José María y Corina lo habían conversado en alguna de su tardes de té y facturas: toda muerte engendra ausencias y cada ausencia es un pedazo de muerte que se adhiere para siempre a nuestra piel de solos.
(De El perpetuo exiliado, 2016).

domingo, abril 22, 2012

La evanescencia de la vida es memoria en el poema


            El agua como elemento en el que se realiza la transparencia de la palabra poética, el agua como torrente en el que fluye la memoria, el agua como un maná líquido que nos baña desde el cielo. La huella en el agua es una existencia de lo imposible; esa huella efímera es símbolo de la evanescencia de la vida mientras la misma vida fluye. La memoria es posible porque se transforma en escritura.
            La voz poética se presenta con un sueño: “Soñé que regresaba / con un libro escrito / en las escamas de un pez” (19). Como todo sueño, inasible. El poeta sabe que solo en el poema existe la posibilidad de que aquello que se esfuma pueda ser retenido para derrotar al olvido; pero esa retención es posible gracias a un artificio que requiere confrontar el silencio de lo cotidiano con la carga sonora de la palabra: “Algo me aleja y salgo a respirar / el lenguaje que serpentea por la calle / con sonidos de metal y arcilla” (209). La permanencia de lo vivido, que es huella en el agua —realidad que se deslíe—, solo es posible en los intersticios de la derrota a la que, de antemano, estamos sometidos frente al olvido: “Y soy mirado / por la escritura inútil / que avanza entre los dedos” (121). El escribiente vive permanentemente en la vigilia que le habla hacia adentro: “Sonámbulo / detiene el trajín de abonar / con leves puñados el olvido”. El escribiente conoce también el antídoto que permite el triunfo de la memoria: “Por años / el deseo forma las palabras / y elige el centro de su estrella” (118).
            Eros ampara al hablante lírico y esa explosión del instante, que es la orgásmica muerte, encuentra en la celebración de la noche y su piel la posibilidad de lo eterno. “La muchacha que golpea con sus piernas / el viñedo en el anochecer / es el rojo que busco” (71) es el anhelo de insaciable deseo del hablante lírico que requiere convertir a la noche en el instante cómplice de una eternidad orgásmica que solo es posible, como toda la cotidianidad, en la perennidad de la palabra: “Amada noche / que el día no nos manche / con su cuerpo” (72). Esta confrontación romántica de la perennidad del deseo con la condición pasajera del cuerpo se resuelve en los silencios del poema que están marcados en verso corto, conciso, exacto, como la lucidez que se requiere para encontrar al monstruo del Loch Ness, el que “al amar no infringe roce en el abismo” (36). El hablante lírico también alcanza a retener a la mujer que se esfuma en la imagen etérea en la que existe gracias a la poesía: “Y el deseo se ilumina / en las ondulaciones de la vida: / Una mujer desnuda bañándose en el aire” (153). Agua y aire, elementos conjugados para la festiva realización de aquella maroma que realiza el deseo.
            Los retornos de la memoria, la recuperación de la infancia y la madre, la vuelta a la naturaleza como símbolo de libertad: “Y el mundo brilla / en el lomo oscuro de un delfín rosado” (80). Esa evocación de la vida que ya no es pero todavía pesa tiene lugar en el viaje, así: “El viajero extiende / una carpa de lejanas costumbres / y su mirada incendia la memoria” (101). La voz poética suele asirse a una tradición de la poesía; en la figura simbólica de Borges encuentra la posibilidad de ser ella misma, acepta que “el ciego brillo de los espejos / ha infectado mis años” y que el tiempo, ese inasible, ese anhelo de eternidad de todos los mortales “…labra en perversa precisión / El rostro del hombre / que se parecía a sí mismo” (111). Finalmente, el hablante lírico se considera una huella en el agua, es decir una muerte que ha de convertirlo en nada, y por eso quiere “que una masa de agua / sea mi fosa / Y la tierra nunca alcance a cubrirla” (152). Evanescencia permanente de la vida.
            Huellas en al agua, de Antonio Correa Losada, es una selección de textos que dan testimonio del tránsito de un escritor por una poesía de profunda riqueza simbólica e imágenes alucinantes, escrita con los significativos silencios del verso corto; en ella, la memoria de la evanescencia de la vida, quiebra la coraza del olvido y fluye, agua transparente, río vital, lluvia de nostalgia, gracias a la escritura del poema: “Al atardecer / brota un verdor oscuro / en la conversación desnuda con el agua / La memoria viene / por un caudaloso e incontenible río […] Y se lleva / La fija sombra de lo que ya no está” (124) Antonio Correa es poeta de profundo y permanente asombro de la poesía que yace en la existencia que pugna por ser rescatada de la frágil memoria con la que vivimos.

jueves, marzo 29, 2012

César Vallejo, el 29M en Sevilla


Ha sido jueves pero no de Otoño

Como esos días de huesos húmeros en París.

