José María y Corina lo habían conversado en alguna de su tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

sábado, abril 16, 2016

Vargas Llosa, el intelectual de Hola y la derecha



           

            Cuatrocientos invitados, entre los que se contaron seis ex mandatarios, reunidos en Villa Magna, uno de los hoteles más lujosos de Madrid, ubicado en el Paseo de la Castellana. Cobertura mediática para las secciones política, cultural y farándula de la prensa hispanohablante. El Nobel del lugar común para el estreno del octogenario enamorado: “La felicidad tiene nombre de mujer: Isabel Preysler”. Ella, que le regaló un cachorro de Gran Danés llamado Celine, “dio una lección de elegancia y lució impecable de blanco con una blusa semitransparente y falda recta de franela y macramé con flecos, firmada por Andrew Gn”, según la revista Hola. El Marqués de Vargas Llosa[1] —intelectual de la derecha, de los banqueros y de la revista Hola—celebró sus ochenta años “por todo lo alto”, como dirían los cronistas de la prensa rosa.
           
En febrero de 2009, Mario Vargas Llosa escribía que “no es exagerado decir que Hola y congéneres son los productos periodísticos más genuinos de la civilización del espectáculo”. Esa misma puesta en escena que, desde que se amañó con Isabel Preysler —que usa dicha revista como Registro Oficial de su mundana cotidianidad—, ya lo ha puesto de protagonista en algunas portadas de Hola. Como si fuera una Casandra de su propia metamorfosis, Vargas Llosa, al referirse a las revistas del corazón, señalaba que transformar la información en un instrumento de diversión era nefasto para el periodismo, “porque no existe forma más eficaz de entretener y divertir que alimentando las bajas pasiones del común de los mortales. Entre estas ocupa un lugar epónimo la revelación de la intimidad del prójimo, sobre todo si el prójimo es una figura pública, conocida y prestigiada”[2].
           
La cobertura mediática de la celebración de los ochenta años de Vargas Llosa tuvo los ingredientes que le permitieron utilizar una más de las tantas reuniones frívolas del jet set y convertirla en lo que fue una demostración del poder político de la derecha iberoamericana. Los seis ex mandatarios que asistieron son la vocería ideológica y política de la restauración conservadora que arremete en América Latina reclamando el retorno del viejo orden del capitalismo neoliberal al poder: los españoles José María Aznar, y Felipe González —que hace tiempo se olvidó de que la O del PSOE es la O de “obrero” y no de “banquerO”—; el chileno Sebastián Piñera; el uruguayo Luis Alberto Lacalle; y los colombianos Andrés Pastrana y Álvaro Uribe Vélez.

Todo ellos participaron, luego de la rumba, en el seminario: “Vargas Llosa, ideas, cultura y libertad”, llevado a cabo en CasAmérica, inaugurado nada menos que por Mariano Rajoy, y organizado por la Fundación Internacional para la Libertad, creada por el propio Vargas Llosa para impulsar la economía de mercado y el negocio de la prensa mercantil. En términos generales, estos dos objetivos fueron defendidos por los conferencistas, quienes se apropiaron de la palabra libertad, que fue utilizada como la substantivación del capitalismo y de las empresas mediáticas. Vargas Llosa defiende ahora esa libertad de las formas de las sociedades signadas por la inequidad social que no es fruto de malos gobernantes sino de un sistema organizado sobre y para la existencia de aquella. Ese sistema que él criticó en sus primeros libros y, sobre todo, en Conversación en La Catedral, novela cuyos sentidos simbólicos no se atreverían a compartir los que hoy celebran su cumpleaños, porque en él, la crítica se centra en el sistema que provocó aquella pregunta que se volvió retórica, de tanto ser repetida por esa mediocridad de estilo de los medios, aunque en la novela es un leit motiv sustantivo: “¿En qué momento se había jodido el Perú?”.

Lo que Vargas Llosa no es capaz de vislumbrar en su crítica actual a la sociedad del espectáculo es que sin la existencia del espectáculo como cultura, el capitalismo carecería de ese sustento ideológico muy suyo, basado en el divertimento, que provoca la ilusión de la libertad. Un personaje de Conversación en La Catedral, periodista de La Crónica, ante la suspicacia de su entrevistada respecto de si publicaría un dato sobre la amante de un político, le dice: “—¿Por qué no, señora? —se rio Periquito—. Ya no está Odría de Presidente, sino Manuel Prado, y La Crónica es de los Prado. Podemos decir lo que nos dé la gana”[3].

