José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

lunes, noviembre 16, 2015

Que viva la música: desadaptación fallida e inspiración desangelada




           El director de Que viva la música, Carlos Moreno, ha hablado de ‘desadaptación’, de ser ‘irrespetuoso’ en la medida en que la novela es ‘irrespetuosa’, y también de que la película no está ‘basada’ sino ‘inspirada’ en la novela homónima de Andrés Caicedo. Por tanto, uno espera que el filme, en sí mismo, sea un hito cinematográfico que nos haga olvidar la novela. Pero la película está demasiado anclada a la novela y ni rompe con ella, ni se defiende por sí sola.
En la traslación de sentidos intertextuales, que son las artes y la literatura contemporáneas, diversos diálogos son posibles, pero no todo lo que es posible termina convertido en un nuevo producto artístico. Y, cuando se trata de la versión cinematográfica de una novela, la presencia del referente literario siempre será determinante por más personal que sea la lectura del director del filme. Así que no basta con decir que la obra no está “basada” sino “inspirada” en el texto literario: la sola apropiación del título de la novela por parte de la película ya convierte a esta última en subsidiaria de la primera y, por tanto, se ancla en la polisemia del texto literario.
            Lo primero que decepciona es Paulina Dávila quien, pese a su frescura y desinhibición, no encarna ni de lejos a María del Carmen Huerta, la protagonista de la novela. Su actuación de maniquí es inexpresiva y sin matices: mirada sin profundidad de sentimientos, sonrisa talla única, voz monótona, y, por si fuera poco, baila mal la salsa. Lo peor es la lectura de los textos de la novela: si bien puede ser asumida como una lectura muy personal, la ausencia de la furia que tiene el personaje de la novela contra el mundo, convierte a párrafos muy poderosos de la novela en monólogos aburridos. La actriz no tomó en cuenta que María del Carmen está rompiendo ética, estética y socialmente con su propio mundo; que no es una muchacha que anda de rumba en rumba, sino un ser atormentado que huye de la muerte; que al comienzo es una niña bien y al final se convierte en una mujer transgresora. Y para interpretar a un personaje así se requieren fuerza en la mirada, convicción en la voz, y la libertad que tiene el cuerpo cuando ya no quiere ser bello sino auténtico.
            La segunda gran decepción en Que viva la música, es, justamente, la música, que en la película cumple una función apenas decorativa. Ni la confrontación de clase que deriva de la música, ni la presencia de la salsa como expresión vitalista de una ciudad y su papel en la transformación del personaje, ni la irrupción de aquella como expresión cultural auténtica y novedosa: nada de eso existe en la película. Es más, bastaba con recrear aquel listado que Rosario Wurlitzer detalla al final de la novela para entender culturalmente el papel de la música en una época, que no perteneció solo de Cali sino a Latinoamérica. Una película que lleva ese título tenía que haber hecho de la música un elemento protagónico por sí solo y no únicamente un pretexto para el hedonismo facilón de los rumberos.
            La indefinición de la época más parece un fallo de la película antes que una propuesta de anacronismo libérrimo. El tiempo es siempre tiempo social e histórico, por tanto, mezclar los tiempos de una ciudad es banalizar el conflicto de los personajes que la habitan. Ni los setentas ni las primeras décadas del siglo veintiuno significan lo mismo: esa indefinición hace de la propuesta una mentira sobre la atemporalidad de los conflictos personales y culturales de una sociedad. Incluso, la ausencia de radicalidad en la propuesta de anacronismo hace de la representación iconográfica de Cali, una confusa superposición de imaginerías de la ciudad.
           
