José María y Corina lo habían conversado en alguna de su tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

domingo, noviembre 10, 2013

Testimonio de lo cotidiano y su absurdo vital


         
Cinco jóvenes cuentistas del Ecuador
Al parecer nada los une ni los articula. Inclusive su lugar de nacimiento no corresponde al lugar en donde viven actualmente y hay quien nació en Londres. No han formado cenáculos literarios a pesar de que mantienen cierta cómplice identidad. Pertenecen a una generación que creció viendo cómo se desintegraba la Unión Soviética y se derrumbaba el Muro de Berlín, así que, de alguna manera, están vacunados contra las utopías políticas aunque no contra la esperanza. Sus mundos literarios están inmersos en un asombro y asunción de ese sentido absurdo que emana una cotidianidad que se vive sin moralejas.
            El vecindario como una escenografía. La vida de la gente del barrio vista desde una mirada infantil. En “Las tortas de la señora Griselda” la soledad y el desamor aparecen en el cuento como espectros que se agigantan y lo envuelven todo hasta que la inocencia termina por romperse. En ese cuento, María Fernanda Ampuero (Guayaquil, 1976, vive en Madrid) ha conseguido narrar desde la ternura de la mirada infantil un drama de violencia intrafamiliar, prostitución y muerte. El tono del relato es conmovedor: la ilusión de las singulares tortas que cocina doña Griselda se ve opacada por los sucesos de esa Navidad, ajenos a la voz infantil que cuenta la historia. Aquí, la fiesta siempre ha terminado y revela su otro lado: el del drama familiar que esconde la joven prostituta que, al final, se marcha del barrio. El cuento consigue exponer la crudeza de una vida signada por el desamor desde la visión inocente de la niñez y, al mismo tiempo, logra situar la madurez de ese personaje infantil que, luego de lo sucedido con la señora Griselda, abre sus ojos a un mundo que ha perdido la inocencia.
            María Auxiliadora Balladares (Guayaquil, 1980, vivía hasta hace poco en Pittsburgh y al momento de escribir estas líneas, en Quito) ha optado por tomarle el pulso al absurdo cotidiano. En “Yo  BSC”, a partir de la búsqueda aleatoria de un hincha de Barcelona S.C. —el club de fútbol más popular del Ecuador, conocido como el “Ídolo del Astillero”— construye en dos planos una historia que sucede en el plano de la cotidianidad y otra que ocurre en el de la imaginación de la protagonista. En un momento del cuento, ambos planos parecerían fusionarse en una acción que alimenta el realismo del plano de la imaginación. Narrando de manera sustantiva, directa, con diálogos hiperrealistas, el cuento funciona como una suerte de poética de la creación literaria en medio de la vivencia cotidiana de una escritora.
            “Harold”, de Jorge Izquierdo (Londres, 1980, vive en Vancouver), es una historia contada a la manera de un thriller. Dos obsesiones se encuentran en el camino: la del narrador que quiere ser escritor pero se dedica a la abogacía y la de su primo Harold, un genio de las ciencias duras, que siente una atracción malsana por la violencia inmediata. Los personajes del cuento son seres que se ven confrontados con la fragilidad de sí mismos. Izquierdo maneja con solvencia esa tonalidad narrativa que evita cargar lo narrado con juicios de valor y narra las situaciones más escabrosas como si se tratase de sucesos comunes. Este es un cuento construido, como otros de su autor, con dureza y sin concesiones frente a la situaciones vividas por sus personajes; un cuento en donde la serenidad de lo cotidiano es destruida en un instante por un suceso inesperado que quiebra el optimismo burgués sobre la vida.