Ese es, realmente, el límite de la libertad que manosean las empresas mediáticas, ensoberbecidas de poder, y esa es la verdad sobre la ética de sus propietarios, que el Vargas Llosa de hoy, vocero ideológico del capital, defensor de los banqueros del continente[4], y luminaria actual de la revista Hola, encubre hábilmente con el manoseo de la palabra libertad[5].

Su militancia, como intelectual orgánico de la derecha, le permite disfrutar, a la vejez, de la primera plana de las revista del corazón, “porque [como él mismo escribió] en la civilización del espectáculo el intelectual sólo interesa si sigue el juego de moda y se vuelve un bufón”.

 


[1] El Marquesado de Vargas Llosa fue creado por Juan Carlos I mediante Real Decreto 134/2011, de 3 de febrero de 2011, por la “extraordinaria contribución de don Jorge Mario Vargas Llosa, apreciada universalmente, a la Literatura y a la Lengua española”.
[2] La civilización del espectáculo (Letras libres, febrero de 2009).
[3] Mario Vargas Llosa, Conversación en La Catedral [1969], Barcelona, Seix Barral, 1974, p. 381.
[4] Vargas Llosa, intelectual de los banqueros Entrada del 19 de noviembre de 2012 en este blog.
[5] Algunos escritores —hipercríticos cuando se trata de ver la paja en los gobiernos progresistas de la región—, guardan prudente silencio sobre su ídolo de barro convertido en el lodo, con la esperanza de llevarse los cien mil dólares de esa otra muestra de poder cultural, que es la bienal de novela que lleva el nombre de Varguitas.

domingo, marzo 27, 2016

Resurrección y Ascensión de Cristo (según el Evangelio apócrifo de santa María Magdalena)




1

¡Resucitó, resucitó! ¡Aleluya!

¡La tumba de Jesús, el carpintero, está vacía!
Testimonio fresco de piedras antiguas 
bramido de la palabra en la oquedad del silencio.

¡Aleluya! ¡Resucitó! ¡Aleluya!

¡El sepulcro del hijo de María no conocerá olvido!
Lienzos impregnados de mirra y aloe en abandono
fragancia de la muerte anonadada en su extravío.

¡Aleluya, aleluya! ¡Resucitó!

¡La cripta del cordero es huella de redención!
Gruta de vida burlando su condición de finitud
eco perdurable que alcanza nuestra caída sin fin.

            ¡Resucitó! ¡Aleluya! ¡Resucitó!


2

¿Dónde te hallas Rabboní, mi bienamado?

Caminé con mis heridas expuestas y tu palabra me procuró alivio
te seguí hasta el calvario junto a tu madre dolorosa y hoy ya no
estás.
¿Acaso el guardián del huerto desalojó tu cuerpo yerto?

Lloro porque nada de ti me queda en esta tierra baldía
quiero los restos inertes que fueron arrancados de mi duelo.

¿Eres tú Rabboní, mi bienamado, esa presencia cuya luz me ciega?

Me pides que te suelte pues dices que aún no has regresado a tu
Padre
te arranco de mí con el dolor de haberte perdido y volver a perderte.
¿Creerán la palabra de esta pecadora esos hombres rudos de
corazón?

A mi Maestro ya no hay que buscarlo entre los muertos:
yo proclamaré los sucesos de este sepulcro derrotado por el Amor.


3

¡Que apresuren su llegada a tu sepulcro los que te negaron!
Aquellos que envenenan con dudas lo que dice una mujer.
¡Que toquen la huella abierta de tus heridas los incrédulos!
Los que ignoran la purpúrea pasión de la rosa en la palabra rosa.

Eres una llama transeúnte que baña de luz
la condición ambulatoria del hombre
fuego vivaz para regocijo de errantes huérfanos
—existencia desértica bañada de tu ausencia
sin tierra prometida donde encontrar reposo.

¡Echen con fe las redes que resistirán al peso de la pesca!
El Tiberíades dará ciento cincuenta y tres piezas para hartarnos.
¡Es el Señor pero no lo saben con certeza, es Él y lo dudan!
Los llamados a perpetuar la vida del Señor en su palabra.