Pero la más grande decepción tiene que ver con toda la angustia existencial, con la huida del ser hacia el absurdo de la vida, con la confrontación de la muerte personal y la de una clase social, que atraviesan la novela y que la película es incapaz de situar históricamente en medio del consumo de drogas, de la búsqueda amoral del sexo, y de una violencia que es también expresión de la confrontación de clases. En el filme, la trilogía de sexo, drogas y violencia es una fórmula estereotipada que termina por aburrir porque ha desterrado el conflicto personal y social que de estos temas existe en la novela: una suerte de vicios para escandalizar a los puritanos pero sin la autenticidad que exige el conflicto existencial y la transgresión. Y esto último ya no tiene que ver con la interpretación de la novela sino con la concepción superficial y estereotipada del mal que se muestra a lo largo de la película.
            Estamos, en síntesis, ante una película que no pudo convertirse en homenaje ni ser irreverente ante la novela en la que se “inspira”: la actriz protagónica tiene una actuación plana y carece de la fuerza transgresora que tiene el personaje principal de la novela; la música está muy lejos de lo que debió ser su función simbólica; el guion se quedó anclado en la reiteración facilona de la trilogía ‘sexo, drogas y violencia’; el retrato de la ciudad Cali es anacrónico y vaciado de conflicto histórico; y los textos de la novela, al ser recitados con una débil interpretación, aparecen impostados en la narrativa del filme. Que viva la música es una fallida “desadaptación”, no solo porque desdibuja la novela de Andrés Caicedo, sino porque, en sí misma, es una película desangelada.

viernes, noviembre 06, 2015

Novena carta a la Comunidad de la UASB



Con el doctor Gustavo Jalkh, representante de Ecuador al Consejo Superior de la UASB, a quien agradezco por todo su apoyo.

Una vez que ha concluido el proceso de designación de rector con la decisión del Consejo Superior de nombrar al doctor César Montaño como la nueva autoridad de la UASB, agradezco a todos aquellos que han apoyado mi propuesta de trabajo y reitero mi respeto por quienes apoyaron la propuesta del postulante que fue nombrado.

 Tengo el convencimiento de que, designado el nuevo rector, la actividad académica normal volverá a la UASB y la institución recuperará la serenidad, el equilibrio y la aceptación de la Otredad, características que la han distinguido durante su existencia.

Asimismo, espero que las nuevas autoridades mantengan el principio de la autonomía, entendida como la independencia institucional de todo tipo de bandería política; que la diversidad de pensamiento se exprese libremente en el claustro universitario y que sea respetada la opción política de las personas que piensan y tienen un marco ideológico y filosófico distinto.

Finalmente, deseo que la administración del doctor César Montaño tenga el éxito que requiere el fortalecimiento institucional de la UASB.

miércoles, noviembre 04, 2015

Octava carta a la Comunidad de la UASB


Presentación del poemario Mística del tabernario, el 22 de octubre, en el Salón de Honor, del edificio Olmedo, en la UASB; con los poetas Xavier Oquendo y Sandra De la Torre.