            En “Una chica como tú en un lugar como éste…”, encontramos elementos de ciencia ficción combinados con la extrañeza que demanda la literatura de anticipación y esa sutil ironía que termina convertida en un grito de horror ante un futuro que podría ser y estar deshumanizado. Solange Rodríguez (Guayaquil, 1976) gusta de lo extraño como manifestación del límite de lo humano. En este cuento de anticipación, la posibilidad del deseo humano genera la repulsa de los seres que ejercen el poder en el universo. Ese poder establecido en el nuevo orden del cosmos organiza la represión de la existencia de lo humano desde el rechazo de sus características intrínsecas: una de ellas, la reacción química del cuerpo frente a la atracción sexual. La memoria de la risa de ella es, en ese espantoso futuro, la permanencia de la ilusión del amor a pesar del despojo al que el ser humano habría sido sometido.
La ironía y la crítica cultural atraviesan una narración que, desde el humor y el desenfado, cuenta una historia de desarraigo y parodia de lo pornográfico. “La puta madre patria”, de Miguel Antonio Chávez (Guayaquil, 1979) es un texto atravesado por el drama de la migración de los latinoamericanos a España, crítico de la segregación racial y cultural, irónico con el sentido de los valores tradicionales, y, además, un texto que habla de la desolación y la miserias humanas. La dureza de lo que cuenta se ve alivianada debido al tono irreverente que utiliza el narrador, estrategia que permite aseveraciones terribles sobre la condición humana, que son dichas con desparpajo. Por su fuerza narrativa, por su tono desenfadado y por su aguda crítica cultural, “La puta madre patria”, de Miguel Antonio Chávez, seguramente, se convertirá —con algo más de tiempo y lectores de otras latitudes—, en uno de los cuentos más memorables de la nueva narrativa ecuatoriana.
Esta selección de cinco jóvenes narradores ecuatorianos (todos ellos menores de 40 años) es una pequeña muestra de un grupo mayor del que es de justicia mencionar, para que los lectores de Hispamérica los tengan presentes, entre otros a: Juan Carlos Moya (Latacunga, 1974), Mariagusta Correa (Cuenca, 1976), Luis Felipe Aguilar (Cuenca, 1977), Marcela Noriega (Guayaquil 1978), Diego Falconí (Quito, 1979), Augusto Rodríguez (Guayaquil, 1979), Esteban Mayorga (Quito, 1979), Eduardo Varas (Guayaquil, 1979), Luis Alberto Bravo (Milagro, 1979), Luis Monteros Arregui (Quito, 1978), Elías Urdánigo (Santo Domingo, 1980), Edwin Alcarás (Quito, 1981), Juan Fernando Andrade (Portoviejo, 1981), Luis Borja (Quito, 1981), y Andrés Cadena (Quito, 1983).
Esta muestra es también el testimonio de una mirada generacional distinta y diversa sobre una cotidianidad cargada de sueños rotos, y gobernada por el absurdo de un poder y una economía liberales que se desmoronan. Y también es la muestra de una vocación por la escritura sin concesiones a lo políticamente correcto; una literatura de palabra fresca y en crecimiento.

