José María y Corina lo habían conversado en alguna de sus tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

martes, octubre 13, 2015

Quinta carta a la Comunidad de la UASB



           
¿Debe el posgrado encaminarse a la profesionalización o a la investigación? ¿Dónde iremos a buscar los modelos? Ensayemos algunas ideas al respecto pero antes, saludo al estudiantado que empieza su posgrado y le deseo un período de búsqueda y encuentro con nuevos saberes durante su programa de estudios.
            Los posgrados direccionados a la profesionalización cumplen una función de servicio a la sociedad, que siempre habrá de requerir profesionales con mayor consciencia sobre su campo de trabajo. En esta línea, la UASB ha desarrollado una tarea importante, sobre todo para nuestro país, pues quienes se han formado en este tipo de posgrados contribuyen de manera significativa a renovar su ejercicio laboral. En todo caso, la tradición latinoamericana en la formación de las profesiones liberales ha sido modernizada por la UASB introduciendo posgrados destinados a optimizar la eficiencia y la eficacia de los egresados en sus tareas profesionales, cuestión que deviene en merecidas mejoras salariales.
En la orilla paralela, hay que señalar que el posgrado dirigido a la investigación requiere de una atmósfera académica donde tanto los docentes y los alumnos estén preparados y enfocados para producir conocimiento. Para fortalecer el posgrado de investigación, en el que nuestra institución también se ha destacado, la UASB debe preparar con mayor énfasis a sus profesores y alumnos en técnicas de investigación, tanto cuantitativas como cualitativas, como base epistemológica común que permita un acercamiento conjunto a la ciencia. Con esta base, las clases deberían cambiar de una estructura magistral, a una de taller, donde el profesor es más un mediador y guía en la búsqueda de nuevos saberes, antes que un expositor de conocimientos establecidos y generalmente aceptados. Clases reducidas donde el objetivo sea la generación de ideas para futura investigación, tanto de alumnos como de profesores.
Por su parte, el cuerpo docente, que tiene como objetivo la producción académica, debería apoyarse en los alumnos para la constitución de equipos investigativos que permitan la ejecución de proyectos de investigación con más alcance del que se puede realizar de manera individual. Se tiene que complementar de mejor forma la investigación cualitativa y bibliográfica, en enfoque actual, con investigación de tipo cuantitativa y de campo. Asimismo, pasar de los proyectos individuales a proyectos de mediano y largo aliento, de tipo colectivo, en el que docentes y estudiantes investiguen de manera conjunta. En esta atmósfera, con estas bases, y con estos objetivos, se genera espacios más adecuados para la investigación. Y, claro está, una vez que todas las áreas tengas estas bases, entonces se puede, y debe, iniciar ambiciosos proyectos interdisciplinarios. En este proceso, el Comité de Investigaciones juega un papel fundamental.
Los congresos que se organizan deberían privilegiar la presentación de los procesos investigativos y menos los artículos de opinión académica de temas coyunturales. De igual manera, se debe fomentar talleres a diferentes niveles: desde aquellos dentro del área, donde estudiantes y profesores pueden presentar su investigación para obtener crítica constructiva de sus pares, pasando por presentaciones en departamentos de otras universidades, hasta congresos donde se reúnen varias disciplinas, se presentan los proyectos de investigación y hay un intercambio variopinto de ideas. Vale la pena, en esta línea, dejar de lado la modalidad de “exposición magistral” que, al parecer, prevalece en nuestro sistema universitario.
La investigación, tanto en los programas de maestría como en los doctorados y posdoctorados, debería mirar hacia los requerimientos nacionales imbricados en la situación de la región, dada la vocación integradora de la UASB, y explicitar la relación entre la construcción cultural de lo andino, las necesidades del sistema productivo y el posicionamiento de nuestro aparato académico en la sociedad. Al mismo tiempo, las revistas de la UASB podrían abrir más espacios para la publicación de los procesos de investigación en sus diferentes estadios y, por lo pronto, la comunidad académica privilegiar aquellas investigaciones de campo ubicadas en lo regional andino y suramericano. Como ya lo señalara el maestro Simón Rodríguez en Sociedad americanas (1828):

¿Dónde iremos a buscar los modelos?
—La América española es original = ORIGINALES han de ser sus Instituciones y su Gobierno = y ORIGINALES los medios de fundar uno y otro
O Inventamos o Erramos.
           
No obstante el éxito que haya tenido el modelo de posgrados direccionados a la profesionalización, el posgrado como tal es también un proceso permanente de aprendizaje basado en la investigación, entendida como una actividad científica de cooperación entre docentes y estudiantes. En esta dirección, es necesario diferenciar los enfoques y objetivos de un posgrado destinado a la profesionalización y otro que tenga por objetivo el desarrollo de la investigación. No se trata, obviamente, de opciones que se excluyan entre sí sino de ofertas académicas que comparten espacios en el mundo universitario, pero es un imperativo para avanzar el que en nuestra universidad sea fortalecido el posgrado direccionado a la investigación.