             El proceso de nombramiento del rector de la UASB, sede Ecuador, cumplió la primera etapa de consulta previa, no vinculante. Agradezco, fraternalmente, a las personas que apoyan mi postulación y manifiesto mi respeto por aquellas que lo hacen por César Montaño. Yo no llevé a cabo, en rigor, una “campaña electoral” porque, en primer lugar, resido en Bogotá, Colombia, y, en segundo lugar, porque he asumido desde un principio, como señalan con claridad los Estatutos, que en la UASB, una universidad de la región, el sistema para la designación del rector es de nombramiento y no de elección. Tanto es así que todas las autoridades dentro de la universidad son escogidas por el propio rector sin ningún tipo de propuestas o sugerencias de sus respectivas áreas.
Es lamentable, por cierto, que no se haya aclarado suficientemente este punto, en el intento de posicionar la idea de que el Consejo Superior tiene que acatar sin más el resultado de la consulta, jugando, sin ningún recato, con la figura de la presión a través de agentes internos y externos a la UASB. Además, en esta desigual “campaña”, ni las asociaciones ni la comisión de Consulta previa aceptaron organizar un diálogo público y conjunto de los postulantes para exponer, en igualdad de condiciones, nuestros planes de trabajo; es más, ni siquiera la invitación de Francisco Herrera Arauz, de Ecuador Inmediato, ni de Diego Oquendo, de Radio Visión, para dialogar en sus respectivos programas, fueron aceptadas por César Montaño. Pero, más cuestionable aún, fue la parcialización —pública y mediática— del rector saliente a favor del otro postulante.
En todo caso, el Consejo Superior, que se reunirá del 5 al 7 de noviembre en Sucre, Bolivia, ahora que sabe que ambos postulantes gozan de apoyos —diferentes, eso sí, en la medida en que uno hizo 45 días de campaña y yo, con todo derecho, me acogí a una forma distinta de exponer mis ideas y mi propuesta para la UASB—, tiene la tarea de sopesar los elementos de las hojas de vida de cada uno, su experiencia de gestión y docencia, sus publicaciones, sus premios y distinciones, el modelo de gestión que se propone y la capacidad de llevarlo a cabo, y si los grados académicos de los postulantes cumplen con los requisitos que señala la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES) del Ecuador.
En medio de este proceso de nominación, dejo constancia de mi gratitud a los intelectuales y artistas ecuatorianos, encabezados por Abdón Ubidia (Premio Espejo 2011) y Pavel Egüez, autor de los hermosos murales de la UASB, por señalar en carta abierta al Consejo Superior, su respaldo a mi postulación. Igualmente a Fernando Tinajero (Premio Espejo 2015), Julio Pazos (Premio Casa de las Américas), Raúl Pérez Torres (Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana), Iván Egüez, Jorge Dávila Vázquez, Jorge Núñez (Premio Espejo 2010), Jenny Londoño, Edgar Allan García, Raúl Arias, Juana Neira, entre otros.
            Asimismo, agradezco, muy especialmente, tanto al ex presidente Alfredo Palacio, en cuyo gobierno serví al país como ministro de Educación y Cultura, como al académico Humberto Robles, profesor Emérito de Northwestern University y visitante del Área de Letras y Estudios Culturales de la UASB, por las sendas cartas de apoyo que han enviado al Consejo Superior.
De igual manera, a los ex estudiantes de Colombia, Venezuela, Argentina y España que, aunque no pudieron votar en la Consulta previa, han enviado las respectivas notas de apoyo a mi postulación. Y, también, a los estudiantes ecuatorianos que se acercaron espontáneamente y con cariño a saludar y a votar por mi propuesta el día 30 de octubre. Y, algo muy importante desde el afecto, va mi gratitud al pequeño equipo de trabajo que se encargó de difundir mis ideas sobre la universidad y lo que será mi rectorado de ser nominado por el Consejo Superior.
Debo decir también que durante el proceso de la consulta previa no quise interrumpir las clases de los estudiantes ni alterar la vida académica y funcionamiento administrativo de la UASB; así como tampoco respondí a la ola de rumores, mentiras (con las que se pretendió convertirme en un extraño o supuesto “enemigo” de la Universidad a la que contribuí a fundar y con la que siempre he estado y estoy vinculado) y ataques cibernéticos de quienes —esos sí— han politizado a la institución como en los viejos tiempos en que la ultraizquierda hipotecó la autonomía de la universidad ecuatoriana convirtiéndola en reducto de sectarios.
Mi propuesta, ustedes lo saben, tiene como pilar fundamental inaugurar un nuevo estilo de conducción académica y administrativa, muy distante de personalismos y cacicazgos, pero muy cerca de las necesidades profesionales de la gente que labora en la Universidad, en cada ámbito de su gestión —sea académico o administrativo—. Para ello, generaré líneas de trabajo que descentralicen las funciones del rectorado y permitan a los directores de áreas y sus equipos tener capacidad de acción y decisión en lo que ataña a sus responsabilidades.
También reafirmo mi compromiso de que, de resultar designado rector, no optaré por ningún cargo de elección popular pues, más allá de que la Ley lo permita, considero que aquello politiza sin beneficio de inventario a nuestra querida institución. Finalmente, ratifico los conceptos desarrollados en las siete cartas anteriores respecto de mis principios, visión y programa de trabajo y, si soy nombrado rector por el Consejo Superior, asumiré la función con las estrictas credenciales académicas que merece este nuevo período de la Universidad Andina Simón Bolívar.

Con el poeta Julio Pazos, luego de la charla "Bolívar y el alma del héroe", el 13 de octubre, en el salón Manuela Sáenz, de la UASB.