martes, octubre 22, 2013

Libertad del que no termina en sí mismo

No se trata de uniformar el pensamiento sino de entender que somos parte de un proceso en el que es sustancial la unidad de quienes estamos comprometidos en él.
En la última parte del Canto general, de Pablo Neruda, está el poema “A mi partido” que, seguramente, eriza la mala conciencia de algunos que fungen de librepensadores cuando, en realidad, son francotiradores que vigilan el dominio del capital sobre el ser humano: “Me has dado la fraternidad hacia el que no conozco. / Me has agregado la fuerza de todos los que viven. / Me has vuelto a dar la patria como en un nacimiento. / Me has dado la libertad que no tiene el solitario.” No pretendo que esta ética política sea entendida por los neoliberales ni por los francotiradores, pero sí por la militancia de nuestro proceso revolucionario.
La reflexión viene a propósito del rifirrafe con motivo de la despenalización o no del aborto en caso de violación. En lo personal, estoy por dicha despenalización: considero que, en medio del dilema moral que envuelve el drama de la mujer violada, la despenalización impediría que dicha mujer sea violentada nuevamente para que acepte una maternidad que no es consecuencia del amor sino de la violencia. No obstante, este no es el centro de mi reflexión y, puesto que la discusión legislativa ya terminó, dicho tema está cerrado, al menos, por el momento. Ahora, quienes creemos en la despenalización —y quienes no creen en ella también— tenemos la tarea pedagógica de convencer a la sociedad de que el uso de la píldora del día después es correcto.
Esta reflexión tiene que ver con la crítica de derecha a la actitud del presidente Correa frente a quienes, en la Asamblea, quisieron sacar adelante su postura individual por sobre lo resuelto por el buró político. El Presidente siempre ha expresado su oposición al aborto, por lo tanto, la consistencia de sus ideas al respecto es conocida por todos. Si el acuerdo de los asambleístas de PAIS se dio antes de la discusión del Código de Procedimiento Penal, no cabía que algunos asambleístas abrieran un debate en la Asamblea que dejó expuesto al compañero presidente, para regocijo de la crítica de derecha y del oportunismo de ciertos intelectuales francotiradores, que están a la espera de cualquier paso en falso para disparar, no solo contra el Presidente sino contra el proyecto político. Este error político tampoco convierte a dichos compañeros en “traidores”, como sostiene el Presidente, y sería mucho mejor hablar sobre los desentendimientos antes que debilitar la fortaleza de la militancia.
Esa derecha y sus francotiradores aliados se aprovecharon de una contradicción —que todo proceso tiene— para atacar al Presidente. Entendamos que esa derecha adula a quienes contradicen a Rafael Correa, no porque piense apoyarlos en sus posturas sino porque está interesada en debilitar el liderazgo revolucionario del presidente. Recordemos que se trata de la misma derecha que defendió orgánicamente, a través de la prensa mercantil, los postulados ideológicos de la larga noche neoliberal, y que tildaba de “nostálgicos” a quienes creíamos posible la solidaridad y la justicia social. Se trata, asimismo, de francotiradores vanidosos que son incapaces de construir y que han callado frente al caso Chevron —en algunos casos, han defendido el atropello de dicha transnacional—, ante la confrontación contra la tendencia monopólica del capital financiero, ante la lucha por la soberanía frente a las agresiones imperiales, o durante el intento de golpe del 30-S, para citar unos pocos temas.
En la construcción revolucionaria de una nueva patria, el individualismo insolidario es una rémora y, muchas veces, debemos reconocer que nuestras posturas sobre diversos tópicos no pueden ser impuestas desde el voluntarismo ideológico de cada uno. No se trata de uniformar el pensamiento sino de entender que somos parte de un proceso, plagado de enemigos, en el que la unidad de quienes estamos comprometidos en él, es sustancial. Los cantos de sirena de la derecha habrán de estrellarse contra la fortaleza del movimiento partidario que construye esta revolución ciudadana pues, junto con Neruda, decimos: “Me has hecho indestructible porque contigo no termino en mí mismo.”

miércoles, octubre 02, 2013

"Con Colombia hay un clima de confianza"

Para Raúl Vallejo, embajador de Ecuador en Colombia desde enero de 2011, el acuerdo que terminó con el proceso internacional derivado de las aspersiones en la frontera es una muestra del buen momento de las relaciones. / Foto Luis Ángel

Por Diego Alarcón Rozo (El Espectador, octubre 2, 2013)

El embajador de Ecuador en Colombia, Raúl Vallejo, todavía lamenta la muerte de Álvaro Mutis: “Se fue, pero nos dejó a Maqroll el Gaviero”, dice, como quien rescata la inmortalidad de los escritores a través de sus personajes. El embajador ha leído muchas páginas y escrito otras tantas, pero esta vez, sobre la mesa de la oficina en la que recibió a , permanecen dos carpetas. Una corresponde al acuerdo que firmaron los gobiernos de Bogotá y Quito para cesar el litigio en la Corte Internacional de Justicia; la segunda contiene toda la información del caso Chevron, la disputa legal que sostiene su país con la poderosa petrolera.
El primer caso quedó resuelto después de que su gobierno accediera a retirar la demanda que había elevado al tribunal por el tema de las aspersiones con glifosato en la zona de frontera. No obstante, en el segundo caso no hay solución a la vista. El embajador Vallejo conversa sobre estos asuntos, así como de la nueva Ley de Medios en Ecuador, del plan de explotación petrolera en la reserva amazónica de Yasuní y el caso del fundador de Wikileaks, Julian Assange, quien aún está refugiado en la embajada de Quito en el Reino Unido.