Llama que guía mi peregrinación sin tiempo
padezco la sed del extraviado en el desierto
fuego que acompaña al que apacienta tus ovejas
—existencia desolada que buscará en vano
tu rastro de eternidad y el pan de los hombres.



4

El llanto de tus mujeres te arrebata de la muerte
elegía que vence la consumación de las horas de los hombres.
Llanto de madre que emerge desde el arcano del vientre
desgarrado refugio de la semilla que nos perpetúa.
Grito de mujer que sube desde el pálpito vital de sus entrañas
hogar en el que mora el sentido de la existencia.
Volcanes en movimiento, bocas de fuego que nos alumbran.

Desde que volviste victorioso para que tu amor se quedara
vencer a la muerte es el imperativo sin fin de los hombres
sobrevivientes por la palabra y su poesía, heridos de olvido
nada que cubre con su eternidad a la mudez del cuerpo.
Tus mujeres de indómita sabiduría irradiamos vida
memoria del verso que conjuga el milagro de la resurrección.

Los peregrinos de Emaús arrastran sus pies polvorientos y tristes
esperaban que fueras el libertador de Israel y aún lloran tu derrota.
Caminas a su lado mas no lo saben y atragantan su dolor en el
silencio
ignoran que el padecimiento era necesario para el anuncio de tu
gloria.
¡Ahora todos somos peregrinos con el peso de la libertad a cuestas!

Compartes la plenitud de vida nueva en la alegría ancestral de tus
mujeres
corazones de eternidad saciados con la repartición de nuestro pan.
Yo no requiero palpar tu costado para saberte vivo, Rabboní,
me basta la memoria de tu sonrisa y tus ojos que iluminan mi piel.

Derrotaremos a la muerte con la piel restaurada de tus
renacimientos,
una y otra vez las heridas habrán de cicatrizar para nuestro júbilo
en el fuego de cada retorno que incendia las sombras y las
desvanece.

Yo te llevo en este cuerpo que te acompañó durante las prédicas,
flor del arenal caliente tocada por la gota de milagro que me sacia.

No soy digna de que entres en mí pero habitas esta casa con tu
amor.

 
5

¿Cómo quieres que crean sin tocar las huellas
de la crucifixión en tus manos y pies
si sólo son hombres que deben
apacentar tus corderos huérfanos?
Dirán de mí que soy la meretriz arrepentida
del placer que tomaron de un cuerpo de mujer
los mismos hombres que la condenan y lapidan
pero soy la que siguió el rastro de tu palabra hasta la hora del
calvario.

¿Cómo anhelas que crean sin compartir
el pescado asado y el panal de miel
si sólo son hombres que viven
el día de lo que atrapa su pobre red?
Dirán que soy la que abandonó la cocina
natural morada y trabajo de las mujeres
para refugiarme bajo la higuera de tu cuerpo
pero soy la que cincela su amor en la vigilia de tu sepulcro.

¿Cómo pretendes que crean sin que el espanto
bañe de verdad sus rostros curtidos
si sólo son hombres a los que confías
atar y desatar las almas ancladas en este mundo?
Dirán que ungí con perfume de nardo tus pies
cansados por tu prédica en Betania, que desperdicié
trescientos denarios para beneficio de los pobres
pero soy tu enviada primera, apóstol que proclama tu victoria final.

Perdona sus dudas, Rabboní, mi bienamado,
¡Que tan sólo son hombres!
¡Que son hombres tan solos!


6

Cuarenta días después de abandonar a los muertos
vamos a Betania en procesión de silenciosa alegría.
En tu hora, Rabboní, estás junto a tu Padre,
arrebatado ante nuestros azoramiento y envuelto en nubes
elevas tu antigua humanidad en etérea transfiguración.

Terminó tu prédica en el desierto de todos los días
ahora la Gloria
peregrinación celeste hacia la semilla de origen.

Esencia de Dios y el hombre
eres Otro
fragancia que impregna el aire y nos cubre.


7

Tu discípula amada
de la que proclamaste lo que se oculta
conoce que al perderte nuevamente te gana para la Eternidad.

Este es el testimonio de María, la de Magdala,
mortal que yacerá en su finitud a orillas del Tiberíades
amortajado su cuerpo con el lienzo acariciante de tu Amor.


De Missa solemnis (Quito, Planeta, 2008)