nunca más allá

Del gran teatro del rescate: nunca se irá con el caminante,

Nunca se irá a ser libre. Sólo es feliz sufriendo

La bella molinera, de Jorge Aguilar Mora, es un ciclo de poemas que conjuga la tristeza del amor romántico en la posmodernidad con la esperanza en la poesía —embebida de racionalidad—, entendida como el espacio de realización plena de dicho amor; un poemario que canta al amor romántico, con plena consciencia de las nuevas condiciones de su existencia, como la utopía posible en medio de la felicidad imposible luego de perder la inocencia; un texto en el que trasluce la sabiduría vital del sufrimiento y la experiencia poética del un lenguaje libre, cargado de mundo.