La posición de Rafael Correa frente al tema de las aspersiones con glifosato fue muy dura contra Colombia. ¿Por qué primó un acuerdo entre países sobre el proceso que estaba en curso en la CIJ?

Desde el momento en que se reanudaron de manera plena las relaciones, se ha venido construyendo un clima de confianza. Hay un refrán que dice que el mejor juicio es aquel en el que las partes se ponen de acuerdo. Supimos que hay que combinar el combate contra el crimen transnacional con lo principal, que es el cuidado de nuestra gente, y ese espíritu nos llevó a retirar la demanda. El acuerdo está destinado a fortalecer y cuidar a las comunidades de la línea de frontera con un protocolo en el que se detallan aspectos como la composición química del elemento que va a ser rociado, que no puede tener más de un porcentaje definido de glifosato, y el respeto de una línea que puede variar, según el caso, entre 2 y 10 kilómetros hacia adentro de la frontera, en Colombia.

El pacto incluye el pago de US$15 millones por parte de Colombia, aunque el gobierno colombiano afirma que no se trata de una indemnización...

El documento dice: “Colombia entregará a Ecuador una contribución económica equivalente a US$15 millones, la cual estará orientada al desarrollo social y económico en las áreas de frontera”. En las partes primeras del acuerdo se señala que el gobierno de Colombia “lamenta que las aspersiones realizadas en territorio colombiano hayan llegado ocasionalmente a territorio ecuatoriano”.

Cambiando de tema, ¿por qué Ecuador terminó involucrado en el caso Chevron, cuando era un proceso entre particulares?

Es un juicio de miembros de las comunidades de la provincia de Sucumbíos y otros de sectores mestizos, quienes hicieron la demanda. En 1993 plantearon un proceso en una corte de Nueva York. Durante nueve años, hasta 2002, Texaco hizo todo lo posible para que el proceso fuera a Ecuador. Hizo 14 pedidos al juez solicitando que el juicio se radicara en la provincia de Sucumbíos, porque la justicia ecuatoriana era nítida y transparente. Y desde 2002 hasta 2011, cuando salió la sentencia, Chevron-Texaco ha empezado a desprestigiar a las cortes ecuatorianas diciendo que son focos de la corrupción. Chevron-Texaco tiene que responder a los demandantes porque ganaron el juicio. La sentencia está en firme y Chevron tiene la obligación de indemnizar a estos demandantes por la suma de US$19.000 millones. Derramó cerca de 70 millones de metros cúbicos de desechos durante 28 años. Chevron en Ecuador dice que no paga porque ese país tiene el peor sistema judicial. Eso no tiene ningún sentido, más que la arrogancia y el poder que tienen las transnacionales, que actúan en nuestros países sin el respeto por ningún tipo de normativa.

¿Qué acciones tomar en ese caso?

La estrategia de Chevron ha sido tratar de involucrar al Estado ecuatoriano. Ha puesto una demanda contra Ecuador en el Tribunal de Arbitramento de La Haya, en la que alega que no se ha cumplido un tratado de protección de inversiones firmado entre Ecuador y Estados Unidos. Pero resulta que el tratado entró en vigencia en 1997, cinco años después de que Texaco dejó de operar en Ecuador, cuatro años después de la demanda y casi 30 años después de todo el período de operación. Un tratado no es retroactivo, en ninguna parte del mundo. Pero el tribunal condenó a Ecuador a pagar US$97 millones. Es decir, ellos contaminan, no quieren cumplir la sentencia y, encima, el Estado ecuatoriano tiene que pagarles. Las transnacionales son empresas muy poderosas. Chevron es la segunda petrolera en Estados Unidos, su paquete accionario supera en siete veces el presupuesto del Estado de Ecuador en un año. Esa es la lucha entre David y Goliat.