PS: Con indignación he leído un pasquín en contra de Enrique Ayala Mora que circula en correos electrónicos. Rechazo con firmeza este tipo de ataques a las personas, en general, y en particular a Enrique, por varias razones: la primera, porque es mi amigo aun cuando tengamos visiones diferentes de la política actual; la segunda, porque denigra el ambiente académico de la universidad; y, la tercera, porque enturbia un proceso de nombramiento del nuevo rector que debe ser llevado con respeto a la diferencia hasta el final.

jueves, octubre 08, 2015

Cuarta carta a la Comunidad de la UASB


        

Todavía no había cumplido los 32 años cuando, en junio de 1991, el presidente Rodrigo Borja me nombró ministro de Educación, Cultura y Deportes. Yo tenía un título de docente y experiencia en todos los niveles del sistema, excepto el posgrado. Antes del anuncio oficial, llamé a mi madre para contarle la noticia. Ella, con la sabiduría ancestral de todas las madres, dijo: “¿Y qué pasará con tu trabajo? Porque de esos puestos uno tiene que salir el rato menos pensado. Así que cumple con tu deber como si te fueras del puesto mañana mismo”.
Durante ese ministerio, me propuse como objetivo sanar las heridas que habían quedado con sectores del magisterio luego de un largo paro, por lo que impulsé una consulta que culminó, el 15 de abril de 1992, con la firma del I Acuerdo Nacional “Educación Siglo XXI”. Este Acuerdo reunió al Ministerio, al gremio, a los educadores católicos, a los privados laicos, y a las universidades, entre otros actores. Fue cuando ejercía el Ministerio —y sin imaginarme siquiera que al terminar mi período me quedaría a vivir en Quito—, que firmamos con el rector Enrique Ayala Mora, un convenio base entre la UASB y el Estado.

Seguí trabajando en la educación secundaria y me vinculé al programa de posgrado de la UASB, en el Área de Letras como docente y director; institución de la que me honro haber contribuido a su fundación. Años más tarde, a finales de 2005, asumí nuevamente el Ministerio de Educación y Cultura nombrado por el presidente Alfredo Palacio. Luego de más de una década de gobiernos neoliberales que redujeron el presupuesto de inversión social y desarticularon la función rectora del Estado, mi tarea fue “poner la casa en orden” y volví a insistir en la implementación de una política educativa a largo plazo. Fue así que, mientras comenzamos un programa de eliminación de barreras para el acceso a la educación pública, junto con el equipo ministerial, logramos que el Plan Decenal de Educación fuera aprobado mediante referéndum en noviembre de 2006.
Cuando el presidente Rafael Correa asumió el gobierno en enero de 2007, me ratificó como Ministro de Educación. Entonces, el equipo ministerial pudo darle continuidad a lo que habíamos empezado en 2006: fue eliminado todo pago en el sistema educativo público, se fortaleció la alimentación escolar, fueron ejecutados los programas de reconstrucción de escuelas y uniformes escolares con un componente de inclusión económica, universalizamos el programa de textos escolares, iniciamos un programa de jubilación docente que inició multiplicando el bono de jubilación de US$ 800 a US$ 12.000. Asimismo, comenzamos el sistema de evaluación y logramos un alza significativa del salario docente. Obviamente, cometimos errores y quedaron tareas pendientes, pero los cargos públicos deben estar impregnados de la ética del servicio a la comunidad y así lo he hecho siempre: con aciertos y equivocaciones, obrando con buena fe, convicción y responsabilidad social.
Luego de renunciar al ministerio de Educación, en 2010, volví a la UASB y ocupé nuevamente la dirección del Área de Letras. Cuando Ecuador reanudó las relaciones diplomáticas con Colombia, que fueron rotas a raíz del bombardeo de Angostura, el presidente Correa me encargó la delicada tarea de reabrir la Embajada y reconstruir las relaciones con nuestro vecino. Hoy, las relaciones de nuestro país con Colombia son un ejemplo de cooperación binacional en múltiples aspectos, sobre todo, en la perspectiva de hacer de la frontera común un territorio de paz.
Ahora que estoy postulado en el proceso de nombramiento del rector de la UASB, ratifico el principio que ha guiado mi trabajo: la función pública está hecha para servir. Si el Consejo Superior, luego de analizar mi currículo, como señala el Estatuto de la UASB, me designa rector, llevaré adelante un programa, como lo expliqué en mi carta anterior, basado en: el fortalecimiento institucional y la estabilidad laboral; la libertad de cátedra y la ampliación del apoyo a la investigación; una mayor democratización del acceso de los estudiantes de la región. Todo ello, en el marco de una absoluta independencia institucional de la UASB, tanto del gobierno cuanto de la militancia partidista de las autoridades de la misma. Para mí, la universidad es un espacio académico de servicio a la comunidad, signado por la libertad y la diversidad en todos sentidos.
Cada vez que he cumplido y finalizado funciones públicas, que al fin y al cabo han tenido que ver con la acción social y ética de la política, recuerdo las lecciones que me enseñó el comentario de mi madre: el ejercicio del gobierno tiene un límite y uno debe estar consciente de ello desde el primer día; lo que queda del servicio a la comunidad es la satisfacción de haber contribuido, desde uno de los tantos deberes de ciudadanía, a la construcción de una patria con mejores condiciones de vida, más equitativa y más solidaria.
            Fraternalmente,
            Raúl
 



La Unidad Educativa del Milenio "Cacique Tumbalá", en Zumbahua, Cotopaxi, fue la primera de este tipo inaugurada en el país, en septiembre de 2008.