Este jueves de Primavera ha sucedido

En la España de cuyo cáliz bebió Vallejo

Pero esta vez no hubo Viernes Santo

Hermandad de la Cruz bajo la Giralda.

Tampoco cayó Andalucía y en las calles

La esperanza es un campo sembrado

De olivares abanderados en sangre viva.

Los combatientes son los vecinos

Que defienden la caña del mediodía

Alrededor de un barril y la charla amiga.

Los combatientes llevan el beso nocturno,

De los labios que comparten la palabra,

Bajo la sábana apasionada que los desarropa.

Los combatientes están cansados de morir

En los mataderos electrónicos de la codicia

Que olvidan los corazones tras los despidos.

Este jueves de huelga obrera en Sevilla

Te evocamos César Vallejo de los Andes

—¡No mueras, te amo tanto!

Republicano de trinchera en la poesía

En cada paso de cada pierna de cada cuerpo

De cada pecho de cada seso de cada ser;

En esa hermandad de parias de la aldea,

Patria planetaria blindada de arco iris.

¡Y tu cadáver, ay, siguió viviendo!

domingo, marzo 25, 2012

Edición colombiana de Acoso textual


Bajo el sello Mondadori, en formato rústica, ya está en librerías la edición colombiana de Acoso textual. Sobre la novela, dicen los editores:

"¿Una? ¿Un? estudiante universitario explora su identidad inventando múltiples personalidades virtuales e intercam­biando correos electrónicos con curiosos personajes, vir­tuales ellos también, alrededor del mundo. Así,
banano@ wam.umd.edu en ocasiones se presenta como un román­tico en busca del amor, en otras es una posgraduada de ciencias políticas que problematiza las utopías socialistas del siglo xx, o se convierte en un explorador del placer del sexo virtual. Para cada uno de sus interlocutores cibernéticos tiene un género, un interés y una personalidad distintos. Es un ser andrógino como el lenguaje.

Ahora, banano@wam.umd.edu debe enfrentarse a sus propias preguntas: ¿Debo matar a las personalidades ficti­cias para encontrar mi identidad verdadera? ¿Debería con­vertir mis relaciones virtuales en realidades físicas? ¿Qué valor tiene la palabra virtual?

Acoso textual, novela pionera en la literatura hispanoame­ricana en el uso de correos electrónicos para relaciones epistolares, nos ubica en un espacio virtual en que las personas se construyen a sí mismas con las palabras que van y vienen a través de Internet."

Sobre la novela, la crítica Alicia Ortega señaló en la presentación del 17 de septiembre de 1999, en el local de Libri Mundi, en Quito: "La ficción de la palabra devela por un momento la ilusión de plenitud, de vida compartida, de esperanza gozosa, “esa necesidad de creer que la palabra desparramada tendrá algún valor cuando sea recogida.” Acoso textual en cierto sentido es también una novela de amor; amor virtual, amor imaginario. En suma, el amor que enfrenta a los seres finalmente consigo mismos, con sus propios relatos inventados para seducir al otro, con sus propias palabras que le devuelven la realidad vacía. “el ser humano es un manojo sorprendente de soledades y pérdidas amorosas.”, concluye banano en alguna reflexión."

Esa misma noche, el escritor Abdón Ubidia, señaló que: "Lo que importa de esta novela es que vuelve a las fuentes originarias de la literartura, a las preguntas esenciales acerca de la condición humana, a lo que de intemporal y eterno ella tiene. [...] su escritura diáfana, esas explosiones de gran literatura que contiene, su sólida estructura narrativa, la mesura y sabiduría de su autor."

La novela, publiciada en Cuba (2009) y Argentina (2011), ahora está en las librerías de Colombia, siempre en búsqueda de lectores que aprecien el valor de la palabra en una época de existencias virtuales que han olvidado el sentido de la realidad de la piel humana para extraviarse en los vericuetos del ciber espacio.