¿No resulta paradójico que, paralelamente a este caso, Ecuador haya aprobado un plan para la explotación petrolera de la reserva amazónica de Yasuní?

No. No tiene que ver lo uno con lo otro, aunque sean dos sucesos relacionados con la industria extractivista. En el caso del Yasuní, la propuesta que Ecuador le hizo al mundo fue muy clara: nosotros requerimos la corresponsabilidad y requerimos financiamiento para no explotar el Yasuní. Si no había financiamiento, íbamos a tener que explotar los pozos petroleros. Lamentablemente el mundo no respondió a esta propuesta y dimos inicio a un plan en el que se ha vinculado a la comunidad y se tienen previstos los más altos estándares ambientales. Además, lo que se va a explotar es el 1x1.000 del total de la reserva. Ecuador necesita la explotación de esos recursos porque requiere más escuelas, hospitales, carreteras, trabajo en las comunidades... El problema no es que Texaco haya explotado petróleo, sino que lo hizo de la peor manera.

¿Cómo evoluciona el caso Julian Assange?

La postura de Ecuador sigue siendo la misma: el Reino Unido debe darle a Assange un salvoconducto para que pueda viajar a Ecuador. Si el fiscal de Suecia quiere entrevistarlo, que vaya a la embajada, no es nada del otro mundo. Finalmente, siempre vale la pena recalcar que el señor Assange tiene lo que se llama una indagación previa, ni siquiera un juicio.

Cómo contraargumentar a los que dicen que Ecuador defiende por un lado la libertad de expresión en casos como el de Assange y por otro aprueba una ley de medios acusada de condicionarla?

En Ecuador no hay periodistas desaparecidos, no hay nadie preso por haber emitido una opinión, no hay una radio clausurada por emisión de opiniones políticas, no hay un periódico censurado o clausurado. Es más, la Ley de Medios tipifica como una falta grave el que exista censura previa. La Ley de Medios no coarta la libertad, lo que hace es regular administrativamente, no penalmente. Ahora, que ciertos medios no quieran ser regulados, eso es otra cosa. Las quejas vienen de quienes han hecho de la prensa un espacio político. Hoy en día hay cierta prensa mercantil que se dice objetiva e independiente. Ángela Merkel acaba de ganar por tercera vez las elecciones en Alemania y yo no he visto que la prensa hable de populismo, ni de una intención de eternizarse en el poder, de lo antidemocrático que resulta. Pero cuando ganaba Chávez o ganaba Correa, era justamente lo contrario. Ese es el sesgo político. Existe total libertad para decir lo que se quiera decir, pero hay lo que se llama responsabilidad ulterior: puede opinar lo que quiera, decir que no está de acuerdo con algo, pero otra cosa es hacer acusaciones infundadas.

¿Son grandes las multas? ¿Podrían acabar con un medio?
No. Primero hay que decir que la ley garantiza la rectificación y, segundo, que fija topes a las multas que puedan generarse. La multa máxima está alrededor del 10% de la facturación de un medio en un mes.

dalarcon@elespectador.com

http://www.elespectador.com/noticias/elmundo/colombia-hay-un-clima-de-confianza-articulo-449881

lunes, septiembre 23, 2013

Con Neruda, siempre

Entierro de Pablo Neruda, fallecido el 23 de septiembre de 1973, en Santiago de Chile.
            Con Pablo Neruda, desde el momento en que me enseñó a ver la poesía que habitaba en el íntimo corazón de las cosas, en los chécheres recogidos a nuestro paso transeúnte que vamos acumulando, no por el placer de la posesión sino por la gracia de sentir en ellos la vida que hemos vivido: “Amo / todas / las cosas, / no porque sean / ardientes, / o fragantes, / sino porque / no sé, / porque / este océano es el tuyo, / es el mío: / los botones, / las ruedas, / los pequeños / tesoros / olvidados, / los abanicos en / cuyos plumajes / desvaneció el amor / sus azahares, / las copas, los cuchillos, / las tijeras / todo tiene / en el mango, en el contorno, / la huella / de unos dedos, / de una remota mano / perdida / en lo más olvidado del olvido.” Con Pablo Neruda desde que me enseñó que una vieja estación de tren es también un lugar para la poesía que espera en los andenes, para aquella que viaja en los vagones en donde transita el sueño humano: “En tus andenes / no sólo / los viajeros olvidaron / pañuelos, / ramos / de rosas apagadas, / llaves / sino / secretos, vidas, / esperanzas. / Ay, Estación, / no sabe / tu silencio / que fuiste / la punta de una estrella / derramada / hacia la magnitud / de las mareas, / hacia / la lejanía / en los caminos!”. Con Pablo Neruda desde que me enseñó a saborear en la letra de un poema la humeante y marina fragancia de un caldo servido en las mesas amables de la gente del país suyo que hizo nuestro: “En el mar / tormentoso / de Chile / vive el rosado congrio, / gigante anguila / de nevada carne. / Y en las ollas / chilenas, / en la costa, / nació el caldillo / grávido y suculento, / provechoso. [...] Ya sólo es necesario / dejar en el manjar / caer la crema / como una rosa espesa, / y al fuego / lentamente / entregar el tesoro / hasta que en el caldillo / se calienten / las esencias de Chile / y a la mesa / lleguen recién casados / los sabores / del mar y de la tierra / para que en ese plato / tú conozcas el cielo.”
            Con Neruda, desde el instante en que me entregó su palabra de origen oceánico, el mar cuyo oleaje arremete en el bramido del verso, la vida de quien con nostalgia se resignó a navegar en tierra: “Saqué del mar, abriendo las arenas / la ostra erizada de coral sangriento / spondylus, cerrando en sus mitades / la luz de su tesoro sumergido, / cofre envuelto en agujas escarlatas, / o nieve con espinas agresoras.” Con Neruda, desde el instante en que los pájaros fueron arte de su parte, con su canto revoloteando en los versos para afirmar la poesía en su vuelo de transparencia de aire, en la eterna posibilidad de las antiguas odas: “Entre los álamos pasó / un pequeño dios amarillo: / veloz viajaba con el viento / y dejó en la altura un temblor, / una flauta de piedra pura, / un hilo de agua vertical, / el violín de la primavera: / como una pluma en una ráfaga / pasó, pequeña criatura, / pulso del día, polvo, polen, / nada tal vez, pero temblando / quedó la luz, el día, el oro.” Con Neruda, que supo dialogar en sus poemas con otros que contribuyeron a la formación de su verso, que aprendió de Manrique, Góngora y Quevedo, el rigor de la palabra y la fascinación por la imagen; de Whitman y Maiakovski, la imbricación de la poesía en la historia social de los pueblos; o en Ercilla, el primero, el sentido de lo americano: “...él solamente solo nos descubrió a nosotros: / sólo este abundantísimo palomo / se enmarañó en nosotros hasta ahora / y nos dejó en sus testamento / un duradero amor ensangrentado.”
            Con su poesía desde que me mostró a un hombre escarbando en su interior desde el tránsito ineludible por la tierra en la que se estaciona nuestro dolor: “Sucede que me canso de ser hombre. [...] Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos, / con furia, con olvido, / paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia, / y patios donde hay ropas colgadas de un alambre: / calzoncillos, toallas y camisas que lloran / lentas lágrimas sucias.” Con su poesía desde que me reveló el estacionado interior del hombre que requiere del silencio existencial para que su palabra emerja a la vida: “Ahora que me dejen tranquilo. / Ahora que se acostumbren sin mí. [...] Pero porque pido silencio / no crean que voy a morirme: / me pasa todo lo contrario: / sucede que voy a vivirme. / Sucede que soy que sigo. / Ahora, como siempre, es temprano. / Vuela la luz con sus abejas. / Déjenme solo con el día. / Pido permiso para nacer.” Con su poesía desde que iluminó su propio renacimiento en la eternidad de la piedra y la serena contemplación a la que recurre el hombre cuando acepta su finitud: “Pero no alcanza la lección al hombre: la lección de la piedra: se desploma y deshace su materia, / su palabra y su voz se desmenuzan. [...] Cae el alma del hombre al pudridero / con su envoltura frágil y circulan / en sus venas yacentes / los besos blandos y devoradores / que consumen y habitan / el triste torreón del destruido. [...] La piedra limpia ignora / el pasajero paso del gusano.”
            Con él, desde cuando hizo de América la tierra épica de la gente que, a través de la historia, ha luchado por la existencia libre del ser humano; la gente que habiendo sido presencia vital se hizo presente en la palabra del poeta: “Sube a nacer conmigo, hermano [...] Mírame, desde el fondo de la tierra, / labrador, tejedor, pastor callado: / domador de guanacos tutelares: / albañil del andamio desafiado: / aguador de las lágrimas andinas: / joyero de los dedos machacados: / agricultor temblando en la semilla: / alfarero en tu greda derramado: / traed a la copa de esta nueva vida / vuestros viejos dolores enterrados.” Con él, desde cuando América dejó de ser únicamente geografía para convertirse en la imagen pura que hizo de nuestra tierra un espíritu de identidad única dentro del mundo de multiplicadas tierras: “América, no invoco tu nombre en vano. / Cuando sujeto al corazón la espada, / cuando aguanto en el alma la gotera, / cuando por las ventanas / un nuevo día tuyo me penetra, / soy y estoy en la luz que me produce, / vivo en la sombra que me determina, / duermo y despierto en tu esencial aurora: / dulce como las uvas, y terrible, / conductor del azúcar y el castigo, / empapado en esperma de tu especie, / amamantado en sangre de tu herencia.” Con él, que bautizó a la tierra americana con el nombre de Juan porque la geografía requiere de un habitante que se funda con ella y hunda la semilla de su alma en la proliferación incesante de significados, de tal forma que lo particular se vuelque en el universo sin fin de la humanidad: “Detrás de los libertadores estaba Juan / trabajando, pescando y combatiendo, / en su trabajo de carpintería o en su mina mojada, / sus manos han arado la tierra y han medido los caminos. [...] Juan, es tuya la puerta y el camino. / La tierra / es tuya, pueblo, la verdad ha nacido / contigo, de tu sangre.”
            Con su poético amor de amantes que rozan la eternidad en el instante efímero que les entrega la pasión de sus cuerpos. “¿Quiénes se amaron como nosotros? Busquemos / las antiguas cenizas del corazón quemado / y allí que caigan uno por uno nuestros besos / hasta que resucite la flor deshabitada. / Amemos el amor que consumió su fruto / y descendió a ala tierra con rostro y poderío: / tú y yo somos la luz que continúa, / su inquebrantable espiga delicada.” Con la dureza de su amor que, afincado en la pasión del sexo y sus delicias, teme la permanencia de sus excesos personificados en la hembra violenta que lo supera, de la que se huye y a la que, sin embargo, recuerda con incandescente nostalgia: “Oh Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia, / y habrás insultado el recuerdo de mi madre / llamándola perra podrida y madre de perros [...] Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas / recostadas como detenidas y duras aguas solares, / y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos, / y el perro de furia que asilas en el corazón, / así también veo las muerte que están entre nosotros desde ahora, / y respiro en el aire la ceniza y lo destruido, / el largo, solitario espacio que me rodea para siempre.” Con la vivencia del amor de un hombre que se funde en el espíritu de todos los hombres que la hacen suya a través de la poesía impregnada de vitalidad deslumbrante: “Pienso que se fundó mi poesía / no sólo en soledad sino en un cuerpo / y en otro cuerpo, a plena piel de luna / y con todos los besos de la tierra.”
            Con el poeta que soñó una patria más justa y tomó partido cuando se lo demandó su pueblo: “Yo no quiero la Patria dividida. / Ni por siete cuchillos desangrada: / quiero la luz de Chile enarbolada / sobre la nueva casa construida: / cabemos todos en la tierra mía [...] Yo me quedo a cantar con los obreros / en esta nueva historia y geografía.” Con el poeta que entregó su verso desgarrado frente a la ignominia de la dominación imperial y asumió el compromiso con su pueblo igual que se asume el compromiso con la mujer que se ama o con la hondura inédita del alma humana: “Cuando sonó la trompeta, estuvo / todo preparado en la tierra, / y Jehová repartió el mundo /  a Coca – Cola Inc., Anaconda, / Ford Motors, y otras entidades: / la Compañía Frutera Inc. / se reservó lo más jugoso, / la costa central de mi tierra / la dulce cintura de América. [...] Entre las moscas sanguinarias / la Frutera desembarca, / arrasando el café y las frutas, / en sus barcos que deslizaron / como bandejas el tesoro / de nuestras tierras sumergidas.” Con el poeta preocupado por el destino ético que tendrá la construcción de su estética, por el sentido que alumbran sus poemas para aquellos que carecen de los instrumentos que les permitan leer poesía: “No escribo para que otro libros me aprisionen / ni para encarnizados aprendices de lirio, / sino para sencillos habitantes de piden / agua y luna, elementos del orden inmutable, / escuelas, pan y vino, guitarras y herramientas. / Escribo para el pueblo aunque no pueda / leer mi poesía con sus ojos rurales. / Vendrá el instante en que una línea, el aire / que removió mi vida, llegará a sus orejas, / [...] y ellos dirán tal vez: ‘Fue un camarada’. / Eso es bastante, ésa es la corona que quiero.”
            Leyéndolo, nos convenció de que la poesía emerge sin la pureza pregonada por aquellos que confunden el concepto de la metáfora pura con la pura metáfora y no se dan cuenta de que aquella es parida contaminada por el mundo y el hombre y transformada en verso para el hombre en el mundo: “Así sea la poesía que buscamos, gastada como por un ácido por los deberes de la mano, penetrada por el sudor y el humo, oliente a orina y a azucena salpicada por las diversas profesiones que se ejercen dentro y fuera de la ley. [...] Hasta alcanzar esa dulce superficie del instrumento tocado sin descanso, esa suavidad durísima de la madera manejada, del orgulloso hierro.” Leyéndolo, nos convenció del amor a los libros, no como un culto al papel que nos estaciona en su cárcel de vanidad intelectual sino como un beso de aquél que aprende de lo escrito para continuar viviendo: “Amo los libros / exploradores, / libros con bosque o nieve, / profundidad o cielo, / pero / odio / el libro araña / en donde el pensamiento / fue disponiendo alambre venenoso / para que allí se enrede / la juvenil y circundante mosca. Libro déjame libre. [...] / Libro, déjame andar por los caminos / con polvo en los zapatos / y sin mitología: / vuelve a tu biblioteca, / yo me voy por las calles.” Leyéndolo, nos convenció de que la poesía brotaba de su pluma de sangre verde como un manantial inagotable de metáforas vivas. “Hay que perderse entre los que no conocemos para que de pronto recojan lo nuestro de la calle [...] y tomen tiernamente ese objeto que hicimos nosotros... Sólo entonces seremos verdaderamente poetas... En ese objeto vivirá la poesía...” Con Pablo Neruda, en la vida sin fin de su poesía, siempre.

Texto publicado en Kipus, revista andina de letras, (n. 17, I semestre 2004) con motivo del centenario del nacimiento de Pablo Neruda.